Logo Passei Direto

2 - Meghan March - Madam Temptress

User badge image

Subido por Rachel James en

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

Esta traducción fue hecha sin 
fines de lucro. 
Para todas las que disfrutamos de una buena lectura. Si el libro llega a tu país, apoya 
al autor comprándolo. 
Por favor, no subas capturas de este PDF a las redes sociales o etiquetes al autor, no 
vayas a sus grupos y comentes que leíste su libro, sí no hay traducción oficial del 
mismo. 
Recuerda que muchos blogs, foros y páginas de traducción dedican su tiempo y 
esfuerzo para que disfrutes los libros que no Están en nuestro idioma. 
Seamos cuidadosos para seguir disfrutando de las lecturas que ofrecen los grupos de 
traducción independiente. 
¡No subas esta historia a Wattpad! 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Staff 
Traducción: 
Leona 
Fassy MC 
 
Corrección: 
Leona 
Fassy MC 
Diseño: 
Fassy MC 
 
Revisión Final: 
Fassy MC 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
MEGHAN MARCH 
 
http://www.meghanmarch.com/
 
 
 
 
 
 
 Sinopsis 
Capítulo 1 
Capítulo 2 
Capítulo 3 
Capítulo 4 
Capítulo 5 
Capítulo 6 
Capítulo 7 
Capítulo 8 
Capítulo 9 
Capítulo 10 
Capítulo 11 
Capítulo 12 
Capítulo 13 
Capítulo 14 
Capítulo 15 
Capítulo 16 
Capítulo 17 
Capítulo 18 
Capítulo 19 
Capítulo 20 
Capítulo 21 
Capítulo 22 
Capítulo 23 
Capítulo 24 
Capítulo 25 
Capítulo 26 
Capítulo 27 
Capítulo 28 
Capítulo 29 
Capítulo 30 
Capítulo 31 
Capítulo 32 
Capítulo 33 
Capítulo 34 
Capítulo 35 
Capítulo 36 
Capítulo 37 
Capítulo 38 
Capítulo 39 
Capítulo 40 
Capítulo 41 
Capítulo 42 
Capítulo 43 
Capítulo 44 
Capítulo 45 
Capítulo 46 
Capítulo 47 
Capítulo 48 
Capítulo 49 
Epílogo 
 
 
 
 
 
 
 
Madam Temptress 
 
 
 
 
 
 
 
 
Acerca de Madam Temptress 
 
Yo no elegí este camino. Nadie lo haría. 
Jugué las cartas que me repartieron. 
Esta vida me hizo. Esta ciudad me hizo. 
No me disculparé por lo que me he convertido. 
Moses no me aceptaría de otra manera. 
Dice que me quiere para siempre y empiezo a creerle. 
Pero no puedo dejar atrás mi pasado y mis pecados me están alcanzando. 
Si es el momento de expiar, con gusto pagaré mi penitencia. 
Puede que tengamos nuestra segunda oportunidad, pero primero tenemos 
que salir con vida. 
 
Madame Temptress es el segundo libro de The Magnolia Duet y debe 
leerse después de Creole Kingpin 
 
 
 
 
 
 
Hace quince años 
 
as viejas duchas en la oscuridad son un dolor gigante en el culo, Pensé L
mientras cerraba el grifo lo más rápido que pude, pero no fue lo 
suficientemente rápido como para evitar que el frío me recorriera la piel 
mientras alcanzaba la toalla que colgaba sobre la barra. 
Un ruido vino de algún lugar de la planta baja y me congelé. 
Desde que todas las otras chicas se fueron anoche antes de que llegara el 
huracán, cuando se dieron cuenta de que estaríamos fuera del negocio por al 
menos unos días, si no más, había estado escuchando ruidos que nunca antes 
había escuchado en la casa. Probablemente porque sus huesos vibraron bien 
con esos terribles vientos aulladores. 
Deberías haberte ido con ellos, Ho-It-All susurró, pero me quité la voz de la 
cabeza que no se callaba. Esta era mi casa ahora, y no dejaría que nada le 
pasara, huracán o no. Lo lograríamos, pero sabía lo que los saqueadores 
podían hacerle a un lugar, y no era bonito. 
Espero por otro sonido, pero no hubo nada más que silencio. 
¿Ves? Sólo mi imaginación. 
Me sequé a una velocidad récord, preguntándome por qué había esperado 
hasta que oscureciera para ducharme de todos modos. Oh espera. Era porque 
sin electricidad y aire acondicionado, hacía un calor de mierda, y había sudado 
todo el día hasta que ni siquiera yo quería olerme más. Aun así, nota para mí, 
mañana me ducharía durante el día. 
 
 
 
 
 
 
Salí del baño con la toalla envuelta a mi alrededor y la vela en mi mano, solo 
avancé unos pocos pasos antes de ver formas oscuras y en sombras subiendo 
las escaleras. 
—¿Qué diablos están haciendo aquí? ¡Lárguense de mi casa! —Grité 
mientras me dirigía al dormitorio, donde había dejado mi escopeta recortada. 
—¡Mierda! ¡Atrápala! 
Al llegar a la puerta del dormitorio, traté de cerrarla detrás de mí, pero 
rebotó en alguien o algo antes de abrirse de golpe y golpear la pared. 
Cinco pasos más. Tres más. 
Tome la escopeta pero alguien me abordó por detrás y aterricé boca abajo en 
el suelo bajo el gran peso de un hombre. Mi reflejo de lucha o huida se activó y 
me volví jodidamente loca, levantando los codos y tratando de golpear. 
Había estado en este mundo el tiempo suficiente para entender que no iba a 
pasar nada bueno si no me lo sacaba de encima y cogía mi arma. Los hombres 
tomaban a una mujer mucho más jodidamente en serio con un doble cañón 
apuntando a su pecho. 
Mi corazón martilleó cuando mi codo conectó y él gruñó. 
—¡Maldita perra! Te haré pagar por eso. 
El hedor a cigarrillos rancios y whisky podrido asaltó mi nariz. 
Oh mierda. Oh mierda. Mantén la calma y lucha como el infierno. Nadie me 
haría pagar. Especialmente no algún saqueador. 
Seguí luchando, balanceándome y agitándome, rezando para dar un golpe en 
algún lugar vital, pero me agarró del pelo y tiró de mi cabeza hacia arriba antes 
de estrellarme la cara contra el suelo de madera. 
Las chispas brillaron en mi visión y mi pómulo palpitó como si me acabaran 
de golpear con un ladrillo. 
Maldito infierno. 
—¡Déjame ir! ¡Ayuda! —Empecé a gritar, porque ¿qué diablos iba a hacer con 
lo que parecía un gorila de ciento cincuenta kilos en mi espalda? 
—Calla. —Volvió a agarrarme el pelo mojado de la nuca y me aplastó 
repetidamente contra el suelo hasta que probé la amargura metálica de la 
sangre. 
Mierda. Mierda. Mierda. 
 
 
 
 
 
 
Los gritos fallaron y las palabras no salieron. Mi cerebro y mi cuerpo se 
estaban desconectando como las líneas telefónicas fuera de servicio después 
del huracán. 
Permanecer. Consciente. Permanecer. Viva. 
No podía desmayarme. Inconsciente significaba indefensa, y yo era todo 
menos eso. Yo era una luchadora. Yo era una guerrera. Y yo no era la víctima 
de nadie. 
Mi cabeza colgó cuando me dio la vuelta, y mi toalla se cayó, exponiendo mi 
cuerpo desnudo al aire denso y húmedo. En la oscuridad total, no podía ver su 
rostro, pero podía sentirlo. . . En todas partes. 
—¡Suéltame! —Mis gritos no fueron tan fuertes esta vez, pero lo estaba 
intentando. 
—Cierra la puta boca. Jesucristo. Todos en un radio de seis cuadras 
tuvieron que escucharla gritar. 
Era el otro hombre, su forma apenas visible en el pasillo. Por supuesto, 
había sangre caliente en mis ojos, por lo que ver algo en la oscuridad era casi 
imposible. 
Una mano áspera y desagradable me cubrió la boca, e hice lo que haría 
cualquier mujer inteligente: le di una mordida. 
Tiró de su mano hacia atrás inmediatamente. —¡Jesucristo! ¡La perra me 
mordió! 
Su otro puño cayó estrepitosamente, conectando con mi pómulo que ya 
estaba golpeado por el suelo. Otra lluvia de chispas explotó y mi conciencia 
estaba menguando. 
Mantente despierta. Mantente viva. 
Mientras luchaba la batalla conmigo misma, el matón se puso de pie de un 
salto, y el dolor estalló en mis costillas cuando aterrizó una bota dura en mi 
costado desnudo. Mis pulmones colapsaron cuando el aire fue expulsado de 
ellos, y el dolor de cada rincón de mi cuerpo comenzó a convertirse en un latido 
masivo. 
—Mira cómo te gusta eso, puta. 
Mientras caminaba hacia atrás sobre mis codos desde donde él estaba, una 
comprensión enfermiza se deslizó a través de mí. No puedo escapar. 
Se acercó a mi cuerpo golpeado, sus manos extendiéndose como espectros 
fantasmales en la oscuridad. —Me divertiré un poco contigo antes de irnos. 
 
 
 
 
 
 
Mis oídos zumbaban con el latido de la agonía. 
—Date prisa. No tenemos toda la puta noche. —El otro gruñó, como si 
tuviera mejores cosas que hacer que violarme y asesinarme. 
—Cállate. No tenemos ninguna jodida prisa, —respondió el matón de manos 
ásperas mientras sus dedos me mordían la piel de la parte superior del brazo.Entonces será mejor que la compartas. 
Ante esto, luché diez veces más duro. No me iban a follar en grupo esta 
noche. De ninguna maldita manera. 
Puedes tener tu turno cuando termine con ella. Ha pasado un tiempo desde 
que me follé a una perra con tanta pelea como ella. 
Le di una patada, lo alcancé en la pierna y el otro hombre se rio. 
—Átala. Probablemente te matará si no lo haces. 
El monstruo más cercano tomó algo del otro antes de arrastrarme del piso y 
tirarme sobre la cama como si no pesara nada. 
Presionó su boca contra mi oreja, y su aliento caliente hizo que mi estómago 
se revolviera. —Vas a desear haber sido amable conmigo, puta. Deberías haber 
abierto las piernas. Ahora voy a hacerte pagar. 
—Aléjate de mí, —gruñí, tratando de rodar hacia el otro lado, lo que me 
pondría dentro del alcance de la escopeta al otro lado de la cama. 
—Ni una jodida oportunidad. 
Y luego él estaba sobre mí, inmovilizándome y forzando mis manos sobre mi 
cabeza. Fue entonces cuando escuché el rippppp de la cinta adhesiva. 
—¡No! 
La primera pieza pasó por mi boca mientras gritaba y luchaba debajo de él. 
Me mantuvo inmovilizada bajo su bulto mientras arrancaba otra pieza y la 
usaba para asegurar mis muñecas juntas. La tercera pieza me ató a la cama. 
Grité, pero la cinta aislante amortiguó el sonido, por lo que no había forma 
de que nadie fuera de la casa pudiera escucharme. 
Tan pronto como me sujetó los brazos con cinta, se deslizó por mi cuerpo 
desnudo, rastrillando la piel de mis piernas mientras aseguraba mi tobillo 
derecho. Traté de patear con el izquierdo, pero lo atrapó debajo de la rodilla y 
me dejó indefensa. 
—¡Nooooo! —Grité, pero incluso yo apenas podía oírme a mí mismo por la 
estática que me aceleraba la cabeza. 
 
 
 
 
 
 
Se rio mientras pegaba un pie y luego el otro a los postes de la cama. 
—¡Vete a la mierda! —Grité, pero no pudo entenderme a través de la cinta. 
Tan pronto como me amarraron como un jodido sacrificio, se rio entre 
dientes y el sonido hizo que la piel de gallina se esparciera por cada centímetro 
de mi piel desnuda. 
Mierda. ¿Por qué no pude al menos ponerme ropa? Jesús, maldito Cristo. 
Se me llenaron los ojos de lágrimas, aunque odiaba llorar. Era inútil hacerlo 
y ciertamente no me ayudaría. 
Pero no era ningún misterio lo que vendría después. 
Algo que juré que nunca dejaría que sucediera de nuevo. Sobre mi maldito 
cuerpo muerto, que no estaba realmente tan lejos de la imaginación. Estaba 
golpeada, atada e indefensa. 
Puedo sobrevivir a esto. Puedo sobrevivir. Todo lo que tengo que hacer es 
sobrevivir. Me lo cantaba a mí misma. . . y luego algo brilló en la oscuridad. 
Un cuchillo. 
No. 
Mierda. 
¡No! 
—Después de que terminemos contigo, haré que pagues por ese codo en mi 
maldita cabeza. ¿Me escuchas, puta? Así que es mejor que nos trates muy bien 
o te abriré de par en par. 
La bilis subió a mi garganta y casi me atraganté con la cinta adhesiva sobre 
mi boca. 
—Sí, eso te gusta. Probablemente ya estés jodidamente mojada para mí. Una 
puta como tú probablemente camina goteando, esperando una polla. 
Quería cerrar los ojos, pero eso no lo haría mejor. En todo caso, sería peor, 
porque no sabría cuándo vendía hacia mí. 
Escuché un tintineo. Su cinturón. 
Mierda. Solo sobrevive, Mags. Puedes sobrevivir. 
Si decidieran no matarme, eso sería. 
El siguiente sonido fue el lento y burlón silbido de su cremallera. 
 
 
 
 
 
 
Un sudor frío me cubrió el cuerpo porque no había nada que pudiera hacer. 
Estaba completamente a su merced, él y el dueño de la otra voz desde el otro 
lado de la habitación. 
Por favor Dios. No pido mucha ayuda, pero ahora mismo, seguramente me 
vendría bien un maldito milagro. Por favor. Por favor. Por favor. No me hagas 
cargar con esto. Esto podría ser lo que me rompa. 
El golpe de sus jeans golpeando el piso fue lo siguiente, y en ese momento, 
dudaba que Dios o alguien más pudiera rescatarme. Mierda como esa no le 
pasaba a chicas como yo. Fue a nosotras a quienes les pasó la mala mierda, y 
tuvimos que aprender a sobrevivir. 
No es como si fuera la primera vez que te violan. Pero no había absolutamente 
ningún maldito consuelo en ese pensamiento. Ninguno en absoluto. Aun así, 
me recordó que no era imposible vivir con él. Solo tenía que vivir. 
—Tengo que ponerme duro para ti. 
Él gruñó, y no quería ni pensar en él parado allí con la polla en la mano. 
Recé para que no pudiera levantarlo. Tal vez tendría la polla de whisky. 
Esperaba como que tuviera una presión sanguínea de mierda y no pudiera 
ponerse duro, incluso si Marilyn Monroe se lo tocaba. 
—Oh, te lo voy a dar tan bien. —Su voz era ronca, y no tuve suerte. 
Los monstruos no tuvieron problemas para ponerse erectos. Se excitaban 
con la violencia. Prosperaban con el mal. Su poder solo creció a medida que te 
quitaban el tuyo. 
Entonces hubo un ruido sordo, pero atada tan fuerte como yo estaba, con 
las orejas medio tapadas, no podía sentir de dónde venía. 
No era mi imaginación, porque podía distinguir su forma dando vueltas. 
—¿Ernie? ¿Estás bien? —Cuando no hubo respuesta de Ernie, el gorila se 
detuvo unos segundos antes de volver a gritar. ¡Ernie! ¿Dónde diablos estás? 
Fue entonces cuando lo vi. Otra figura en la oscuridad. Este era más alto y 
llenaba toda la entrada cuando entró en la habitación. 
—Hijo de puta, ¿por qué no me respondiste? 
Se encendió una linterna, casi cegándome. El monstruo también se protegió 
los ojos. 
—Porque no soy Ernie, maldito enfermo. 
Mi atacante cargó hacia la luz, pero se oscureció y todo lo que escuché a 
continuación fue una lucha. 
 
 
 
 
 
 
Le pedí a Dios que quienquiera que iluminara con la linterna fuera mi luz 
literal en la oscuridad. Grité debajo de la cinta adhesiva, mi garganta se sentía 
como si hubiera sido cortada en tiras por dentro, y recé para que escuchara el 
grito que Ernie dijo que era lo suficientemente fuerte como para cubrir seis 
cuadras. 
Por favor Dios. Por favor dime que enviaste a este tipo. 
Dios no respondió. Nunca lo hacía. Lo que significaba que tendría que 
esperar para ver quién sobrevivía, y si era el tipo de la linterna, esperaba como 
el infierno que no estuviera aquí para hacer algo aún peor. 
No sabía cuánto duró la paliza en el suelo, pero me pareció una eternidad. 
Hasta que finalmente . . . Se detuvo. 
Me quedé en silencio, aterrorizada de que el que tenía el aliento agrio se 
pusiera de pie y volviera a levantar su polla para violarme. Pero la linterna se 
encendió de nuevo. 
—¿Estás bien? 
Todo mi cuerpo se aflojó y las lágrimas brotaron de mis ojos. La luz se movió 
con él mientras se acercaba a la cama, pero esta vez, no brillaba en mi rostro 
ni me cegaba. 
Murmuré debajo de la cinta adhesiva y él tiró el borde de la manta sobre mi 
cuerpo desnudo. 
Gracias Dios. Muchísimas gracias. No me cubriría si fuera a violarme, 
¿verdad? 
—Esto va a doler algo. Pero no hay una mierda que pueda hacer al respecto. 
¿Entiendes? 
Asentí y él inclinó la linterna para que pudiera ver lo que estaba haciendo. 
Las yemas de sus dedos tocaron mi piel, pero en lugar de encogerme, no sentí 
miedo. 
Me sentí a salvo. Como si me hubieran perdonado de una muerte segura. 
Como si hubiera sido liberada de las profundidades del infierno. 
—Bueno. Uno. Dos… —Me lo arrancó en el dos. 
—Mierda —Grité—. Jesús, eso duele. 
Su voz era más profunda que la del Mississippi, pero suave como el raso 
secado al hilo. Déjame traerte un paño frío. A menos que tengas hielo que aún 
no se haya derretido. 
 
 
 
 
 
 
No me importaba una mierda el escozor en mi cara, y negué con la cabeza de 
lado a lado. —Suéltame. Por favor, sólo suéltame. 
Ambos lo escuchamos, la desesperación cubriendo mis palabras. 
—Todo bien. Voy a hacerlo. Dame un segundo. —Metió la mano en el 
bolsillo, sacó un cuchillo y una repentina e involuntaria oleada de pánico 
atravesó mi vientre. 
Debe haber notado que retrocedí, porque se detuvo, cuchillo en mano. —
Oye.Está bien. Solo voy a soltarte. No te lastimaré. ¿Cuál es tu nombre, de 
todos modos? 
—Magnolia, —dije, obligándome a calmarme. 
—Soy Moses. Y las malditas mujeres renuentes no son mi fetiche, así que no 
tienes nada de qué preocuparte ahora, ¿de acuerdo? 
Tragué, pero mi boca estaba completamente seca. —Bueno. 
Cortó la cinta adhesiva de mis muñecas, las separé de un tirón y las acerqué 
a mi pecho en el instante en que quedaron libres. Sosteniendo la linterna junto 
a mis piernas, cuidadosamente cortó la cinta de mis tobillos. Tan pronto como 
me desató, salí de la cama y me lancé hacia la escopeta. 
—Oye. ¡Oye! Ahora. —Levantó las manos en el aire, con el cuchillo todavía 
aferrado en la mano—. Solo te ayudé. No estoy aquí para lastimarte. Así que no 
me dispares, Magnolia. 
Había pasado mucho tiempo desde que estuve tan dolorida, y no estaba de 
humor para andar por las ramas. Ya me habían golpeado lo suficiente. —¿Por 
qué estás aquí? 
—Estaba revisando a un viejo amigo de la familia al otro lado de la calle, 
pero la casa estaba vacía. Te escuché gritar. Pensé que debería comprobarlo. 
Traté de preguntarle al primer tipo qué estaba pasando, pero no quería hablar 
tanto como quería matarme. Y, bueno, supongo que puedes imaginar cómo 
terminó esa historia. 
Contuve el nudo en mi garganta. —Ernie. 
—Sí, Ernie. ¿Lo conocías? 
Negué con la cabeza, pero como el hombre no estaba apuntando con la 
linterna directamente a la cara, es posible que no hubiera podido verme. —No. 
No conozco a ninguno de los dos, de dónde vinieron o por qué estaban aquí, 
pero... 
 
 
 
 
 
 
—Está bien. Sólo . . . baja el arma. Como te dije, las mujeres renuentes no 
son lo mío. —El haz de la linterna se movió hacia su hombro—. ¿Me alcanzó? 
Porque eso arde como un hijo de puta. 
Fue entonces cuando vi la sangre goteando por su brazo y bajé la escopeta. 
—Sí. Él te alcanzó. 
El rayo de luz se volvió hacia mí. —Parece que él también te alcanzó. Tu cara 
está demasiado destrozada como para follar. ¿Qué dices si nos ayudamos 
mutuamente y hacemos algunos primeros auxilios mientras averiguamos a 
dónde diablos vas a ir para que esto no vuelva a suceder? 
—¿Irnos? —Lo miré como si estuviera loco—. No voy a ninguna parte. 
Se acercó a mí y, aunque no volví a apuntarle a la cara con la escopeta, la 
mantuve a mano. 
—¿De verdad quieres quedarte aquí? Porque estos podrían no ser los únicos 
dos idiotas merodeando con el objetivo de saquear mierda. Esta ciudad es un 
maldito manicomio en este momento. Nunca la había visto así antes. 
Él estaba en lo correcto. No era seguro para mí estar aquí sola. Pero me 
quedé porque la casa era todo lo que tenía. Si le pasara algo, no tendría una 
mierda y terminaría trabajando en la esquina nuevamente. Eso era algo que 
tenía que evitar, no importa qué. 
—No puedo salir de casa. Debo protegerla. Es todo lo que tengo. 
Se agachó frente a mí. —Bueno, diablos. No me gusta mucho la idea de que 
estés aquí sola, un blanco fácil para que venga el próximo Ernie y su amigo. . . 
—Se interrumpió, pero no lo necesitaba para terminar la oración. 
No volvería a ser tan vulnerable. Nunca más. —Mantendré el arma más 
cerca. Le haré un hueco a quien venga a continuación a esta casa. 
—¿Por qué no empiezas por ponerte algo de ropa primero? Será un buen 
comienzo. 
No recibía órdenes, ni siquiera sugerencias, de cualquiera. Pero esta persona 
me había librado literalmente de una muerte casi segura. ¿Pero por qué? 
—Quién. . . ¿quién eres tú? ¿Qué estás haciendo aquí? Déjame verte. 
Inclinó la linterna para que el rayo iluminara el rostro más hermoso que 
jamás había visto en un hombre. Cincelado y angular. Piel de tonos cálidos. Y 
ojos verdes que brillaban como joyas. 
—Como dije, soy Moses. Y, aparentemente, me enviaron aquí para salvarte. 
 
 
 
 
 
 
 
 
En la actualidad 
 
—Te ha estado mintiendo desde el momento en que lo conociste. —Las 
palabras de Mount cuelgan en la cabina del auto, mezclándose con el aroma 
del elegante cuero. 
Mi mirada corta a Moses mientras mi imaginación se vuelve loca. —¿De qué 
mierda está hablando? 
La mirada de Moses podría destripar a un hombre, pero Mount simplemente 
sonríe como si estuviera orgulloso de sí mismo. 
Hijo de puta. Ahora mismo, ambos son el maldito enemigo. 
—No estoy segura de qué tipo de juego están jugando ustedes dos, pero no 
quiero ser parte de él. Sabía que esta mierda era demasiado buena para ser 
verdad. —Niego con la cabeza, alcanzando la manija de la puerta—. Estoy 
fuera. 
Tiro de la manija y salgo, sin importarme lo caro que sea el auto cuando 
cierro la puerta tan fuerte como puedo. 
Otro hombre, otro mentiroso. ¿Por qué me sorprende? 
Aprieto los dientes, luchando contra el dolor que viene. La traición apesta. 
Debería saberlo mejor porque he estado en ambos lados de la ecuación. 
 
 
 
 
 
 
Quizás esto sea el karma. Ho-It-All dice, y quiero abofetearla hasta la 
sumisión. Lo último que necesito es recordarme a mí misma que 
probablemente me lo merezco. 
Acecho hacia la casa de Bernie pero me detengo en la puerta. 
No puedo volver adentro. Así no. 
La otra puerta se abre de golpe y el enorme cuerpo de Moses sale del 
automóvil justo antes de que se aleje del bordillo y ruede por la calle como el 
carro de Satanás. Y tal vez lo sea. 
La expresión del rostro de Moses es dura e ilegible. Acecha hacia mí y abre la 
boca, pero le pego un puñetazo. 
Con las manos en las caderas, me preparo para la guerra. —¿Te casaste? 
¿Tienes hijos? ¿Cuántos? 
—Mama. 
Mi cabeza se mueve lentamente de un lado a otro. Jodidamente no me digas 
mama como si eso pudiera hacer que me enoje menos. Por primera vez en 
mucho tiempo, pensé que tenía algo. Pensé que teníamos algo. Y ahora no sé 
qué diablos pensar. Entonces, dime, ¿dónde está tu maldita esposa, Moses? 
Estoy gritando al final, pero no me importa. No es como si Bernie me 
escuchara con sus historias, y si Norma lo hace, no interferirá más allá de 
enviarme un mensaje de texto más tarde para ver si estoy bien. 
Moses se acerca, alargando una mano, y sus ojos salvajes hacen un esfuerzo 
por defender su caso. 
Me alejo. —Jodidamente no me toques. Me he acostado con suficientes 
hombres casados. No necesitaba hacerlo de nuevo. Así que, a menos que me 
digas ahora mismo que Mount me está jodiendo la cabeza por alguna otra 
maldita razón, será mejor que digas la verdad ahora mismo. 
—No estoy casado. Sin niños, Mags. No es eso. Ni siquiera cerca. 
Un enorme suspiro de alivio me recorre, pero tengo miedo de confiar en él. —
¿Estás jodidamente seguro? 
El asiente. —Nunca quise estar atado a otra mujer que no fueras tú. Ya sea 
que lo creas o no. 
El nudo en la boca de mi estómago se afloja, pero quién sabe por cuánto 
tiempo. —Entonces, ¿sobre qué demonios mentiste? 
Moses mira alrededor del vecindario mientras un automóvil reduce la 
velocidad en una señal de alto en la calle bordeada de árboles. —Aquí no. No 
 
 
 
 
 
 
podemos correr más riesgos. Quienquiera que sea el bastardo que viene a por 
ti, no me arriesgaré a que te encuentre aquí. 
Da un paso hacia su coche y alcanza la manija de la puerta del pasajero. . . 
para abrirlo por mí. Luego hace una pausa y se vuelve. 
—Si quieres escucharlo, tienes que volver conmigo. 
Aprieto mis labios con fuerza. Como si tuviera elección. Toda mi mierda está 
en su casa, guardada cuando era ajena al hecho de que Moses me había estado 
ocultando algo. 
—Bien. Pero lo quiero todo. Toda la puta verdad. Cada parte. 
—Trato, —dice, señalando el asiento del pasajero. 
Con la cabeza en alto, camino hacia el coche y me deslizo dentro. La novedad 
de que sea un Rolls Royce no ha desaparecido, pero no estoy de humor para 
estar impresionada en este momento. 
Moses sube y el motor cobra vida con un gruñido. —Podría matar a Mount 
por eso, —dice, agarrando el volante hasta que sus nudillos se ponen blancos—
. Maldito idiota sabelotodo. Se divierte mucho al entrometerse en la vida de los 
demás.No me está diciendo algo que no sepa, pero eso no es lo que me interesa en 
este momento. Quiero la verdad fuera del hombre a mi lado. 
Mount y sus motivos son irrelevantes. No es él quien mintió. 
—¿Qué estás escondiendo y por qué demonios Mount me tiró esa mierda 
como una bomba? —pregunto a quemarropa mientras Moses aleja el coche del 
bordillo. 
Su mandíbula cuadrada se balancea hacia adelante y hacia atrás mientras 
reduce la velocidad en la primera señal de alto y enciende la señal de giro. 
Frente a mí, me mira a los ojos. 
—Esa noche, la noche en que nos conocimos. . . —Se apaga cuando su 
pecho sube y baja con respiraciones deliberadamente lentas—. No estaba en el 
vecindario revisando a un amigo de la familia. Estaba haciendo un trabajo para 
Mount. 
Parpadeo tres veces, procesando lo que acaba de decir. —¿Eso es sobre lo 
que mentiste? —Mi boca se abre mientras parpadeo un poco más—. Jesucristo, 
maldita sea. —Me rasco la cabeza, tratando de averiguar cómo eso importa 
ahora—. ¿A quién diablos le importa por qué estabas allí? Todo lo que importa 
es que lo eras. 
 
 
 
 
 
 
El sigue adelante. —También mentí sobre por qué esos otros tipos debían 
haber estado en tu casa. No estuvieron allí por casualidad, mama. Estaban allí 
por la misma razón que yo. 
Me recuesto en el lujoso asiento de cuero mientras una sensación de 
hundimiento se instala en mi estómago. Cruzo los brazos sobre el pecho. —No 
lo entiendo. ¿Qué diablos significa eso? 
—El trabajo que estaba haciendo para Mount era robar algo de tu casa. Por 
eso también estaban allí. Todos estuvimos allí por la misma razón. 
Un auto toca la bocina detrás de nosotros, y Moses finalmente gira hacia la 
siguiente calle mientras trabajo en lo que acaba de decirme. 
—¿Mount también los envió? 
—No. No. —Moses niega con la cabeza mientras guía el coche hacia el 
tráfico—. Yo estaba allí para conseguir lo que estaban buscando, así que no 
pudieron. 
—¿Qué diablos podría haber en la casa que valiera la pena robar? ¿Y cómo 
diablos yo no sabía que estaba allí? —pregunto, mirando su perfil mientras 
navega por la carretera. 
—Un disco duro. 
—¿Qué? —Me pellizco el puente de la nariz, tratando de darle sentido a todo 
esto. ¿Un puto disco duro? ¿Dónde? ¿De quién? 
Moses se encoge de hombros. —Fue escondido en una de las habitaciones de 
las chicas en el tercer piso por un cliente. Solía dejar mierda allí como un lugar 
seguro para esconderla. Ella no lo sabía. Nadie sabía. Al menos, hasta que se 
emborrachó en un bar y comenzó a decirle a un tipo lo inteligente que era por 
esconderlo allí, y la información llegó a Mount. 
—¿Y cómo diablos te enredaste en eso? —pregunto, sin entender cómo un 
gángster de Biloxi aceptó un trabajo del rey de Nueva Orleans para robar algo 
de mi casa. 
Disminuye la velocidad en un semáforo detrás de una línea de autos y me 
mira. —Estaba buscando una salida a la vida. Te lo dije, sabía que si me 
quedaba allí, estaría muerto a los treinta. Necesitaba un gran golpe para 
prepararme para algo nuevo. 
Las piezas comienzan a juntarse.—¿Así que fuiste a Mount y le pediste 
trabajo? —Todavía no veía por qué eso sería un problema para mí. 
—No exactamente, —dice Moses cuando la luz se pone verde. Mientras 
acelera, me mira—. Conseguí un trabajo en Nueva Orleans. Un gran trabajo. 
 
 
 
 
 
 
Pensé que podría hacerlo sin que Mount se enterara, porque no iba a darle una 
parte y pagar el peaje por trabajar en su ciudad. 
—Oh, —susurro, la comprensión comienza. 
Moses asiente con la cabeza mientras mira el retrovisor. —Sí, oh. 
—¿Tenemos cola? —pregunto, mirando al espejo lateral por instinto. 
—No. Solo revisando. Hasta ahora estamos limpios. 
—Entonces, ¿qué pasó? ¿Cómo no conseguiste que te mataran 
inmediatamente? Mount no da exactamente segundas oportunidades muy a 
menudo. —Lo sé porque sentí que había escapado del día del juicio cuando me 
dio una. 
—Me dio una semana para pagarle lo que le debía, diez veces el peaje, y no 
tenía ese tipo de efectivo a mano. Tuve que hacer otro trabajo para conseguirlo, 
pero ese trabajo se fue de lado. Alguien más robó la carga y la vendió. Iba a ser 
jodido. Fue entonces cuando recibí otra llamada de Mount. Fue la noche en 
que Katrina estaba llegando. 
—¿Queriendo su dinero? 
Moses resopla. —No, era como si supiera que no lo tenía y no podía 
conseguirlo. En cambio, tenía un trato para mí. Me dijo que si podía conseguir 
lo que necesitaba, no me convertiría en un ejemplo. 
—Ah, —digo mientras las cosas empiezan a encajar—. Así que ahí es donde 
entró lo del disco duro de mi casa. 
—Sí. Y luego Katrina golpeó, y ninguno de nosotros esperaba que fuera tan 
perra. Pero también fue la distracción perfecta, —dice, mirándome de nuevo 
mientras damos otro giro, tomando el camino más largo de regreso a su casa—. 
Porque pensé que la casa estaría vacía. Simplemente no contaba con que 
alguien más estuviera allí para tratar de conseguir lo que buscaba. 
Me da un vuelco el estómago y, para mi tranquilidad, tengo que volver a 
preguntar. —¿Estás seguro de que Mount no los envió también? 
—Sí, le pregunté. Pero el tipo que estaba borracho y compartía sus malditos 
secretos en el bar no estaba callado, y quienquiera que escuchó no se guardó la 
información para sí mismo. Mount lo sabía, y alguien más también. Sabes lo 
que pasó después de eso. 
Estoy en silencio durante varias cuadras mientras Moses toma un puñado 
de calles laterales. Cuando finalmente llegamos al garaje de su casa y la puerta 
se cierra detrás de nosotros, me giro en mi asiento para estudiarlo. 
 
 
 
 
 
 
—Y te has estado guardando esta mierda todo este tiempo por. . . ¿por qué? 
La garganta de Moses trabaja mientras traga. —No estaba exactamente en 
condiciones de compartir mucha información en ese entonces. Creo que a una 
parte de mí le gustó la idea de que pensaras que era una especie de héroe, 
aunque era todo menos eso. Quería ser ese chico para ti. No quería que 
supieras que era tan malo como esos otros bastardos que irrumpieron. 
Se frota la mandíbula con una mano. —¿Cómo diablos podría decirte 
después de lo que has pasado? No podía correr el riesgo de que me patearas el 
trasero. Te habría dejado desprotegida. ¿Y si alguien más hubiera venido a 
buscarlo sin saber que ya lo tenía? 
—Bueno, mierda, Moses. ¿Por qué no me dijiste ahora que habías vuelto? 
Mira hacia el techo del coche. —Quería. Planeé hacerlo. Mount me hizo 
prometer que sería sincero contigo. Yo solo . . . no quería joder esto. —Sus ojos 
verde-dorado brillan de emoción—. Era demasiado importante para mí. Eres 
demasiado importante. Debería habértelo dicho. Fue jodidamente estúpido no 
hacerlo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Moses 
Esperé la respuesta de Magnolia a mi confesión. Su reacción inicial 
definitivamente no fue la que esperaba. 
¿Pensaba que tenía esposa e hijos? ¿Como si quisiera eso con cualquiera que 
no fuera ella? Pero, de nuevo, ¿cómo podía saberlo? Y considerando lo que 
Mount acaba de decirle que le había mentido desde el primer día, supongo que 
llegar a esa conclusión no fue más sorprendente que la bomba que Mount 
arrojó sobre ella. 
Ella entrelaza los dedos en su regazo y yo espero su veredicto. 
—Entiendo por qué no querías decírmelo entonces. . . ¿pero ahora? ¿De 
verdad crees que me importa una mierda por qué estuviste en esa casa todos 
estos años después? —Toma una respiración profunda y se mueve en el 
asiento—. Escucha. Mentir no es lo peor que le puedes hacer a una persona. 
Créeme. He pasado por el infierno, Moses. Cosas que tal vez nunca te cuente 
porque me niego a revivirlas o incluso a decir las palabras. ¿Entiendes lo que 
estoy diciendo? 
Mis manos se convierten en puños al pensar en todo lo que Magnolia ha 
enfrentado. —Sí. Lo entiendo. —digo en voz baja, deseando haberle ahorrado 
todas las experiencias terribles que ha tenido, incluso si la convirtieron en la 
mujer increíble que es. 
Ella se aclara la garganta y se sienta más derecha.—Entonces, a menos que 
tengas una esposa e hijos escondidos en algún lugar, porque la bigamia no 
funciona para mí... 
Levanto una mano para detenerla allí. —Sin esposa. Sin niños. Jodidamente 
lo juro. 
 
 
 
 
 
 
 
—¿Y me estás jodiendo con lo de querer hacer esto real? ¿O es todo lo que 
dijiste verdad? 
Me extiendo y tomo sus manos entre las mías antes de encontrarme con su 
mirada. —Cada maldita palabra era verdad. 
—Entonces, ¿por qué demonios esperaste quince años para volver y arreglar 
las cosas? Porque una mentira al principio no significa una mierda. ¿Pero 
diciéndome que volverás y luego desaparecerás durante una década y media? 
Eso es con lo que tengo un maldito problema. 
Debería haber sabido que ella querría saber más, y se lo merece. 
—¿Ese trabajo que dije que no conseguí y no logré pagarle a Mount? 
—Sí. 
Me lamo los labios. —Hice una mierda cuando me enteré de que se había 
desviado. 
Sus facciones sobrias. —¿Qué tan jodido? 
—Mataron a una mujer. 
Ella ni siquiera se inmuta, pero su mirada es afilada mientras levanta la 
barbilla. —¿Y cómo te mantuvo eso alejado durante quince años? 
—Germán . . . quería venganza. Cualquier hombre lo haría. Pero no podía 
arriesgarme a que te perjudicara para vengarse, y luego desapareció. Me tomó 
un maldito tiempo cazar a ese fantasma, y cuando lo hice, tuve que esperar mi 
momento para manejarlo bien. Necesitaba hacerlo bien, porque necesitaba 
demostrar que no era el hombre que solía ser. No podría volver contigo hasta 
estar seguro de eso. Sin embargo, nos encargamos de ello. Se volvió creativo y 
lo hizo funcionar para todos nosotros. Sé hasta los huesos que la situación ya 
no es una amenaza. No habría regresado si hubiera existido la posibilidad de 
que estuviera liderando el peligro para ti. No después de tanto tiempo. De 
ninguna manera. No hay cómo. 
Los ojos de Magnolia se agrandan aún más y se vuelven más curiosos. —¿Te 
tomó quince años asegurarte de que no regresara y echara un ojo por ojo? 
—Como dije, fue una situación complicada que requirió todas las 
habilidades que tengo a mi disposición para terminar de la manera correcta. 
Pero esa no es la única razón. 
Niega con la cabeza y su bonito cabello se balancea. —Saca fuera el resto. 
—Después de que entregué el disco duro, con dos semanas de retraso, 
Mount me echó de la puta Louisiana. Ese fue el pago que exigió. 
 
 
 
 
 
 
—Dos semanas tarde, —dice en voz baja—. Porque te quedaste conmigo en 
lugar de ir directamente a él con el disco duro. 
Finalmente, ella lo comprende, y es como si el peso del pasado se me quitara 
de encima. 
—Sí. 
—Y no me presionaste para que me fuera contigo por el tipo a cuya mujer 
habías matado. 
—No fue el mejor plan. Lo admitiré siempre. 
Magnolia levanta un dedo. —Espera. Una cosa que no entiendo. ¿Por qué te 
arriesgaste a regresar a Louisiana ahora si Mount lo prohibió? 
Me encuentro con su mirada color whisky. —Terminé de esperar. Le dije a 
Mount que podía matarme o que podía reunirse conmigo, pero regresaría de 
todos modos. Hicimos un trato. . . 
—¿Y parte de ese trato era que me dijeras la verdad? 
También me sorprendió. —No sé cuándo el bastardo se puso sentimental y 
una mierda, pero estaba convencido de que tú lo sabes todo. Y te lo iba a decir. 
Lo estaba resolviendo a su debido tiempo. Han pasado muchas cosas. 
Magnolia solo tararea en lugar de responder, y luego alcanza la manija de la 
puerta y sale del auto. Hago lo mismo, preguntándome qué va a hacer ahora. 
No tengo que preguntarme por mucho tiempo, porque ella marcha alrededor 
del auto para pararse frente a mí. 
Me da un golpe en el pecho con un dedo. —Escúchame, Moses Buford 
Gaspard. Me importa una mierda que no me dijeras la verdad. Como dije, 
mentirme no es lo peor que puedes hacer. Pero a pesar de todo eso, me vuelves 
a mentir sobre algo que importa y estarás jodiéndote con tu mano durante un 
mes. ¿Me escuchas? 
El alivio, dulce, dulce alivio, inunda mi cuerpo mientras envuelvo mis brazos 
alrededor de mi mujer y la aplasto contra mí. 
—Será mejor que te lo creas. No volveré a cometer ese error, —le susurro al 
oído. 
—Bien, porque odiaría tener que ir a cazar a alguien más para follar ahora 
que estoy acostumbrada a la idea del buen sexo de forma regular. 
Aflojo mi agarre y la miro fijamente a la cara. —Nadie te toca excepto yo. 
Jodidamente nunca más. Es mejor que confíes en que me perteneces a mí y a 
ningún otro hombre. 
 
 
 
 
 
 
Sus labios se curvan en una sonrisa astuta. Entonces será mejor que me 
lleves adentro y me recuerdes exactamente por qué. Porque unos pocos 
orgasmos ayudarían mucho a suavizar esta situación. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Moses 
 
uando tu mujer te dice que unos cuantos orgasmos son tu penitencia 
por joderlo lo entregas como si tu vida dependiera de ello, y haces que esa 
mierda sea memorable. Me arrepentiría durante días, si fuera necesario. 
Levanto a Magnolia en mis brazos y la llevo a través de la casa, ignorando las 
miradas interrogantes de Jules y Trey, y pateo la puerta del dormitorio para 
cerrarla detrás de nosotros. —¿Necesitas un recordatorio? Te daré uno que no 
olvidarás pronto. 
La bajo a la cama, siguiéndola con mi cuerpo. Ahí es cuando me sorprende, 
engancha una pierna alrededor de la mía y nos hace rodar hasta que está 
encima. 
—Tal vez necesito ser yo quien te dé un recordatorio, —dice con una 
sonrisa—. Solo para que entiendas lo que tienes que perder si decides arruinar 
esto. 
—Eso no está pasando, mama, —le digo con confianza. No voy a dejar que se 
vaya de nuevo. Jamás. 
—Seguro que no lo harás después de que termine contigo. —Con eso, se 
mueve por mi cuerpo hasta que sus manos están en la cintura de mis 
pantalones cortos. Ella los arrastra hacia abajo, y mi polla, que ya está dura 
como una roca para ella, se libera—. Maldita sea, me encanta tu polla. Tan 
gruesa, larga y dura. 
Puedo sentir la expresión de su rostro, todo calor y necesidad, en mis bolas 
mientras mira mi polla. Toda la sangre en mi cuerpo ha cambiado oficialmente 
de dirección, yendo directamente a donde su mano envuelve mi eje. 
 
 
 
 
 
 
 
—Toda tuya, mama. Y no es que me esté quejando ahora mismo, pero pensé 
que estaba aquí para darte todos los orgasmos. 
Su mirada corta la mía por un momento. —Estás aquí para darme lo que 
quiera. Y lo que quiero en este momento es tu polla en mi boca, para que 
recuerdes exactamente por qué es mía. Presta atención, Moby. Porque esta es 
una lección que no querrás perderte. —Ella reajusta su posición, se arrodilla 
entre mis rodillas y se mete la cabeza de mi polla en la boca. 
Caliente. Húmeda. Y oh tan jodidamente bueno. 
Está en lo correcto. No hay nada de esto que quiera perderme, y he 
terminado de discutir. Si esto es lo que necesita, puede tenerlo. Ella puede 
tener cualquier cosa y todo lo que tengo. 
Y cuando ella pasa toda mi polla hasta su garganta, su nariz presionando 
mis abdominales inferiores mientras la trabaja, veo el cielo. 
Magnolia Marie Maison también puede tener mi maldita alma. 
Ella chupa y bombea mi polla hasta que el pre-semen gotea por la cabeza, y 
luego la lame como si fuera su recompensa. 
Cuando me toma con la mano para masturbarme y poder meterse las bolas 
en la boca, casi me corro en el acto. 
Y eso no está sucediendo. 
Me muevo, agarrando sus hombros y arrastrándola por mi cuerpo. 
—No había terminado, —dice con un puchero. 
—No me importa. No voy a terminar antes de que te hayas corrido siquiera 
una vez. Mi turno, mama. —La levanto de mí y me doy la vuelta, 
inmovilizándola contra el colchón. 
—Pero.. 
—Shhh. —Le quito el vestido y adoro cada tramo de piel suave que descubro, 
lamiendo, chupando y besando—. Como la seda, —le digo, levantando la vista 
para ver que sus ojos marrones dorados se nublan. 
—Eres un provocador. 
—Recién estoy comenzando. —Me abro camino por su vientre, presionando 
un beso en el lado del vendajedonde están sus puntos. —¿Estás bien? 
Ella asiente y pasa sus dedos por mi mejilla. —Ni siquiera puedo sentirlos. 
 
 
 
 
 
 
—Bueno. Sin embargo, apuesto a que podrás sentir esto. —Ahueco su 
centro con mi mano—. Este es mi coño. Mío para comer. Mío para follar. Mío 
para hacer que te corras. 
Ella se mece en la palma de mi mano. Entonces será mejor que le muestres 
quién manda. Recuérdale quién es el propietario. 
Un gruñido sale de mi garganta. —Maldita sea, eso es lo que voy a hacer, y 
vas a gritar. 
—Pruébalo. 
Con ese desafío, presiono mi boca contra la tira de encaje que separa ese 
dulce coño de mis labios. 
—Me encanta como sabes. Me pone jodidamente duro cada vez que pienso 
en lo caliente y jugoso que es este pequeño coño apretado. Y, jodidamente 
pienso mucho en eso. 
Magnolia suelta un gemido de aprobación mientras arrastro mis dientes 
sobre ella. —Mierda, me encanta tu boca sucia. 
Apartando el encaje a un lado, deslizo mi lengua por su hendidura 
resbaladiza y gimiendo ante el sabor. —Te gusta mi boca sucia en este dulce 
coño. Eso es absolutamente seguro. 
Antes de que pueda responder, la devoro, saboreando cada centímetro dulce 
y picante de su coño. Provocando su clítoris hasta que todos los músculos de 
su cuerpo estén tensos y rogando por correrse. 
La mano de Magnolia sujeta la parte posterior de mi cabeza, tirando de mí 
con más fuerza contra su centro, y azoto su clítoris con fuerza con mi lengua 
mientras empujo un dedo dentro. 
Sus músculos internos se aprietan, casi estrangulándolo mientras grita—: 
¡Moses! 
 
 
 
 
 
 
 
 
 No es mi intención gritar su nombre, pero no puedo contenerme. 
El orgasmo me golpea como un tren fuera de control, y los temblores me 
recorren todo el cuerpo. El placer es tan poderoso que una mano se clava en la 
ropa de cama mientras trato de sujetarme. Mi otra mano me ancla a Moses, y 
él no se detiene. Una y otra vez, me lleva al límite y me empuja hasta que no 
soy más que extremidades agitadas y sensaciones. 
Mis pulmones se agitan cuando finalmente levanta la cabeza de entre mis 
piernas. Con mi visión empañada por el sexo, puedo distinguir sus labios 
resbaladizos con mis jugos. 
El hombre parece que acaba de darse un festín y todavía tiene hambre de 
más. Más de mí. La intensidad de su mirada me enciende en llamas. Es 
necesidad, deseo y adoración, todo en uno, y todo lo que necesito en este 
mundo está escrito en su rostro. 
Una mentira no es una mierda comparada con cada acción que me ha 
mostrado el carácter de Moses, incluida esa mirada en sus ojos. Este hombre 
pudo haber vuelto para joderme, pero no volvió para joderme. Eso no es lo que 
es Moses. Ese no es quien ha sido para mí. 
—Te necesito, —le digo, abriendo más mis piernas. 
Él trepa por mi cuerpo, toma mis labios y me pruebo mientras alinea la 
cabeza de esa perfecta polla contra mi entrada. Y cuando regresa a casa, todo 
lo que necesito queda claro en sus intenciones. 
Él me pertenece. 
Yo le pertenezco. 
 
 
 
 
 
 
 
Así es como tiene que ser. 
 
Después, me quedo saciada en la cama con el gran cuerpo de Moses 
enrollado a mi alrededor. 
Dios, me perdí esto. 
Dada mi anterior línea de trabajo, momentos como estos eran una rareza. No 
tuve sexo por diversión porque siempre había sido una transacción comercial. 
Pero con Moses. . . el sexo había sido diferente desde el principio. No tenía 
nada de profesional. Esas dos semanas que pasé con él me enseñaron que 
podía tener sexo por el solo placer de hacerlo. Nunca lo había sabido antes. 
Con ese pensamiento melancólico arrastrando mi felicidad poscoital, me 
acerco más, absorbiendo el calor que irradia de él como un horno. 
Observo su rostro, el profundo bronceado dorado de su piel, y veo líneas 
alrededor de sus ojos que no tenía en ese entonces. No era un niño hace tantos 
años, no, ya era un hombre, pero ahora, los kilómetros y la sabiduría que ha 
acumulado en la última década y media están grabados en él. 
Similar a la forma en que sus iniciales siempre han estado grabadas en la 
pared de piedra alrededor de mi corazón. MBG 
Sin embargo, estoy segura de que él también nota los signos del 
envejecimiento en mi rostro, a pesar de la cantidad de tiempo y dinero que 
gasto tratando de vencerlos. Probablemente debería recibirlos con los brazos 
abiertos, considerando que hubo muchos días en los que no estaba segura de 
llegar a los treinta y cinco. 
Me pregunto qué habría pasado si las cosas hubieran salido de manera 
diferente entre nosotros. Si nos hubiéramos quedado juntos en lugar de que la 
vida nos empujara en diferentes direcciones. ¿Hubiéramos llegado hasta aquí? 
¿Quién sabe? 
Por otra parte, creo lo suficiente en el destino como para que no importe. Las 
cosas salen como deben ser. No tiene sentido cuestionar el plan de Dios y todo 
eso. 
Pero sé una cosa. No voy a dejar que se vaya de nuevo. Porque lo he echado 
de menos. 
 
 
 
 
 
 
—¿Esto significa que estoy perdonado? —Moses pregunta, apartando un 
mechón de cabello salvaje de mi cara. 
—Ni siquiera necesitas preguntarlo, Moby. 
Levanta una ceja como si no me creyera. 
—Tan pronto como descubrí que no estabas escondiendo esposa e hijos, por 
lo que, dicho sea de paso, te habría matado y dejaría que Mount se deshaga de 
tu cuerpo, sinceramente, no me importaba sobre qué mentiste. .. 
Las comisuras de su boca se curvan ante mi declaración. —Eres una mujer 
feroz, ¿lo sabías? 
—Nunca tuve muchas opciones. Me convertí en la mujer que tenía que ser 
para sobrevivir, y luego. . . prosperar. Al menos, tanto como pude. 
—Has hecho un gran trabajo, —dice en voz baja, apretando su brazo para 
acercarme a su cuerpo. Y gracias por tu benevolencia. Debería haberte dicho 
todo antes, pero estaba demasiado concentrado en hacerte mía primero. 
—Bueno, me tienes ahora. No te atrevas a joderlo. 
Ante esto, su rostro se ilumina con una amplia sonrisa. —Eres jodidamente 
perfecta para mí, Magnolia Marie Maison. Pasé años preguntándome si lo había 
inventado todo. Cómo fue entre nosotros. Cómo eras tú. 
—¿Y? —Le pregunto, gustándome el calor que florece en mi pecho ante la 
idea de que él pasó años pensando en mí. Porque hice lo mismo, a pesar de 
todos mis intentos por bloquear su memoria. 
Él cubre mi boca con la suya, presionando besos en mis labios mientras 
murmura—: Es aún mejor. Porque los dos somos mayores, más sabios y más 
cómodos con nosotros mismos. Hay algo en eso que no esperaba. Hace que 
todo se sienta aún más. . . real, supongo. 
Sé exactamente lo que está diciendo. —Te entiendo. —Su estómago gruñe, y 
esta vez, me río—. A alguien se le abrió el apetito. 
—Mantenerte satisfecha va a reducir el cardio que necesito, eso es seguro. 
Deja caer la cabeza sobre la almohada y me tomo un momento para apreciar 
los músculos esculpidos de su cuerpo. 
—Lo que sea que tengas que hacer para mantener todo esto, estoy 
totalmente a favor de ello. 
—Lo mismo, mama. Lo mismo. —Me sonríe y me guiña un ojo—. Supongo 
que será mejor que vea qué estoy haciendo para el almuerzo. 
 
 
 
 
 
 
Me incorporo y dejo que la sábana caiga sobre mi regazo. —No. Permítame. 
Mi turno de cocinar. 
—No necesitas hacer eso, —dice Moses, siguiendo mi ejemplo y sentándose—
. Yo puedo cocinar, o Jules puede, o podemos ordenar. Créeme, no quieres a 
Trey cerca de la cocina. Es un tipo que solo pide comida para llevar. También 
quemaría el arroz. 
—Sé que no lo necesito. Obviamente, has pasado tanto tiempo sin que yo te 
mantuviera alimentado, pero estoy de humor para eso. No te preocupes, no te 
envenenaré. —Le lanzo un guiño mientras me levanto de la cama, y la mano 
de Moses se lanza hacia afuera, enganchando mi antebrazo. 
Lo miro expectante. 
—Eres increíble, Mags. Y si hay algo que podría hacer de manera diferente, 
sería regresar mucho antes. Ese es mi mayor arrepentimiento. 
A veces no estoy segura de cómo reaccionar cuando dice cosas así. Nunca 
había tenido esto antes, pero me trago mis emociones e inclino lacabeza hacia 
un lado. —No tiene sentido desear lo que ya fue y se fue. Aprovechemos al 
máximo lo que tenemos ahora. 
Aprieta mi mano y la suelta. —Belleza e inteligencia. Una combinación 
mortal. Nunca habrá otra mujer como tú, Magnolia. Jamás. 
Enderezo mi espalda y mi postura bajo su alabanza. —Lo sé. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Moses
Mientras Magnolia busca en el refrigerador, decidiendo lo que hará, me 
siento al otro lado de la mesa frente a Trey. 
Mantengo la voz baja mientras hablo. —Tienes que darme algo, hermano. 
Tenemos que poner a este bastardo en el suelo. No voy a dejar que le dispare a 
Mags. Necesitamos información. 
Trey inclina la cabeza. —Amigo, lo sé. Estoy cavando por todas partes. No 
encuentro ningún registro de familia. Falta cualquier cosa que lo conecte con 
otra persona. Si alguna vez tuvo familia, parece que también la han borrado. 
Mi frustración aumenta, porque este no es un problema con el que nos 
hayamos enfrentado antes. En esta época, donde todo el mundo registra cada 
uno de sus pensamientos en línea a través de las redes sociales, además de 
fotografías y afiliaciones familiares, es fácil localizar a cualquier persona. 
Francamente, es el sueño de un criminal. La persona promedio no piensa dos 
veces sobre lo que comparte y cómo podría usarse en su contra. 
¿Quieres encontrar una casa para robar? Estate atento a las personas que 
publican las fotos de sus vacaciones. Luego pasa a plena luz del día, en una 
camioneta de trabajo, con una camisa con cuello y una etiqueta con su 
nombre, y nadie lo mira dos veces. 
Pero este bastardo no es un delincuente de poca monta, y tenemos que 
examinar todos los ángulos. 
—Dedique algún tiempo a investigar a Alberto Brandon. Mount nos dijo esta 
mañana que su esposa fue asesinada la misma noche del robo en el 
condominio de Mags. Él es la razón por la que los federales vigilaban la casa. 
Hay una conexión. 
 
 
 
 
 
 
 
Las cejas de Trey se disparan hasta la línea del cabello. —¿Cómo fue 
asesinada? 
—Corte de garganta. 
—Maldición. Eso es frío, —susurra, sus dedos aun golpeando el teclado—. 
¿Tenemos alguna idea de quién o por qué fue? 
Me trueno el cuello, molesto por cómo toda la situación hace que mi cuerpo 
se tense. —Los federales vigilaban la casa por su culpa, y ahora su esposa está 
muerta. Hay algo ahí, no sé qué. Necesitamos más información. Todo lo que 
puedas encontrar. 
Trey asiente, levantando las manos del teclado para hacer crujir los nudillos. 
—Hackearé la NOPD1. Descubriré lo que saben sobre el asesinato de la mujer. 
Tiene que estar conectado. Voy a registrarme y ver qué tienen en el robo 
también. Tal vez ya hayan determinado si la sangre es animal o humana. Eso 
podría darnos algo. 
Me levanto y toco la parte superior de la pantalla de su portátil. —Gracias 
hermano. Trabaja tu magia. Necesitamos obtener algunas respuestas 
rápidamente para que podamos encargarnos de esta mierda de una vez por 
todas. 
—¿Cómo suena el jambalaya2? —Magnolia habla desde la cocina con la 
cabeza enterrada en la nevera. 
—Perfecto, mama. Miro a Trey.—¿Tienes hambre? 
—Malditamente correcto. Estoy siempre hambriento. 
—Yo también, —dice Jules, interviniendo—. Especialmente si no estoy 
cocinando. 
Magnolia sonríe desde donde está detrás de la isla. —Está bien. Se acerca un 
gran lote. 
 
 
Para cuando Magnolia tiene toda la casa oliendo increíble, Trey está en el 
sistema NOPD. 
 
1
 NOPD: Policía de Nueva Orleans 
2
 Jambalaya: Es un plato muy típico de la gastronomía cajún. Su base es el arroz y sus principales ingredientes 
son pollo, jamón crudo, langostinos y mucha pimienta. 
 
 
 
 
 
 
—Está bien, aquí vamos, —dice, sus dedos volando. 
—¿Qué tienes? —pregunto, rodeando la mesa para quedarme detrás de él. 
—Maldición hombre. Eso es una mierda, —dice en voz baja. 
—¿Qué?—Magnolia pregunta desde el otro lado de la habitación. 
Trey mira en su dirección, pero sus dedos nunca dejan de moverse. El chico 
puede, literalmente, mantener conversaciones completas y seguir escribiendo 
sin perderse ni una tecla. Como alguien que todavía tiene que mirar sus dedos 
de vez en cuando para recordar dónde están algunas letras, no puedo evitar 
asombrarme. 
—Imágenes de la escena del crimen. No quieres verlas, mama —le digo, 
deseando no ser testigo de ellas tampoco. 
—Créeme, —dice Trey, sacudiendo la cabeza como si estuviera tratando de 
sacar la visión de Laura Brandon de su cerebro, y no lo culpo—. No puedes 
dejar de ver una mierda como esta. 
Hace clic en las fotos tan rápido como hizo clic en ellas. 
—¿Algún sospechoso?—Pregunto, poniéndome en cuclillas para leer su 
pantalla. 
Hace clic y se encoge de hombros. —No. Nada hasta ahora. Pero 
definitivamente están cavando. Tu amigo Cavender está en el caso . 
Magnolia golpea la tapa sobre la parte superior de la olla. —Mierda. 
Probablemente él también estará tratando de culparme de esta mierda a mí. 
—No hay posibilidad de que se mantenga con esa idea. Tiene una coartada, e 
incluso si no la tuviera, el buen detective no sospechará que una mujer hizo 
esto. Esto era . . . — Me detengo, pensando en cómo describir la espantosa 
escena—. Diferente. Y apostaría mi dinero al hecho de que era un hombre. Las 
mujeres generalmente no hacen ese tipo de cosas. 
—¿Fue tan malo? —pregunta en voz baja. 
Frunzo el ceño y me rasco la nuca, donde los pelos aún están erizados. —Sí. 
Pero nada que necesites ver o pensar. 
Trey sigue hurgando en el archivo del caso de la esposa de Brandon, pero no 
hay nada útil que podamos encontrar. Se quitaron las huellas dactilares de la 
escena, pero después de que se eliminaron las de Brandon y su esposa, hubo 
otros tres conjuntos de huellas que aún no han dado lugar a coincidencias. No 
hay señales de entrada forzada. No se encontraron huellas de zapatos o botas 
en el patio. 
 
 
 
 
 
 
Quien hizo esto no es un aficionado. 
—Eso es un gran cero para la información, —dice Trey, saliendo del caso de 
asesinato—. Veamos si tienen algo sobre el robo. —Sus dedos vuelven a 
apresurarse a través de las teclas, y saca el archivo de la investigación de 
Cavender sobre el incidente en el condominio de Magnolia. 
—Primero revisa los forenses, —le digo. 
Sin embargo, ya está en ello y ambos escaneamos el informe a medida que 
aparece en la pantalla. 
Trey se da cuenta de algo primero, levanta la mano de las teclas y se la pone 
en la boca. —Mierda. Realmente era sangre humana. —Su cabeza gira en mi 
dirección y leo la inquietud en su mirada. 
—Eso es lo que Mount dijo que escuchó. —La voz de Magnolia es baja y 
tranquila. 
Dejo el lado de Trey y me dirijo hacia ella en la estufa. La atraigo hacia mí, 
envolviendo mis brazos alrededor de ella. Nunca volverás allí, y quienquiera 
que sea este maldito enfermo, lo sacaremos. No le des ni un segundo de tu 
tiempo preocupándote. Que no vale la pena. 
—¿Pero de quién era la sangre? —susurra con un escalofrío. 
—Eso también lo resolveremos, mama. Créeme. 
Le estoy diciendo la verdad. Mi cerebro ha estado tratando de conectar los 
puntos en este maldito rompecabezas desde que comenzó a desarrollarse. 
Repaso la cronología de los eventos que me he esforzado por comprender. 
—Ricardo Ortiz intentó matarte. Tú lo mataste. Ahora alguien más viene 
detrás de ti, que debemos asumir que está conectado con Ortiz. Así que es 
lógico que alguien haya contratado al tipo para que te mate. ¿Ese alguien 
podría haber sido Brandon o su esposa? 
Magnolia se aprieta más contra mi cuerpo. —No sé por qué cualquiera de 
ellos lo haría. Desiree cree que Brandon se escapó con una de sus chicas… 
Espera. Juguemos con esto. Si Brandon huyó con Naya. . . su esposa estaría 
enojada. —Me señala con la barbilla—. Eso tiene sentido. ¿No es así? 
Sigo su lógica. —Podría, pero ¿no iría una esposa tras la mujer con la que se 
escapó? . . o Desiree? ¿Por qué tú? 
—Porque soy dueña de la casa. Todos sabenque soy dueña de la casa. Es 
fácil mirar hacia arriba. ¿Pero podría la perra haber estado lo suficientemente 
loca como para pagarle a alguien para que me matara porque su esposo se 
escapó con una chica que vivía en una casa que yo tenía? 
 
 
 
 
 
 
Jules se congela al otro lado de la isla de la cocina. —Mujer despechada. Eso 
es todo lo que digo. Su escenario tiene sentido cuando sumas el resto. La 
esposa de Brandon podría haber encontrado tu nombre y contratar a Ortiz 
para matarte. No es muy difícil darse cuenta de que Ortiz entró en tu edificio y 
no salió con vida. A alguien podría importarle eso lo suficiente como para 
perseguir a la persona que le pagó por el trabajo que hizo que lo mataran. 
¿Quizás para averiguar quién era su objetivo en el edificio? Luego, la esposa de 
Brandon es torturada y asesinada por la información. Todo encaja. 
La cabeza de Magnolia gira hacia Jules, y podría darle un puñetazo en la 
cara ahora mismo. —¿La torturó? 
Utilizo mi mano para dirigir su rostro preocupado hacia mí. —Oye. No 
pienses en esa mierda. Nada de eso. 
—Pero . . . pero si la torturó… —Me mira parpadeando y ya sé qué mierda se 
está imaginando antes de decirlo—. ¿Qué diablos haría él para... 
Presiono mis labios contra los de ella antes de que pueda terminar la frase, 
pero sus ojos están en los míos y veo la preocupación en ellos. 
Cuando retrocedo, la miro de frente. —Nadie te está poniendo las manos 
encima. ¿Me escuchas? 
Ella exhala y luego levanta la barbilla. —Te escucho. Pero tenemos que 
encontrar a quien mierda sea para poder eliminarlo. ¿Cómo vamos a hacer 
eso? 
—Me pregunto si Ortiz dejó un auto, —dice Jules, pasando una mano por 
su mandíbula. 
Me aferro a lo que podría ser la primera buena pista que tenemos. —Esa es 
una muy buena pregunta. —Libero a Magnolia y señalo a Trey—. ¿Puedes ver 
si Cavender encontró uno? 
Trey asiente, y sus dedos salen volando de nuevo mientras saca el archivo 
del caso del asesinato sin resolver de Ortiz. Un asesinato que permanecerá sin 
resolver durante mucho tiempo, si depende de mí. 
—No se menciona un coche. Nada más que forenses y notas de Cavender. 
Definitivamente quiere culpar a Magnolia, pero solo tiene la ubicación 
funcionando a su favor. 
Tamborileo con los dedos en la isla mientras me concentro. —¿Algo 
remolcado o confiscado recientemente desde cerca? ¿Coches abandonados? 
 
 
 
 
 
 
—Oh, buena idea. —Pasan unos minutos antes de que Trey vuelva a 
hablar—. Está bien, podríamos tener algo. Un auto fue confiscado ayer. 
Abandonado. 
—¿Qué tipo de coche y qué tan lejos del apartamento de Magnolia? —
pregunto, acercándome a él mientras escribe la dirección y calcula la distancia. 
—Mustango. Dos décimas de milla. —Me mira con una sonrisa—. 
Podríamos haber tenido suerte. 
—Todos me pueden agradecer más tarde, —dice Jules mientras levanta la 
mano en el aire. 
—¿Todavía está en el depósito? —Le pregunto a Trey. 
—Maldita sea, lo está. Entonces . . . ¿cómo diablos vamos a llegar? 
Magnolia hace una pausa y levanta la tapa de la olla. —¿El depósito 
municipal? Conozco a un policía que trabaja allí. 
Todos los ojos de la habitación se dirigen a ella. 
—Bien. No lo conozco, pero sé quién es. Siempre quiso que nos 
conociéramos mejor, si me entiendes. 
—Entiendo, mama. ¿Crees que te hará un favor? 
Ella hace una mueca con un movimiento de cabeza. —No estoy tan segura 
de un favor, pero definitivamente podría ir contigo y distraerlo si es necesario. 
La idea de ponerla en esa posición hace sonar campanas de advertencia 
dentro de mí. Ella es más que capaz, pero su seguridad es primordial. —Si 
vamos a irrumpir en el lote de incautación, tú no estás involucrada. Es un gran 
y duro no. 
Ella cruza los brazos sobre el pecho. —Esto es para encontrar a la persona 
que está detrás de mí. Una persona que podría haber torturado a alguna mujer 
celosa. ¿De verdad crees que ir en caso de que necesites una distracción es 
más peligroso que el objetivo en mi espalda? 
—Ella tiene un punto ahí, jefe. 
Miro a Jules cuando él está de acuerdo con ella. —No me gusta. 
—Y no me gusta no saber quién diablos me está buscando, —responde 
Magnolia—. Iremos esta noche. Quizás ni siquiera me necesites. Pero si lo 
haces, estaré allí. ¿Puede Trey cortar la transmisión de la cámara para que 
nadie te vea entrar o salir? 
—Sí, Trey puede, —dice Trey en acuerdo. 
 
 
 
 
 
 
Los tres me miran, el raro que no quiere que Magnolia se involucre en nada 
que pueda salir mal. 
Respiro lenta y profundamente y lo dejo salir. —Bien. Puede acompañarnos, 
pero solo interviene como último recurso. Jules y yo podemos manejarnos 
solos. No me arriesgaré a que nada de esto te afecte. Cavender está demasiado 
interesado en ti, y no quiero darle otra razón para mirar más de cerca. 
¿Entendido? 
Magnolia sonríe y se pone firmes con un saludo. —Entendido. Ahora, esto 
debe hervir a fuego lento un rato, y luego podemos comer. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Los chicos devoraron mi jambalaya, volviendo por más una segunda vez, e 
incluso una tercera por Jules. Moses me besó en la frente y me agradeció por la 
comida, pero me di cuenta de que estaba incómodo con los planes para más 
adelante. 
Todavía está ansioso ahora, basado en las miradas que me está lanzando 
desde el otro lado de la habitación mientras me aplico cuidadosamente el 
maquillaje en el espejo del baño. 
Hago una pausa, varita de rímel en mano y miro en su dirección. —Estará 
bien. No sé por qué te preocupas tanto por mí. Esto está lejos de ser la cosa 
más peligrosa en la que he estado involucrada, Moby. 
Moses saca una camiseta negra de un cajón, la arroja sobre la cama y se 
dirige hacia la puerta del baño. —Que digas una mierda como esa no me hace 
cambiar de opinión. De hecho, me hace desear haber podido regresar mucho 
antes para asegurarme de que no tuvieras que correr riesgos. Odio eso, mama. 
La idea de que estés en peligro me mata. 
El calor florece alrededor de mi corazón ante el sonido de su voz y las 
palabras que está diciendo. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que alguien, 
excepto Keira, se preocupa de que yo haga algo? 
Deslizo la varita de rímel en el tubo y la coloco en mi bolsa de maquillaje 
antes de encontrarme con él fuera del baño. 
Sus manos van a mi cintura, jalándome contra él de una manera que amo. 
Moses es un tipo de tocar y adoro cómo siempre quiere tener sus manos sobre 
mí. Tenerme cerca de él. Cada vez que me acerco, quiero absorber el calor de 
su cuerpo. Es potente, eso es seguro. 
 
 
 
 
 
 
—No pienses así, —le digo en voz baja, inclinándome para besar su 
mandíbula—. Porque todavía estoy aquí. Todavía estás aquí. Ambos estamos 
bien. Lo que sea que nos haya pasado a cualquiera de nosotros en el pasado es 
solo eso, es el pasado. Esta noche, probablemente ni siquiera me necesites, 
pero iré de todos modos porque estás haciendo esto por mí. ¿Qué tipo de 
mujer, no, qué tipo de compañera sería si me sentara y te dejara hacer todo el 
trabajo? 
—El tipo que se mantiene a salvo para que yo no tenga que preocuparme, —
dice, en voz baja mientras inclina la cabeza para mordisquear mi mandíbula. 
—¿Estás diciendo que estarías bien dejándome aquí sola mientras ustedes 
tres van al depósito? ¿No te preocuparía que yo estuviera aquí sola? Porque yo 
tampoco creo eso. —Le meto un dedo en el pecho y él retrocede. 
La boca de Moses se aplana en una línea, pero incluso ahora, puedo ver que 
lo tengo mientras las esquinas amenazan con aparecer. 
—Sabes que tengo razón. Tampoco estarías muy interesado en dejarme sola 
y desprotegida. Lo veo en tu cara. 
Su gran mano se levanta y su pulgar acaricia mi mandíbula antes de 
enterrarse en mi cabello. —¿Cómo diablos me conoces tan bien de nuevo? —
Las palabras salen antes de que presione un beso en mis labios. 
—Porque te conozco, —digo con una sonrisa. 
Se mueve para emparejar nuestras bocas. —Cállate y bésame, mujer. Tú 
ganas. Dejaré de preocuparme. 
Mi risa es sofocadapor el sabor de Moses, y todo mi cuerpo se ilumina, listo 
para él, incluso después de un solo beso. Cuando levanta la cabeza, también 
leo el deseo en su rostro. Nos damos vida uno al otro sin ningún esfuerzo. 
Moses también debe verlo en mi cara. —Aguanta ese pensamiento, mama. 
Cuando regresemos, pasaré toda la noche dentro de ti. 
—Maldita sea, —le digo, rodando mis caderas para moler mi clítoris en su 
muslo mientras estamos parados allí—. Simplemente no quiero esperar. 
Ambas manos caen a mi cintura y la aprietan, poniéndome a un paso de él. 
—Una vez hecho esto, estará en casa a salvo. 
Su genuina preocupación se apodera de mí y me encanta cómo se siente. —
¿Me estás sobornando con sexo para evitar problemas? —pregunto, mis cejas 
tirando hacia arriba. 
—Jodidamente lo estoy haciendo, si ese es el incentivo que necesitas. ¿Está 
funcionando? 
 
 
 
 
 
 
Me echo a reír. —Eres otra cosa, Moby. Ahora, déjame terminar de vestirme 
y estaré lista para dejarlos boquiabiertos. 
Consulta su reloj. Tenemos cuarenta y cinco minutos antes de partir. 
Tómate tu tiempo, mama. Los chicos y yo te estaremos esperando. 
Me da un beso firme y lo veo salir del dormitorio. 
Maldita sea, el culo de ese hombre debería ser ilegal. Entonces recuerdo algo 
que me hace sonreír. Es todo mío. 
Vuelvo al baño y termino mi pintura de guerra. 
Estamos recibiendo respuestas esta noche. Puedo sentirlo. Porque he 
terminado de vivir con miedo. Es hora de que este hijo de puta sediento de 
sangre caiga. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Moses 
Cuando Magnolia entra a la sala de estar, lista para irnos, quiero 
llevarla de regreso al dormitorio y encerrarla dentro. 
Jules silba. —Maldición mujer. Hablando de una distracción. Mierda. 
—Bien, —dice Trey, aplaudiendo lo mejor que puede con su computadora 
debajo del brazo. 
Arrastro mi mirada desde la punta de sus tacones de aguja, a sus piernas 
desnudas de una milla de largo, y hasta el vestido verde que lleva, abrazando 
cada maldita curva. Ella es sexy como la mierda, mostrando la piel suficiente 
para que un hombre se dé cuenta de todo lo que tiene para ofrecer, pero el 
vestido la cubre mucho y te deja con ganas de más. 
Cierro la distancia entre nosotros sin decir palabra. 
—Estoy lista, —dice ella con labios pintados de rubí. 
No puedo evitar quererlos envueltos alrededor de mi polla. La sangre bombea 
hacia el sur y mi pene cobra vida. Alejo mi atención de esa boca carnosa a sus 
ojos color whisky. 
Eres jodidamente hermosa. Quiero envolverte en una bolsa de basura para 
que nadie, especialmente un policía entrometido, tenga la oportunidad de ver a 
mi mujer luciendo sexy como la mierda. 
En lugar de fruncirme el ceño, los labios de Magnolia se curvan en la sonrisa 
más devastadora que he visto en su rostro. Sus ojos brillan y se inclina hacia 
mí. —Sería igual de sexy en una bolsa de basura. Enfréntalo, Moby. 
 
 
 
 
 
 
 
Sus palabras seguras hacen que una risa se derrame de mis labios. Maldita 
sea, tienes razón, y lo sé. Perdiendo la sonrisa, ahueco sus hombros con mis 
palmas. —Pero tienes que prometerme algo. 
Ella inclina su hermosa cabeza hacia un lado. —¿Qué? 
Eres un último recurso. Jules y yo somos totalmente capaces de hacer esto 
por nosotros mismos. Solo sales del auto si estamos a punto de ser atrapados 
en el acto. Entiendes? 
—Sí señor. 
Dios, me encanta escucharla decir cosas así, y no encuentro las palabras 
antes de que vuelva a hablar. 
—Estaré bien. No es como si fuera a ir a trabajar a una esquina. Ahora eso 
sería peligroso. Así que ten un poco de fe, Moby. Todo estará bien como la 
lluvia. Esta noche estamos progresando. —Trae su bolso entre nosotros y lo 
abre para mirar dentro. Cuando la cierra de golpe, agrega—: Estoy lista. ¿Están 
listos para irnos? 
He sido dirigido por una profesional y no puedo encontrar que me importe. 
—Sí, mama. Estamos listos. 
Los cuatro subimos a la camioneta y nos dirigimos a Claiborne y al depósito 
de incautación. Jules está conduciendo y Trey tiene su computadora portátil 
afuera y está escribiendo detrás de él. Estoy en el asiento del pasajero con 
Magnolia detrás de mí, y hay silencio durante el viaje. 
Conducimos por debajo de la carretera y Jules nos lleva en un bucle lento 
alrededor del estacionamiento. —Bien, tienen al menos un policía que debería 
actuar como seguridad. Pero parece que ahora está MIA3. 
—Esa es una buena señal, ¿verdad? —pregunta Magnolia. 
—Bastante bueno, —respondo, mirando hacia el asiento trasero—. Pero 
también significa que no sabemos dónde está ni cuándo regresará. Así que 
tendremos que trabajar rápido. 
—Si me das unos minutos más, estaré listo para cortar las cámaras. Las 
estoy sacando todas ahora mismo. Y el Mustang está en el puesto 117. 
Entonces. . . —El teclado de Trey suena mientras hace lo suyo—. En realidad, 
da otra vuelta a la otra cuadra y regresa y estaciona en la esquina más alejada. 
Allí está más oscuro. Deberías estar bastante cerca del auto de esa manera y, 
con suerte, nadie se dará cuenta de nosotros. 
 
3
 MIA: Mising in action: Perdido en acción. Se refiere a que el guardia no se encuentra a la vista. 
 
 
 
 
 
 
—Estoy en eso, —dice Jules, deteniéndose en una esquina y encendiendo la 
luz intermitente. Los coches de la policía están aparcados frente al edificio 
marrón donde se supone que los ciudadanos errantes y respetuosos de la ley 
deben ir a pagar sus multas y recoger las llaves. Pero no somos esas personas 
y no lo hemos sido durante mucho tiempo. 
Tan pronto como Jules da la vuelta a la cuadra y se acerca a la esquina y al 
bordillo donde estacionaremos, verifico que tengo todo. Pistola. Teléfono. 
Ganzúa. Bien. 
—Jules, ¿tienes el resto de las herramientas? —pregunto mientras detiene la 
camioneta. 
Se palmea los bolsillos, saca un estuche con cremallera y asiente. —Lo tengo 
todo. ¿Estás listo? 
Me giro hacia el respaldo de mi asiento para mirar a Mags. —¿Sabes qué 
hacer? 
Ella se inclina hacia adelante para besarme. —No te preocupes por nada. 
Esto va a funcionar. 
Trey interviene—: Y las cámaras van en cinco, cuatro, tres... 
Agarro su cara y le doy un beso sólido. —Maldita sea, va a funcionar. 
—Dos y. . . uno. Salgan como la mierda de aquí Probablemente tengan unos 
cinco minutos, como máximo, antes de que vengan a averiguar qué diablos 
está pasando. 
Asiento hacia Trey y Jules y salimos de la camioneta en un instante. Jules 
ya tiene listo el pequeño juego de cortadores de pernos y está cortando los 
enlaces de la cerca en segundos. Estamos adentro en menos de treinta. 
Espacio 117, Me recuerdo a mí mismo mientras comienzo a buscar los 
números pintados. Veo el Mustang antes que Jules y le hago un gesto con la 
mano. 
Desactiva el sistema de alarma y luego me levanta el pulgar. Con la ganzúa 
en mano, abro la cerradura y abro la puerta. 
Sale una ola de aire viciado que huele a marihuana y calcetines sucios. 
Presiono el botón de desbloqueo y Jules abre el lado del pasajero. Va por la 
guantera, saca el registro y me asiente con la cabeza. Luego nos vamos al 
pueblo. Cada uno de nosotros llena una bolsa que trajimos con algo que no 
está pegado al auto y que podría darnos información sobre el fallecido Ricardo 
Ortiz del edificio de Magnolia. 
Ingresos. Cartas de negocios. Teléfono celular, bingo. 
 
 
 
 
 
 
Lo meto todo en mi bolso y Jules abre el maletero. Saca una bolsa de lona 
mientras yo escaneo el interior en busca de cualquier otra cosa que 
pudiéramos haber pasado por alto, pero estoy seguro de que lo hemos 
conseguido todo. 
Jules cierra el maletero silenciosamente y consulto mi reloj. Tenemos dos 
minutos. 
Ahí es cuando veo el rayo de la linterna atravesando el lote, a tres filas de 
distancia. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Mi corazón late con cada segundo que marca el cronómetro que configuro 
en miteléfono. Trey todavía está jodiendo con las cámaras, haciendo que las 
que están en el frente del estacionamiento, muy lejos de donde están Moses y 
Jules, parpadeen y parpadeen como si estuvieran tratando de volver a 
conectarse. 
—Si las cortara todas y las dejara así, sabrían que algo está pasando. De 
esta manera, pensarán que es solo otro ejemplo de equipo de mierda que no se 
comporta, que es algo a lo que probablemente estén acostumbrados. 
Ojalá me hiciera sentir mejor, pero no es así. 
Por mucho que Moses estaba preocupado por la posibilidad de que yo 
tuviera que involucrarme y ponerme en riesgo, estoy cien veces más 
preocupada por él. 
Que yo distraiga a un policía no es un crimen en sí mismo; eso es una 
mierda de tipo accesorio. ¿Pero Moses y Jules irrumpieron en el lote de 
depósito? Esas son malas noticias si los atrapan. 
—¿Qué tan buenos son en este tipo de cosas? ¿Lo hacen a menudo? —Le 
pregunto a Trey, tratando de evaluar cuán ansioso debería estar. 
Trey apenas levanta la vista de su pantalla mientras trabaja su magia. —No 
me preocuparía demasiado. Han tenido algunas llamadas cercanas antes, pero 
Moses es muy listo. Garantizado que ya está pensando en seis movimientos por 
delante. 
—Como en el ajedrez, —susurro. 
 
 
 
 
 
 
—Sí. Eso es lo que dice. Pensamos como el ajedrez y todos los demás juegan 
a las damas. Por eso somos tan buenos en lo que hacemos. Así que no te 
asustes todavía. Regresará en poco tiempo. 
Tan pronto como me da esa seguridad, mi estómago da un vuelco cuando 
veo el rayo de una linterna que baja por la acera. Si el policía continúa 
caminando por ese camino, pasará por la ranura que cortaron en la cerca para 
entrar. 
—Houston, tenemos un problema, —le susurro a Trey. 
Finalmente levanta la cabeza y mira por la ventana. —Oh mierda. No puede 
seguir caminando. Verá la valla. Este lugar estará plagado de policías si lo 
hace. 
—Parece que estoy dentro, —digo, mi pulso se acelera a pesar de mi 
determinación de mantener la calma. 
—Mags ... 
Trey comienza a decir algo, pero no me quedaré y me arriesgaré que pueda 
poner a mi hombre en riesgo. Salgo de la camioneta y me agacho detrás de una 
camioneta, por lo que parece que vengo del otro lado de la calle. 
—¿Oficial? ¿Me puede ayudar? 
El uniformado hace girar su linterna hacia el sonido de mi voz. No es el 
policía que conozco, pero no soy una extraña. . . 
—Jesucristo, señora. Me asustó muchísimo. ¿Está perdida? —Me mira de 
arriba abajo, su expresión raya en el agradecimiento cuando mira mi vestido. 
—Estoy tan perdida y confundida. Nunca antes había remolcado mi 
automóvil. No me di cuenta de que había estacionado frente a una boca de 
incendios. Había bolsas de basura bloqueándola y ni siquiera podía ver la 
maldita cosa. —Me río como si no fuera gran cosa—. Efectivamente, cuando 
volví, mi auto no estaba y había una maldita boca de incendios donde estaba 
estacionado. 
Se relaja, y es difícil de decir, pero parece sonrojarse mientras escanea el 
suelo delante de mí. —Lo siento mucho por eso, señora, pero en aras de la 
seguridad pública, no podemos permitir que las personas bloqueen las bocas 
de incendio cuando se estacionan. 
—Sé que no se debe. —Muevo una mano por el aire entre nosotros—. Y no 
tengo ningún problema en pagar la multa. Créame, he aprendido la lección. No 
entiendo adónde se supone que debo ir a buscar mi auto. Nunca he hecho esto 
antes. 
 
 
 
 
 
 
Se vuelve para señalar en dirección al edificio marrón por el que pasamos 
antes, pero no se puede ver desde donde estamos. —Si va por la calle y gira a 
la derecha, verá un edificio que dice. . . 
Creo que veo la camiseta negra de Moses al otro lado de la cerca, y no puedo 
arriesgarme a que el oficial me dé indicaciones y me envíe en camino. Así que 
rodeo el suyo con el brazo, aunque no me lo ha ofrecido. 
—¿Puede acompañarme hasta allí? Probablemente pueda encontrarlo yo 
misma, pero caminar por aquí por la noche sola me da escalofríos. Odiarías 
que me pasara algo, ¿no? ¿Te importa? Realmente lo agradecería, oficial. 
El rayo de su linterna apunta al suelo ahora, pero sus ojos apuntan 
directamente a mis tetas. 
Bueno. Mira mis tetas. Mientras no veas a mi hombre. 
—Bueno, estoy en mis rondas. . . 
Lo miro por debajo de mis pestañas. —Oh diablos. No quisiera alejarte de 
tus deberes. Yo solo . . . Tengo un poco de miedo a la oscuridad, eso es todo. 
Nunca sabes quién está ahí fuera o si te están mirando. Simplemente me 
asusta muchísimo. 
Veo el momento exacto en que gano, porque su rostro se suaviza y sonríe. 
—Está bien, señora. Estaría feliz de acompañarla hasta allí. Sin embargo, 
tendrá que trabajar con los oficiales que están adentro para conseguir su auto. 
Ese no es mi trabajo. 
—Muchas gracias señor. Es un verdadero caballero. 
Mientras comenzamos a caminar, yo sosteniendo su brazo, hacia el edificio y 
lejos de la cerca cortada, podría dar un puño de victoria. 
Sin embargo, Moses podría querer matarme. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Moses 
—Voy a matarla —digo tan pronto como me meto en la camioneta y 
Jules enciende el motor—. Ese no fue un maldito último recurso. Podríamos 
haber salido... 
—Di lo que quieras, hombre, pero yo habría hecho lo mismo en su posición, 
—dice Trey, defendiendo las acciones de Magnolia. Si el oficial seguía viniendo 
hacia ti, era muy probable que hubiera visto la valla. Seguro que no habrías 
salido de la misma manera. Y ahora las cámaras están encendidas de nuevo. 
—¿Qué quieres que haga, jefe? —pregunta Jules. 
—Conduce alrededor de la cuadra y detente frente al edificio. 
Gira su rostro hacia el mío. —¿Quieres que me estacione entre los putos 
coches de la policía o qué? 
—Sí, lo que sea que tengas que hacer. Solo jodidamente ve a buscarla. 
Sacude la cabeza lentamente de lado a lado mientras pone la camioneta en 
marcha. —Espero que ella sepa qué diablos está haciendo. 
—Tú y yo los dos, —le digo mientras rodea el lote del depósito. Miro de nuevo 
a Trey—. Corta la cámara frente al edificio de nuevo. No quiero a Magnolia en 
la transmisión. 
Cuando doblamos la esquina, veo al policía con el que caminaba, girando y 
dejándola frente al edificio. —Baja la velocidad, Jules. Dale unos segundos 
para que se vaya. 
Nos arrastramos por la calle mientras Magnolia avanza con cuidado hacia el 
feo edificio marrón. El movimiento de su barbilla me dice que nos ve venir, pero 
 
 
 
 
 
 
está esperando que su policía escolta se pierda de vista antes de cambiar de 
dirección y levantar sus sospechas. 
Jules se detiene cuando el policía dobla la esquina, se dirige hacia la línea de 
la cerca en la que va a encontrar un corte, cuando Magnolia corre hacia la 
camioneta. 
Trey, abre la puerta. Doy la orden, pero Trey ya está en eso, Magnolia se 
sube a la camioneta y cierra la puerta. —Todo bien. Vamos. 
—¿Encontraste algo? —Magnolia pregunta mientras se acomoda en su 
asiento. 
—¿Qué diablos estabas haciendo? —Me doy la vuelta para poder ver su 
rostro. 
—Ayudar. Y, claramente, todo salió bien, así que debes tomar esa actitud y 
guardarla, Moby. 
Desde su lado, Trey no puede evitar reír. 
—¿Algo gracioso? —Chasqueo. 
Incapaz de contener la risa, Trey se atraganta. Ella te llama Moby, y tengo 
que saberlo, ¿es el diminutivo de Moby Dick? Porque si lo es, ese es el mejor 
apodo que he escuchado jamás. 
Trey se está riendo a carcajadas ahora. Las lágrimas ruedan por su rostro 
mientras se ríe, y el estado de ánimo de todo el auto se levanta cuando 
Magnolia se une. Es contagioso, y pronto Jules está tratando de contener una 
carcajada. 
Finalmente, esbozo una sonrisa. —¿Qué puedo decir? Puede ser un apodo, 
pero no tiene nada de diminutivo. Aporto mucho a la mesa. 
Jules se echa a reír. 
Nos toma unas pocas cuadras antes de que podamos controlarnos y, a decir 
verdad, necesitábamos el momento de la ligereza. 
Cuando la alegría finalmente se apaga. Magnolia pregunta de nuevo—: 
¿Tienes lo que necesitábamos? 
—Sí, mama.Encontramos el Mustang y lo vaciamos. Ricardo no tenía 
mucho, pero tenía suficiente. Ahora solo tenemos que revisarlo y ver qué lo 
conecta con el puto imbécil que irrumpió en tu casa. 
¿Y quién habría degollado a la mujer de Alberto Brandon?. Mi cerebro llena la 
parte que no necesito decir, porque garantizo que todos los demás también lo 
están pensando. 
 
 
 
 
 
 
—Bueno. Es hora de que este bastardo se caiga, —dice Magnolia detrás de 
mí. 
Y lo hará. No se preocupe por eso. Lo encontraremos y lo eliminaremos. 
Jules toma una ruta sinuosa y en retroceso hacia la casa en Marigny, por si 
acaso tenemos una cola, pero no veo ninguna señal de una. 
—Deberíamos hacer algo bueno, hombre. Vayamos a casa y comencemos a 
cavar. Me giro en mi asiento para mirar a Trey. —Tenemos un teléfono celular. 
Con suerte, ese será nuestro premio gordo. 
—¿Desechable? —Entrecierra los ojos y sé lo que está pensando. Un 
desechable no nos servirá de mucho. 
Niego con la cabeza. —No. Parece que es nuevo y bonito. 
—Me sorprende que Ortiz fuera lo suficientemente inteligente como para 
dejarlo en el auto cuando trajo su maldita billetera al trabajo, —dice Jules, 
disgustado por el error de novato que subyace en su tono. 
—Su billetera no nos hizo ningún favor al ayudarnos a descubrir quién 
diablos era realmente, —dice Trey, señalando la verdad—. Claramente, no le 
preocupaba que lo encontraran. Quizás eso signifique que se estaba volviendo 
arrogante con su anonimato. También podría significar que su celular tiene 
respuestas que su billetera no. 
—Está bien, está bien, —dice Jules, concediendo el punto—. Mientras 
encuentres un nombre que podamos buscar para poner a dormir a este hijo de 
puta, estaremos bien. —Pulsa el botón de la visera. Se abre la puerta del garaje 
y luego aparca dentro. 
Primero salgo de la camioneta, bolsa en mano, pero no voy corriendo a la 
cocina para vaciarla en la mesa. Lo primero es lo primero. Abro la puerta de 
Mags de un tirón y la saco a mis brazos. 
—Cuando escuché tu voz afuera del auto, mi corazón prácticamente se 
detuvo. No me gusta que corras riesgos, mama. Ni una puta pizca. 
—Está bien lo que termina bien, —responde, presionando un beso en mis 
labios. Además, ese es el mejor encuentro que he tenido con un policía. Te 
preocupaste por nada. 
Paso mi mano por su cabello y presiono mi boca contra su cálida frente. 
Vamos, mujer. Te llevo adentro. Tan pronto como hayamos solucionado esta 
mierda, te llevaré a la cama y te mostraré exactamente cómo me siento por ti. 
Su sonrisa podría iluminar la noche oscura como boca de lobo. —Tienes un 
trato, Moby. 
 
 
 
 
 
 
Cuando entramos, Jules tira el contenido de las bolsas sobre la mesa de la 
cocina. Moses y yo caminamos hacia él, y espero como el infierno que 
encontremos algo del maldito auto que nos diga quién está detrás de mí para 
que podamos acabar con el hombre. 
El recuerdo de las palabras manchadas en mi pared, con sangre, todavía me 
asusta, y eso me enoja más que nada. Ya no dejo que los hombres me 
intimiden y el hecho de que un idiota sin nombre y sin rostro haya 
interrumpido mi vida y me haya puesto al límite me está volviendo loca. 
No hay dos formas de hacerlo. Tiene que irse y espero que se pudra en el 
infierno. 
Moses se aparta de mi lado y cruza hacia Trey y Jules. Él junta sus manos. 
—Está bien, muchachos. Hagámoslo. Es hora de reconstruir cada maldita cosa 
sobre este bastardo para que podamos averiguar a quién diablos le importaría 
que muriera. 
Trey agarra el teléfono primero. —Tomaré esto. Tiene que haber algo útil en 
él. 
Se acerca al final de la mesa y saca un cable de la bolsa del portátil que está 
en el suelo. Una vez que termina de desenredar el nudo en el que está atado, 
conecta el cable al teléfono y luego a una pequeña caja plateada conectada a la 
computadora portátil. 
Él sonríe de inmediato. —Está muerto, pero no por mucho tiempo, y pronto, 
tendremos muchas más respuestas sobre el viejo Ricardo. 
Moses asiente en su dirección. —Bueno. Jodidamente las necesitamos. 
 
 
 
 
 
 
Jules estudia recibo tras recibo. —Amigo, a este tipo le encantaba un poco 
de Popeye's y daiquiris de autoservicio. Pidió la misma maldita cosa cada vez. 
—¿Qué ubicaciones? —Moses pregunta, alcanzando una navaja del 
montón—. Podría estar cerca de donde vive. 
Jules entrecierra los ojos ante la letra descolorida del papel. —Son de un par 
de diferentes. Los ordenaré y veré si hay un patrón. —Se mueve al otro lado de 
la mesa para iniciar pilas individuales. 
Me paro al lado de Moses mientras abre la navaja. El mango es de plata y 
está colocado con lo que parece madera o hueso. Inmediatamente, mi cerebro 
regresa a ese imbécil de Ricardo que viene hacia mí en el ascensor con el 
cuchillo que me cortó. 
Toda esta situación está empezando a desgastarme más de lo que pensaba. 
Moses debe sentirme tensa a su lado, porque me mira. —¿Estás bien? 
—Sí. Sólo . . . recordando. 
Sigue mi mirada hacia el cuchillo. —No volverá a hacerte daño, mama. Hace 
mucho que ha muerto, ¿y quién mierda esté ahí fuera? No dejaré que te atrape 
tampoco. Ni siquiera sobre mi cadáver. 
Niego con la cabeza. —No digas eso. 
Su mirada se estrecha. —¿Decir qué? 
—Sobre tu cadáver. Eso no está sucediendo y no estamos hablando de eso. 
Las comisuras de su boca se curvan con la sonrisa fácil y suave que Moses 
me da de vez en cuando. La sonrisa que me encanta ver en su rostro, porque 
eso lo hace sentir como. . . mío. 
—Está bien, mama. No diré una mierda como esa si te molesta. 
—Gracias. —Hago un gesto hacia el arma. —Es un cuchillo muy elegante. 
Moses lo levanta entre nosotros, probando el equilibrio en su mano. —
Definitivamente decorativo, pero aún letal. —Hace una pausa y le da la vuelta 
al otro lado—. Y fue un maldito regalo. Eso es bueno. 
—¿Qué quieres decir?—Me inclino más cerca y él golpea la hoja bajo su 
pulgar. 
—Está grabado. 
Me inclino más cerca para leer las marcas apenas legibles. 
 
 
 
 
 
 
 
Ricky, estate siempre atento. Tony 
 
—¿Quién será Tony? —pregunto en voz alta. 
—No tengo idea, pero Trey lo averiguará por nosotros. —Moses se vuelve 
hacia su amigo, que está jugando con el teléfono al final de la mesa—. ¿No es 
así, T? 
—Sí. Dame unos minutos para entrar en este teléfono. Utiliza uno de esos 
patrones para desbloquearlo. Tengo que ejecutar un programa que me lo 
proporcione. 
—¿Unos minutos? —Jules pregunta con un bufido—. ¿Hombre, perdiste tu 
toque? 
—Cállate, idiota. Me gustaría verte hacer esto. 
Jules baraja más trozos de papel sueltos. —Primero dibujaría todos los 
patrones fáciles porque no creo que este tipo fuera un gigante mental. 
Literalmente se detuvo en Popeye's todos los malditos días durante una 
semana, y nunca se molestó en tirar un solo recibo. 
Moses devuelve el cuchillo a la mesa. —Cuando la abras, —dice, ignorando 
el comentario de Jules—, busca a Tony. Supongo que es un padre o un 
hermano. O tal vez . . . mierda, no lo sé. Pero tiene que ser alguien cercano a 
él. Los hombres no se toman la molestia de grabar mierda para la gente a 
menos que haya una maldita buena razón. 
Veo una nota adhesiva amarilla que está arrugada en una bola y la aliso 
sobre la mesa. Mi dirección está escrita con descuido en bolígrafo azul. Bueno, 
mi dirección anterior, incluido mi número de condominio. 
Sosteniéndolo para Moses, le digo—: En caso de que necesitáramos 
confirmación, él vendría por mí específicamente. . . aquí está. 
—Idiota ni siquiera se molestó en memorizarlo. Jules tiene razón, 
definitivamente no hay un gigante mental. 
—¡Y estoy dentro! —Trey dice con un puñetazo desde el final de la mesa—. 
Está bien, ¿dijiste buscar a Tony? Estoy navegando por sus contactos. 
—Revisa sus mensajes de texto y los números a los que llamó recientemente. 
Historial de búsqueda también. Cualquier cosa que se te ocurra. 
Los dedos de Trey bailan sobre el teclado antes de tomar el teléfono de nuevo 
y empezar a tocar. Moses se mueve hastael final de la mesa para pararse 
detrás de él, mientras yo tomo otra hoja de papel del montón. Este es pegajoso 
 
 
 
 
 
 
y asqueroso, y lo tiro a un lado antes de darme cuenta de que tiene un número 
de teléfono escrito. 
—Hay uno con un número de teléfono. Sin nombre. Solo dígitos. 
Moses extiende una mano. —Veamos si lo llamó. 
—¿Qué nos diría eso? —pregunto mientras lo recojo y se lo entrego, 
limpiando rápidamente mis dedos en mi vestido. 
—O no lo llamó, o lo llamó desde otro teléfono, —dice Trey. 
—¿Como un desechable? 
La hermosa cabeza de Moses se balancea. —Sí. Hay ciertas cosas que no 
desea adjuntar a su cuenta, y esa podría ser una de ellas. 
—Nuestro chico Ricky no tenía demasiados amigos, —dice Trey, sin parecer 
impresionado—. Tiene una docena de números guardados. Solo cinco 
conversaciones de texto. Nadie llamado Tony. 
—¿Algún nombre te llama la atención? 
—No, joder. Al amigo no le gustaba usar nombres reales, o no los conocía. 
Tenemos a Popeye’s Ho, Bar Bitch, Landlord, Pizza Face y White Christmas. 
—Busca el número del propietario, —dice Moses, con frustración escrita en 
todo su rostro—. Averigua dónde vive. Podríamos encontrar más allí. 
—En eso. 
Escuchar que Trey no encontró a Tony parece otro callejón sin salida, y me 
pesa. Si no sale nada de todo esto esta noche, no tengo la menor idea de qué 
hacer a continuación. 
Moses regresa a mí, envuelve un brazo alrededor de mis hombros y me 
empuja contra su costado. Lo encontraremos. Recién estamos comenzando con 
estas cosas. Estarás bien, mama. No me detendré hasta que esté hecho. 
Suspiro, sintiendo algo de consuelo, pero estoy muy frustrada. Quiero que 
toda esta mierda termine para poder descubrir qué diablos va a pasar con mi 
vida ahora que Moses está de vuelta en ella. Pero mientras este tipo esté ahí 
fuera, viviré en el limbo y no me gusta ni un poco. 
En lugar de desanimarme, escarbo en la pila de basura de la mesa, ayudo a 
Jules a clasificar más recibos de Popeye por ubicación y arrojo a un lado los 
billetes de lotería perdidos. 
Agarro la hoja de registro del vehículo y compruebo la dirección. No sé dónde 
está, y generalmente me enorgullezco de conocer bastante bien Nueva Orleans. 
 
 
 
 
 
 
Levantando mi teléfono, escribo la dirección para ver si puedo determinar 
dónde está. El mapa de mi teléfono muestra un área industrial. 
—Esta dirección no puede ser correcta. Parece una fábrica o algo así. 
Moses levanta la vista del teléfono en la mano de Trey. —La dirección debe 
ser falsa, como en su licencia. Lástima que el DMV4 no revise esas cosas. 
Me desplomo hacia adelante, derrotada de nuevo. —¿Cómo vamos a saber 
dónde vive entonces? 
—Tengo su teléfono. Un segundo, —dice Trey, tocando la pantalla varias 
veces—. Lo que significa que tengo su historial de ubicación GPS. Veré si usó la 
dirección de su casa para obtener direcciones a cualquier lugar. . . 
Unos minutos más tarde, Trey sonríe. Y. . . bingo. La dirección de inicio más 
utilizada en su historial de GPS es un complejo de apartamentos a unas cinco 
millas de distancia. 
Finalmente algo. La emoción me inunda. —¿Nos vamos? 
Moses niega con la cabeza. —No esta noche. Es mucho más fácil y seguro 
irrumpir en un lugar durante el día cuando casi todo el mundo está en el 
trabajo. 
Estiro el cuello y amaso el nudo que se forma allí. —Suenas como si 
supieras mucho al respecto. 
Me lanza una sonrisa de reojo. —Este no es nuestro primer rodeo. Algunas 
veces . . . la mierda se vuelve loca en nuestra línea de trabajo, pero tenemos 
que hacer lo que tenemos que hacer. 
—Está bien, no hay nada sobre Tony o Anthony en este teléfono. Sin 
embargo, podría ser uno de estos apodos. Simplemente no tengo ni idea de 
cuál de ellos. 
—¿Hay un fantasma?—Pregunto, en parte bromeando y en parte no, porque 
así es como se siente este nuevo puto imbécil ahora. 
Tampoco uno de esos. Lo siento, Mags. Aunque encontraré algo. Solo dame 
más tiempo para trabajar mi magia. 
 
 
4
 DMV: Departamento de vehículos de motor. 
 
 
 
 
 
 
Una hora después, todo lo que sabemos con certeza es dónde vivía Ricky, 
que vio un montón de pornografía en su teléfono y que realmente le gustaban 
los cuchillos. Su historial de compras en eBay estaba lleno de antigüedades y 
dagas locas. Lo que no encontramos es ninguna evidencia de familia que 
pudiera estar buscando venganza, y tengo que admitir que estoy muy 
decepcionada. 
Para distraerme, reviso mi celular, esperando encontrar un mensaje de texto 
de Desiree. Prometió que se registraría cuando se negó a irse con las chicas 
que estaban encantadas de que les pagaran para ir a Gulf Shores y acostarse 
en la playa, pero todavía no he recibido nada de ella esta noche. 
Le envío un mensaje, recordándole que me avise cuando lo reciba para que 
pueda dejar de preocuparme por ella. Cuando la burbuja indicadora con los 
puntos no aparece de inmediato, dejo el teléfono a un lado y recuesto la cabeza 
sobre la mesa cruzando los brazos. 
Moses se da cuenta de inmediato. —Está bien, mama. Te llevaré a la cama. 
Es hora de que te acuestes. 
Odio ser el eslabón más débil, pero los últimos días me han agotado. 
Discutiendo, murmuro—: No has terminado. 
—Lo sé, pero lo harás. No hay necesidad de permanecer despierta y joder 
con esta mierda. Necesitas dormir. No has obtenido suficiente descanso. 
Venga. 
Extiende una mano grande e invitante. Lo tomo, dejándolo que me ayude a 
levantarme de la mesa. 
Puedo permanecer despierta durante días seguidos, Moby. No soy una flor 
marchita aquí. —Hubiera sonado mucho más convincente si no hubiera 
bostezado a mitad de la oración. 
Los ojos de Moses se suavizan. —Apuesto a que puedes, mama. Eres tan 
dura como un caimán, pero incluso los rufianes necesitan dormir cuando 
pueden. 
—Bien. Solo porque quiero y no porque me lo digas. —Doy unos cuantos 
pasos, mis pies pesan—. Buenas noches, chicos, —les digo a Trey y Jules 
mientras camino hacia el pasillo. 
—Buenas noches, Mags, —responde Trey. 
—Te veremos en la mañana, —dice Jules levantando la barbilla—. Tomaré 
café alrededor de las seis. 
—Eso es demasiado jodidamente temprano, —digo con un estremecimiento. 
 
 
 
 
 
 
La risa de Jules nos sigue por el pasillo. 
Cuando llegamos al dormitorio, Moses empuja la puerta para abrirla y luego 
nos encierra dentro. 
Me doy la vuelta y dejo que mi cabeza descanse sobre su pecho. —Por favor, 
dime que vamos a encontrar a este tipo. 
Alisa mi cabello lejos de mi cara y enrosca su palma alrededor de la parte de 
atrás de mi cuello. —Lo encontraremos. Todo esto terminará pronto. 
Levanto la cabeza para mirar esos ojos verde-dorado. —¿Y luego qué pasa? 
—¿Te refieres a nosotros? 
Estoy demasiado cansada para asentir, pero levanto las cejas para 
responder. 
—Tú decides qué tipo de vida quieres y yo descubriré cómo dártela. 
Parpadeo dos veces. —No puede ser tan fácil. 
Me levanta la barbilla con el pulgar y el índice. —Puede ser tan fácil como 
quieras. No estaba contando cuentos cuando dije que volví para ponerte un 
anillo en el dedo, mama. Tú y yo, esto es permanente. No voy a dejar que te 
vayas de nuevo ni te alejaré. Te quiero en mi vida y a mi lado todos los días. 
—¿Qué pasa si quiero quedarme aquí en Nueva Orleans? ¿Mount te lo 
permitirá? 
La mandíbula de Moses se aprieta. —Me lo dejas a mí. Pero sé esto: nadie se 
interpone en el camino para que estemos juntos. No ahora y jodidamente 
nunca más. Ni siquiera Mount. 
Más que nada, quiero creer lo que dice. Pero incluso si Moses se equivoca 
sobre Mount, tengo una carta de triunfo. —Si nos causa problemas, 
involucraré a Keira. Si ella sabe que esto es lo que necesito para ser feliz, 
entonces no dejará que él lo joda, porque no he tenido mucho de eso en mi 
vida. 
Moses me mira pensativo. —Voy a hacer que la misión de mi vida sea darte 
todo la felicidad que puedas soportar, mama. Recuerda mis palabras, eso es lo 
que pretendohacer. 
Deslizo mis brazos alrededor de su cintura y aprieto. —Ya has tenido un 
buen comienzo. Ahora . . . si pudiéramos deshacernos del policía que quiere 
culparme del asesinato y del tipo que me quiere muerta, lo estaríamos 
haciendo aún mejor. 
 
 
 
 
 
 
Moses presiona un beso en la parte superior de mi cabeza. —Estoy 
trabajando en ello. Ahora, duerme un poco. Volveré más tarde. 
Mientras me meto en la cama sola no puedo evitar pensar en lo loca que se 
ha vuelto mi vida desde que apareció Moses. 
Mi negocio está totalmente en suspenso, lo que queda de mis ahorros está 
recibiendo una paliza solo para pagar las facturas, la casa en la que trabajé tan 
duro para hacer mi santuario escondido ya está en el radar de la policía, la 
casa que estoy vendiendo Desiree está siendo observado por los federales, un 
tipo ha intentado matarme y otro está tratando de terminar el trabajo. 
A pesar de todo eso, me voy a la cama con una sonrisa en mi rostro. 
Tiene que haber algo jodidamente mal conmigo, Pienso mientras me pongo las 
mantas alrededor de los hombros. Y luego recuerdo la lectura que Celeste hizo 
por mí. 
Todo está cambiando, y tengo que pasar a lo bueno. Porque eso también viene. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Moses 
—Mama, sé que quieres ayudar, pero esto es algo que debes evitar. 
Maldita sea, Moses. Si no hubiera estado en el depósito, la mierda podría 
haberse ido de lado. Yo puedo apañármelas sola. No soy una madre de la 
Asociación de Padres y Maestros que piensa que puede meterse en el robo de 
casas sin problemas. 
No puedo contener la risa de su ejemplo. —Sé que puedes manejarte sola. 
Pero es apenas un trabajo de dos hombres, y no hay necesidad de ponerte en 
riesgo o darle a Cavender más para investigar. Sabes que tengo razón. 
Magnolia muestra sus dientes y se necesita todo lo que tengo para no 
levantarla, arrojarla sobre mi hombro y llevarla de vuelta a la cama para que 
repetir el despertador matutino que le di. 
Me inclino para morder su labio. —Creo que estarías menos malhumorada 
considerando los orgasmos que tuviste esta mañana. 
Su mirada podría cortarme en tiras. —Que me condenen si piensas que 
follarme a primera hora de la mañana hará que te salgas con la tuya durante el 
resto del día. 
Mi risa sale en una explosión. —Maldita sea, mujer. Eres tan jodidamente 
perfecta para mí que ni siquiera puedo empezar a decírtelo. —Muestro mi 
expresión más seria. Pero no vas a ir. Mi trabajo, mis reglas. Quédate con Trey 
y échale una mano. Jules y yo tenemos esto. 
—Voy contigo, —dice Magnolia con las manos en las caderas y una 
expresión terca en el rostro. 
 
 
 
 
 
 
Magnolia está enojada, pero puedo decir que finalmente cederá cuando 
ponga los ojos en blanco. 
—Dios me libre de hombres autoritarios que creen que saben más. 
—Dios no te está salvando de mí, mama. Estás atrapada conmigo. 
Agarro sus caderas y las tiro hacia mí. Cruza los brazos sobre el pecho justo 
antes de chocar con mi cuerpo y le doy un beso profundo. 
—Métete conmigo si quieres. Te mantengo a salvo, y eso no es negociable. 
—Bien. Pero tienes que pasar por mi antigua casa y de alguna manera no ser 
visto por los federales porque Desiree todavía no se ha comunicado conmigo. 
Yo también estoy jodidamente preocupada por ella. 
—Lo tienes. Entraremos por el callejón. Le diré que no vuelva a preocuparte 
así. 
—Te lo agradezco, —dice Magnolia, pero parece que tiene la boca llena de 
uvas amargas. 
La beso de nuevo de todos modos. —Volveremos en unas horas. —Dejarla 
siempre se siente como ir contra la corriente, pero esta vez es lo mejor. 
—Será mejor que me avises si tienen algún problema. 
Lanzo una mano sobre mi corazón. —Lo prometo. 
Con eso, finalmente me devuelve el beso, y en lugar de ser duro y rápido, se 
lanza como si fuera la última vez que me besara. Cuando se aparta, leo la 
aprensión en sus ojos. 
—No va a pasar nada, mama. Será rápido. Dentro y fuera. Obtendremos 
respuestas y estaremos un paso más cerca de poner a este bastardo en el suelo 
para que nunca más tengas que preocuparte por él. Todo estará bien. 
Famosas. Últimas. Palabras. 
 
 
—Alguien ya ha estado aquí, —le digo a Jules mientras entramos en la sala 
de estar del apartamento. 
—¿Cómo lo sabes? —pregunta, buscando señales de vida a su alrededor, 
pero sin encontrar ninguna. 
 
 
 
 
 
 
No tengo absolutamente ninguna razón concreta para sentir lo que creo que 
es la verdad, pero lo siento en mis entrañas. —Llámalo una corazonada. 
Caminamos por el apartamento, que apesta a basura podrida, y lo primero 
que noto es lo que no hay. Sin fotos. No hay chucherías que no sean cuchillos. 
Nada personal. Esto era un lugar de descanso, o a Ricardo le importaba una 
mierda. 
—Parece que este tipo solo comía, bebía y coleccionaba cuchillos, —dice 
Jules desde la cocina. Sabiendo cuán enfocado está mi mano derecha en la 
salud y el estado físico, no es de extrañar cuánto desprecia lo que vemos a 
nuestro alrededor. 
Yo me quedo con el dormitorio. Buscas en la mierda de la sala de estar. Tal 
vez tenga algo allí que nos perdimos. 
Nos separamos y empiezo a buscar en el armario del dormitorio. Me importa 
una mierda la ropa y los zapatos del hombre. Necesito algo de su pasado. 
Cualquier cosa que podamos usar para rastrear a quién le habría importado lo 
suficiente como para intentar encontrar quién lo mató. O alguien lo amaba o 
alguien lo necesitaba por dinero. Entonces, familia o pareja. 
Le doy la vuelta a las tapas de sus cajas de zapatos y solo encuentro 
zapatos. Al menos, hasta que llegue a una en la parte inferior de la pila en la 
esquina posterior. 
—Mierda, sí, —murmuro mientras encuentro un montón de imágenes en la 
parte superior de algunos cuchillos más. 
Rebusco en los recuerdos hasta que encuentro una foto con dos chicos. Uno 
es un pie más alto que el otro, pero se parecen lo suficiente como para adivinar 
que están relacionados. No hay nada escrito en la parte de atrás, así que no 
puedo estar seguro, pero estoy dispuesto a apostar mucho dinero por el hecho 
de que Ricardo tiene un hermano o un primo. 
Meto toda la caja debajo del brazo y la saco de la pocilga de un armario. 
Rápidamente, reviso el baño antes de regresar con Jules. —¿Alguna pista? 
No parece muy emocionado por nada y mueve sus manos alrededor. —Tengo 
un par de cajas de cerillas, parcialmente usadas, del mismo bar. Es una 
posibilidad remota, pero tal vez algo. 
Es mejor que nada. —Suficientemente bueno. Vámonos de aquí. 
Jules mira la caja debajo de mi brazo. —¿Encontraste algo útil? 
—Estoy seguro que lo espero. 
 
 
 
 
 
 
En ese momento, alguien llama a la puerta y Jules y yo nos miramos. Señalo 
el control deslizante que conduce a un pequeño patio en la planta baja. Jules 
no duda, sabiendo el procedimiento, y nos movemos en silencio, deslizándonos 
fuera del apartamento. 
Tan pronto como estamos en la camioneta, que estaba estacionada a una 
cuadra y media de distancia en una calle lateral, dejo la caja en el piso. Pasa 
por delante del apartamento. Quiero ver quién diablos estaba llamando a la 
puerta. 
—Lo tienes, jefe. —Jules gira el volante y nos lleva más allá del edificio. 
Nos miramos sin decir palabra cuando vemos una patrulla estacionada al 
otro lado de la calle. 
—¿Crees que alguien llamó a la policía por nosotros? 
Niego con la cabeza. —No estoy seguro, pero no me gusta. Salgamos de aquí, 
pasemos por la antigua casa de Mags y luego volvamos a la casa. Algo sobre 
hoy simplemente no se siente bien. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Moses y Jules no regresan a la casa hasta una hora después de que yo los 
esperaba. He estado ayudando a Trey a conectar los puntos, trazando un mapa 
de lo que sabemos de la vida de Ricardo. Hasta ahora, todo lo que tenemos es 
que tenía algunas amigas para follar, le gustaba ir de fiesta, comía como una 
mierda y no era un buen criminal. 
Descubrimos esto último buscando en Google todas las direccionesque 
había usado su GPS para encontrar. 
—¿Así que esa casa reportó un robo frustrado, esa reportó un intento de 
robo, y este tipo le disparó a alguien en la oscuridad y ese alguien escapó? 
Ortiz era el ladrón más pobre del que he oído hablar. 
—Pero logró tener suerte con este, —dice Trey, leyendo un artículo en su 
pantalla—. Esposo encontrado muerto a puñaladas. La esposa fue arrestada 
pero luego liberada cuando las pruebas no respaldaban la teoría de la policía 
de que era sospechosa . 
—Joder Ricardo —digo, comprobando la hora de nuevo. No tuve que 
molestarme porque el estruendo del SUV llega a través de la puerta deslizante 
abierta un momento después. 
Trey y yo nos miramos expectantes. —Han vuelto, —decimos al unísono. 
Salto de mi asiento, aliviado de que Moses finalmente esté en casa, porque 
me he sentido muy inquieta desde el momento en que salió por la puerta. Pero 
cuando entra, mi estómago se hace un nudo ante la expresión de su rostro. 
—¿Qué pasa? 
 
 
 
 
 
 
Cierra los ojos por un momento antes de finalmente encontrar mi mirada. —
Tengo malas noticias, mama. Vas a querer sentarte para ello. 
Todo mi cuerpo se pone rígido. —¿Por qué? ¿Qué pasó? Sólo dime. Me estás 
asustando ahora mismo. 
Moses viene hacia mí y me empuja contra él. Pasamos por tu antigua casa. 
La casa. 
—¿Qué? ¿Desiree está bien? —Mi corazón retumba en mi pecho y contengo 
la respiración. Cuando solo niega con la cabeza, mi corazón se detiene en mi 
garganta—. Mierda. Mierda. Solo dime, Moses. Mi cerebro está dando vueltas 
en este momento. Lo que tengas que decir, no puede ser peor de lo que me 
imagino. 
Inclina su cabeza hacia adelante, tocando su frente con la mía. —Fue malo, 
mama. Entramos y salimos. Llamé a la policía en una línea de información 
anónima. 
Un escalofrío recorre su cuerpo y el miedo inunda mis venas. 
—Jesucristo. ¿Qué le pasó a ella? 
Moses aparta la cabeza de la mía y luego la mueve lentamente hacia 
adelante y hacia atrás. —No quieres saber. Pero . . . ella se ha ido. Fue él . . . y 
ella se ha jodidamente ido. 
Por primera vez desde que empezó todo esto, las lágrimas corren por mi 
rostro. —¡No! —Aprieto mis manos en puños y las golpeo contra el pecho de 
Moses mientras la agonía me desgarra—. ¡No! ¡Esto no es jodidamente justo! 
¡Ella no le hizo nada a nadie! ¿Qué mierda? 
Moses me sostiene mientras me enfurezco, lloro y grito hasta que mi 
garganta se vuelve ronca. Cuando me canso, toma la parte de atrás de mi 
cabeza y la apoya contra su pecho. 
Durante varios largos momentos, me quedo allí agotada, asustada y 
jodidamente lívida. 
Aspiro resoplando. —¿Qué diablos vamos a hacer? Esto tiene que terminar. 
Tenemos que acabar con esto. Desiree no hizo nada. Esto no debería haberla 
tocado. Tiene que jodidamente morir. Voy a matarlo yo misma. 
Mi teléfono vibra sobre la mesa y Moses lo mira. —Keira. ¿Quieres hablar 
con ella? 
Mi cuerpo vibra con dolorosa ira, y lo último que quiero hacer es arrojarlo 
todo sobre Keira. —No lo sé. 
 
 
 
 
 
 
—Llamé a Mount en el camino de regreso aquí. Le conté lo que pasó. Puede 
que ya lo sepa. Habla con ella, mama. Habla con tu amiga. 
Coge el teléfono y me lo ofrece. Mi mano tiembla cuando se lo quito y toco la 
pantalla antes de que deje de vibrar. 
—Hola, —digo, mi voz cruda. 
—Oh, Dios mío, Mags. Acabo de escuchar. Lo siento mucho. Sé que Desiree 
y tú eran unidas. —Suena absolutamente comprensiva y probablemente al 
borde de las lágrimas. 
—Sí, —le digo, sin saber cómo responder. 
—No estás bien, así que no voy a preguntar. Pero . . . Realmente, realmente 
quiero que tú y Moses vengan a quedarse con nosotros. Lachlan está de 
acuerdo. Sea quien sea este tipo, no se detendrá hasta que te encuentre, y no 
te voy a perder. —Está divagando y su voz se eleva cuando suplica—: Por favor, 
solo di que sí. Por favor. 
Sé que mi hombre no dejará a nadie atrás. —Hay más que solo Moses y yo. 
También tenemos a dos de sus muchachos. 
Todos son bienvenidos. Tenemos mucho espacio. Y nadie puede llegar a ti 
aquí. Es, literalmente, el lugar más seguro de toda la ciudad. Demonios, el 
planeta entero. 
Miro a Moses, que está escuchando la conversación. Sin que yo exprese la 
pregunta, asiente que está de acuerdo. 
—Está bien, Ke-ke, —le digo—. Lo haremos. 
—Gracias a Dios, —responde con un suspiro de alivio—. Se lo diré a 
Lachlan. V vendrá con instrucciones. No te preocupes, Mags. Te mantendremos 
a salvo. No voy a dejar que te pase nada. Nunca más. 
Cuando cuelgo con Keira, mis manos no están más firmes. Las lágrimas se 
deslizan por mi rostro mientras evoco imágenes de lo que Moses encontró 
cuando fue a ver a Desiree. 
—Cómo . . . ¿cómo la mató? 
—Mama. . . —Moses niega con la cabeza—. Confía en mí cuando te digo que 
no quieres saber. 
Miro profundamente en su mirada y veo verdadero dolor y horror allí. —
Tengo que saberlo. Esto es por mi culpa. Todo es jodidamente por mi culpa. 
Agarra mi cara entre sus palmas. —No hiciste esto. Intentaste hacerla ir con 
las chicas. Le ofreciste pagarle para que se fuera. Ella conocía los riesgos de 
 
 
 
 
 
 
quedarse. Hiciste todo bien. Todo lo que pudiste hacer. No puedes controlar lo 
que hace un maldito psicópata. Esto no es tu culpa, ¿me entiendes? No hiciste 
esto. 
Todo mi cuerpo tiembla, y si no consigo controlarme, me voy a desmoronar y 
ser inútil para todos. Rechino los dientes mientras inhalo larga y lentamente y 
lo suelto. 
—Esa es mi chica. Otro. Respira hondo, —dice Moses, soltando su agarre en 
mi cara. 
Inhalo y exhalo un par de veces más. Aunque todavía siento que mi corazón 
está hecho trizas cuando termino, ya no estoy en peligro de acurrucarme en 
posición fetal en el suelo. Eso es algo que nadie necesita ver. Tampoco quiero 
hacerlo porque es posible que nunca me levante y eso simplemente no es una 
opción. 
Esto es más grande que yo. He puesto a todos en peligro. Pero al menos 
tenemos la fuerza y el poder del hombre más despiadado de la ciudad que nos 
respalda. 
—Buena chica. Bueno. Vamos a empacar. Cuanto antes estemos encerrados 
en la fortaleza de Mount, mejor. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Moses 
 Habría hecho cualquier cosa para evitar que Magnolia sintiera lo que 
siente ahora, y odio que no hayamos podido rastrear a este maldito monstruo. 
La mierda en la caja del armario de Ricardo tendrá que esperar hasta que 
lleve a Magnolia a algún lugar donde ni el mismo diablo pueda llegar a ella. 
Después de lo que vi en esa casa. . . un escalofrío recorre mi columna 
vertebral. 
He sido testigo de una mierda jodida en mi día. Realmente jodida. Demonios, 
una vez di órdenes por cosas malas. Pero nada como lo que vi, y no quiero 
volver a ver eso nunca más. No hay duda de que me visitará en mis pesadillas 
tal como está. 
Cuando la policía encuentre la escena del crimen, volverán a buscar a 
Magnolia, y esa es otra razón por la que la quiero en un lugar intocable. No me 
arriesgo a que Cavender u otro policía idiota le muestren a Magnolia una foto 
de lo que le sucedió a Desiree. 
Ella no necesita ver eso. Jamás. 
Ambos empacamos rápidamente, y mientras Magnolia llena sus maletas 
nuevamente, me sorprende que se mude por tercera vez en una puta semana. 
Sin embargo, ella no discute. Ella no se queja. Ella solo . . . hace lo que tiene 
que hacer. 
Cualquier otra mujer estaría perdiendo la maldita cabeza ahora mismo, 
catatónica con todo el caos y el cambio, pero Magnolia Maison no. 
Si tuviera alguna duda sobre si ella podría manejar mi vida, ha sido borrada. 
Ella es fuerte como el infierno y toda mía. 
 
 
 
 
 
 
En una hora, Jules deja entrar al silencioso segundo al mando de Mount. V 
tiene un sobre en la mano y levanta la barbilla cuando me ve, sosteniéndolo. 
No tengo que preguntarme cómo supo dónde estábamos, porque le di a 
Mount la dirección. Aunque probablemente ya lo sabía. Bastardo astuto. 
Tomo el sobre y lo abro. Las instrucciones de Mount están en un garabato 
oscuro y pesado.Ven a la misma entrada que usaste antes. No traigas cola. Después de 
estacionar, dale las llaves a V. Él hará que quiten los vehículos fuera de la vista 
y se guarden con mi colección personal. No los necesitarán. 
 
Cuando termino de leer la nota, me encuentro con la mirada de V. —
Estamos casi listos. 
Me asiente con la cabeza y sale a esperar. 
La mirada de Jules lo sigue. —Ese tipo es realmente jodidamente callado. 
—Probablemente sea más seguro ser conocido por estar en silencio si estás 
cerca de Mount todo el tiempo. —Miro hacia el pasillo donde Jules y Trey 
tienen habitaciones—. ¿Están casi listos? 
Trey entra a la cocina con una bolsa de lona al hombro y un estuche rígido 
para su equipo informático en la mano. —No sé sobre Jules, pero yo ya lo 
estoy. 
—Mis maletas ya están en el SUV. Llevaré las tuyas y las de Magnolia tan 
pronto como estén listos. 
Agarro su hombro mientras Trey se dirige afuera. —Gracias hombre. Y sobre 
antes. . . —Mi voz se apaga, pensando en el rostro de Jules cuando siguió mi 
grito a la habitación donde encontré a Desiree—. ¿Estás bien? 
Su expresión es sombría. Mierda, hombre. Ese . . . eso fue una mierda mala. 
Siento que debería hacer la puta señal de la cruz cada vez que pienso en ello. 
—Lo sé. Si necesitas hablar, avísame, ¿de acuerdo? Vamos a encontrar a 
este cabrón. 
Lentamente, su cabeza se mueve hacia arriba y hacia abajo. —Mierda, sí, lo 
haremos. A ningún hombre se le debería permitir vivir después de hacerle eso a 
una mujer. 
 
 
 
 
 
 
Trago el ácido que sube por mi garganta y lo acerco para darle un abrazo 
rápido en la espalda. —Jodidamente bien, hermano. Tienes toda la maldita 
razón. 
Cuando lo suelto, su expresión es determinada, que es exactamente como 
me siento. 
—Iré a ver si Mags ha terminado y agarraré mis maletas, —le digo. —Tú 
conduces el SUV. Me quedo con el Rolls. Después de que lleguemos, todas las 
llaves van a V. Mount tiene un lugar para ellos. No dejes nada aquí. Puede que 
no regresemos. 
—Entendido. Y estoy listo, pero le daré otra mirada a la habitación de Trey. 
El cabrón siempre se olvida de algún cable en alguna parte. —A pesar de la 
mierda que le da a Trey, son como hermanos, y me alegro de que estén cerca 
cuando lleguemos con Mount. 
Nadie debería estar solo después de presenciar lo que vimos hoy. 
Nos separamos y vuelvo sobre mis pasos hasta el dormitorio donde Magnolia 
cierra la cremallera de su segunda maleta. —¿Todo listo? 
Se vuelve y me ve de pie en la puerta. —Sí. Me estoy volviendo buena 
empacando esta mierda rápido. Menos mal que viajo con poco peso estos días. 
Odio lo que esto le está haciendo a ella, pero solo me impulsa a verlo hasta el 
final. —No por mucho más, mama. Vamos a superar esto, y luego nos 
estableceremos en algún lugar durante un buen tiempo. 
El fantasma de una sonrisa asoma por sus labios. —Eso suena como una 
fantasía en este momento. 
—Lo será. Solo espera. Si estás lista, tomaré tus maletas y Jules las cargará. 
V está aquí y estamos listos para rockear. 
Toma otra respiración lenta y temblorosa y la suelta. Una señal más de lo 
mucho que esta mierda la está comiendo viva, y lo he superado. —Bueno. 
Hagamos esto. 
 
 
 
 
 
 
Entrar por una de las entradas familiares en la casa de Mount y Keira no 
es exactamente nuevo para mí, pero nunca antes había venido con tanto 
equipaje. Y no sólo hablo del equipaje. 
Los pensamientos de Desiree y las punzadas agudas del dolor me 
acompañan en cada paso que damos a través de los pasillos sinuosos hasta 
que llegamos a un pasillo alfombrado en negro, blanco y dorado. 
Keira corre hacia mí tan pronto como mis pies se hunden en la afelpada 
alfombra. —Estoy tan contenta de que estés aquí, —dice, arrojando sus brazos 
a mi alrededor y apretándome fuerte en un abrazo. Lo siento mucho, Mags. No 
puedo creer que esto esté pasando, pero lo arreglaremos. Le dije a Lachlan que 
no me importa qué hilos tenga que tirar o que favores tenga que pedir. 
Quienquiera que sea esta persona, hay que detenerlo. 
Le devuelvo el abrazo, sintiendo el consuelo que me ofrece. —Gracias, Ke-ke. 
No sé qué haría sin ti. 
Ella se echa hacia atrás, todavía sosteniéndome, y me ofrece una pequeña 
sonrisa. —Y no sé qué estaría haciendo con mi vida ahora mismo si no fuera 
por ti. Yo diría que estamos bastante igualadas. 
El hecho de que mi mejor amiga me esté agradeciendo por entrometerme en 
su vida de la forma en que lo hice demuestra que no sé cómo hacer amistades 
de la manera normal. Gracias a Dios, Keira tampoco sabe cómo hacerlo. 
—Déjenme mostrarles sus habitaciones. Si necesitan algo, pueden levantar 
el teléfono de la casa y marcar cero. No tengan miedo de pedir. Literalmente, 
tenemos veinte personas corriendo por aquí cuidando este lugar, y todos están 
dispuestos y más que felices de ayudar. 
 
 
 
 
 
 
Nos lleva a un conjunto de altas puertas dobles blancas y doradas y las abre. 
Moses y yo la seguimos adentro y, lo juro, es como entrar en un hotel de lujo. 
Todo es negro, dorado y blanco, y Keira destaca las comodidades. 
—La nevera está completamente equipada con licor, cerveza, vino, refrescos, 
agua, lo que necesiten. La cocina está en espera para preparar lo que quieran. 
En cualquier momento, de día o de noche. Nuevamente, presionen cero y 
alguien tomará su pedido y se los traerá. —Mira hacia Trey y Jules. —Sus 
habitaciones estarán al final del pasillo. Son muy parecidas a esta. Solo denme 
un segundo y se las mostraré. 
—Puedo mostrárselas. 
La voz profunda viene del pasillo y todos nos volvemos para ver Mount. . . el 
despiadado rey de Nueva Orleans. . . cargando a su princesa, vestida de rosa. 
—¡Rory está despierta! ¿Cómo está mi niña? —Keira se apresura hacia ellos, 
con los brazos abiertos para su hija. 
Rory, sin embargo, tiene otros planes. Entierra la cara en el cuello de su 
padre y se oye un gemido audible. 
—Alguien no durmió bien durante su siesta y ahora está enojada con el 
mundo. Si tuviera los códigos nucleares, podría usarlos, —dice Mount, 
burlándose de manera inusual de su esposa. 
—Aw, mi niña, —dice Keira, dándole una palmadita en la espalda—. Y ahora 
solo quiere a su papá, ¿no es así? 
No tengo ni idea de cómo el hombre se las arregla para lucir tan imponente 
mientras carga a una niña malhumorada, pero lo logra. Curiosamente, le 
sienta muy bien. 
—Por supuesto. Porque ningún otro hombre será lo suficientemente bueno 
para ella. ¿No es así, princesa? —Mount dice en lo que definitivamente es la voz 
más amigable que le he escuchado usar. No hay duda de que el hombre ama a 
su hija de manera feroz. 
Rory hace un gruñido contra su cuello y no puedo evitar sonreír. Ella es la 
cosa más preciosa que he visto en mi vida. Esta niña no conocerá nada más 
que el amor porque Mount no permitirá que nada la toque. Jamás. Y así es 
exactamente como debería ser. 
Los pensamientos sobre lo que podría haberle sucedido a Desiree intentan 
entrometerse de nuevo, pero los bloqueo. 
No va a ayudar en nada en este momento, me digo. 
 
 
 
 
 
 
Keira les dice algo a Mount y Aurora que no puedo escuchar, pero su 
respuesta llega más lejos. 
—Ella puede quedarse conmigo. Llevaremos a estos caballeros a sus 
habitaciones y luego veremos si ella quiere tomar otra oportunidad para dormir 
la siesta. Quizás leer un libro o dos. Supongo que tendré que hacer las voces. 
El bebé se acurruca contra su papá, y me pregunto si ella sabe que lo tiene 
envuelto alrededor de su dedo meñique. 
Keira presiona un beso en la parte posterior de la cabeza de su bebé, y 
Mount conduce a Trey y Jules por el pasillo. Trey se da vuelta para mirarnos a 
mí y a Moses, y sus ojos parecen como si se le fueran a salir de la cabeza. Keira 
se ríe al ver su expresión y nos lleva de regreso a la suite. 
—La gente no sabe qué pensar sobre Lachlan y nuestra princesita. Lo juro, 
no tenía idea de cuán rápida y fácilmente esa chica sería capaz de dominar a 
su padre y su personalidad áspera. Ella estará muy malcriadacuando tenga 
dos años a este ritmo. 
—Eso es lo que se supone que las niñas deben hacer con sus padres. Con 
suerte, tendrás la casa llena, —dice Moses con una sonrisa suave. —Rezo al 
Señor de arriba todos los días para que llegue a conocer exactamente el mismo 
sentimiento. 
Me agarra la mano y la aprieta, y me congelo. 
Espera. ¿Está diciendo lo que creo que está diciendo? 
La sonrisa de Keira es tan amplia que corre el riesgo de partirse la cara por 
la mitad. —¿Quieres hijos, Moses? 
Sin dudarlo, asiente. —Sí, señora. 
Cuando me mira, miro su rostro en estado de shock. 
—¿De verdad quieres niños? —Le pregunto con cautela. 
—Me encantaría tres, pero me conformaría con uno. Supongo que realmente 
depende de ti, mama. 
Algo que mantengo escondido en lo más profundo cobra vida tan pronto 
como él dice esas palabras. —Tal vez solo comience con uno y siga desde allí. 
La sonrisa de Moses brilla tan llena de alegría, todo lo contrario de cómo se 
veía hace solo una hora cuando entró a la casa después de regresar de lo de 
Desiree. Ojalá pudiera grabar esta nueva imagen en mi cerebro para 
reemplazar toda la fealdad de hoy. 
 
 
 
 
 
 
—Parece que ustedes dos están en la misma página entonces, —dice Keira 
en voz baja, saliendo de la habitación, sin duda para darnos espacio para que 
podamos discutir el tema más a fondo. No tengo ninguna duda de que a Keira 
le encantaría que mañana comenzara a tener bebés para que ella y yo 
pudiéramos criarlos juntos. 
—Aquí vienen sus maletas, —dice mientras llega al pasillo—. Dejaré que 
ustedes dos se instalen. Sus muchachos estarán al final del pasillo a la 
derecha. Si marcan el cero y solicitan que los lleven a su habitación, el 
operador podrá ayudarlos. Si están despiertos para cenar, será muy discreto, a 
las siete. 
Moses me suelta la mano y camino hacia mi amiga. —Gracias hermosa. 
Apreciamos todo lo que está haciendo por nosotros. 
Ella sonríe. —De nada. No dejaré que te pase nada, Mags. No si está en mi 
poder. —Sus brazos salen y me envuelve en un fuerte abrazo. Mientras lo hace, 
susurra en mi oído—. Y ese hombre. . . bueno, tendrás que contarme todo 
sobre él más tarde, cuando tengamos un tiempo a solas. Tengo que escuchar 
todo sobre el tipo que quiere darte tres bebés. 
Le aprieto la espalda. —Gracias, Ke-ke. Eres la mejor. 
Ella me libera después de un momento largo, pero muy necesario. —Todo lo 
que quiero es verte feliz. Ahora, solo tenemos que encontrar a este hijo de puta 
y por fin eliminarlo. 
La sonrisa que agrega para puntuar su frase me hace reír, cuando podría 
haber jurado que sería imposible reír por el resto del día. 
—Mount te está contagiando. 
—Estoy segura de que es así, pero eso es lo que hace el amor de verdad. —
Ella se echa hacia atrás y su cabeza cae hacia un lado—. Te hace más fuerte de 
lo que jamás soñaste y haces cosas que nunca imaginaste posibles. Y ahora es 
tu turno. 
Amor verdadero. Qué concepto. 
 
 
 
 
 
 
Moses 
Mount se sienta a la cabecera de la mesa, con su esposa a su derecha y su 
hija entre ellos. No sé por qué eso me sorprende, pero lo hace. La niña lleva un 
babero que dice Mi papá dice que está bien, y todavía me sorprende que él sea 
tan abiertamente afectuoso con la niña. 
Por otra parte, estamos en el santuario interior. Si pensara que alguno de 
nosotros era una amenaza o usaba esta información en su contra, estaríamos 
muertos antes de que pudiéramos salir de la habitación. 
Jules y Trey están en su mejor comportamiento, aunque no escapan a la 
atención de Mount. 
—Tengo entendido que eres el hacker, —le dice a Trey mientras se sirve el 
vino. 
—Prefiero pensar en mí mismo como director técnico de nuestra operación, 
pero sí, el hacking es parte de lo que hago. 
El rey levanta la barbilla. —¿El hackeo más difícil? 
—Nada que pueda revelar sin ser arrestado por Interpol. 
Mount parece convenientemente impresionado. —Interesante. —A 
continuación, se centra en Jules—. ¿Y cuál es tu función? 
—Probablemente se parezca mucho a tu chico silencioso. Miro hacia Moses. 
Hace lo que sea necesario. Nos conocemos desde hace un largo tiempo. 
Le doy a Jules un asentimiento. —Jules y yo hemos sido colegas durante 
más de una década. Trey ha estado con nosotros solo un año menos. 
—Es un negocio bastante impresionante que ustedes tres han construido. 
 
 
 
 
 
 
—No lo habría construido si no fuera por ti, —le digo. 
La atención de Mount se centra en mí. —¿Cómo es eso? 
Miro al otro lado de la mesa a Magnolia, preguntándome si debería haberle 
dicho esto primero, pero de cualquier manera, será bueno para ella escuchar. 
—Cuando me prohibiste entrar al estado de Luisiana... 
—Por supuesto que harías algo así, —dice Keira, fulminando con la mirada a 
su esposo. 
—Tiempo diferente. Diferente tiempo. 
Ella pone los ojos en blanco y vuelve a su ensalada, y sigo contando mi 
historia. 
—Iba de camino por Texas cuando me encontré con un chico en las afueras 
de Houston. Su acento era fuerte y distintivo de Nueva Orleans. Estaba 
borracho en un bar, hablando de empezar de nuevo. Como yo también estaba 
comenzando de nuevo, bajé un taburete y lo escuché divagar. Estaba en mi 
segundo trago cuando finalmente salió y me dijo que había fingido su propia 
muerte después de la tormenta. 
Jules y Trey sonríen porque han escuchado esta historia antes. 
—¿No me digas? —Magnolia dice, la curiosidad estampada en sus bonitos 
rasgos. 
—Sí. Él, eh. . . —Entrecierro los ojos hacia la bebé, no estoy seguro de si 
debería estar agregando la última parte de la historia. 
—Ella no entiende lo que estás diciendo, así que adelante, —me dice Keira. 
—Bueno, encontró un cuerpo irreconocible que era de su altura, peso y 
color, y se aseguró de que su billetera estuviera en el bolsillo y su anillo en el 
dedo. Lo dejó en su casa, que se inundó. 
—¿De qué estaba huyendo?—Mount pregunta. 
—Pagos de pensión alimenticia, —digo con una risita—. El bastardo tenía 
una ex esposa que lo odiaba y juró que nunca jamás se volvería a casar porque 
quería ese cheque de él todos los meses. Estaba enfermo y cansado de trabajar 
duro solo para darle una gran parte del dinero. Así que decidió correr y 
empezar de nuevo. 
Keira se echa a reír. —Deja que un hombre decida que fingir su propia 
jodida muerte fue mejor que pagarle a su ex esposa. 
Mientras todos en la mesa se ríen con ella, varias personas salen por la 
puerta que supongo conduce a la cocina, llevando enormes bandejas de comida 
 
 
 
 
 
 
que llenan el aire con el aroma de la cocina criolla. En su mayor parte, la 
conversación se mantiene notablemente ligera durante el resto de la comida, y 
solo ver a Magnolia relajarse y respirar jodidamente tranquila durante unos 
minutos me alimenta de una manera que los platos sobre platos de comida 
nunca podrían hacerlo. 
Después de que se retira la cena y Keira está levantando al bebé de su 
asiento, Mount se mueve hacia mí. 
—Acompáñame a tomar una copa en la biblioteca, —dice, no tanto cómo una 
petición, sino como una orden. 
En lugar de estar de acuerdo de inmediato, miro a Magnolia. 
Keira interviene y dice—: Mags, también me encantaría robarte unos 
minutos. Solo necesito dejar a Rory primero. 
Magnolia empuja su silla lejos de la mesa. —Te ayudaré con la bebé. Me 
vendría bien una distracción increíblemente dulce. 
Mientras las mujeres se levantan, Mount le da un beso de buenas noches a 
su hija y le dice algo a su esposa. 
Dejo mi servilleta sobre la mesa y me levanto. En cuanto lo hago, recuerdo la 
caja de mierda que saqué del departamento de Ortiz. 
—Jules. Trey. Revisen la caja que saqué del apartamento de Ricardo. Vean 
qué pueden encontrar. Había una foto de él y otro niño, uno mayor de aspecto 
similar. Podría ser un hermano. 
Los ojos de Trey se iluminan. —Si es una imagen decente, puedo envejecer al 
chico y tener una idea de cómo se verá ahora. Al menos nos daría algo para 
analizar el reconocimiento facial para averiguar dónde podría estar ahora. Si esquien está haciendo esto. 
La atención de Mount sigue la conversación entre Trey y yo. —Hazlo. No 
importa quién sea, lo encontraremos y lo traeremos. Incluso si él no es la 
persona detrás de esto, podría darnos información sobre quién es. Puedo ser 
muy persuasivo. 
Trey abre la boca para responder, pero la cierra antes de decir una palabra. 
Sólo puedo imaginar que iba a decir algo como, —¿Crees que podremos 
encontrarlo? o —¿Crees que realmente nos dirá algo?—Pero Trey recuerda 
claramente en qué mesa estaba sentado. Nuestra operación puede ser fluida y 
sofisticada cuando estamos funcionando normalmente, pero Mount y su 
imperio están en un nivel completamente diferente. 
—Buen plan, —dice Trey en su lugar. 
 
 
 
 
 
 
Mount se levanta de la mesa y se dirige hacia la puerta, sin esperar a ver si 
lo sigo. Levanto la barbilla a Trey y Jules. No necesito decir nada más, porque 
saben cuál es el objetivo aquí. 
Magnolia segura. Fin de la historia. 
Camino con Mount fuera de la habitación, a través de su laberinto de 
pasillos, hasta la biblioteca donde me encontré con él antes. Se acerca al 
aparador y nos sirve una copa a los dos sin preguntar mi preferencia. 
Naturalmente, en esta casa, el whisky Seven Sinners es siempre el licor 
preferido. 
Después de poner tres dedos en dos vasos, Mount me entrega uno y luego se 
sienta en uno de los sillones de cuero. Tomo el otro. 
—¿Qué tan mal estuvo? —pregunta después de tomar un sorbo. 
—¿Desiree? 
No me corrige, lo cual es suficiente respuesta. 
—Jodido. Realmente jodido. Mierda que nunca quise ver y espero no volver a 
ver nunca más. 
Su rostro es sombrío. —¿Fue torturada? 
Me resulta difícil tragar el líquido suave con visiones de la escena en mi 
mente. —Sí. Y no fue rápido. 
Un músculo hace tic en la mandíbula de Mount. —Si le pone las manos 
encima a Magnolia ... 
—No lo hará. —Lo interrumpo con una mirada dura—. No va a pasar. 
—Entonces lo encontraremos, —dice Mount, asintiendo con la cabeza—. Lo 
que sea necesario. Esta es mi ciudad y está invadiéndola. 
—Trey envejecerá la imagen que encontré, y esperamos como el infierno 
estar buscando al otro niño en ella. Sin embargo, es muy probable que el tipo 
al que estamos persiguiendo sea un fantasma. Ortiz se borró, y bien. Es lógico 
que su familia, si ese es el otro niño en la imagen, podría haberlo sido también. 
Mount bebe su whisky y me estudia. —Si ha sido borrado, entonces hay una 
razón. Tiene enemigos que lo quieren muerto. Eso puede ser algo que podamos 
usar. 
Miro mi whisky, mi ego quiere saltar y recordarle que nadie toca a este hijo 
de puta excepto yo. Quiero matarlo yo mismo, con mis propias manos, por lo 
que le ha hecho a Magnolia y su vida. Pero no importa. 
 
 
 
 
 
 
Al final del día, solo quiero al hijo de puta muerto. La quiero libre del miedo 
que la persigue. Quiero hacer desaparecer todo lo malo de su mundo. Supongo 
que es muy bueno que sea el mejor en hacer que la gente desaparezca en el 
aire. 
—Lo que sea necesario, —le digo al hombre frente a mí—. Quiero que 
termine. 
Mount se recuesta en su silla. —Me sorprendió cuando viniste aquí y 
declaraste tus intenciones. Quince años es mucho tiempo para estar fuera y 
luego intentar volver y hacer que algo funcione. Pero parece que no tienes 
ningún problema en ese frente, a pesar de mi leve y necesaria interferencia. 
Una media risa se desliza más allá del sabor ahumado en mis labios. —Sí, 
realmente trataste de joderme eso. Gracias. 
Una esquina de su boca astuta aparece. —Magnolia es importante para mi 
esposa. Decidí que la verdad también era importante para ella. Parece que has 
superado el obstáculo muy bien. 
Podría estrangular al hombre por lo que hizo y cómo lo hizo, pero tiene 
razón, me alegro de que ahora esté a la vista. Me alegro de no tener nada más 
que ocultarle. 
—No todo ha sido sencillo, pero ahora lo entendemos. Sabe que he vuelto por 
ella y no voy a joderlo. 
—¿Cuáles son sus planes después de que resolvamos este asunto? 
La forma en que Mount se refiere al hombre que ha estado aterrorizando a 
Magnolia hace que parezca que ha decidido que se manejará con poco o ningún 
esfuerzo. Espero que tenga razón. Su pregunta, sin embargo. . . está buscando 
información y no estoy preparado para dársela. Mount convierte la información 
en un arma, y no necesita más para usar contra mí. 
—Hablaré con Magnolia sobre esos planes cuando sea el momento 
adecuado. Estoy seguro de que te enterarás de ellos de una forma u otra. 
Mount levanta las cejas y me mira con curiosidad. —De repente, eres menos 
comunicativo con tu información. 
—Hay algunas cosas que incluso el todopoderoso Mount Lachlan no necesita 
saber primero. 
Bebe su whisky, estudiándome. —Has recorrido un largo camino desde el 
gángster de Biloxi que consiguió un trabajo en mi ciudad sin mi permiso. Debo 
decir, Moses, estoy impresionado y eso no sucede a menudo. Tu negocio es 
 
 
 
 
 
 
sólido, un servicio necesario en el mundo en el que vivimos tú y yo. ¿Estás 
planeando continuar operando después de que todo esto esté resuelto? 
Pienso en la reputación que he construido y en los clientes que me remiten y 
necesitan ayuda. Luego está Magnolia. No quiero que viva una vida nómada 
que no eligió para sí misma, si no es lo que quiere. 
—No lo sé todavía. Esa será otra discusión entre Mags y yo. Puedo darle la 
vida que quiera y la dejaré elegir. 
Mount hace girar el whisky en su vaso. —Lo apruebo. Aunque, egoístamente, 
espero que sigas en el negocio. Nunca se sabe cuándo alguien necesitará un 
conjunto de habilidades como las tuyas. Esperemos que no necesites usarlo 
para ti y Magnolia para cuando todo esto termine. 
Escucho lo que está diciendo, pero de nuevo, después de lo que Magnolia y 
yo hemos pasado en nuestras vidas, desaparecer juntos no suena como un mal 
plan en absoluto. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
No es la primera vez que veo a Keira acostar a Rory, pero al igual que los 
demás, me sorprende lo mucho que quiero tener eso. 
¿Cómo diablos vas a saber qué hacer con un bebé? Ho-It-All elige los peores 
momentos para presentarse y hacer preguntas difíciles, y también sabe cómo ir 
por la yugular. 
Keira se aleja de la cuna y viene hacia mí, de pie cerca de la entrada a la 
habitación de Rory. Sonríe y se pone de puntillas, indicándome que entre en la 
sala de conexión con ella. Cierra la puerta sin hacer ruido y espera mientras 
contiene la respiración. Cuando solo escucha el silencio, sonríe. 
—Gracias a Dios. Juro que la chica odia dormir. Siempre quiere estar 
despierta y ocupada, especialmente si su papá está cerca. 
Con mis inseguridades aumentando, le pregunto a mi amiga—: ¿Alguna vez 
te preocupó de no saber qué hacer con un niño? ¿Que no sabrías ser mamá? 
La atención de Keira se centra en mi rostro y, aunque no puede leer lo que 
ve allí, su expresión se suaviza. —Vamos, sentémonos. Te contaré todo lo 
aterrorizada que estaba de no tener ni idea de qué hacer con un bebé, y lo 
preocupada que todavía estoy de arruinarla de por vida. 
Me lleva a un par de sillones dorados colocados frente a una antigua 
chimenea que es más probable que dé vueltas hacia un pasaje secreto que 
alguna vez mantenga un fuego en su parrilla. 
Con escepticismo, le pregunto—: ¿Estás realmente preocupada por no saber 
qué hacer con ella? Pero tú. . . tuviste, como, la infancia perfecta. Padres 
geniales. Todo. 
 
 
 
 
 
 
Keira mete los pies debajo de ella en una silla y yo tomo la de enfrente. —¿Y 
tienes miedo porque tenías la voz de Bernie en tu oído, diciéndote que cada 
maldita cosa que hiciste estaba mal, que no sabrás cómo ser madre? 
Me miro las manos, que están unidas en mi regazo. —Nunca he tenido 
miedo de mucho, lo que probablemente ha sido la raíz de la mayoría de mis 
problemas. Pero cuando pienso en lo mucho que quiero un bebé, me aterrorizo, 
Keira. —Cuando levanto la mirada, la suave sonrisa en su rostro casi me 
deshace—. ¿Qué negocio tengo siquiera queriendotraer una vida a este mundo 
cuando sé lo feo que puede ser? ¿Cuándo sé lo horrible que he sido? No me lo 
merezco Quizás no se me debería permitir tener hijos. 
Keira sale disparada de su silla y se deja caer sobre la otomana frente a la 
mía. Ella cubre mis manos con las suyas y las aplasta para llamar mi atención. 
—Para. Ahora mismo. Esa no es la Magnolia que conozco y amo, maldita 
sea. Eres fuerte, inteligente y sobreviviente. No sé cómo pasaste por todo lo que 
has enfrentado, pero lo has hecho y has prosperado. Todos hemos hecho cosas 
de las que no estamos orgullosos, pero cuando se trata de un bebé, no les 
importa nada de eso. Todo lo que quieren es amor y protección. Y eres el 
protector más feroz que he conocido, Mags. No te atrevas a pensar ni por un 
segundo que no serías una madre increíble. El hecho de que estés sufriendo 
por eso ahora mismo dice mucho. ¿No te parece? 
Dejo escapar un profundo suspiro y luego expreso mi otro miedo. —Pero no 
podría hacerlo aquí. ¿Cómo podría criar a un niño en esta ciudad, donde 
nunca escaparé de mi reputación? No permitiré pintar a un inocente con el 
mismo pincel. Mi hijo o hija nunca debería saber lo que es entrar a una 
habitación y hacer que todos sepan que su madre era una puta. 
El agarre de Keira se aprieta en mis manos. —Entonces, por mucho que me 
muera decir esto, tal vez no lo hagas aquí. —Ella aprieta los labios en una línea 
apretada—. Porque entiendo lo que te preocupa. Aurora es la hija del hombre 
más temido de esta ciudad. Al principio, me aterrorizó que sus enemigos 
pudieran usarla para llegar a él. Pero no viviré con pavor. Ninguno de nosotros 
puede y aun así tener una vida plena. Y me niego a dejar que mi hija crezca 
sabiendo ese tipo de miedo. 
—Jesús, Ke-ke, nunca pensé en eso. Cristo. ¿Cómo lo manejas? 
Ella sonríe, su orgullo y valentía brillan como un faro. —Pagamos mucho 
dinero por la seguridad y vale hasta el último centavo. Y cuando Rory tenga la 
edad suficiente para saber quién es realmente su padre y qué hace, rezo para 
que comprenda que eso no cambia quién es él para ella. Ella lo ama 
 
 
 
 
 
 
incondicionalmente, y sabiendo que mi chica lleva mi sangre, ella lo amará 
pase lo que pase, y nada de lo que haga la tocará jamás. 
Mi amiga es increíble y una fuerza maternal tan poderosa. Sabes que lo 
hará. Ella es la hija de su padre. 
Keira se recuesta en la otomana y mira hacia el cielo. —Dios nos ayude, 
porque esa es la verdad. Ella va a ser un puñado. Ya lo sé. Y Lachlan es 
susceptible de consentirla. No tienes idea de cuánto tengo que retener a ese 
hombre. Quería que ella tuviera un pony para su primer cumpleaños. No para 
que ella monte, porque él lo consideró demasiado peligroso, sino solo para que 
ella lo acaricie porque cree que son bonitos. 
La risa brota de mis labios y trato de mantenerlo en silencio, sabiendo que 
Mount y la princesa de Keira están en la habitación de al lado, y no quiero 
despertarla. —¿Así que le pusiste fin al pony? 
Ella pone los ojos en blanco. —Sí, apenas a tiempo. 
—¿Y qué consiguió ella en su lugar? 
—Ese enorme castillo hinchable. 
Solté una carcajada esta vez, recordando lo enorme que era en el patio 
central de su fiesta. Supuse que era un alquiler. —Por supuesto, porque ¿qué 
más le das a una princesa? 
Cuando Keira bosteza media hora más tarde después de conversar más 
sobre Rory y ser madre, me levanto y me estiro. —Creo que es hora de que te 
vayas a la cama, Ke-ke. Sin duda, esa chica tuya te levantará al amanecer. 
—Dios, sí. Echo de menos el sueño. Todavía. Pero te veré por la mañana. Si 
hay algo que tú, Moses o sus muchachos necesiten, todo lo que tienes que 
hacer es pedirlo. —Ella lanza sus brazos a mi alrededor—. Estoy tan contenta 
de que estés aquí. Me hace sentir un millón de veces mejor saber que estás en 
el lugar más seguro en el que podrías estar. 
El calor me llena el pecho y me sorprende la maldita suerte que tengo de 
tener una amiga tan buena. —Gracias, Keira. Eres demasiado buena conmigo. 
—Ni siquiera cerca. Te acompañaré de regreso a tu habitación. Estoy segura 
de que Moses ya está allí, o al menos no tardará mucho más. Lachlan 
prácticamente tiene un sexto sentido para cuando estoy cansada y aparece tan 
pronto como me estoy preparando para ir a la cama. 
—Porque él sabe que está echando un polvo, —bromeo, mirándola de reojo. 
 
 
 
 
 
 
Ella se atraganta con una risa. —Puede que tengas razón sobre eso. De 
cualquier manera, estoy segura de que él y Moses resolverán todo y pronto 
tendrán un plan de acción. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Moses 
Después de dejar a Mount, busco a Trey y Jules. No tienen una suite tan 
grande como la nuestra, pero sus habitaciones son ciertamente lujosas y están 
una al lado de la otra con una puerta que los comunica. 
Dentro de una de ellas, tienen todo el contenido de la caja del apartamento 
sobre una mesa, y Trey está golpeando su computadora portátil. 
—¿Qué encontraron? —pregunto mientras entro en la habitación. Se hace 
tarde y mi mujer me estará esperando. 
—Dos fotos de Ricardo y el otro chico. Por los rasgos faciales, definitivamente 
comparten sangre. Todavía estoy pasando las fotos por un software de 
envejecimiento y refinándolas. Luego, pasaremos la mejor por reconocimiento 
facial, como dijiste. Si este tipo también es un fantasma, puede que no haya 
mucho por ahí, pero si hay algo que encontrar, seguro que lo haré. 
Trey está confiado y con razón. Es muy bueno en lo que hace. 
—Bueno. ¿Qué más? 
Jules señala los cuchillos. —Tiene una obsesión con los cuchillos, lo que 
tiene sentido por qué no tomó un arma cuando fue tras Magnolia. 
Considerando lo que les pasó a las otras dos mujeres, creo que es un rasgo que 
comparten. 
—Buen punto. Así que tenemos un par de tipos obsesionados con los 
cuchillos. Si hay algo que podamos encontrar en ese aspecto, hagámoslo. 
Muestras de cuchillos. Distribuidores. Ver si hay coleccionistas ávidos que 
coincidan con la foto envejecida. Nunca se sabe dónde podríamos tener éxito. 
—No podemos dejar una sola piedra sin remover. No podemos darnos el lujo de 
perdernos un solo detalle. 
 
 
 
 
 
 
—Definitivamente revisaremos todas esas posibilidades, —dice Trey. 
—¿Algo más? 
Jules niega con la cabeza. —Realmente no. Estos tipos se mueven en las 
jodidas sombras. Es muy frustrante. 
—¿Qué encontramos en el teléfono? —Le pregunto a Trey, quien mira por 
encima de su pantalla, pero el clic de las teclas continúa. 
—No hay número para un hermano. Sin embargo, encontré una cuenta 
bancaria. Ha habido depósitos mensuales durante los últimos cinco años el 
mismo día. Misma cantidad. Es como si Ricardo tuviera una mesada. 
Donde hay humo, hay fuego y no hay nada como dinero para avivar una 
llama. —¿De dónde están viniendo? 
Trey responde—: Cuenta offshore. 
—¿Obtuviste el nombre? —pregunto, mi anticipación aumenta. Tiene que 
haber una maldita manera de encontrar a este bastardo. 
Trey suspira. —Cuenta restringida. Pirateé su sistema. Literalmente, no hay 
registro del nombre del titular de la cuenta. Quienquiera que sea este tipo, es 
al menos hasta ahora, perfecto para cubrir sus huellas. 
—O le pagó a alguien, —digo, apretando mi mano en un puño—. Quien esté 
manejando las cosas con ellos es inteligente, de una forma u otra. Pero somos 
más inteligentes. Sigan mirando. Encontraremos a este imbécil. Estoy a punto 
de terminar de perseguir nuestras colas. ¿Qué tal un registro de otro Ortiz en 
la escuela donde encontramos a Ricardo? 
Trey niega con la cabeza. —Lo intenté tan pronto como nos dimos cuenta de 
que había un segundo tipo que podría estar relacionado. Encontré muchos 
Ortizes, pero pude seguirlos a todos hasta ahora. Ninguno de ellos encajaba en 
el perfil o fueron borrados como Ricardo, así que supongo que este tipo no fue 
a esa escuela. Las fotos son la mejor oportunidad que tenemos ahora, jefe. 
—Mierda, —digo con una mueca, pero Trey parece esperanzado. 
—Incluso si haborrado todo de su pasado y todas las conexiones con su 
hermano, tenemos que obtener algo con la recreación facial. La gente no se da 
cuenta de cuántas veces al día les captan las cámaras. Lo encontraré. 
—Lo sé. Sigue buscando, cueste lo que cueste. Supongo que Jules te contó 
cómo encontramos a Desiree en la antigua casa de Magnolia. Miro a Jules 
mientras él y Trey me asienten brevemente. —Entonces sabes a lo que nos 
enfrentamos si no ponemos fin a esto. No me arriesgaré con ella. De ninguna 
maldita manera. 
 
 
 
 
 
 
Odio agregar presión cuando ambos han estado trabajando día y noche en 
esto, pero estoy pendiente de un hilo. 
—Te escucho, Moses. Estoy en ello. La recreación facial llevará un tiempo, 
—dice Trey—. Espero tener algo por la mañana. 
Entonces sacamos del camino a este puto imbécil. Quiero que esto se haga y 
quede atrás, en horas, no en días. Estoy harto de que él tenga la ventaja. 
—Encontraré algo. Está cayendo, —dice Trey con decisión, y todo lo que 
puedo hacer es esperar como el infierno que tenga razón. Porque no es así 
como normalmente trabajamos. Siempre somos los que tenemos la información 
y somos los fantasmas. 
Con determinación en cada uno de mis pasos, dejo a Trey y Jules y regreso a 
la suite donde espero que Magnolia se esté relajando. Estoy listo para mi mujer 
y una cama. 
Sin embargo, cuando entro a la habitación, la encuentro colocando piezas de 
ajedrez en el tablero que traje sobre una mesa en la sala de estar. Me vio 
empacarlo antes y supongo que decidió ponerlo en uso. Funciona para mí. 
Ella mira hacia arriba, un caballo en su mano, cuando cierro la puerta. —Me 
preguntaba cuándo volverías. Pensé que tal vez te habías perdido, porque 
créeme, definitivamente es una posibilidad en este lugar. 
Cruzo la habitación, mis pies se hunden en la gruesa alfombra debajo de 
ellos, y la tomo en mis brazos. —No importa si es un laberinto, siempre 
encontraré el camino de regreso a ti, mama. Eso es algo que puedo garantizar. 
—No tardes quince años en hacerlo de nuevo, y estaremos bien. 
Mi pecho sube y baja con una risa silenciosa. —Debidamente anotado —
Hago un gesto hacia la pieza de ajedrez que tiene en la mano—. ¿Quieres jugar 
un juego antes de que nos acostemos? 
—Sí. Pensé que podría ayudarnos a dejar de pensar en todo lo que está 
pasando en este momento. Será bueno para nosotros. 
Sus rasgos no muestran signos del estrés en el que se encuentra. Al menos, 
no a menos que sepas lo que estás buscando. Reconozco la carga en sus ojos y 
estoy seguro de que está pensando en lo que le pasó a Desiree. No me gusta 
nada 
—Jugaremos toda la noche, si es lo que quieres. 
Deja que su frente descanse contra mi pecho por unos momentos. —Gracias. 
Y gracias por no decirme lo que pasó. Por mucho que quiera saber, realmente 
no lo hago. No estoy segura de poder manejarlo. 
 
 
 
 
 
 
Enrollo mi mano alrededor de su nuca y acaricio su sedoso cabello negro. —
Calla. No tienes necesidad de llevar eso. 
Cuando recupera la compostura nuevamente, se aleja y sus ojos whisky 
lucen un poco menos angustiados. Tomo el caballo de su mano y lo coloco en el 
tablero donde pertenece. 
Solo nos lleva treinta segundos montar el resto de las piezas. Ella se sienta 
en la silla detrás del lado de las piezas blancas y yo tomo las negras. Siempre 
cambiamos de lugar para cada juego, y recuerdo muy claramente el último 
juego que jugamos, y ella escogió las negras. 
—Tú también lo recuerdas, —le digo en voz baja. 
Su mirada me corta. —¿Recordar que? 
—Nuestro último juego. Eras negro. Yo era blanco. 
Una sonrisa descarada asoma sus labios rosados. Y yo casi. . . casi te dejo 
ganar. 
Mi mandíbula se afloja ante su confesión. —No hiciste tal cosa, mujer. No 
me dejabas ganar. Casi te tengo. Si mal no recuerdo, te golpeé bien un par de 
veces en los últimos días. 
Su sonrisa es lo suficientemente reservada como para que la Mona Lisa 
corra por su dinero. —¿Estás seguro de eso? 
Acerco mi silla a la mesa y apoyo los codos en ella. —He estado practicando 
durante quince años. Estoy listo. Venga. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Arrojé el guante, y lo hice a propósito. Necesito este juego para absorberme 
y que me quite todo pensamiento de lo que pasó, porque mi mente no es mi 
amiga esta noche. 
Debería haber sabido que sentarme frente a Moses en un tablero de ajedrez 
sería todo lo que se necesitaría para dominar mis pensamientos agotados. Con 
él al otro lado de la mesa, mi cerebro no puede ir a ningún otro lugar. Entre él 
y el juego que tengo frente a mí, acaparan toda mi atención, que es 
exactamente lo que esperaba. 
Estamos a seis jugadas cuando Moses hace una pausa antes de alcanzar su 
pieza. —Ni siquiera apostamos. Creo que fue un descuido. 
Si bien el juego es la distracción perfecta, nuestra charla de mierda de ida y 
vuelta es una de mis partes favoritas. —¿Crees que vas a ganar, chico? Por eso 
quieres apostar ahora, ¿no es así? 
—Bueno, listilla, esa es una de las razones, —dice. 
Dejo que mi risa salga, porque me encanta cómo sonríe cuando me escucha 
reír. ¿Por qué nunca me di cuenta de eso antes? 
Entonces haz tu apuesta, Moby. Estaré feliz de ganar lo que sea que pongas 
en juego. 
Sus ojos verde-dorado brillan y tengo la sensación de que amaré lo que sea. 
—Cuando gane, me dejas llevarte de vacaciones tan pronto como termine 
esto. Sin hacer preguntas. Simplemente empacas una maleta y te subes a un 
avión conmigo. 
 
 
 
 
 
 
Me recuesto en mi silla y lo evalúo. Es cierto que estoy sorprendida por la 
apuesta. —¿Y se supone que debo estar tratando de ganar este juego? 
Su sonrisa es rápida y amplia. —Si ganas, te dejaré elegir el lugar. Iremos a 
donde quieras, mama. 
—Tienes un trato, —le digo, estirándome sobre la mesa para sacudir su 
mano. 
Toma mi mano, pero en lugar de estrecharla, se la lleva a los labios para 
besarla. 
—Gracias, —dice. 
—¿Por qué? 
—Por darme una segunda oportunidad. No importa lo decidido que 
estuviera, necesitaba que me la dieras, y siempre estaré agradecido de que lo 
hicieras. Y que no me echaste de culo cuando me arrastré para decirte toda la 
verdad sobre cómo nos conocimos. 
Pienso por un momento antes de responder, estudiando su rostro. Veo la 
sinceridad en sus ojos, escucho el afecto en sus palabras. Y la promesa de que 
siente ambos. 
—Estaba enojada como el infierno cuando te vi por primera vez, porque 
pensé que era tan fácil para ti olvidarte de mí, y por eso nunca volviste. Odiaba 
que hubieras seguido tu camino, pero nunca pude realmente dejarte atrás. 
El niega con la cabeza. —No. Eso no fue todo. No fue jodidamente fácil estar 
lejos de ti. Ni un solo día. Casi me mata a veces. Eres una mujer increíble, 
Mags. Y no tardé en darme cuenta de que nunca encontraría a otra como tú. 
Eres única en tu clase. 
—Quiero un bebé, —solté de repente. 
No sé por qué lo dije, pero es la verdad. Tal vez porque siempre quise tener 
un hijo, pero parecía imposible. Como una quimera. Y si existe la posibilidad 
de que se tome en serio una familia, me niego a perder más tiempo. 
—Me estoy haciendo vieja, —agrego—. No quiero esperar hasta que no 
pueda. Quiero uno pronto. 
Un torbellino de emociones cruza por el rostro de Moses, entre ellas la 
conmoción y la sorpresa. 
—Tengo una condición, —dice, educando cuidadosamente su expresión. 
—¿Cuál es? 
 
 
 
 
 
 
—Tienes que casarte conmigo antes de que nazca el bebé. Porque quiero que 
él o ella crezca con lo que yo no tuve. 
Aprieto mis labios, riéndome para mí misma, porque es exactamente lo que 
me dijo que quería cuando regresó a la ciudad. 
—Bien. Me embarazas y dejaré que me pongas un anillo en el dedo tan 
pronto como obtengamos esa prueba positiva. 
Moses no podría sonreír más grande, lo que me suelta la risa, porque 
estamos jodidamente locos por considerar cualquier concepto. ¿Matrimonio? 
¿Paternidad? 
Él es . . . Bueno, él es cualquiera que sea el término técnico para un 
borrador de identidad clandestinoy un simulador de muerte, y yo soy una 
madame jubilada. Mamá y papá suena como un chiste cuando se usa con 
referencia a nosotros. 
Es absurdo, pero quizás también sea perfecto. Si tan solo nos atrevemos a ir 
tras lo que más queremos los dos. . . qué vida podría ser. 
Olvido el juego, Moses se levanta de su silla y me saca de la mía. —Entonces 
estamos comenzando con este proyecto jodidamente ahora. 
Me río y pretendo resistir. —¿Qué hay de las vacaciones de mis sueños? 
—Renuncio, —dice con una sonrisa, sin perder el paso—. Ibas a ganar de 
todos modos. Me tenías, y ambos lo sabemos. 
Me lleva a través de la sala de estar y directamente a la cama. Como si fuera 
algo precioso, me baja al colchón, tomando mi boca en un beso suave y 
drogado. 
Pronto, cuando no hay nada más que el sabor de Moses en mi mente, él se 
pone a trabajar, me desnuda y recorre mi cuerpo con sus labios. Mis manos 
vagan por sus hombros y espalda, grabando cada línea y tendón en mi 
memoria. 
Cuando llega a mi vientre, presiona un beso allí y me mira. —¿Magnolia? 
—¿Moses? 
—Vas a ser la madre más increíble. Espero que lo sepas. 
Es casi como si tuviera mi corazón, literalmente en sus manos, sin latir, 
hasta ese momento. Con una frase breve y sencilla, cobra vida. —Supongo que 
lo veremos pronto. 
El niega con la cabeza. —No. Es una conclusión inevitable. Lo veo en el ojo 
de mi mente. 
 
 
 
 
 
 
Su fe en mí es un regalo, y lo arrastro de regreso a mi cuerpo y lo empujo a 
su espalda para poder desnudarlo. 
Cuando ambos estamos desnudos, me acomodo entre sus piernas y tomo su 
pesada polla en mis manos. Puede que no sepa verbalizar lo que siento, pero 
puedo mostrárselo. Lo chupo profundamente, lamiendo el eje y la cabeza con 
mi lengua. 
Me deja tener el control, pero solo por unos minutos. Con sus musculosos 
muslos tensándose a mi alrededor, me levanta de su cuerpo y nos voltea de 
nuevo. 
—Ahora, es hora de hacer un bebé. 
No puedo evitar reír, ronca como mi voz es ahora. —Te das cuenta, no es 
necesariamente tan fácil. Estoy tomando anticonceptivos. 
Moses se encoge de hombros. —Entonces practicaremos, y dejas esa mierda. 
Cuando sea el momento adecuado, sucederá. Tengo fe. 
Y entonces practicamos, y cuando llego, muerdo el hombro de Moses para 
evitar que su nombre despierte a todos en todo el maldito complejo. 
Y luego practicamos de nuevo. 
Y otra vez. 
Hasta que me quedé dormida, acurrucada alrededor del único hombre del 
que he estado enamorada. 
Mi último pensamiento, antes de caer en un sueño sin sueños, es que tendré 
que averiguar cómo decírselo. Tres palabritas no pueden ser tan difíciles. 
Pero lo son. Al menos, cuando nunca las has dicho antes. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Moses 
Hay un golpe en nuestra suite temprano en la mañana, y con cuidado 
desenredo mis brazos y piernas de Magnolia. Después de ponerme un par de 
pantalones cortos, salgo silenciosamente de la habitación, cierro la puerta 
detrás de mí y me dirijo a la que está en la sala de estar que conduce al pasillo. 
—Gracias a la mierda que estás despierto. —La cara de Trey está roja como 
una remolacha y está rebotando como un tonto el día de pago—. Te envié un 
mensaje de texto como hace dos horas, y me moría por contarte lo que 
encontré. 
Me froto el sueño de los ojos, deseando que mi mente nublada se aclare. —
¿Qué? 
—Lo encontré. Estoy muy seguro de que Ortiz tiene un hermano. Un 
hermano mayor. Ese es el que está en la foto. 
Esto no es sorprendente, y básicamente lo que todos asumimos. Con suerte, 
hay más en su urgencia que esto. 
—¿Cómo lo descubriste? 
Golpea el marco de la puerta. —El NOPD lo captó en cámara con un 
semáforo en rojo hace tres días. Es una imagen de mierda, pero las 
características son lo suficientemente parecidas a la imagen que agrandé para 
tener éxito; las combiné y refiné la imagen para obtener otro éxito. Un artículo 
en un diminuto periódico comunitario gratuito de hace diez años que a nadie 
se le hubiera ocurrido borrar, porque cerró poco después. ¿Pero nuestro chico? 
Informaron que lo mataron. 
Joder sí. Siempre hay algo que la gente se pierde, y son los pequeños detalles 
los que te atraparán. 
 
 
 
 
 
 
—De verdad asesinado o. . . —Empiezo a hacer la pregunta, asumiendo que 
Trey no estaría tan emocionado si el tipo estuviera muerto de verdad. 
—Todo el mundo cree que está muerto de verdad, pero el artículo decía que 
se sospechaba que el cártel estaba detrás del asesinato. Lo usaban como un 
llamado a las armas para que los residentes patrullaran la frontera y 
protegieran su ciudad. 
El alivio me atraviesa. Finalmente, un vínculo concreto a una posible pista. 
—Gracias por eso. Si sospechaban que el cártel estaba detrás del asesinato 
fingido, hay una muy buena posibilidad de que sea por eso que tuvo que 
desaparecer. También explicaría por qué Ricardo también era un fantasma. 
Trey asiente emocionado. —Sí, exacto. Porque sabemos que el cartel no solo 
persigue a una persona, también persigue a toda su maldita familia. En lo que 
fuera que estuviera metido, se fue a la mierda. 
—¿Cuál es su nombre? Dime todo lo que tienes sobre él. 
—Antonio Reyes. Y jodidamente vergonzoso, no tengo casi nada sobre él 
excepto ese artículo y la foto del NOPD. Todo lo demás ha sido borrado. No sé 
qué demonios pudo haber hecho para ponerse en la mira del cártel, pero 
encontraron el cuerpo, presuntamente suyo, en un barranco diez días después 
de que un vecino lo denunciara como desaparecido. 
La frustración me atraviesa por la falta de información, pero me fijo en lo que 
sabemos. —¿Sabemos cómo identificaron el cuerpo como suyo? 
—No, —dice Trey con un movimiento de cabeza—. El artículo fue ligero en 
hechos y pesado en tratar de irritar a la gente. Pero te juro que este es nuestro 
chico. Si fuera alguien más, ya tendría toda la historia de su vida, pero no hay 
nada que encontrar. 
—¿Por qué el apellido diferente? ¿Había algo en el artículo sobre su 
hermano? 
—Supongo que dos padres diferentes. Aún no lo sé con certeza, pero estoy 
tratando de averiguarlo. El artículo solo decía que era el último miembro 
superviviente de su familia. Aparentemente, hubo un incendio en un automóvil 
unos meses antes que acabó con el resto de ellos, pero no mencionaron 
nombres. Como dije, periódico comunitario. 
Incluso sin nombres o más detalles, estoy con Trey, parece que este es 
nuestro chico. —Pudo haber arreglado el incendio del coche para limpiar a su 
familia cuando la mierda empezó a ir mal. 
 
 
 
 
 
 
—Eso es lo que pensé, —dice Trey y luego se ilumina como un maldito árbol 
de Navidad—. Pero ahora sabemos que está aquí por la cámara de la luz roja 
del NOPD. Es él, Moses. Realmente lo atrapamos. 
—Mierda, sí. —Aprieto mis manos en puños—. Ahora solo tenemos que 
encontrarlo o borrarlo. Necesitamos reunirnos con Mount lo antes posible esta 
mañana. Dile lo que tenemos. 
—Sí, jefe, —dice, ya girando para dirigirse por el pasillo a su habitación—. 
Iré a buscar toda la mierda. 
Dame diez minutos. Debo despertar a Mags y decirle lo que encontraste, y 
hacerle saber que esta maldita pesadilla casi ha terminado. 
Trey me asiente con la cabeza y se apresura el resto del camino por el 
pasillo. Cierro la puerta y regreso con Magnolia. Cuando abro la puerta del 
dormitorio, ella está despierta y me ve entrar. 
—¿Que está pasando? —No es de extrañar que no espere buenas noticias. 
Su rostro está fruncido en la frente y está mordiendo su labio inferior. 
Trey lo encontró. 
Ella se sienta, agarrando la sábana contra su pecho. —¿Está seguro? 
Acorto la distancia a la cama y me siento a su lado. —T es jodidamente 
bueno. Le tomó un tiempo, pero ahora sabemos por qué. 
Su cabeza se mueve hacia adelante y hacia atrás, como si buscara en mis 
ojos respuestas. —¿Por qué? 
—Teníamos razón. También es un fantasma. Supuestamente murió en un 
barranco hace diez años. Culpo al cartel. Lo más probable es que haya estado 
corriendo todo este tiempo, por si acaso.Es una de las razones más comunes 
por las que la gente nos llama, por lo que no es una gran sorpresa descubrir 
que el cartel está vinculado a por qué se esconde. 
El cerebro de Magnolia está funcionando. —El cartel lo quiere muerto. . . 
¿Podemos usar eso? ¿Dejarles saber dónde está? Pueden borrarlo. 
Es una idea que no he tenido la oportunidad de contemplar, pero es sólida. 
Aunque es jodidamente peligroso involucrarse con cualquier cartel, les 
beneficie o no. 
Aprieto su pierna debajo de las sábanas. —Vale la pena considerarlo. Trey 
está tomando su computadora portátil y volverá en unos pocos minutos. Él nos 
mostrará todo. 
 
 
 
 
 
 
No pierde el tiempo y comienza a desenredar sus miembros de las sábanas. 
—Me estoy levantando. Estaré lista. 
—Suena bien, mama. —Antes de que llegue demasiado lejos, me inclino para 
besar sus labios—. Y gracias por lo de anoche. 
Ella se echa hacia atrás para encontrar mi mirada. —No estoy segura de que 
debas agradecerme cuando fue un esfuerzo conjunto, pero agradezco la 
gratitud. 
—Me diste un regalo y por eso te agradezco. —Todavía hay una expresión 
interrogante en su rostro, así que aclaro más—. Nuestro futuro. Eso es todo lo 
que puedo ver ahora. Tú y yo y una familia. Es una imagen hermosa, y no 
puedo esperar a verla toda. 
Toma mi mano y entrelaza sus dedos a través de ella. —Sí. Lo es, ¿no? Ella 
mueve las cejas y finalmente algo de la ardiente Magnolia que adoro vuelve a la 
vida. —Ahora, pongamos a este idiota chupapollas en el suelo para que 
podamos hacer que todo suceda antes de que necesitemos atención geriátrica. 
La beso con firmeza de nuevo. —Levántate y vístete. Es hora de terminar con 
esto. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Moses sale de la habitación mientras yo ruedo el resto del camino fuera de 
la cama. Estoy casi en el baño cuando mi teléfono vibra con una llamada. 
Retrocedo y lo recojo, pensando que será una llamada de Taylor, registrándome 
para hacerme saber cómo va en la playa. 
Pero no lo es. 
Es de un número desconocido. 
Casi dejo que la llamada vaya al buzón de voz, pero algo me detiene, así que 
toco la pantalla para responder. —¿Hola? 
—Em. Maison? 
—¿Quién es? —Mi tono no es precisamente amistoso porque no tengo idea 
de quién diablos me llama de un número desconocido o cómo sabe mi nombre. 
—Es una mujer difícil de localizar, señorita Maison. Habla el detective 
Cavender del NOPD. Intenté ponerme en contacto con usted desde ayer. 
Mierda. Cavender. 
Debería haber esperado que él estuviera a la caza desde el momento en que 
Moses me dijo lo que le sucedió a Desiree, pero tenía otras cosas en mi mente, 
como sentirme culpable y aterrorizada porque lo que sea que sucedió fue tan 
malo, que ni siquiera Moses lo haría hablar sobre el horror que vio. 
Tomando una respiración lenta, me recompongo. Yo puedo con esto. 
Cavender no sabe una mierda. Solo sabe que tiene un cuerpo en una casa que 
actualmente estoy vendiendo. . . 
No, no actualmente. Estaba vendiendo. 
 
 
 
 
 
 
Desiree se ha ido ahora. Una ola de emoción amenaza con hundirme, pero la 
mantengo unida, luchando contra el dolor, la ira y la impotencia. 
—Bueno, me ha encontrado ahora. ¿Qué puedo hacer por usted, detective? 
Hay un mordisco en el borde de mis palabras, pero no me importa. 
—Necesito que vengas a la comisaría y respondas algunas preguntas sobre 
un homicidio, —me dice. 
Aprieto los dientes, no quiero tener esta conversación, pero no hay 
absolutamente ninguna forma de que pueda evitarla. Aun así, lo intento de 
todos modos, haciéndome la tonta, porque se supone que no debo saber sobre 
Desiree. Me arden los ojos cuando pienso en lo que le pudo haber pasado. 
No, para. Este no es el momento de desmoronarse. 
Apoyo una mano en mi cadera, aunque Cavender no puede verlo. —¿No 
tuvimos ya esta discusión, detective? Porque no tengo nada nuevo que agregar 
a lo que ya te dije. 
Hace tsk-tsks, casi con sarcasmo. —Homicidio diferente, señorita Maison. 
Este tuvo lugar en una propiedad que también está conectada contigo. No en 
tu condominio. 
—¿Dónde? —Salto, aunque soy consciente de exactamente dónde. 
Recita la dirección que me sé de memoria. 
—¿Qué diablos pasó? ¿Quién? —Mis preguntas vienen en carrera. 
Escucho hacer clic sobre la línea, como si estuviera jugando molestamente 
con un bolígrafo de tinta. —Baja a la estación en una hora y te daré más 
detalles. 
Maldita sea, quiere que vaya con él. Probablemente así será más fácil 
arrestarme si decide que hay incluso una pizca de evidencia para conectarme. 
Que no hay porque yo no estuve allí. 
Lo siento mucho, Desiree. Si hubiera estado ahí. . .Apagué el pensamiento. No 
me hará ningún bien. 
Podría. Haría. Debería. 
Nada puede ayudar a Desiree ahora. 
Mis ojos arden de nuevo con lágrimas ácidas, pero me obligo a volver a la 
conversación. ¿Qué dijo Cavender? Oh, sí, quiere que vaya al centro. 
—Ese momento no funciona para mí, detective. 
 
 
 
 
 
 
Tiene la audacia de reírse. —Oh Discúlpeme. Esta no es una solicitud 
amistosa, Sra. Maison. Venga a la estación o la buscaré y la traeré. 
Pienso en dónde estoy ahora y casi me hace reír. 
Sí, claro, detective. No me vas a encontrar. 
Pero luego mi mente vuelve a Desiree. Si existe la posibilidad de que la 
policía de alguna manera pueda encontrar a este tipo, el que Trey localizó, 
entonces no tengo más remedio que ir y hacer todo lo que pueda para ponerlos 
en el camino correcto también. ¿Quizás pueda ofrecerles algo que Trey tiene y 
ellos puedan encontrarlo? Renovado por la posibilidad, decido. 
—Estaré allí al mediodía, detective. 
—Bien, señorita Maison. ¿Supongo que sabes dónde es? 
Hijo de puta sarcástico. 
—Sí, Cavender. Sé dónde diablos está la estación de policía. Fui allí cuando 
me violaron cuando era adolescente, pero en ese entonces nadie parecía 
tomarse en serio la agresión sexual. Te veo en la noche. 
Cuelgo la llamada y voy en busca de Moses con el corazón martilleando. No 
le va a gustar esto en absoluto, pero tal vez él también lo vea a mi manera. 
Nosotros y Mount. 
La policía y el FBI. 
Tal vez incluso el cartel, si es seguro. 
Cuanta más gente busque a este tipo, solo me ayudarán las probabilidades 
de vivir el día. Quizás nadie más tenga que morir a causa de esta locura, 
excepto ese hombre. Rezo para que conozca a su creador, y pronto. 
No tengo que ir muy lejos para encontrar a Moses. Cuando cierro la puerta 
del dormitorio detrás de mí, él está en la sala de estar con Trey y Jules. Todos 
están parados alrededor de la computadora de Trey en la mesa. Moses tiene los 
brazos cruzados y una expresión militante marca su rostro. 
—No estamos usando a Mags como cebo. No está jodidamente sucediendo. 
Vuelve a mencionarlo y tú y yo tendremos un problema. —Mira a Trey y los 
demás miran en mi dirección cuando entro en la habitación. 
—No quise decir eso, —le dice Trey a Moses mientras se encuentra con mi 
mirada—. Solo dije que tenemos que sacarlo de su agujero de alguna manera y 
sabemos que Mags es quien más le interesa. 
 
 
 
 
 
 
—Tiene razón, —le digo a Moses, viendo la expresión de su rostro convertirse 
en una oscura y violenta nube de tormenta. 
—Tengo que encontrar otra manera. No te acercarás a ese bastardo, mama. 
No lo permitiré. Ni en un jodido millón de años estaré de acuerdo. 
Jules se aleja de la parte trasera de la computadora de Trey y saca la silla a 
su lado antes de dejarse caer en ella. ¿Estás seguro de que la base de datos del 
DMV no tiene una mierda? Si pudiéramos obtener un nombre y una dirección 
actuales, podríamos ir a buscarlo nosotros mismos. 
—Las placas del auto que usó para pasar la luz roja fueron robadas, así que 
eso no ayuda. Estoy probando un programa de recreación facial diferente en la 
foto de luz roja y uno que refiné. Espero como el infierno que consigamos otro 
golpe de suerte. 
Voy al lado de Moses. —¿Dónde estaba la luz por la que corría? ¿A dónde se 
dirigía? 
La atención de Treyvuelve a su pantalla y sus teclas hacen clic antes de 
responder. —Poydras y Carondelet. 
Me enfrento al hombre que intenta protegerme. —Eso no está lejos de donde 
lo vimos cuando nos seguía, cerca del Museo de la Segunda Guerra Mundial. 
Se queda cerca del centro, obviamente, si me está buscando. ¿Pero dónde 
diablos se queda? 
—La mierda del hermano pequeño también está a unas pocas millas de allí. 
Pero no estaba quedándose allí. Al menos, no lo parecía cuando fuimos a ver el 
lugar. 
Mi mirada se posa en el rostro de Moses. —¿Podría quedarse allí y solo 
cubrir sus huellas? 
Niega con la cabeza casi al instante. —Demasiado arriesgado. Si es un 
profesional en mantenerse fuera de la red, y sabe que Ricardo está muerto y la 
policía tiene su cuerpo, no correría el riesgo de que de alguna manera 
descubran quién es y llamen a la puerta. Mi apuesta está en un hotel en el 
área donde lo captó la cámara del semáforo en rojo. En algún lugar donde no 
se le notará mucho. 
—Lástima que la policía no haya hecho esa conexión, —dice Trey, 
escribiendo—. ¿Qué pasa con otro aviso anónimo? 
Miro entre los dos hombres, porque esta es mi oportunidad para decírselo. —
Cavender acaba de llamar. Tengo que estar en la estación al mediodía para 
responder preguntas sobre un homicidio. 
 
 
 
 
 
 
Toda la habitación se queda en silencio mientras Moses gira su cabeza hacia 
mí y nos miramos a los ojos. 
Su mandíbula se flexiona. —No vas. 
—Tengo que ir. Le dije que estaría allí. 
Moses se aleja de la mesa y se acerca a mí. —No te arriesgas, mama. No por 
nada. ¿No te lo dije muchas veces? 
—No quiero discutir, pero a veces deseas en una mano y cagas en la otra 
para ver cuál se llena primero. Spoiler, es la mano de mierda. —Estaré bien. 
Me han interrogado antes. 
—No. —Su tono es definitivo, pero no importa. 
—No quieres que vea lo que le pasó a Desiree, y estoy segura de que tampoco 
quiero, pero voy a ir. —Miro a Trey por un segundo—. ¿Hay algo que pueda 
darle a la policía que no me incrimine, pero que podría ponerlos en el camino 
del tipo que está haciendo todo esto? ¿Podemos al menos utilizar a la policía? 
Hay un gruñido distintivo en la dirección de Moses, y frunzo el ceño para 
encontrar sus ojos verde-dorado brillando con intensidad. 
—Maldita sea, Mags. No te estás poniendo en peligro. Esa es la maldita 
razón por la que estamos encerrados aquí. Así que no puede llegar a ti y hacer 
lo que le hizo a Desiree. No te estoy poniendo en riesgo. Jodidamente, olvídalo. 
—Enviaré a un abogado con ella. 
Una voz profunda viene detrás de nosotros, y todos nos volvemos para ver a 
Mount de pie en la entrada. 
—V la llevará. Nadie la alcanzará . 
La expresión de Moses se congela. —Entiendo que estás acostumbrado a 
tomar las decisiones, de verdad, de verdad, lo sé, pero esto no está sucediendo. 
—Si Magnolia no aparece, Cavender la perseguirá. No está en mi nómina. Es 
una flecha recta. Un imbécil, de todos modos, pero no se anda con rodeos. La 
encontrará independientemente. Bien podría hacerlo en sus términos y tratar 
de usarlo en tu beneficio. 
Moses se acerca y me empuja contra su costado. —Yo jodidamente odio esto. 
—Estaré bien. Puedo manejarlo, —le digo mirándolo a la cara, pero todavía 
está furioso con Mount. 
Cuando Moses finalmente me mira, noto algo que nunca antes había visto 
en sus ojos. 
 
 
 
 
 
 
Temor. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 Quiero estrangular a Mount por estar de acuerdo con Magnolia, pero estoy 
siendo sobreprotector como una mierda, y podría estropear mi juicio. 
¿Quién me puede culpar? Ella es mi mujer. 
Pasé quince malditos años sin ella, y ahora que tengo una segunda 
oportunidad, no permitiré que nadie me la quite. Especialmente no algún 
detective del NOPD que no se pueda comprar. 
Pero como soy un hijo de puta terco, también me niego a perder a Magnolia 
de mi vista. Es por eso que Jules y yo estamos sentados en la camioneta al otro 
lado de la calle de la estación de policía, mirando cómo V abre la puerta de 
Magnolia. El abogado sale del Maybach5 de Mount detrás de ella, y V los 
acompaña hasta la entrada del edificio. 
Desaparecen adentro, y no estoy jodidamente feliz con esto. 
—Todo va a estar bien, jefe. Ese cabrón no la llevará a una comisaría. Y si 
nuestro amigo Antonio Reyes pasa por aquí, estaremos sobre él y luego todo 
habrá terminado. 
Aparto mi atención del recinto y empiezo a explorar la calle con ese propósito 
exacto, aunque no creo que haya ninguna posibilidad en el infierno de que lo 
veamos. No me siento tan afortunado. 
Es inteligente, lo que lo hace doblemente peligroso porque definitivamente 
sanguinario como la mierda . 
Mi mano derecha intenta una pequeña charla. —Puede que no sea el mejor 
momento para sacar a relucir esta mierda, pero ¿cómo va todo con Magnolia? 
 
5
 Maybach: Es una marca de automóviles alemana que existe hoy como parte de Mercedes-Benz. 
 
 
 
 
 
 
Miro a Jules, un chico en el que confío mi vida. —Va bien. Mejor que bien. 
Ya sabes, a pesar de toda esta mierda. 
Sus ojos se arrugan en las esquinas mientras sonríe. —Eso es lo que me 
gusta escuchar. Te mereces una mujer que te atrape después de toda la mierda 
por la que hemos pasado. 
Recuerdo la conversación que tuvimos con Magnolia anoche. —Ella quiere 
un bebé, —le digo a Jules, mi voz ronca y baja. No es familiar hablar de este 
tipo de cosas, principalmente porque nunca me había pasado antes, y porque 
los chicos simplemente no se sientan a soñar despiertos juntos sobre Moses y 
sonajeros. Sin embargo, aquí estamos. 
Las cejas de Jules casi se disparan hasta la línea del cabello. —Santo cielo. 
Eso es jodidamente enorme, Moses. —Me da una palmada en el hombro—. 
Demonios hombre. Me alegro por ti. 
—Lo sé. —Y me sentiría muchísimo mejor si no fuera por esta nube espesa y 
oscura que cubre mi mundo ahora mismo con Reyes suelto. 
—¿Estás listo para esa mierda? ¿Tan pronto? 
No me lo cuestiono ni dudo. —Jodidamente sí. Con ella, todo es diferente. Va 
a funcionar. Ella lo entiende. Me entiende. Mags es para mí. Y si quiere una 
familia como yo, se la daré tan pronto como pueda. Me voy a casar con esa 
hermosa mujer guerrera. 
Jules agarra mi hombro. —Mierda, sí, lo harás. —Hace una pausa, 
sacudiendo la cabeza con una sonrisa en el rostro—. Cuando me dijiste por 
primera vez cuál era tu plan y por qué íbamos a regresar, pensé que estabas 
aún más loco de lo normal. 
Ahogo una risa. —Sí, lo supuse. 
—Pero, hombre, —dice Jules, su sonrisa cada vez más grande con cada 
segundo que pasa—, no dudé de ti incluso entonces. Dices algo y lo haces, 
porque ese es el hombre que eres. Y sea cual sea su plan después de que 
comiencen la familia, sé que todavía quiero ser parte de él. 
El tema no ha surgido antes, pero mientras estamos aquí, le pregunto—: ¿No 
quieres retirarte?. 
—Soy demasiado joven para esa mierda. No sabría qué diablos hacer con mi 
tiempo libre. Probablemente me meta en problemas. ¿Por qué? ¿Estás 
pensando en retirarte definitivamente esta vez? 
Mis hombros suben y bajan. —Ninguno de nosotros necesita trabajar un día 
más en nuestras vidas. 
 
 
 
 
 
 
Reemplazar totalmente la oscuridad en mi vida con luz aseguraría que no 
enturbiaría nuestro futuro. Es difícil tener un pie en la puerta y el otro en lo 
profundo de un juego peligroso. Nunca quisiera que mi futuro con Magnolia, o 
con nuestros hijos, se vea comprometido. De repente, los riesgos ya no parecen 
valer la pena. 
Por otra parte, es todo lo que sé hacer. 
Jules lee mi silencio. —No me malinterpretes, hombre. Entiendo si quieres 
retirarte. Pero me divierto con lo que hacemos. No sé si estoy listo para dejarlo 
todavía. ¿No te aburrirías? Sacas una buena tajada de esta mierda como yo. No 
se trata solo de dinero. Ya no. 
Pienso en las personas a las que hemos ayudado a desaparecer, rescatadas, 
en realidad, de muchas maneras. Gente que, como los hijos de puta Reyes y 
Ortiz, de otro modohabrían sido asesinados por el cartel o alguien más que los 
quisiera muertos. A medida que aumentamos la demanda de nuestras 
habilidades, pudimos elegir a quién ayudamos, y no todos han sido personas 
terribles. Algunos eran malditamente decentes, simplemente desesperados. 
—No sé lo que quiero hacer todavía, —le digo a Jules con sinceridad—. Pero 
lo que decidamos, será una decisión grupal. Tú, Trey, Mags y yo. Ella es parte 
del equipo ahora. 
—Estamos bien con eso. Además, si te quedas en el negocio, apuesto a que 
ella podría ayudarnos a mejorar. Ella es otra cosa. 
—Sí. Sí, lo es —digo, mirando hacia la entrada de la estación, deseando 
como el infierno poder escuchar y ver lo que está pasando adentro. 
 
 
 
 
 
 
 
 
Odio todo lo relacionado con las oficinas de policías. Desde su fea pintura 
hasta el suelo industrial, pasando por el olor a café quemado, las miradas 
críticas y la injusticia. Sin embargo, los policías son solo una parte de un 
maldito sistema que no hace un buen trabajo protegiendo a las personas que 
más lo necesitan. 
Estoy sentada en una incómoda silla de plástico dentro de una sala de 
interrogatorios con Barton Fields del equipo legal de Mount a mi lado. Estaba 
en el coche esperando cuando subí al Maybach fuera de la entrada familiar al 
reino oculto de Mount. Se presentó con un apretón de manos sensato y 
procedió a decirme exactamente cómo sería esta cita. 
Excepto que la reunión ni siquiera ha comenzado. 
Vuelvo a comprobar la hora en mi teléfono. Son las doce y cuarto. —¿Me está 
jodiendo? 
Fields mira el espejo en la pared opuesta a donde estamos sentados. —No. 
Se está asegurando de perder tu tiempo porque no preguntaste qué tan alto 
cuando dijo saltar. —Por la forma en que Fields lo dice, puedo decir que 
asume que alguien está mirando desde el otro lado del vidrio unidireccional—. 
Pero si nos hacen esperar cinco minutos más, nos vamos. 
La suposición de Fields debe ser correcta, porque a las 12:19, la puerta de la 
sala de entrevistas se abre y Cavender entra pavoneándose. 
—Lamento mucho tenerla esperando, Sra. Maison. —Se acerca a la mesa y le 
tiende la mano a Fields primero, lo que me cabrea. Detective John Cavender. 
¿Quién eres tú? 
 
 
 
 
 
 
—Em. El abogado de Maison, Barton Fields. Mantendremos esta reunión 
breve, ya que la Sra. Maison no tiene ninguna información sobre el homicidio 
del que le habló por teléfono esta mañana. 
La mirada de Cavender se posa en mí y me ofrece su palma callosa. Le 
estrecho la mano extendida, aunque en realidad no quiero. 
—¿Es así, señorita Maison? ¿No sabes nada sobre la prematura muerte de 
Desiree Harding? ¿O debería decir su espantoso asesinato en tu burdel? 
Escucharlo incluso decir su nombre me ahoga instantáneamente, y Fields, 
afortunadamente, interviene. 
—Si pudiera darle un momento, detective, se lo agradeceríamos. Esta noticia 
es comprensiblemente difícil para la Sra. Maison escuchar tan abruptamente. 
Un poco de compasión sería de gran ayuda. 
Oh, este abogado no está aquí para jugar y me alegro de que esté a mi lado. 
—Bien. Tómate un minuto. ¿Quieres una botella de agua? ¿Un café? 
—Agua, por favor, —me ahogo. Esta vez, las lágrimas que arden en la parte 
posterior de mis ojos están avanzando. Intento parpadear para devolverlas 
mientras Cavender se levanta para ir hacia la puerta. 
La abre y grita, “Agua” a alguien que está afuera antes de volver a cerrarla. 
Cuando Fields me ofrece un pañuelo de papel doblado, lo tomo y me froto los 
ojos. —Gracias. 
—Entonces, ¿conocía bien a la Sra. Harding, supongo? —pregunta 
Cavender, y puedo sentir la presión de su intensa mirada evaluándome. 
Juzgándome. Probablemente condenándome. 
Seco las lágrimas que no quiero que caigan frente a él. Independientemente 
de lo que piense, esto no es un acto de mierda. El dolor por lo que le sucedió a 
Desiree me destroza por dentro. Porque todo esto es culpa mía. 
No. No puedo pensar en eso ahora. No servirá de nada. En cambio, seco mis 
ojos y miro a Cavender directamente en los suyos. 
—Sí, la conocía. Durante años. Ella me compró la casa. Ella todavía estaba 
pagando la fianza por la escritura. 
—¿Cuándo fue la última vez que estuvo en la casa? 
Niego con la cabeza. —No lo sé. Ha pasado al menos un mes o más. 
Garabatea una nota en su pequeño bloc de notas. —¿Cuánto tiempo ha 
pasado desde que vio a la Sra. Harding? 
 
 
 
 
 
 
El tiempo casi ha perdido todo el orden en mi cabeza. La última semana fue 
un gran borrón. —Hace unos días. 
Hace clic en su maldito bolígrafo. Dentro fuera. Dentro fuera. Dentro fuera. 
—¿Dónde? 
Hago una pausa por un segundo antes de responder, pero decido que no 
tengo nada que perder si digo la verdad. —En un club privado. 
La cabeza de Cavender se balancea, y siento que hay una buena posibilidad 
de que él ya sepa exactamente de qué club estoy hablando. Sobre todo porque 
no pide aclaraciones. 
—¿Te dio alguna razón para pensar que podría haber estado en problemas o 
que temía por su seguridad? 
Niego con la cabeza y no es mentira. Desiree no estaba en problemas. Ella no 
tenía miedo. 
Lo que le sucedió no tuvo nada que ver con ella. Fue porque el hijo de puta 
enfermo no pudo llegar hasta mí. Lo cual no es jodidamente justo. La culpa se 
aprieta alrededor de mis pulmones como alambre de púas, y la siguiente 
pregunta de Cavender simplemente lo retuerce más. 
—¿Tiene alguna idea de quién pudo haberla querido muerta? ¿O incluso 
quién podría haberla matado? 
Miro a Cavender con una mirada. —Si tuviera un nombre para darte que 
pudieras usar para localizar al asesino de Desiree, te lo daría. Con alegría. 
Inmediatamente. Pero créeme cuando te digo que no tengo uno. De hecho, 
mientras pierdes el tiempo conmigo, el asesino podría estar escapándose. 
¿Quieres eso? ¿Quieres que se salgan con la suya?—Mi voz se eleva con las 
crudas emociones golpeándome de nuevo. 
—Entonces, ¿no hay conjeturas? ¿Nada? 
Casi doy un suspiro de alivio de que Cavender no haya desmenuzado la 
forma en que respondí su pregunta anterior. 
Fields salta para tomar esto. —Como dijo la Sra. Maison, le daría un nombre 
si tuviera uno. ¿Tiene alguna otra pregunta que ella pueda responder para 
ayudar con su investigación? Si no, la Sra. Maison tiene citas esta tarde a las 
que acudir. 
Cavender le da al abogado una mirada dura antes de volver su atención 
hacia mí. —Ha tenido muchas cosas últimamente, señorita Maison. Alguien 
muere en su edificio de condominios. Se muda al día siguiente. Luego está el 
robo en el que alguien escribió en su pared con sangre, diciendo explícitamente 
 
 
 
 
 
 
que vendrán a buscarla. Lo cual, por cierto, el laboratorio comparó el ADN 
encontrado con otra investigación de homicidio en curso. 
Me echo hacia atrás en mi asiento, mi mente va inmediatamente a Laura 
Brandon. Su garganta fue cortada la misma noche en que entraron en mi 
apartamento, y Moses y los chicos razonaron lo que pensaban que le había 
pasado. 
—¿Qué otra investigación de homicidio? —Le pregunto a Cavender, 
deliberadamente haciéndome la tonta. 
—Me temo que no tengo la libertad de darle más información sobre ese caso, 
a menos que, por alguna razón, crea que tiene una conexión con un tercer 
cadáver. 
Cavender está pescando, pero yo no muerdo el anzuelo. 
—No tiene ninguna información, detective. La Sra. Maison trabaja por 
cuenta propia y dirige un negocio muy exitoso y completamente legal que no 
debería ser de ningún interés para su departamento de ninguna manera. Ella 
accedió a venir a hablar con usted en su valioso tiempo, y si no tiene más 
preguntas que sean relevantes para esta investigación, nos pondremos en 
camino para que la Sra. Maison pueda regresar al trabajo —dice Fields, 
sonando muy educado mientras le entrega al policía el equivalente a jódete. 
—Sólo una cosa más, —dice Cavender, metiendo la mano en un sobre 
manila. Saca lo que parece una bolsa de pruebas y la arroja sobre la mesa. —
¿Reconoces esto? 
Es un cuchillo cubiertode sangre seca. La sangre de Desiree. Me echo hacia 
atrás en mi asiento mientras el cuchillo se detiene frente a mí. 
—Eso fue innecesario, detective —, dice Fields, su tono brusco mientras 
reprende al policía. 
Pero no hay necesidad. Entiendo exactamente por qué el detective está 
jugando a este juego. 
—Es eso . . . ¿Eso es lo que mató a Desiree? Pregunto con un temblor muy 
real en mi voz. 
—Una de las armas homicidas. Lo único que hemos podido encontrar hasta 
ahora. ¿Por qué? ¿Lo has visto antes? 
Niego con la cabeza porque no encuentro la voz para mentir. 
He visto el cuchillo antes. Se lo di a Desiree para que la protegiera. Y es un 
duplicado del que usé para matar a Ortiz en el ascensor de mi edificio. 
 
 
 
 
 
 
Moses 
Tan pronto como Magnolia esté en el Maybach y de camino a la casa de 
Mount, quiero correr tras ella y tomarla desde allí, pero no puedo. 
Tenemos que tomar otra ruta y serpentear de un lado a otro de la ciudad, 
para poder estar atentos a una cola. Una cola que quiero matar porque él es la 
razón por la que mi mujer estaba en la estación de policía en primer lugar. 
Antonio Reyes cae seré yo quien lo elimine. Pagará por cada pizca de miedo 
que haya inculcado en Magnolia. Nadie le hace eso a mi mujer y se sale con la 
suya. 
Cuando finalmente llegamos a la casa de Mount media hora más tarde, 
Jules y yo salimos del SUV tan rápido como podemos movernos. V sale del 
garaje. Al parecer, nos ha estado esperando. Le entrego las llaves con una sola 
cosa en mi mente. 
—¿Dónde está? 
Señala con la cabeza hacia el garaje por el que salimos de camino a la 
estación. 
Con la necesidad de ver a Magnolia con mis propios ojos y asegurarme de 
que está bien después de la entrevista con el policía, atravieso el garaje y abro 
de un tirón la puerta que conduce al interior. Los pasillos serpenteantes y 
sinuosos son como un jodido laberinto, y me toma tres vueltas equivocadas 
para encontrar el camino de regreso a nuestra suite. 
—¿Mags? —La llamo mientras abro la puerta—. ¿Estás aquí, mama? 
—Aquí. 
 
 
 
 
 
 
Sigo su voz entrecortada hasta el dormitorio y me detengo en cuanto cruzo la 
puerta. Magnolia está en el suelo, con las rodillas pegadas al pecho y los brazos 
apretados alrededor de ellas. 
Corriendo hacia ella, me dejo caer sobre la alfombra y la tomo en mis brazos. 
—¿Qué está mal, bebé? ¿Estás bien? 
Todo su cuerpo vibra mientras niega con la cabeza. —Estoy trabajando en 
ello. Pero . . . 
—¿Qué pasó? —Exijo, deseando poder envolver mis manos alrededor de la 
garganta de Cavender y apretar por lo que sea que hizo o dijo que puso a 
Magnolia en este estado. Sin embargo, reprimo la rabia porque cuidarla es lo 
primero. 
—El arma homicida. . . —Otro estremecimiento la recorre mientras busca las 
palabras. 
La mención del arma homicida desencadena una imagen mental que no 
quiero volver a ver. Todavía puedo oler el olor cobrizo de la sangre cuando entré 
a la habitación donde encontramos el cuerpo desmembrado y sin vida de 
Desiree. Saco la visión de mi cabeza, obligándome a concentrarme en Magnolia. 
—Está bien, mama. Estas bien. Lo que sea que el puto detective hizo o te 
mostró, nada de eso puede atraparte. Estás aquí conmigo. Te tengo ahora. 
Siempre. No dejaré que nadie te vuelva a lastimar. 
Ella levanta su mirada llorosa hacia la mía y las lágrimas no derramadas 
hacen que sus ojos de whisky se vuelvan aún más vidriosos. —Usó el estilete 
de Desiree para matarla. Le di ese cuchillo. 
La aplastante culpa que debe sentir casi nos tira a los dos contra la 
alfombra. —Mierda. Nena, lo siento mucho. 
Ella niega con la cabeza. —No, no lo entiendes. Tengo uno exactamente 
igual. Lo usé para matar al tipo del ascensor. ¿Crees que lo sabía? ¿Es por eso 
que hizo lo que le hizo a ella? —Magnolia contiene un sollozo mientras lo dice, 
y aprieto mis brazos alrededor de ella. 
—Oh nena. Shh. No. No podía saber eso. De ninguna maldita manera. La 
policía no ha hecho públicamente nada que ver con la muerte de su hermano. 
—¿Estás seguro? —Su pregunta tiene un tono irregular. 
—Estoy seguro, mama. Si lo hubiera hecho, podría haber sido solo un arma 
de oportunidad. No creo que él lo supiera. 
Parpadea para contener las lágrimas que se acumulan en sus ojos, y quiero 
matar a los hijos de puta por ponerla allí. Todos ellos. Reyes, Ortiz y Cavender. 
 
 
 
 
 
 
Ver a una mujer fuerte, capaz y formidable, acurrucada prácticamente en una 
bola en el suelo, me desgarra. Y luego me golpea con algo más que le 
preocupación. 
—¿Pero no van a pensar que la misma persona los mató a los dos? 
Mierda. Eso no es algo que deduje. Mierda. 
—Oye, oye. No. No nos preocupemos por eso. No mataste a Desiree y la 
policía lo sabe. Lo que le sucedió no fue algo que haría una mujer. Créeme, 
mama. Tienen que saber eso. A la mierda, en todo caso, pensarán que quien 
mató a Desiree mató a Ricardo primero. 
Parpadea de nuevo. —¿Estás seguro? 
Asiento con la cabeza. —Cien por ciento. 
Pero incluso mientras lo digo, una posibilidad cobra vida en mi cabeza. ¿Y si 
intentan unir los asesinatos? ¿Qué pasa si se vuelven perezosos y le atribuyen 
todo a Magnolia? 
—¿Dónde está tu cuchillo? —pregunto. 
Su mirada se vuelve aguda. —¿Por qué? 
—Porque eso es algo de lo que tenemos que deshacernos. No hay pruebas, 
mama. Lo tiramos para que nunca haya de que preocuparnos. 
—Ya debería haber hecho eso, —dice, golpeando su cabeza con frustración 
contra mi hombro. Dios, sé más que esta mierda. ¿Por qué no me deshice de 
él? 
Pienso en la forma en que la encontré esa noche, cosiendo su propio costado 
donde él la cortó. —Estabas un poco ocupada. Pero si me dices dónde está, lo 
haré desaparecer. Es en lo que soy bueno. 
Está en mi casa en el Barrio, en la caja fuerte de mi armario. Está limpio. 
Sin sangre, sin huellas. Me aseguré de eso, al menos. Iba a tirarlo, pero. . . 
—No te preocupes por eso. Me haré cargo de ello. Ahora, vamos a levantarte. 
Necesitas una ducha. Quitarte la suciedad de la comisaría. Te sentirás mejor. 
Me levanto y la tiro conmigo, y ella cierra sus brazos alrededor de mí. 
—Gracias, —susurra. 
Mirando su cabello oscuro, presiono un beso en la parte superior de su 
cabeza. —No necesitas agradecerme por nada. 
—Sí, lo hago, —dice con un hipo, mirándome—. No sé qué estaría pasando 
ahora mismo si no estuvieras aquí. Yo misma manejaría esta mierda porque no 
 
 
 
 
 
 
soy buena pidiendo ayuda. Pero estoy muy, muy contenta de no estar sola en 
este momento, Moses. 
Aprieto mi agarre a su alrededor. —Nunca volverás a estar sola, mama. Pase 
lo que pase, lo manejamos juntos. Así es como funciona de ahora en adelante. 
Somos un equipo y no dejaré que te pase nada. Esperé demasiado tiempo para 
mi segunda oportunidad para arriesgarme y tirarlo todo por la borda. 
Apoya su mejilla contra mi pecho, y nos quedamos ahí por un momento, sin 
decir nada. Cuando finalmente se retira, atrapo una sola lágrima en la yema de 
mi pulgar. 
—¿Qué sigue? —pregunta. 
—Iré a ver el progreso de Trey y espero que tenga una dirección para nuestro 
hombre, y luego armaremos un plan para eliminarlo. Estoy harto de que esté 
dos pasos por delante de nosotros. Es hora de que nos pongamos al día. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Después de mi ducha, Moses va en busca de Trey, pero yo me quedo en la 
habitación, con la visión del estilete con incrustaciones de sangre en mi 
cabeza. 
Una vez que mi cabello está seco, me aventuro a la sala de estar, sin saber 
qué hacer conmigo misma. Con mis chicas fuera y el negocio en espera, no 
tengo mucho en lo que trabajar. No recuerdo la última vez que tuve tanto 
tiempo libre en mis manos. El ajetreo al que estoy tan acostumbrada se ha 
detenido por completo por culpa del idiota que me atacó en el ascensor. 
Camino hacia el tablero de ajedrez, pasando los dedos por las piezas. Otras 
mujeres podrían preguntarse qué tan diferente habría sido su vida si se 
hubieran ido con Moses o si Moses se hubieraquedado, pero no pierdo el 
tiempo en eso. 
No hay vuelta atrás. 
Tienes una oportunidad para tomar una decisión y luego tienes que vivir con 
las consecuencias. 
Pero lo que le dije a Moses antes es completamente cierto. No sé cómo 
estaría manejando esto sin él. Soy una mujer fuerte Es un hecho. Pero también 
soy lo suficientemente inteligente como para darme cuenta de que esto podría 
haber sido muy diferente si el tiempo de Moses para regresar a mí se hubiera 
retrasado solo uno o dos días. 
Un golpe en la puerta me distrae de mis pensamientos y estoy agradecida 
por ello. La melancolía no es lo mío. 
 
 
 
 
 
 
Cruzo la habitación y abro la puerta para encontrar a Keira. Su expresión 
irradia empatía. 
—¿Estás bien? 
Encogiéndome de hombros, respondo—: Suficientemente bien. 
Keira lanza sus brazos alrededor de mis hombros y me abraza, y acepto el 
consuelo que me ofrece. Ahora mismo, tomaré el alivio que pueda conseguir. 
—Odio que estés pasando por esto. Quiero que termine. 
—Tú y yo, las dos, chica. —Le doy un fuerte apretón antes de que retroceda. 
—¿Y ahora qué? 
Dejo escapar un largo suspiro. Diablos si lo sé. Ni siquiera sé qué hacer 
conmigo misma en este momento. No puedo decir que haya estado en esta 
situación antes. 
A sabiendas, me da una sonrisa triste. —El encierro no es divertido. Créeme, 
esto es algo con lo que estoy muy familiarizada. 
Pienso en el hombre con el que está casada mi mejor amiga, cómo llegó a 
serlo, y nuevamente espero haber tomado las decisiones correctas en lo que a 
eso respecta. 
Keira debe leer algo en mi cara porque sus rasgos se agudizan. —No 
cambiaría esto por nada del mundo, Mags. Así que deja lo que sea que estés 
pensando. 
—Oh, ¿lees la mente ahora, Ke-ke? 
Ella pone los ojos en blanco. —Cuando se trata de ti, a veces puedo. De 
hecho, venía a preguntarte si me harías un favor. 
—Dilo, —digo sin dudarlo. No hay nada que yo no haría por Keira. Esa es la 
pura y simple verdad. 
—La niñera de Rory se va esta noche, y Lachlan y yo tenemos que... 
—Sí, —respondo, sin dejarla siquiera terminar—. Cuidaré a tu bebé siempre 
que lo necesites. 
Ella se chupa el labio inferior por un momento. —¿Estás segura? 
—Absolutamente. Solo dime cuando me necesites. 
Su cabeza se inclina hacia un lado y hace una mueca. —¿Y Moses? ¿Crees 
que estará cómodo jugando a la niñera? 
 
 
 
 
 
 
Recuerdo lo que le dije acerca de querer un bebé y cómo se le iluminó la 
cara. —Estará bien. Probablemente sea una buena práctica para él. 
A Keira se le saltan los ojos. —Oh Dios mío. Estás tú . . . ¿Estás 
embarazada? 
La risa que brota de mis labios se debe totalmente a la expresión de asombro 
en el rostro de mi mejor amiga. 
—No. No todavía, de todos modos. Pero estoy bastante segura de que hacia 
allí nos dirigimos. 
Keira se lanza de nuevo hacia mí, y esta vez sus brazos me rodean en un 
fuerte apriete. —¡Esa es la mejor noticia que he escuchado durante todo el 
maldito año! Estoy tan feliz por ti, Mags. 
La aprieto con fuerza, sintiendo el amor derramarse de ella. Keira es única 
en su clase y absolutamente demasiado buena para mí. —Gracias cariño. Lo 
aprecio. 
Me suelta una vez más y sus ojos brillan mientras me mira boquiabierta. —
Todo lo que siempre he querido es que seas feliz, —dice, y yo le creo. 
—Estoy trabajando en eso, Ke-ke. Lo prometo. 
Por primera vez, yo también me lo creo. 
Un zumbido sale del bolsillo de Keira y saca su teléfono. —Mierda. Se 
supone que debo estar en una conferencia telefónica ahora mismo. Volveré en 
breve. Muchas gracias por aceptar cuidar a Rory esta noche. 
—Cualquier cosa por ti. Tú lo sabes. 
Ella me lanza un beso y sale de la habitación, dejándome sola de nuevo con 
mis pensamientos. 
 
 
Cuando Moses regresa una hora después, lo primero que noto es la 
frustración en su rostro pétreo cuando cierra la puerta detrás de él. 
—¿Mama? 
—Justo aquí, —digo desde la silla frente a la chimenea vacía. 
 
 
 
 
 
 
Se vuelve hacia mí, una sonrisa reemplazando la tensión en sus rasgos. —No 
te vi allí. ¿Estás bien? 
Me levanto mientras él cierra la distancia entre nosotros. —¿Estás bien? Vi 
tu expresión cuando entraste. Trey no pudo encontrar una dirección, ¿verdad? 
La sonrisa que Moses había pegado se desvanece cuando niega con la 
cabeza. —No. Este bastardo sabe cómo esconderse, incluso con todos los 
trucos de Trey. 
—¿Ha pasado eso alguna vez antes? 
—Por lo general, somos los que borramos toda la información sobre las 
personas, por lo que sabemos dónde buscar las cosas que normalmente se 
pasan por alto. Pero este chico. . . es listo. Me está cabreando muchísimo. 
Moses se estira para agarrar la parte de atrás de su cuello, y yo doy un paso 
hacia el calor que irradia de su cuerpo y pongo mis palmas contra su sólido 
pecho. 
Trato de darle lo que él me ha estado brindando: tranquilidad, apoyo y 
esperanza. —Terminaremos con esto, de una forma u otra. ¿Y Mount? ¿Alguna 
pista de su lado de las cosas? 
El brazo de Moses envuelve mi cuerpo, anclándome contra él como si no 
quisiera darme la oportunidad de alejarme. Estoy de acuerdo con eso, 
especialmente porque no tengo planes de retirarme. No necesito espacio No de 
él. Ya no. 
—Nada todavía, pero tiene ojos en toda la ciudad buscando. 
—Lo encontraremos, —digo con convicción—. Él va a pagar por lo que ha 
hecho. 
Moses se inclina para presionar un beso en la parte superior de mi cabeza. 
—Toda la razón. Pero hasta entonces, Trey no dejará de escarbar, y yo solo. . . 
—Se calla, y me doy cuenta de que probablemente no esté tan familiarizado 
con la inactividad como yo. 
Relleno el silencio. —Esta noche cuidaremos de Rory. 
Moses retrocede y me mira. —¿Cuidar niños? No puedo decir que sea algo 
que haya hecho antes. 
—Supongo que ya es hora de que ambos aprendamos—. Una sensación de 
paz se apodera de mí cuando agrego—: Juntos. 
 
 
 
 
 
 
Moses 
—Le pasa algo a ella mientras tú estás a cargo. Te. Mataré. Sin 
preguntas. —El tono de Mount es tranquilo, pero habla en serio cada palabra 
que dice, basándose en la forma en que mira a la pequeña niña de cabello 
castaño rojizo que se aferra al cuello de su mamá. 
—Lo entiendo. Ella es tu mundo —digo. Honestamente, alguien tendría que 
pasar por mí y Magnolia para llegar a Rory esta noche de todos modos. 
La mirada oscura de Mount se eleva para clavar la mía. —No lo entiendes. 
Hasta que no hayas tenido a tu propio hijo en brazos, no lo harás. 
Tiene razón, así que no discuto. 
—No le pasará nada. Tienes mi palabra. 
Mount tiene la mandíbula rígida mientras me mide, pero finalmente asiente. 
—Regresaremos en tres horas. V hará guardia fuera de la puerta de cualquier 
habitación en la que se encuentre en todo momento. 
Tiene que ser duro dejar todo su mundo al cuidado de alguien como yo, así 
que no lo presiono. —Entendido. 
—¿Has terminado de intentar asustar a la gente que nos está haciendo un 
favor? —pregunta la esposa de Mount mientras se acerca a él. 
La postura completa del hombre se relaja tan pronto como Keira desliza un 
brazo alrededor de él y él arranca al bebé de su abrazo. 
Espero que nadie más vea la vulnerabilidad que veo ahora mismo, porque 
sabrían que el rey del inframundo criminal de Nueva Orleans podría ser 
derrocado golpeando a su hija o esposa. Se volvería loco sin ellas. 
 
 
 
 
 
 
—Sólo le estoy expresando a Moses cómo están las cosas. 
—Estaremos en casa en unas horas. Todo estará bien. —Keira me mira—. 
Muchas gracias, Moses. Estamos increíblemente agradecidos, y si Lachlan ha 
hecho alguna amenaza de muerte, puedes simplemente ignorarla. 
La mirada de Mount se dirige hacia su esposa, plagada de protestas. 
—No me mires con el ceño fruncido. Te conozco. ¿Recuerdas? 
Su barbilla se levanta, y Mount encuentra mis ojos una vez más mientras 
Magnolia toma su lugar a mi lado. 
Rory se acurruca en el cuello de su padre mientras él presiona besos en su 
cabello desordenado como si le estuviera comiendo la oreja. No uso lapalabra a 
menudo, pero me atrevería a llamarla linda. 
—Es hora de jugar con la tía Mags por un rato, cariño, —dice Mount 
mientras la pequeña niña aparta la cara de su cuerpo y se estira 
voluntariamente, agitando los brazos hacia Magnolia. 
—Eso es, princesa. Vamos a jugar con tus bloques. —La voz de mi mujer es 
suave y vivaz mientras le habla a la niña, y luego agrega a sus padres—. Los 
diecinueve millones. 
Inmediatamente parecen culpables, pero al mismo tiempo sin vergüenza. 
Tan pronto como Magnolia tiene a la niña en sus brazos, una imagen me 
golpea. Es uno de nuestros hijos y lo jodidamente dulce que será nuestra vida 
pronto, porque ninguno de nosotros está perdiendo más tiempo. Nos perdimos 
quince años juntos y no vamos a desperdiciar otro maldito día. 
Extiendo la mano para estrechar la mano de Mount. —Tengan una buena 
noche. —Miro a Keira—. Tenemos esto cubierto. 
Keira se inclina para abrazarme, y seguro que no me pierdo la mirada en el 
rostro de Mount cuando me toca. —Gracias por estar ahí para Mags. Ella te 
necesita más de lo que crees. Y gracias por esto también. 
—Es un privilegio —le respondo mientras se aleja, sorprendido de que 
todavía tenga dos rótulas funcionando. 
Ese hombre está perdido, creo con una sonrisa. Y yo también. 
 
 
 
 
 
 
 
 
—¿Cómo diablos se mueve tan rápido? —Me doy la vuelta para ver a Rory 
corriendo por la habitación, con bloques en ambas manos, que se agitan sobre 
su cabeza. Mi corazón está en mi maldita garganta al pensar en su rostro 
plantado en la alfombra—. Despacio, pequeña. No hay ningún lugar al que ir 
con tanta prisa. 
La risa de Magnolia se mezcla con la de Rory mientras corre hacia un lado 
para levantarla. —Eso es porque la Princesa Aurora tiene mucho que hacer. 
¿No es así, bebé? 
Rory desata una ola de charla que es apenas inteligible para aquellos de 
nosotros que no pasamos todo el día a su alrededor. Capto algunas palabras, 
pero todavía no tengo la menor idea de lo que está hablando. Francamente, a 
ella no parece importarle. 
Magnolia se ríe y sonríe, y Rory aplaude los bloques juntos. 
—Veamos si puedes meterlos en los agujeros, sabelotodo. 
Magnolia lleva a la delicada niña a una mesa cubierta con pequeñas 
estaciones para que los niños aprendan formas. Rory sabe exactamente qué 
hacer, empuja los bloques en los soportes de plástico donde encajan antes de 
usar la mesa para dar la vuelta al otro lado, deteniéndose solo para hacer girar 
una rueda y luego agarra más bloques. Éstos no intenta meterlos en los 
agujeros. Van directamente a su boca, donde comienza a engullirlos hasta 
morir. 
Me quedo boquiabierto y miro a Magnolia. —¿Se supone que ella debe hacer 
eso? 
—No se ahogará y Mount no nos matará, si eso es lo que te estás 
preguntando, —dice con una sonrisa. 
—¿Estás segura? Porque estoy cien por ciento seguro de que quiso decir lo 
que dijo. Y tampoco lo culparía. 
Magnolia sonríe mientras me agacho junto a ella y Rory en el suelo. —Serás 
igual de feroz con nuestro bebé, —dice con un brillo en los ojos. 
—Mierda. Tienes toda la razón. 
Las risas llenas de alegría de Magnolia flotan por la habitación. Ella 
necesitaba esto hoy. 
—Está bien, Moby. Ella no aprenderá malas palabras de ti si aún no lo ha 
aprendido de sus padres. Al menos, eso es lo que me dice Keira cuando 
maldigo. 
 
 
 
 
 
 
Rory se da la vuelta, sonriendo con la baba goteando por su barbilla y me 
lanza un bloque. —¡Tú! —ordena claramente. Así que le quito el bloque, sin 
pensar dos veces en cómo lo mordió. 
Señalo el agujero por donde va. —¿Quieres que lo ponga aquí? 
Ella levanta su estrecha barbilla, que heredó de su madre, y asiente lenta y 
sabiamente. —Tú. 
—Bueno. —Deslizo el bloque en el agujero y Rory chilla de emoción, 
aplaudiendo. Luego se precipita hacia mí y se arroja a mis brazos. 
Cuando su cuerpo en miniatura choca con el mío, extiendo la mano para 
estabilizarla. Ella me mira a los ojos y grita—: ¡Mo! ¡Mo! ¡Arriba! ¡Arriba! 
Me derrito. Simplemente no hay otra forma de describirlo. 
Ahora las amenazas de muerte de Mount tienen perfecto sentido. 
 
 
 
 
 
 
 
 
Moses se congela mientras mira a Rory, quien aplaude y exige que la 
levante. Veo la expresión encantada en su rostro. Es obvio que no se dio cuenta 
de lo rápido que esta niña podía abrirse camino hasta su corazón. 
La única razón por la que reconozco la apariencia es porque yo también he 
estado allí. No me di cuenta de lo mucho que lo quería para mí hasta que vi a 
Keira pasar por todo esto. Y, por supuesto, Rory también se escapó con mi 
corazón. 
Moses extiende la mano para levantar con cuidado a la princesa en el aire 
mientras ella grita de júbilo. La sonrisa que se extiende por su rostro es nada 
menos que beatífica. 
Entonces, como si fuera una señal. . . ella vomita sobre él. En cámara lenta. 
No tengo idea de cómo podría salir tanto vómito proyectil de un cuerpo tan 
pequeño, pero es así. 
¡Oh, cómo caen los valientes! 
—¡Mierd…upss! —grita Moses, y la puerta se abre de golpe cuando V entra 
con la pistola en la mano. Patina hasta detenerse cuando ve lo que sucedió e 
inmediatamente comienza a retroceder, pellizcando sus labios con fuerza para 
evitar reír. 
—Consigue a alguien del equipo de limpieza, por favor, —le digo, y me tapo 
la boca para ocultar mi propia risa. 
 
 
 
 
 
 
Moses me mira boquiabierto, con los ojos muy abiertos e increíblemente 
sorprendido. —Tengo vómito en la oreja, ¿no? —pregunta mientras le cae por la 
cara. 
—Sí. Tú lo tienes. La llevaré y tú puedes ir a buscar una toalla del baño, 
volver corriendo a nuestra suite y limpiarte. Me quedaré con ella. 
Cambiamos la posesión del adorable monstruo vómito, y Moses se dirige al 
baño por una toalla. Estoy pisándole los talones, cargando a Rory. 
—¿Qué comiste, pastelito? 
Ella comienza a hablar en su adorable galimatías agudo, y no capto ninguna 
palabra que explique la magnitud del cometa vómito que acabo de presenciar. 
Moses se enjuga la cara y tengo que darle crédito por no haber vomitado por 
todo el baño cuando ve lo cubierto que está. 
—Jesucristo. ¿Cómo es esto posible? —pregunta, su voz ahora es un 
susurro mientras me mira a mí y a Rory mientras enciendo la bañera con su 
bañera de bebé más pequeña dentro. 
—Bienvenido al maravilloso mundo de los niños pequeños. ¿Todavía quieres 
hacer esto conmigo? 
Tan pronto como sale la pregunta, me aterroriza la respuesta. Incluso con la 
bomba de vómito, deseo muchísimo un bebé. Si Moses se asusta por la primera 
señal de dificultad, no sé qué haré. 
Pero parado allí en un baño rosa, con vómito por toda su camisa y aun 
goteando de su oreja, sonríe juguetonamente. —Sí, mama. Puedes apostar tu 
dulce trasero a que quiero hacerlo contigo. 
Mi corazón se hincha tanto, que juro que podría explotar. 
—Pero la próxima vez, la levantarás, —dice. 
Mi risa echa a Moses fuera de la habitación, pero mi corazón nunca ha 
estado tan lleno. 
 
Cuando Mount y Keira regresan un par de horas más tarde, Mount es el 
primero en atravesar la puerta del cuarto. Nos pasa por alto a Moses y a mí 
sentados en dos sillas en la esquina, jugando una mano silenciosa de cartas, y 
 
 
 
 
 
 
va directamente a la cuna donde Rory está profundamente dormida. Solo una 
vez que la toca, la tensión en su cuerpo se desvanece. 
Mount puede ser un frío hijo de puta en noventa y nueve de cada cien 
maneras, pero no tengo ninguna duda de que ama a su hija más que a la vida 
misma. Es realmente refrescante presenciarlo. 
Keira nos abraza a los dos y nos hace señas para que salgamos del cuarto 
para que podamos hablar sin despertar a su bebé. Tan pronto como entramos 
en el pasillo, cierra la puerta. 
—Lachlan se quedará allí y la verá dormir toda la noche, si lo dejo, —dice 
con un movimiento de cabeza y una sonrisa en su rostro—. ¿Cómo les fue? 
Mi mejor amiga mira de mí a Moses y luego de nuevo. 
—Fue genial —le digo. Luego miro a Moses, que está recién duchado y 
limpio—. Pero Rory tenía un pocode malestar estomacal por alguna razón, y 
vomitó sobre Moses. Sin embargo, parecía estar bien justo después. Sin fiebre. 
Lo he comprobado varias veces. 
Los ojos verdes de Keira se agrandan mientras explora el cuerpo gigante de 
Moses. —Oh no. Ella. . . ella realmente tiene algo de alcance con ese lío, ¿no? 
Se atraganta con una risa cuando Mount se une a nosotros en el pasillo, 
cerrando la puerta silenciosamente detrás de él. 
—¿Qué pasó? —exige. 
Keira lo pone al tanto rápidamente y los hombros de Mount se ponen 
rígidos. 
—Haré que el doctor venga a verla. Deberías haberlo llamado de inmediato. 
—Lanza una mirada dura en mi dirección. 
Keira le pone una mano en el brazo. —Rory no tiene fiebre. Está bien. Al 
igual que el médico ha dicho cada vez que lo llamamos para algo como esto. 
Los niños simplemente vomitan a veces, Lachlan. 
La expresión de Mount podría estar tallada en granito. —No quiero correr 
riesgos ... 
—No lo haremos —dice Keira, inclinándose hacia él—. Entraré y le daré un 
beso, y si tengo algún indicio de que algo anda mal, lo llamaremos. ¿Bien? 
—Bien —gruñe Mount. 
Puede que sea despiadado, pero esa niña tiene mucha suerte de tener un 
papá que se preocupa tanto por ella, Pienso mientras Keira desaparece dentro. 
 
 
 
 
 
 
Mount interroga a Moses sobre cada momento que pasamos con Rory 
mientras estaban fuera hasta que Keira vuelve a salir. 
—Está absolutamente bien. Ahora, dejemos que estos dos se vayan a la 
cama. Muchas gracias a los dos. —Keira da un paso hacia mí y envuelve sus 
brazos alrededor de mi cuello—. Gracias cariño. Te quiero. 
Estoy bastante segura de que Mount quiere alejarla de Moses mientras ella 
hace lo mismo con él, pero milagrosamente, controla el impulso que parece 
estar apenas contenido debajo de la superficie. 
Después de despedirnos, Moses y yo caminamos tomados de la mano de 
regreso a la habitación donde hemos establecido nuestra residencia temporal. 
Una vez dentro, me quito la camisa. —Mi turno para una ducha. 
Moses viene detrás de mí. Sus grandes manos se curvan alrededor de mis 
hombros y sus pulgares se clavan, masajeando la tensión de mis músculos 
adoloridos. Parece ser mi nueva normalidad, pero me derrito bajo su toque. 
—Dios, eso se siente bien, —murmuro mientras estiro mi cuello hacia un 
lado y luego hacia el otro. 
Cuando estoy en sus manos, me da un apretón más y me da un beso en la 
nuca. —Vete a la ducha. Prepararé un juego, si estás dispuesta a jugar. 
Me doy la vuelta en sus brazos y me apoyo en su sólida calidez. —Siempre 
estoy dispuesta a jugar contigo, Moby. Ya saldré. 
Menos de diez minutos después, salgo del baño usando solo mi toalla. 
Moses lleva dos vasos de licor ámbar a la mesa puesta para nuestro juego, 
que estoy segura son Seven Sinners. 
Sus vívidos ojos verdes se fijan en el nudo metido entre mis pechos y se 
lame los labios como un lobo hambriento. —Pensándolo bien, este debería ser 
un juego de striptease. Contigo usando solo eso. Parece justo, considerando 
que todavía eres mucho mejor que yo. 
El diablo en mi hombro es completamente responsable de mi respuesta. —
¿Pierdo cuando dejo caer la toalla o puedo seguir jugando? 
Los ojos de él brillan con pasión, el oro parece brillar. —Oh, será mejor que 
sigas jugando. 
Camino por una delgada línea, pero no tengo miedo. —¿Crees que podrás 
manejarlo? 
 
 
 
 
 
 
—Puedo manejar cualquier cosa que tengas.—Se mueve sobre sus pies 
como si sus pantalones fueran repentinamente menos cómodos—. Haz lo peor. 
Me acerco a la mesa y levanto uno de los vasos de sus manos antes de elegir 
mi costado. —Entonces juguemos. 
 
 
 
 
 
 
 
Moses 
Bueno, podría decirse que soy un tonto, pero me importa un bledo. No 
cuando estoy mirando las tetas de mi mujer mientras ella delibera sobre su 
próximo movimiento. Me quedé con los pantalones y los calcetines, pero no 
importa. No hay pérdida en este juego. No cuando estoy sentado frente a 
Magnolia, con una sonrisa en su rostro y mi polla sacudiéndose cada vez que 
esas deliciosas tetas rebotan. 
La vida puede ser tan jodidamente buena. 
Cuando toma mi siguiente pieza, me sonríe como una zorra. —Sigue 
desnudándote, Moby. 
—Felizmente. —Me agacho para quitarme un calcetín y lo arrojo al montón 
junto a la mesa. 
—¿Estás listo para admitir que tu plan fracasó rotundamente? —Magnolia 
pregunta con un brillo calculado en sus ojos—. Porque seguro que no puedes 
jugar una mierda cuando estás mirando mis tetas. 
Mis labios se abren, una sonrisa se extiende por mi rostro mientras niego 
con la cabeza. —¿Resultado? Depende de lo que creas que significa ganar para 
mí. Porque desde donde estoy sentado, esta es la mejor idea que he tenido. 
Su risa rica y profunda hace que su pecho rebote, y tomo una pieza de 
ajedrez al azar y la muevo sin mirar el tablero. 
—Ni siquiera lo estás intentando, —dice entre risas—. Ni siquiera puedes 
hacer ese movimiento con un peón. 
 
 
 
 
 
 
Me levanto de mi silla, doy dos pasos alrededor de la mesa y la tomo en mis 
brazos. —Entonces ambos sabemos quién ganó el juego, pero yo estoy ganando 
toda la maldita noche. 
La saco de la sala de estar y la llevo al dormitorio, que está a oscuras salvo 
por la tenue luz de las lámparas de las mesitas de noche. Pateo la puerta para 
cerrarla detrás de nosotros y la acompaño a la cama. 
—¿Realmente estás llamando a toda la noche una victoria? ¿Con vómito de 
bebé y todo? 
Suena optimista, pero escucho un trasfondo de preocupación en la voz de 
Magnolia. Tiene miedo, después del episodio de vómitos de la niña de Mount y 
Keira, que yo pueda tener dudas acerca de hacer todo el asunto del bebé. Ahí 
es donde ella se equivoca. 
—Mama, no habría mayor privilegio en mi vida que poner un anillo en tu 
dedo y darte un bebé. No voy a cambiar de opinión al primer bache del camino. 
Los niños son una mezcla de un montón de locuras, pero siempre que seamos 
tú y yo haciéndolo juntos, estoy listo. 
El rostro de Magnolia se suaviza. —Realmente lo dices en serio. 
Bajo mi cabeza para tocar mi frente con la de ella. —Malditamente, lo hago. 
Y si me das una niña, será mejor que reces por todos nosotros, porque voy a 
tener que estar borracho o destrozado como el infierno para que ningún chico 
la mire dos veces. Tendré que imprimir camisetas con mi foto que diga “Ese es 
mi papá” para que sepan a qué se enfrentan si se acercan a seis metros de ella. 
Las risitas alegres de Magnolia me llenan de cosas inesperadas y 
bienvenidas. Ligereza. Esperanza. Paz. 
—Estás loco, Moby. Realmente espero que tengamos al menos una niña, 
porque me encanta como suena todo eso. —Se queda callada por un momento 
y su expresión adquiere un tono serio—. Y te amo. 
Mi corazón golpea contra mi pecho y sé que mi mujer puede sentirlo. Sus 
brazos se aprietan alrededor de mi cuello mientras dejo que sus palabras se 
hundan, repitiéndolas en mi cerebro te amo. te amo. te amo. te amo. 
He esperado tanto tiempo para escuchar esas palabras de ella, y me toma 
unos buenos diez segundos juntar mi mierda. Mis brazos se contraen alrededor 
de ella y aplasto a Magnolia contra mi pecho. 
—Te amo, mujer. Malditamente mucho. Debería haber vuelto antes ... 
 
 
 
 
 
 
Magnolia silencia mi pesar con un movimiento de cabeza. —No más 
angustia por el pasado. Vivimos en el presente y solo miramos hacia el futuro. 
—No sé qué hice para merecerte, —le susurro al oído mientras la mantengo 
pegada a mí. 
—¿Importa? Porque estás atrapado conmigo ahora. 
Levanto la cabeza. —Toda la razón. Así que este negocio de hacer bebés. . . 
por lo que escuché, se necesita mucho ensayo para hacerlo bien. 
—Sabes, creo que he escuchado lo mismo. 
La bajo el resto del camino hasta la cama, y ninguno de los dos dice una 
palabra que nadie más pueda entender durante el resto de la noche. Y cuando 
me duermo junto a mi mujer, mi mano se curva alrededor de su cadera, estoy 
seguro de que todo saldrá bien. 
No sé qué mierdas vamos a tener que atravesar para llegaral otro lado, pero 
de ninguna manera voy a perder el paraíso que encontré. 
Lucharé por esto. 
Por nosotros. 
Por nuestro futuro. 
No importa lo que pase, nunca la dejaré ir. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Dos días más de jugar a las casitas en el hogar de Mount y Keira, y 
todavía no tenemos más respuestas. En este punto, estoy empezando a 
preguntarme si Trey realmente es tan bueno como dice Moses. Aunque de 
ninguna manera voy a hacer esa pregunta. Sobre todo porque el imbécil que 
me quiere muerto ha sido borrado y debe conocer todos los trucos para 
mantenerse fuera del radar. 
Aun así, es muy frustrante. Al menos durante el día. Por la noche, Moses 
aleja todo temor y preocupación de mi cabeza con u grande y duro cuerpo. 
Dios mío, el hombre está en marcha. 
Y todas las noches, cuando nos dormimos, tiene que estar tocándome de 
alguna manera, en algún lugar. Ya sea que tenga la mano en mi pierna o yo 
presionada contra su pecho, siempre está haciendo contacto conmigo. Me 
encanta. 
Y hablando de amor, después de que ambos dijimos esas tres pequeñas 
palabras por primera vez, ahora salen fácilmente. 
Nunca había tenido esto antes y se siente como una revelación. 
El me ama. 
Lo amo. 
Tenemos un futuro juntos, tan pronto como esté a salvo de Antonio Reyes. 
Moses está con Trey y Jules, persiguiendo otra pista, cuando suena mi 
teléfono. Miro la pantalla y me sorprende ver el nombre de Celeste en ella. La 
 
 
 
 
 
 
anciana nunca me había llamado antes. Incluso olvidé que intercambiamos 
números. 
Por otra parte, normalmente la veo al menos un par de veces a la semana, 
por lo que nunca tuvo que llamarme. 
Toco la pantalla para responder. —Hola, Celeste. ¿Todo bien? 
—Así que estás viva. Ten piedad de mí. Estaba empezando a preguntarme si 
mi instinto me estaba dirigiendo mal. 
—Estoy viva. Estoy . . . lidiando con una mierda pesada ahora mismo. Por 
eso no he estado ahí. 
—Puedo sentirlo. Aunque no te he visto, lo he sentido todos los días. Estuve 
esperando a que vinieras para ver por mí misma que estabas bien, pero me 
cansé de preguntarme y esperar. Por eso te llamo. 
Una ola de calidez me atraviesa por la preocupación en la voz de Celeste. 
Realmente se preocupa. Siempre pensé que sí, pero ahora no tengo ninguna 
duda. 
—Es bueno escuchar tu voz, Celeste. Realmente aprecio que me llames. 
Estoy bien. Segura. Sólo . . . volando bajo el radar por un tiempo hasta que 
solucionemos algunas cosas. 
—Eso explica la carta entonces. —Su voz áspera lleva una nota de algo que 
me pone nerviosa. 
Me congelo en seco, habiendo estado deambulando por la suite mientras 
hablábamos. —¿Qué carta? 
—Sentí un poderoso impulso de tener que sacarte una carta para 
asegurarme de que estabas a salvo, así que lo hice. 
Un cosquilleo de preocupación levanta los finos vellos de mis brazos. —¿Qué 
era? 
—El Colgado, —responde Celeste en voz baja. 
Un latido de silencio retumba entre nosotras mientras intento recuperar el 
significado exacto de la carta de memoria, pero no recibo esa carta a menudo y 
me quedo en blanco. Solo puedo imaginarme al tipo colgado boca abajo de una 
rama, pero no lo que eso simboliza. 
—¿Qué significa exactamente? 
Celeste suelta un jadeo. —Tradicionalmente, se refiere a la entrega, el 
sacrificio o el estancamiento. No irá a ninguna parte mientras esté colgado 
 
 
 
 
 
 
boca abajo. Por otra parte, algunas interpretaciones dicen que él también tiene 
la capacidad de salir de eso. 
—¿Pero qué significa para mí? —pregunto en voz baja mientras mi mente se 
vuelve loca, preguntándome sobre las posibilidades. 
—Dijiste que estabas oculta por un tiempo para arreglar algunas cosas. 
Podría significar exactamente eso. Estás suspendida en el tiempo porque aún 
no has elegido en qué dirección vas. 
—¿Podría? —Necesito que Celeste me aclare, porque ahora tengo todo tipo 
de sentimientos incómodos corriendo a través de mí. 
—Sí. Podría. Sabes que las cartas no siempre son claras. 
Trago y me doy cuenta de que mi boca se ha secado por completo. —¿Qué 
pasa con la parte de rendición y sacrificio? 
—Rendición máxima o auto sacrificio, —murmura, como si estuviera 
hablando para sí misma y no para mí—. ¿En qué te metiste, Magnolia, que 
requeriría que te sacrificaras? 
Al instante, la imagen del cuchillo con incrustaciones de sangre que 
Cavender deslizó sobre la mesa en la estación de policía aparece en mi cabeza. 
—Yo . . . Te dije lo que hice en el ascensor. Pero lo que no te dije es que 
alguien más quiere vengarse de eso ahora. Quiere que pague. Él . . . 
—Oh, niña, —dice Celeste, su voz tranquila pero irradia preocupación —. La 
forma en que otra persona reacciona no es cosa tuya. No tenías malas 
intenciones. Solo te defendiste. ¿No es así? 
Pienso en la noche en el ascensor cuando Ricardo Ortiz se abalanzó sobre 
mí, decidido a acabar con mi vida. No lo herí con malas intenciones. Era él o 
yo. Celeste tiene razón. Todo lo que hice fue protegerme. 
No le pedí que me atacara. Yo no tomé esa decisión. Solo reaccioné. 
Matar o morir. 
—No, —le digo a Celeste—. No hubo malas intenciones de mi parte. Solo 
hice lo que tenía que hacer para sobrevivir. 
—Entonces respira hondo y perdónate por ello. Incluso si no te diste cuenta, 
estás cargando algo que te atrae más cosas malas, niña. Tienes que dejarlo ir. 
Perdona y sigue adelante. 
—No me di cuenta de que lo estaba haciendo. —Es cierto que la culpa por 
Desiree inunda mi mente, pero no he pensado mucho en cómo me siento por 
 
 
 
 
 
 
matar a Ortiz. No es exactamente algo en lo que quiera pasar mucho tiempo 
pensando. 
—Por eso sentí la necesidad de llamarte con tanta fuerza. No necesitas mi 
permiso, Magnolia. Solo necesitas que te recuerden que hay pasos que no has 
tomado y que debes abordar. Eso también explica la tarjeta. Estás ahí, sin 
saber qué hacer a continuación. Libérate perdonándote a ti misma. 
—Puedo hacer eso, —digo, aunque las palabras se quedan atrapadas en mi 
garganta y tengo que forzarlas a salir. Desempacaré el resto de mi equipaje 
emocional cuando termine esta pesadilla. 
—Puedes. Eres una mujer fuerte. Solo algo grande y poderoso te ataría en 
nudos. Pero eres más fuerte que eso. Puedes hacerlo. Sé fiel a ti misma, chère. 
Trago de nuevo, pero el nudo en mi garganta no desaparece. —Gracias, 
Celeste. Necesitaba escuchar eso. 
Ella se ríe. Celeste lo sabe. —Te dejo ahora. Haz lo que necesites, despega y 
sigue adelante. 
—Gracias, —susurro cuando finaliza la llamada. 
Me quedo sosteniendo mi teléfono con dedos insensibles, preguntándome 
cómo demonios Celeste me conoce tan bien. Doy unos pasos hacia la cama y 
me dejo caer sobre ella, rezando en silencio pidiendo perdón por quitarle la vida 
a otro. 
Nunca se me ocurrió perdonarme a mí misma por esa noche, pero tan 
pronto como lo hago, siento como si me hubieran quitado un peso de encima. 
Agradecida, digo otra oración por Celeste, para mantenerla segura y 
saludable. 
Cuando me paro, es como si un nuevo propósito fluyera por mis venas. 
Necesito hacer un movimiento hacia adelante. No más estancamiento. Las 
cosas deben suceder ahora, porque estoy cansada de esperar a que nos lleguen 
las respuestas. Tenemos que salir a buscarlas. 
Con ese conocimiento impulsándome, busco a Moses en el recinto. Tal vez 
haya algo que pueda hacer para ayudar a encontrar a este imbécil para que 
podamos seguir adelante con nuestras vidas. 
Es la hora. 
 
 
 
 
 
 
 
Moses
Cuando Magnolia abre la puerta a lo que Trey y Jules han llamado su 
sala de guerra, mis labios se mueven con una sonrisa, hasta que encuentro su 
mirada de acero. 
—¿Qué pasa? 
Ella niega con la cabeza. —Nada. Sólo estoy . . . Estoy lista para terminar 
con esta mierda. ¿Qué tenemos que hacer para sacar del camino a este tipo? 
No podemos escondernos y esperar para siempre. No soy una cobarde. 
Magnolia no tiene idea de que Trey desenterró nueva información sobre 
nuestro chico, así que no estoy seguro de qué alimenta sus palabras. 
—Nosolo nos estamos escondiendo y esperando. Estamos encontrando 
pistas sólidas para poder terminar con esta mierda de forma segura, —dice 
Trey—. Probablemente no estés realmente impresionada con mis habilidades 
en este momento, pero soy jodidamente bueno. Es solo que este tipo hizo todo 
bien y se mantuvo fuera de la red. Quien sea que contrató para borrarlo no fue 
barato. Al menos, ahora sabemos por qué estaba tan jodidamente paranoico. 
La atención de Magnolia pasa de mí a Trey. —¿Qué quieres decir? ¿Qué 
sabemos ahora? 
Extiendo un brazo y sin dudarlo, Magnolia se acerca a mí. —Nunca ha 
estado en los Estados Unidos legalmente, y estamos jodidamente seguros de 
que hizo un período como sicario. 
Ella me mira parpadeando. —¿Qué mierda es un sicario? 
 
 
 
 
 
 
—Un asesino a sueldo para un cartel, —dice Trey, su tono sombrío—. Pero 
este tipo era jodidamente listo. Se le ocurrió un plan para salir, que 
normalmente no funciona, pero lo hizo posible cuando fingió su propia muerte. 
Que fuera bastante real, para que el cartel para el que trabajaba lo comprara. 
No es que fuera difícil para él hacer el trabajo él mismo, considerando todos los 
cuerpos a los que tendría acceso. 
Mi mirada se lanza a Trey, esperando que comprenda que ha compartido lo 
suficiente. Magnolia no es una violeta que se encoge, en todo caso, es fuerte 
como el hierro, pero todavía no necesita a Trey para pintar una imagen de la 
violencia en la que este tipo estaba involucrado. 
—¿Cómo nos ayudará esto a encontrarlo? — dice Magnolia, haciendo la 
pregunta del millón de dólares. 
—Ahora que sabemos que tiene una conexión con el cártel, y cuál es, existe 
la posibilidad de que lo quieran de vuelta. Podemos conectar con las 
conexiones de Mount y ver si ofrecen ayuda. 
Magnolia me mira boquiabierta como si estuviera loco. —Pensé que era 
demasiado peligroso. ¿Realmente queremos seguir ese camino? 
—Estamos todos listos para que esto termine. ¿No es así? —La pregunta 
proviene de Jules y conlleva más actitud de la que debería. Si pudiera 
alcanzarlo, lo golpearía en la cabeza. 
—Oigan. Todos. Relájense. Nos estamos volviendo locos y todos queremos 
que esto termine, pero tenemos que trabajar con lo que tenemos. —Miro a 
Magnolia a los ojos—. Hablaré de todo esto con Mount. Si podemos encontrar 
un camino diferente, lo haremos. Pero no voy a dejar que nuestras vidas se 
detengan mucho más tiempo. Vamos a terminar esto, de una forma u otra, 
para que todos podamos seguir adelante. 
Sus labios se aprietan y asiente. —Bueno. Todo lo que tengamos que hacer 
para que eso suceda. —Ella comienza a alejarse de mí mientras el teléfono en 
su mano vibra. 
La atención de Magnolia se dirige a la pantalla y leo el nombre al mismo 
tiempo que ella. Norma. 
—Ha sido una mañana interesante hasta ahora. Esperemos que esto pase 
sin incidentes. 
Tan pronto como dice eso, algo se retuerce en la boca de mi estómago, pero 
no tengo ni idea de por qué. Por mucho que quiera mantener mi brazo 
 
 
 
 
 
 
alrededor de Magnolia, la dejo ir para que pueda alejarse y contestar la 
llamada. 
Los dedos de Trey vuelan sobre su teclado mientras Magnolia saluda a la 
cuidadora de su tía abuela con una sonrisa en la voz. 
Sin embargo, no dura mucho. 
Cinco segundos después de decir hola, Magnolia se da la vuelta para 
mirarme con expresión afligida. —Es. . . ¿ella está muerta? 
Nuevas lágrimas brotan de sus ojos y corren por su rostro mientras acorto 
la distancia entre nosotros, envolviendo mis brazos alrededor de ella y tirando 
de ella contra mi pecho. El teléfono se cae de su agarre, pero me agacho para 
agarrarlo y ponerlo en altavoz. 
La voz de Norma llega por la línea. —Lo siento mucho, Magnolia. Ustedes 
dos tenían sus problemas, pero ella te amaba. 
Un sollozo se escapa de mi mujer y sus dedos se clavan en mi camisa. —
¿Cómo? —pregunta en un susurro entrecortado. 
—No estamos seguros todavía, pero conociendo a tu tía Bernie como yo, 
pasó dormida tal como lo planeó. 
Me aclaro la garganta y hablo. —Hola, Norma. Es Moses. ¿Estás segura de 
que fueron causas naturales? ¿No hay señales de que alguien más haya estado 
allí o haya entrado? ¿Nada perturbador? 
—Oh . . . hola, Moses. Um. . . no, no vi nada fuera de lo común. La casa 
estaba cerrada herméticamente cuando llegué. No parece que nadie pudiera 
haber entrado. ¿Por qué preguntas eso, de todos modos? 
Magnolia se tapa la cara con la mano para enjugarse las lágrimas. —No hay 
motivo, Norma. Solo que él está pensando en todas las posibilidades. ¿Estaba 
en su cama cuando la encontraste? 
—Seguro que lo estaba. Se veía tan pacífica como podía ser. Angelical, casi, 
si crees en eso. —Norma deja escapar una carcajada—. No es que 
probablemente lo hagas. Pero no estés triste. Bernie estaba lista. Había estado 
esperando su momento para que la llamaran. Estaba cansada. Creo que 
realmente estaba teniendo accidentes cerebrovasculares y lo sabía. Algo la 
estaba afectando, a pesar de que dijo que estaba bien. Era su momento. 
Magnolia tiembla contra mí y desearía poder absorber su dolor. Jesucristo, 
esta mujer ha pasado por demasiado. 
—G-gracias por decir eso. Sé que estaba lista. Ella lo decía todo el tiempo. 
 
 
 
 
 
 
—Sí, lo hizo. Era un alma obstinada, así que no me sorprende que tuviera 
que salir en sus propios términos antes de que su calidad de vida sufriera 
demasiado—, agrega Norma. 
—Tú. . . ¿Llamaste a alguien? —Pregunta Magnolia—. ¿Están en camino? 
—Sí. Primero llamé al 9-1-1, como debe ser, y luego a mi sobrino, está en el 
departamento de bomberos. Todos deberían estar aquí en breve. Pero si quieres 
verla antes que ellos. . . 
Magnolia niega con la cabeza. —Yo . . . No sé si quiero verla así. Necesito 
recordarla escupiendo fuego y contándome todo lo que he hecho mal en mi 
vida. Si no tienes inconveniente. 
Aprieto a Magnolia con más fuerza mientras Norma responde. 
—Oh cariño. Mantén tus recuerdos donde están. La vieja Norma se 
encargará de todo. Y para que lo sepas, Bernie sintió que se acercaba. Ayer 
mismo me pidió que buscara el libro con todas sus peticiones sobre el funeral. 
Ella cambió un himno y me dijo que lo dejara fuera porque yo misma lo 
necesitaría pronto. 
Un temblor recorre el cuerpo de Magnolia, y pasa un segundo antes de que 
la risa silenciosa siga. —Por supuesto que lo hizo. Controlando todo, hasta el 
final. 
La voz de Norma parece aligerarse. —Esa era la vieja Bernie. Dios la 
bendiga. Debo entregar el libro a la funeraria y decirles que hagan una copia 
para el pastor. Ella insistió en que no quería un funeral de jazz, no importa lo 
que digas. 
Los hombros de Magnolia tiemblan. —Como si fuera a obligarla a hacer eso. 
—Sabes, cariño, creo que secretamente espera que lo hagas de todos modos. 
Siempre dijo que era demasiada juerga en una ocasión sombría, pero creo que 
es exactamente lo que requiere una ocasión como esta. Incluso si solo 
asistimos unos pocos. 
Magnolia me mira. —Hablaremos de eso. ¿Cuándo quería el funeral? 
—Un sábado, de todos los días. Así que tenemos algo de tiempo, ya que solo 
es martes. Lo arreglaré todo. Es mejor que no te preocupes por nada porque 
Bernie dejó todo muy claro. 
—Dios te ama, Norma. Tuvo mucha suerte de tenerte. Y yo también. 
 
 
 
 
 
 
—Dios también te ama, niña. Ha sido un privilegio. Ahora, veo a ese sobrino 
mío que viene por la calle. Se asegurará de que todo salga bien para nosotros 
aquí. Te mantendré informada. 
—Gracias, Norma. 
La llamada termina y el teléfono de Magnolia vuelve a caer a la alfombra 
mientras me rodea con sus brazos. Sus huesos parecen volverse líquidos 
cuando pierde el control. 
—Te tengo, mama. Vamos, volvamos a nuestra habitación. 
No dice nada mientras Jules salta y corre hacia la puerta, abriéndola para 
nosotros. 
Cuando entramos en el pasillo, Magnolia encuentra su equilibrio y camina 
en línea recta, pero apuesto todo lo que tengo a que no está viendo lo que está 
frente a ella. Ella solo está haciendo los movimientos.Cuando doblamos la esquina, veo el cabello rojo de Keira rebotando a lo 
largo de sus hombros delante de nosotros. Se da la vuelta, presumiblemente al 
oír pasos. Sus ojos se agrandan cuando ve a Magnolia caminando rígidamente 
a mi lado. 
—¿Algo mal? —pregunta, inmediatamente nos alcanza a los dos. 
Magnolia niega con la cabeza. —Está bien. Todo está bien. 
Ahí es cuando me doy cuenta de que su opción siempre está bien. Esta 
mujer, que es más fuerte que cualquier otro humano que haya conocido, odia 
mostrar debilidad, incluso ante sus amigos más cercanos. 
Pero Keira ve a través de ella. —¿Qué pasó? —Ella me mira, su expresión 
aguda, como si estuviera lista para ir a la batalla por su amiga, y confía en mí 
para obtener respuestas o para determinar si soy responsable del estado actual 
de Magnolia. 
Pasaron tres latidos de silencio mientras dejé que Magnolia encontrara las 
palabras. Con cada momento, Keira se pone más rígida. 
—Bernie falleció mientras dormía. Acabo de recibir la llamada, —dice 
Magnolia, su voz firme y sin emociones a pesar del caos que indudablemente se 
desata en su interior. 
—Oh, Mags. Lo siento muchísimo. —Keira se apresura a abrazarla, tanto si 
Magnolia lo quiere como si no. 
 
 
 
 
 
 
—Bernie sabía que venía, —dice, con voz temblorosa—. Ella siempre lo supo 
todo. Y, por supuesto, no querría un funeral de jazz. No quería que nadie 
tuviera una razón para estar feliz el día en que fuese enterrada. —El dolor en 
la voz de Magnolia cambia por completo el tono y el significado de las palabras 
que salen de su boca. 
—Por supuesto que no lo haría, —dice Keira en voz baja, frotando a 
Magnolia en la espalda. Después de unos momentos, levanta la cabeza para 
mirarme—. ¿Hay algo que pueda hacer para ayudar? El restaurante puede 
servir un almuerzo. Te lo ponemos todo fácil. Lo que sea que necesites. 
Magnolia se aparta del abrazo. —Norma dice que Bernie lo tenía todo 
planeado. Probablemente hasta el último detalle. Incluso sacó su libro ayer y se 
lo dio a la pobre Norma. ¿Cómo diablos pudo haber sabido que era el final? 
La cabeza de Keira se desliza hacia adelante y hacia atrás lentamente, y 
Magnolia me mira. 
—¿Cómo podría haberlo sabido? 
—No lo sé, mama. Nunca he tenido esa edad. Pero debo creer que a veces la 
gente simplemente lo sabe. O tal vez realmente estaba tratando de controlar las 
cosas hasta el final. De cualquier manera, ella estaba lista. Bernie lo dejó claro. 
Magnolia asiente dos veces, y sus hermosos ojos se llenan de lágrimas. —
Creo que quiero acostarme. 
—Por supuesto, —dice Keira con otro abrazo rápido—. Si necesitas algo, 
házmelo saber. Estamos todos aquí para ti. —Ella besa a Magnolia en la 
mejilla y me da una palmada en el hombro—. Cuida de ella. 
—Sí, señora. Eso es exactamente lo que voy a hacer. Te aviso si necesitamos 
algo . 
Llevo a Magnolia al dormitorio, y tan pronto como la puerta se cierra detrás 
de nosotros, me suelta y se tambalea hacia la cama. 
—Mama… 
Ella me despide, pero en lugar de sentarse en el colchón, se arrodilla junto a 
él, enterrando su rostro en la manta encima. El sonido de su llanto casi 
arranca el corazón de mi pecho. 
 
 
 
 
 
 
Moses se arrodilla a mi lado en la alfombra y envuelve su pesado brazo 
alrededor de mis hombros, pero no puedo mirar hacia arriba. No cuando me 
estoy desmoronando. 
El dolor, como nunca antes había sentido, me desgarra con sus garras 
furiosas, destrozando mis entrañas. Tengo miedo de abrir los ojos, porque 
nunca antes había experimentado este tipo de dolor sin estar rota y sangrando. 
No quiero que vea lo destrozada que estoy ahora. 
Maldita seas, Bernie. Dios te maldiga. Sabías que era el final y no me 
abrazaste y me dijiste que me amabas. No me dijiste que lamentabas haberme 
echado de tu casa cuando tenía dieciséis años. Maldita seas por dejarme. Eras 
la única familia que me quedaba. Maldita sea, te importaba, pero nunca me diste 
las palabras, y no sabía, hasta este momento, cuánto las necesitaba. 
Mis sollozos, lastimosos sollozos llenan el aire, y Moses me sostiene más 
cerca, anclándome a su fuerza. 
Maldita seas, Bernie. Te quise mucho y tampoco te lo dije. ¿Por qué no 
superamos nuestro estúpido orgullo y nos contamos todas las cosas que 
realmente importaban? 
—Estoy aquí, mama. Llora. Te tengo —susurra Moses en mi oído mientras 
me mece de un lado a otro. 
—Nunca dijo que lo lamentaba. —Me las arreglo para pronunciar las 
palabras, puntuadas solo con algunos hipos entrecortados—. Me echó a la calle 
cuando tenía dieciséis años y. . . y nunca me dijo que se arrepintiera . 
 
 
 
 
 
 
—Oh cariño. No. Sabes que esa mujer vivió con arrepentimiento todos los 
días de su puta vida por eso. Sabes que lo hizo. Ella tenía que. Te amaba. Lo 
sabes en el fondo. 
Niego con la cabeza, parpadeando para que no me salgan las lágrimas para 
poder ver su rostro. —Sin embargo, nunca lo dijo. No sabía que lo estaba 
esperando. No sabía que lo necesitaba. Pero ahora nunca lo conseguiré. 
Moses me aplasta contra él con un abrazo que me mantiene unida. —Lo 
sentiste. Ella lo sintió. Por eso no tuvo que decirlo. Sabía que tú lo sabías. 
Mis lágrimas empapan su camisa mientras los lamentos desgarradores 
toman el control. Lo sentí. Creo que ella también se arrepintió. Pero todavía 
quería escucharla admitirlo. 
Pierdo la cuenta de cuánto tiempo estamos de rodillas, pero cuando mis 
lágrimas finalmente se secan, Moses todavía está envuelto a mi alrededor, 
evitando que me rompa. 
Me levanto y él viene, sentándose a mi lado en la cama. Miro sus ojos verde-
dorado. —Era la única familia que me quedaba y ahora se ha ido. 
Las lágrimas que arden detrás de mis ojos no se derraman esta vez, pero las 
siento allí de todos modos. Burlándose de mí. Diciéndome que no soy lo 
suficientemente fuerte para superar todo esto a la vez. Diciéndome que el dolor 
ganará si lo dejo. 
—Tienes familia, mama. Aquí mismo. Estoy contigo hasta el final. Tú y yo 
cabalgamos o moriremos. Y mis chicos también son tu familia, si los quieres. 
Te volverán jodidamente loca, pero están aquí para ti. Y Keira, te ama como a 
una hermana. Tienes familia. No importa si no comparten sangre. Al final, la 
sangre no te hace más cercano. Se trata de a quién amas y quién te ama. 
Parpadeo de nuevo la humedad mientras pienso en lo que dijo. Sobre quién 
me ama y a quién amo. 
—Te amo, —solté, sin saber por qué, pero tengo que decirlo en ese mismo 
segundo. 
—Sé que lo haces, mama. Y te amo muchísimo. Pasaremos esto juntos. 
Primer minuto. Luego una hora. Y luego un día a la vez. 
Aprieto el puente de mi nariz, mi cabeza golpea como tambores. —No puedo 
creer que se haya ido. Lo juro, vivió para desaprobar todo lo que he dicho o 
hecho. 
 
 
 
 
 
 
—Ella no lo habría desaprobado si no le importara, —dice Moses con una 
pequeña sonrisa. 
Pienso en todas las discusiones que Bernie y yo tuvimos a lo largo de los 
años. Si eso es una indicación, entonces le importaba muchísimo. 
—Voy a extrañar ese viejo murciélago algo feroz. Hay días en los que 
hubiera jurado que no era cierto. Pero, maldita sea, me encantaba irritarla. 
Dios, yo también la voy a extrañar. 
Moses me acerca más y me levanta para sentarme en su regazo, con sus 
brazos sosteniéndome fuerte. —Por supuesto que lo harás. Pero estoy bastante 
seguro de que no habría importado cuando esto sucedió. Siempre habría sido 
demasiado pronto. Así es como funciona. 
Pongo mi mejilla contra su pecho y dejo que me abrace mientras absorbo su 
calor y fuerza. —¿Aprendiste todo eso al perder a tu abuela? 
Moses aparta el cabello de mi rostro y lo coloca detrás de mi oreja. —Sí, eso 
me enseñó muchísimo, incluso si no seguí el camino correcto en la vida 
después de su muerte. Ha pasado mucho tiempo desde que tuve familiares de 
sangre en mi vida. Por eso sé que la familia que haces para ti es igual de 
importante, porque eso es todo lo que me queda. 
Lo miro mientras pasa sus dedos por mis mejillas una vez más para limpiarlas lágrimas. —Lamento mucho que la hayas perdido, pero me alegro mucho de 
que hayas encontrado una nueva familia también. No sé qué haría sin ti ahora 
mismo. 
El fantasma de una sonrisa toca sus labios. Lo suficiente para darme la 
esperanza de que esta emoción oscura y aceitosa que se agita en la boca de mi 
estómago y se filtra en mi pecho no durará para siempre. Porque en este 
momento, el control que tiene sobre mí se siente más fuerte que cualquier cosa 
que haya sentido antes. 
—Lo superaremos juntos, mama. Te tengo. Nos mantendré unidos, pase lo 
que pase. 
Y nos quedamos así, yo en el regazo de Moses, con sus brazos alrededor de 
mí, hasta que me duermo. 
 
 
 
 
 
 
La mañana del funeral de Bernie amanece gris y nublada, con una 
llovizna que probablemente pidió específicamente al Gran Hombre de arriba. 
Bernie haría ese tipo de cosas. Ella era de la vieja escuela sobre el duelo y 
definitivamente querría que nos recordaran que hoy es una ocasión solemne, 
no de celebración. 
Lo que más me sorprende son las cuatro camionetas que esperan en la 
acera cuando salimos, todos vestidos de negro, para dirigirnos al servicio junto 
a la tumba. 
Moses nota mi vacilación. —Mount y yo hablamos de seguridad. Hay una 
muy buena posibilidad de que Reyes sepa sobre el funeral, y no me arriesgaré 
contigo. Creamos un plan que te lleva allí y te regresa a salvo. Si Reyes intenta 
atacarnos, lo derribaremos. 
Mi mente no ha estado en Reyes ni en nuestra situación menos que ideal en 
toda la semana. Con toda honestidad, nada ha estado en mi mente más que el 
peso de mi dolor y mis arrepentimientos. 
He dormido, llorado, he pasado tiempo con Keira y Rory, he hecho el amor 
con Moses, he jugado al ajedrez y he tratado de pasar cada día. Ni siquiera he 
hablado con mis chicas, pero Moses y los chicos se han encargado de todo, 
explicando la demora en su regreso sano y salvo y prometiendo ayudarlas a 
recuperarse una vez que todo se apague. 
Dejé caer todas las bolas con las que había estado haciendo malabares, pero 
en lugar de romperse, Moses ha estado allí para atrapar y manejar incluso las 
mayores responsabilidades. Es un hombre asombroso y no sé qué haría sin él. 
 
 
 
 
 
 
Pienso en la mentira que no quería admitir haberme dicho. La mentira en la 
que se basó toda nuestra relación. Creo que tenía razón. Porque una mentira 
que no lastimó a nadie no importa en comparación con cientos de sus 
acciones, lo que demuestra exactamente quién es él en el corazón de todo esto. 
Y ahora, él y Mount han arreglado todo para que pueda ir al funeral de 
Bernie sin mirar por encima del hombro cada cinco segundos a un hombre que 
me quiere muerta, cuando no pensaba en asegurarme de estar a salvo en 
absoluto. 
—Gracias, —le susurro mientras me ayuda a subir a uno de los SUV. 
Jules y Trey están detrás de nosotros. Mount y Keira están en el que 
tenemos enfrente. No sé quién está en el auto líder, pero no importa. Mi familia 
viene a estar a mi lado mientras me despido de alguien que me importaba. Se 
siente bien saber que la gente se preocupa lo suficiente por mí como para hacer 
eso. 
Toda la semana, he luchado con el hecho de que nunca voy a escuchar a 
Bernie decir esas palabras que quería escuchar, y creo que finalmente estoy 
empezando a hacer las paces con eso. Pero, Dios, es difícil dejar ir algo que 
necesitabas de alguien a quien nunca volverás a ver. 
Respiro lentamente, con cuidado de no dejar que las lágrimas empiecen a 
rodar de nuevo. No he llorado tanto en toda mi vida como esta semana. 
Supongo que nunca me he dado el lujo. Pero el dolor es despiadado y se infiltra 
cuando menos lo espero, tomándome por sorpresa en oleadas feroces. Mi única 
esperanza para hoy es superar esto y despedirme de Bernie como es debido. 
Treinta minutos más tarde, el vehículo reduce la velocidad hasta detenerse 
detrás del que está frente a nosotros y el conductor se estaciona. 
—Cuando estés lista, mama. Tenemos unos minutos antes de que tengamos 
que salir. 
Miro por la ventana los edificios de mármol de la funeraria y el cementerio, y 
respiro hondo. Puedo hacer esto. —Estoy lista. No hagamos esperar a Bernie. 
Ella odiaba eso. 
Moses me da una sonrisa comprensiva y abre la puerta. Sale y luego me 
ofrece su brazo. Con la cabeza en alto, marchamos juntos hacia la entrada. 
Keira y Mount están delante de nosotros, esperando cerca de la puerta, 
flanqueados por cuatro hombres con traje que nunca había visto antes. Trey y 
Jules vienen detrás de nosotros, y los seis entramos para encontrarnos con 
Norma y su sobrino. 
 
 
 
 
 
 
Tan pronto como los saludé y les di las gracias por ayudar a mi tía a 
principios de esta semana, Norma extiende los brazos y las lágrimas que he 
estado conteniendo me escaldan los ojos en carne viva. 
—Oh, niña. Me alegro de verte —susurra mientras me rodea con sus 
delgados brazos—. No necesitas llorar por la vieja Bernie. Ella no querría tus 
lágrimas. Sabes mejor que eso. 
Me hago la fuerte porque Norma indudablemente tiene razón. —Parece que 
no puedo parar de llorar últimamente —digo, sacudiendo la cabeza mientras 
me froto las esquinas de los ojos con un pañuelo de papel. 
Norma agarra mis hombros con sus palmas. —Porque eres una buena 
mujer, Magnolia Marie. Siempre que necesites un recordatorio de eso, 
simplemente llámame. Puede que no sea buena para mucho más a esta edad, 
pero al menos soy buena para eso. 
La rodeo con los brazos y la aprieto con fuerza. —Muchas gracias por todo 
lo que hiciste por ella. Realmente eras la única persona que le gustaba. 
La risa de Norma sale como una carcajada. —Ahí es donde engañó a todo el 
mundo. Bernie se preocupaba demasiado por demasiada gente. La dejó 
sintiéndose desnuda después de un tiempo, así que lo cubrió todo lo mejor que 
pudo con una pizca de contradicción. 
La libero del abrazo y echo la cabeza hacia atrás en estado de shock. —No lo 
creo ni por un segundo. 
Norma sonríe y mete la mano en el bolsillo. —Esto podría ayudar. El pastor 
lo encontró en el libro que le di sobre el funeral. Bernie debe haberlo escondido 
allí. 
Estudio el sobre en su mano. Mi nombre está escrito con el guión preciso de 
Bernie. Una parte de mí está aterrorizada por lo que pueda haber en ella, pero 
la otra parte espera contra toda esperanza que sus palabras me consuelen. 
Norma debe leer la indecisión en mi rostro. —Léelo cuando estés lista. No va 
a ninguna parte. —Entonces su atención se eleva por encima de mi cabeza—. 
Es bueno verlo también, señor. 
La calidez de la presencia de Moses detrás de mí es un consuelo cuando 
extiende una mano para estrechar la de Norma. 
—Es un placer volver a verla, señora. Muchas gracias por todo lo que ha 
hecho. Lo apreciamos más de lo que cree. 
 
 
 
 
 
 
Su sonrisa es tan brillante como siempre. —Fue una solicitud específica de 
Bernie que lo manejara para que la carga no recayera sobre Magnolia. Ella 
nunca quiso ser una carga. 
Mientras dice las palabras, la carta prácticamente me quema la mano. 
Quiero abrirla en ese momento, pero no quiero romperme delante de todos, así 
que lo guardo en mi bolso. 
—¿Mags? 
Una voz familiar viene detrás de nosotros, y los de seguridad avanzan para 
bloquearla antes de que Keira les haga señas. 
—¿Temperance? Cómo lo hiciste. . . — Miro de ella a Keira, quien tiene que 
ser la razón por la que está aquí. 
—Keira me lo dijo. Kane no pudo asistir, pero yo quería estar aquí para ti. 
Otro abrazo me tiene luchando por contener mis emociones. —Gracias por 
venir. 
—Por supuesto. 
Me aprieta con fuerza hasta que Mount golpea a Moses en el hombro y lo 
escuchamos decir—: Es hora de poner las cosas en marcha. 
Nos separamos y la beso en la mejilla. Siempre me gustó la chica, y no 
podría estar más emocionada de que finalmente encontrara su camino para ser 
feliz. 
Moses toma mi brazo y me lleva hacia la pequeña área donde el pastor 
espera para realizar el servicio. Tan pronto como estamos todos en su lugar, 
comienza. Aunquedebería estar prestando atención, mi mente está en la carta 
en mi bolso. 
¿Qué querías decirme, Bernie? ¿Por qué no pudiste decirlo mientras aún 
estabas aquí? Si decidió darme una última reprimenda en esta carta, juro que la 
voy a quemar. 
Una risa casi se escapa de mis labios cuando pienso en Bernie enviando un 
rayo en mi dirección por el solo hecho de pensarlo. Pero ella no lo hace. El 
pastor comienza a cantar un himno, y algunas voces de la multitud, 
especialmente la de Norma, se unen, lo que hace que se extienda mucho más 
allá de las paredes de mármol que nos rodean. 
Cuando termina el breve servicio y se dice la última bendición, avanzo para 
estrechar su mano. 
 
 
 
 
 
 
—Gracias, pastor. Bernie habría estado muy complacido. 
Para mi sorpresa, se ríe. —No sé nada de eso. Estoy seguro de que ella 
hubiera dicho que estaba desafinado en ese último himno, pero podemos 
esperar que le hice justicia. 
Mientras el brazo de Moses se aprieta alrededor de mis hombros, sonrío. —
No me di cuenta en absoluto. Fue hermoso. Además, Bernie se habría 
emocionado porque no convertí esto en un funeral de jazz. Realmente 
apreciamos todo. 
—Oh, entonces el cuarteto de metales que vi caminando hace un minuto no 
es para Bernie?. 
Me doy la vuelta y veo a los hombres de pie con sus instrumentos. Norma 
sonríe mientras se aleja de ellos y se dirige hacia nosotros y el pastor. 
—Norma. . . ¿Qué hiciste? 
La sonrisa de la mujer mayor se ensancha en una mueca. —Ella no puede 
decirme que no, ahora. Es solo una canción. Creo que a todos nos vendría bien 
un poco de alegría en nuestros corazones hoy. 
Moses me empuja hacia atrás contra su pecho cuando comienzan con un 
canto fúnebre que se vuelve optimista mientras los seguimos a través del 
cementerio. Para cuando terminan esa canción tan larga, todos en el 
cementerio están aplaudiendo y alabando a Jesús. 
Incluida una persona a la que no quiero ver en absoluto, especialmente aquí 
y ahora. 
 
 
 
 
 
 
 
 Me pongo rígida cuando los músicos bajan sus instrumentos, e 
instantáneamente, Moses está en guardia. 
—¿Qué? ¿Qué es? 
Me vuelvo un poco y hago un gesto hacia los hombres. —Cavender está 
aquí. Y el chico con él. . . Lo he visto antes. ¿Quién demonios es él? 
Moses escanea el cementerio, y veo el momento exacto en que ve al policía 
junto a un tipo alto y rubio que no encaja en absoluto en el molde del NOPD. 
Demasiado en forma y guapo. 
—¿Dónde lo viste antes? ¿Siguiéndote? 
Niego con la cabeza. —No. Pero. . . Juro que lo reconozco de alguna parte. . . 
— Hago una pausa cuando me golpea, y me giro para enfrentar a Moses 
completamente. No necesito que vean la conmoción en mi rostro. En el Barrio. 
Por mi nueva casa. Dijo que era un nuevo vecino. Necesitaba la dirección de un 
café. También es policía, ¿no? 
Moses mira por encima de mi hombro hacia donde están parados, 
colocándose entre nosotros y las camionetas. —Sea lo que sea lo que busca 
Cavender, debe estar realmente seguro de sí mismo para aparecer aquí. 
—No podemos evitarlo, ¿verdad? —Le pregunto, esperando que Moses diga 
que podemos evitarlo, pero sabiendo que no lo hará. 
—Por mucho que me encantaría decirte que sí y que no tienes que volver a 
hablar con ese idiota nunca más, probablemente no tengamos otra opción. 
 
 
 
 
 
 
—¿Problemas? —Mount se detiene junto a nosotros, y en lugar de mirarme, 
sigue la mirada de Moses hacia los dos hombres. 
—No es un problema. Las personas molestas lo son siempre, —responde 
Moses. 
La atención de Mount va de un hombre a otro. —Policías. Haré que 
seguridad los escolte. Esto es propiedad privada. 
Una voz aparece en mi cabeza, y juro que Ho-It-All está canalizando a la 
propia Bernie. —No hay escenas en mi funeral, Magnolia. No tienes una razón 
para huir de la ley, ¿verdad? 
Probablemente sea bueno que no esté aquí para oírme responder la 
pregunta con un rotundo sí. Porque maté a un hombre mientras me defendía. 
Porque su hermano me persigue. Porque al policía no le gustaría nada más que 
culparme de eso y de algunos otros asesinatos. 
—Entonces deberías haber dicho la verdad desde el principio, —argumenta el 
fantasma de Bernie. 
—Podemos hacer que los autos nos recojan en la otra entrada, —dice 
Moses—. No hay ninguna razón por la que tengamos que hacer esto hoy. 
—No. Terminemos con esto. No quiero que asuma que estoy huyendo de él. 
Solo me hará parecer culpable. Y estoy segura de que quiero saber quién es el 
otro tipo, y cómo demonios sabía que estaba husmeando en mi nueva casa. 
—Entonces, esa es tu elección. Keira y yo estaremos en el auto, —dice 
Mount antes de llevarse a mi mejor amiga. 
Los vemos a ambos caminar junto al policía, y Cavender mira a Mount como 
si le encantara ser él quien lo alejara. Pero Mount es intocable, incluso para 
Cavender. 
Yo, no tanto. 
Cavender se ve más arrogante con cada paso que damos hacia él y el rubio. 
Todo americano. Eso es lo que le llamé ese día. ¿Qué diablos está haciendo 
aquí? 
—Señor. Gaspard. Sra. Maison. Ustedes dos son muy difíciles de localizar 
últimamente. 
—Te das cuenta de que estamos aquí para un funeral, ¿verdad? —Moses 
pregunta con una irritación revelada—. Una ocasión solemne. 
 
 
 
 
 
 
Cavender se encoge de hombros. —No devuelven mis llamadas, y ninguno 
de los dos parece estar en ningún lugar al que miremos. Así que tuve que hacer 
lo que tenía que hacer. —Me mira fijamente—. Nuestro más sentido pésame 
por la pérdida de su tía abuela, Sra. Maison. 
—¿Quién diablos eres tú? —Le pregunto al rubio—. Porque no estás aquí 
buscando indicaciones para llegar a otro café, ¿verdad? 
—Agente Pomeroy. FBI. —Saca sus credenciales del bolsillo y las abre. 
FBI. Jesucristo. ¿Los federales también me estaban mirando? 
Aunque mi cerebro se está volviendo loco, me las arreglo para mantener mi 
expresión pasiva. No duele haber sacado todos los sentimientos en mí, dejando 
nada más que vacío para este encuentro. 
—¿Qué diablos quiere el FBI? —pregunta Moses. 
Cavender sonríe triunfalmente, y juro que no me detendría si 
accidentalmente atropellara al hombre en un estacionamiento en este 
momento. Entonces demándame. 
—Bueno, hemos estado trabajando con la Oficina en algunas áreas de 
interés que se superponen. Específicamente, el asesinato de Desiree Harding, 
la muerte de otra mujer y el asesinato del hombre en la antigua residencia de 
la Sra. Maison. A quien, por cierto, parece que nos cuesta identificar de 
manera concluyente. Muchas cosas no cuadran. 
—¿En su residencia? Creo que te refieres al antiguo edificio de condominios 
de Magnolia, donde también viven decenas de personas, —dice Moses, 
corrigiendo al policía. 
—Tienes razón, —dice Cavender, inclinando la cabeza hacia un lado—. Pero, 
cosa graciosa. . . tenemos razones para creer que al menos dos de esos 
asesinatos que mencioné están conectados, tal vez incluso los tres. Nuestros 
amigos de la Oficina están prestando sus recursos para que podamos reunir 
las pruebas que lo demuestren. 
—¿Conectados? —La palabra sale antes de que pueda dejar de hablar. 
Cavender asiente. —Sí. Arma homicida igual o similar. Por lo que sabemos, 
este podría ser el caso de un asesino en serie. 
Mi boca se abre en estado de shock. 
Tres asesinatos. Todas armas iguales o similares. Si alguien más me 
estuviera contando una historia como esta, pensaría también en un asesino en 
serie. 
 
 
 
 
 
 
Tiene razón al menos parcialmente. Desiree y yo teníamos cuchillos a juego. 
Usé uno en el ascensor y Reyes usó el otro con ella. Pero no tengo idea de cómo 
están conectando el tercer asesinato, que debo asumir que fue Laura Brandon. 
Excepto que Reyes le cortó la garganta. . . lo que significa que también la 
mataron con un cuchillo. Mierda. 
—Se ve muy sorprendida por eso, Sra. Maison, —dice el agente Pomeroy. 
Mi atención se centra en él. —Sí, eso es una noticia sorprendente y 
alarmante para mí. Y no estoy segura de qué te hizo sentir que tenías que venir 
a decírmelo el día enque voy a enterrar a mi tía abuela. En su funeral. 
Pomeroy, al menos, parece un poco avergonzado por mi declaración. 
A Cavender, al parecer, no podría importarle menos. —Si fuera más fácil de 
encontrar, no habríamos tenido que cazarla aquí. Ahora, nos gustaría que 
regresara a la estación para responder algunas preguntas para nosotros... 
—¿Estás bromeando, hombre? —Moses lo interrumpe—.¿Qué diablos te 
pasa? Se acaba de despedir de su último pariente vivo y quieres que baje a la 
estación. ¿De nuevo? De ninguna maldita manera. Puede esperar hasta 
mañana o pasado mañana, cuando haya tenido tiempo para llorar. ¿Me 
escuchas? 
—Será mejor que tenga cuidado con cómo me habla, señor Gaspard. He 
estado investigando sobre ti, y tengo que decir que tampoco creo que todo en 
tus antecedentes este claro. Me estoy comunicando con algunos amigos de 
otros departamentos para un control más exhaustivo. 
—Busca, Cavender. Ve a por ello. Pero hemos terminado aquí. —Moses 
cierra su brazo alrededor de mí y comienza a hacerme marchar alrededor de los 
dos hombres. 
—Em. Maison? Pomeroy llama y hacemos una pausa. 
Lentamente, miro por encima del hombro. —¿Qué? 
—Si no coopera con el detective Cavender, el FBI estaría más que feliz de 
interrogarla. Tengo acceso rápido a una orden federal, si me lo pone difícil. 
Tengo la necesidad de dar la vuelta, pero el toque de Moses en mi brazo me 
detiene. 
—Póngase en contacto con su abogado. Cavender tiene el número, —dice 
mientras giramos y caminamos directamente hacia la camioneta. 
 
 
 
 
 
 
 
Moses 
La rabia truena por mis venas mientras Magnolia agarra mi brazo cuando 
caminamos hacia el auto. 
¿Cómo se atreven a aparecer en un maldito funeral para llegar a ella? Podría 
desgarrarlos a ambos, miembro por miembro por causarle otro momento de 
dolor en este ya jodidamente duro día. 
Aprieto los dientes mientras abro la puerta y la ayudo a entrar. Por eso ya 
tienes un plan B, me recuerdo. Porque no voy a dejar que la afecten. Me importa 
una mierda lo que digan sus insignias. 
Tan pronto como el conductor cierra la puerta del auto, extiendo la mano 
para tomar la mano de Magnolia y cubrirla con la mía. 
—¿Estás aguantando, mama? 
Ella me enfrenta, sus ojos whisky llameantes con fuego pero también 
bañados por la tristeza. —Me sorprende que Bernie no los haya atacado con 
relámpagos del cielo, —dice mientras levanta la barbilla e inhala con fuerza. 
Ella está tratando de recomponerse, y odio que tenga que luchar para hacerlo a 
mi lado. 
—Oye, está bien llorar. Está bien estar enojada. Sientes lo que necesitas 
sentir ahora mismo. No te preocupes por ellos. Yo me encargaré de todo. Te lo 
prometo. 
Sus dedos se aprietan alrededor de mi mano. Sé que me escucha, pero 
Magnolia ha dependido de sí misma durante tanto tiempo que le cuesta trabajo 
confiar en mí, sin importar cuánto me ame. 
 
 
 
 
 
 
Inclina la cabeza y traga, mirando por la ventana mientras nos 
incorporamos al tráfico. La lluvia ha desaparecido y el sol lucha por atravesar 
las nubes. 
Rezo por la tía abuela de Magnolia, Bernie, y espero que la luz del sol sea 
una señal de que ha llegado a donde necesita ir y está cuidando a mi mujer. 
Porque no importa lo que piense Magnolia, fui testigo de algo en esa casa. 
Claro, vi a una anciana cascarrabias con mucho arrepentimiento, 
especialmente por el dolor que causaba, pero también observé a una que 
amaba. 
Puede que esté tirando los dados, pero creo que Magnolia necesita abrir la 
carta. Necesita escuchar lo que Bernie tenía que decirle. Solo espero no estar 
equivocado. 
—¿Tienes la nota que te dio Norma? 
La barbilla de Magnolia se mueve hacia mí mientras palmea su bolso. —Sí. 
Justo aquí. 
—No estoy diciendo que debas leerla ahora mismo, pero. . . tal vez te dé algo 
que te estás perdiendo hoy. 
Magnolia aprieta los labios y se muerde la comisura de la boca. —Sí. Quiero 
decir, si es lo que Bernie tenía que decirme, supongo. . . —Hace una pausa por 
un momento y respira hondo antes de deslizar una mano en su bolso, pero 
mientras busca la carta, escucho la vibración reveladora proveniente de su 
teléfono. 
Magnolia pone los ojos en blanco y recupera su celular en lugar de lo que 
comenzó a hacer. 
Tan pronto como mira la pantalla, todo el color desaparece de su rostro. 
Al instante, estoy en alerta. —¿Qué pasa? 
El labio inferior de Magnolia cae y el miedo llena sus ojos cuando gira la 
pantalla del teléfono para mirarme. Leo el nombre en la pantalla. 
Desiree. 
—¿Qué mierda? 
Las lágrimas llenan los ojos hinchados de Magnolia. —¿Cómo es esto 
posible? Ella es. . . ¿Quién diablos está gastando una broma de mal gusto? 
Los pensamientos atraviesan mi cabeza, los hechos y las conclusiones se 
juntan para completar el patrón. 
 
 
 
 
 
 
Santa. Mierda. 
—Contesta, —le digo—. En altavoz. 
—¿Qué? ¿Por qué? —Parpadea y el terror hace que sus movimientos se 
vuelvan bruscos mientras se mueve en su asiento y casi deja caer el teléfono. 
Entonces sus ojos se agrandan al darse cuenta de lo que estoy pensando—. Oh 
Dios mío. Es él. ¿No es así? 
Le quito el teléfono y toco la pantalla para atender la llamada antes de que 
deje de sonar. 
—¿Qué quieres?. 
—Ya sabes lo que quiero —responde una voz ronca. Sus palabras tienen un 
toque de acento. 
Mi mente va exactamente a lo que busca: ojo por ojo. Una vida para una 
vida. Pero no hay manera de que eso suceda. 
En cambio, me hago el tonto. —Tendrás que informarme aquí entonces. 
—¿Eres tan estúpido? Quiero que mi hermano vuelva de entre los muertos, 
pero como eso no sucederá, quiero a la mujer. 
—No. 
—Oh, ¿crees que no? 
Y ahí es cuando tanto Magnolia como yo escuchamos un sonido que lo 
cambia todo. 
Un bebé llorando. 
 
 
 
 
 
 
Mi corazón se congela en un bloque de hielo. Piedra fría. 
Oh Dios mío. Oh Dios mío. Oh Dios mío. 
Una posibilidad pasa por mi cerebro, pero no es posible. No hay ninguna 
maldita manera. No puede ser. Ni en sueños. 
Pero mi certeza se desvanece con cada segundo que pasa cuando los gritos 
se convierten en gemidos. 
Oh Dios mío. 
No. 
Ruego al cielo que no sea así. 
Mientras mi mente protesta por lo que más teme mi corazón, el hombre al 
otro lado de la llamada se ríe y es el sonido más malvado que he escuchado. 
—Tengo algo que tus poderosos amigos querrán con todas sus fuerzas. Y no 
tengo ningún problema en enviar una parte de ella por cada hora que no se 
sigan mis instrucciones. 
—¡Hijo de puta! —Exploto, incapaz de quedarme en silencio un momento 
más mientras él habla de mutilar a Aurora, porque no hay otro bebé que 
pudiera haber tomado para conseguir lo que quiere. 
—Ah, ahí estás. Puta. Te voy a filetear como hice con tu amiga. Pero haré 
que sea mucho más lento para ti. Te dejaré desangrarte como hiciste con mi 
hermano. 
—Nunca vas a poner tus malditas manos sobre ella, —dice Moses, y estoy 
segura de que cree lo que está diciendo. 
 
 
 
 
 
 
Pero está equivocado. 
Una vida para una vida. 
No la mía por la de su hermano. 
La mía por la de Rory. 
Porque esa dulce niña es inocente. Ni siquiera ha tenido la oportunidad de 
vivir, y no dejaré que un loco con una vendetta manche un momento de su vida 
más de lo que se necesita para devolverla a sus padres. 
—¿De verdad crees que el infame rey de Nueva Orleans elegirá una puta 
sobre su propia carne y sangre? Dile adiós a tu mujer, porque me la entregará 
en un segundo para recuperar a su hija. Tú lo sabes y yo lo sé. Creo que esto 
es lo que llamas jaque mate. 
Mi garganta está áspera y en carne viva, pero de alguna manera me las 
arreglo para pronunciar las palabras. —¿Donde y cuando? —Mi voz se quiebra, 
y no estoy orgullosa de ello, pero ¿quién camina hacia la horca con un resorte 
en su paso? 
Dios, ni siquiera la horca. Eso sería una misericordia comparado con lo que 
este hombre me hará. 
Moses se acerca para agarrar mi brazo y me sacude con una mirada de 
rabia en su rostro. Puedo leer sus pensamientos en sus ojos. 
Sobremi cadáver. No estás haciendo este intercambio. 
—Ah. . . ¿Entonces las putas también tienen honor? Esa es una nueva 
lección para mí. Pensé que eras solo una perra infiel, pero no hace la 
diferencia. Ven y no voy a… —casi está cantando sus viles palabras por la línea 
telefónica—, cortar su precioso y perfecto meñique. Son tan pequeños. Pero ella 
no necesita diez dedos. Solo gritará durante unas horas cuando se haya ido. 
—¿Donde y cuando? —Esta vez puse fuerza detrás de mi voz, incluso 
cuando parece que Moses quiere estrangularme él mismo. 
—El otro extremo del mercado francés, cerca de Esplanade, al mediodía. 
Tienes cuarenta minutos. Trae a su madre. Camina por los puestos. Ella 
encuentra al bebé y yo te encuentro a ti. Si intentas algo, las mataré a las tres 
antes de que los hombres de sus vidas tengan la oportunidad de detenerme. No 
duden que lo haré. No tengo ningún problema con la muerte 
—Maldito bastardo enfermo. —Las palabras de Moses salen con fuerza con 
los dientes apretados. 
 
 
 
 
 
 
—Oh, siento tu rabia, pero ahora está fuera de tu control. El Sr. Mount me 
entregará a la puta envuelta para regalo con un lazo, y todos lo sabemos. —
Hace una pausa, casi como para dar más efecto a sus palabras—. Además, 
¿realmente sacrificarías a un niño? Porque, como has visto, mi cuchilla está 
afilada y siempre lista. No tengo miedo de usarla con la niña. De todos modos, 
no me gustan los niños. 
—Jodidamente no la lastimes. Iré, pero no te atrevas a lastimar ni un 
cabello de la cabeza de esa niña. Hazme lo que quieras, pero ella es inocente. 
Hace un tsk-tsk en el altavoz. —Ella es una puta en ciernes. No llegues 
tarde. Disfruto derramar sangre y la paciencia no es mi virtud . 
La llamada termina y Moses y yo nos miramos en la cabina del auto. 
El conductor habla primero. —Jesús, maldita sea. Llamare a Mount ahora. 
Necesita saber. Dios mío, esta ciudad va a arder si no recupera a su hija. 
Jesucristo, maldita sea. 
Moses saca su propio teléfono. —Lo tengo. Tú conduce. No tenemos tiempo 
que perder. Llévanos de regreso a Mount y luego iremos a buscar a la bebé. 
 
 
 
 
 
 
Mount 
El olor cobrizo de la sangre golpea mi nariz primero, y todos y cada uno 
de mis sentidos se ponen en alerta. Algo no va bien. Cada fibra de mi cuerpo 
puede dar fe de ello. 
Agarro a Keira y la muevo detrás de mí, empujándola hacia P, nuestro 
conductor. —Dispara a cualquiera que no reconozcas. Mantenla a salvo o te 
mataré. 
—¿Lachlan?—Mi esposa dice solo dos sílabas, pero siento miedo en cada 
una de ellas. 
Doy la vuelta y ahueco un lado de su cara. —Te amo. Ahora quédate aquí. 
—¿Qué... —Keira interrumpe su pregunta porque sabe que no debe decirla. 
Nuestra vida no está exenta de peligros, pero no la he puesto en peligro en 
mucho tiempo, y no voy a empezar ahora. 
Con la empuñadura de mi arma descansando cómodamente en mi palma, 
acecho por el pasillo, decidido a descubrir quién diablos se atrevería a romper 
mi santuario. Quién sería tan jodidamente estúpido e imprudente. 
Morirá hoy. 
Cuando doblo la esquina, inmediatamente veo un rastro de sangre y un 
cuerpo. Un rayo de rabia y pérdida atraviesa mi corazón como una estaca 
dentada. 
V. Mi hermano de armas y segundo al mando. 
Caigo sobre una rodilla a su lado y el rojo se acumula debajo de él, 
obligándome a no reaccionar. 
 
 
 
 
 
 
Encontrar. Matar. Esos son los únicos dos pensamientos en mi cabeza, ya 
que confirmo que no hay pulso. 
No es que lo esperara con la cantidad de agujeros en su pecho y la cantidad 
de sangre empapando la alfombra. 
—Lo siento, hermano. —Con mis dedos, cierro sus párpados y sigo 
moviéndome. Cuatro cuerpos más me llevan como jodidas migas de pan a la 
única habitación que nunca debería ver nada más que amor. 
Un mazo truena en mi pecho donde debería estar mi corazón, a pesar de mi 
férreo control, mientras alcanzo la manija de la puerta que está manchada de 
sangre. 
Todo se calla y me preparo para lo peor. 
El dolor me atraviesa cuando giro la perilla y estallo por dentro. 
Quemaré esta ciudad hasta los cimientos. Lo haré.. 
Mi mente se queda en blanco mientras observo la escena en el dormitorio 
rosa de Rory. Bethany, su niñera, yace inmóvil en el suelo, con la cabeza 
torcida en un ángulo incómodo. Corro hacia la cuna, pero está vacía. 
Busco en la habitación alguna señal de mi niña, pero no hay nada. 
Su niñera está muerta y mi bebé se ha ido. 
—¡NOOOOOOOOOOO! 
 
 
 
 
 
 
 
El teléfono vibra en mi bolso cuando escucho el rugido de Lachlan. Está 
alimentado por una rabia impía que llena mi corazón de terror. El miedo más 
horrendo que jamás podría golpear el alma de un padre se apodera de mí. 
—¿Dónde está mi bebé? —Grito mientras corro por el pasillo, sin 
importarme las manos que intentan retenerme. Me importa una mierda si me 
arrancan los brazos del cuerpo. Solo necesito a mi bebé. 
Cuando doblo la esquina, me detengo a trompicones mientras mi estómago 
se revuelve al ver y oler la muerte. 
Scar. Mi amigo. Mi silencioso confidente. 
—¡Lachlan! —Grito con toda la fuerza dentro de mí, pero ya estoy 
tropezando, tambaleándome hacia el siguiente cuerpo sin vida. 
Es como algo salido de una película de terror. Tanta sangre y muerte. El 
terror me persigue con cada respiración que tengo miedo de tomar. 
—¡Rory! —Grito de nuevo, esta vez rezando para no encontrar lo que más 
temo. Mi mente está llena de visiones de las que nunca me recuperaré si se 
hacen realidad. 
Veo la sangre en su puerta y luego veo el rostro ceniciento de Lachlan. 
Me congelo en seco. Toda la sangre se escurre de mis miembros ante el 
horror herido grabado en el rostro de mi esposo. 
 
 
 
 
 
 
—Oh Dios. Oh Dios. —Las lágrimas corren por mis mejillas mientras mi voz 
se torna entrecortada y los sollozos son arrancados de lo más profundo de mi 
alma—. ¿Dónde está ella? Donde está mi bebe Esta ella… 
Ni siquiera puedo terminar de preguntar. 
Mi bebé no puede estar muerta. Mi bebé no puede estar muerta. 
Lachlan corre hacia mí y me agarra de ambos brazos. Sus dedos son como 
esposas de hierro que me obligan a detenerme. 
—¿Dónde está ella? —Le pregunto, pero en realidad estoy rogando que 
vuelva. 
Mi corazón se detiene cuando finalmente habla en un tono torturado que 
nunca había escuchado de sus labios. 
—Ella se ha ido. 
 
 
 
 
 
 
 
—¿Por qué no están contestando? —El pánico se ha apoderado de 
todos nosotros cuando intentamos llegar a Mount y Keira para transmitir las 
horribles noticias. 
—¡Responde la maldita llamada, hombre! —Moses le grita a su teléfono 
mientras intenta llamar de nuevo. 
—¡Vamos, Keira! ¡Atiende! —Sacudo mi celular, como si de alguna manera 
eso la hiciera responder. No es que tenga la puta idea de cómo decirle que un 
loco sediento de sangre que me quiere muerta fue tras su indefensa e inocente 
hija. Las lágrimas se derraman por mis mejillas en otra ola de culpa 
implacable. 
Dios, si es posible arrepentirse de toda una vida, lo hago ahora. 
Nada, ni el dolor, ni el amor, ni el odio, podrá sacarme estas emociones. 
Nada te hace darte cuenta de todas las formas en las que has fallado como un 
inocente sufriendo por tus pecados. 
Intento llamar de nuevo, rezando para que Keira responda tanto como temo 
el dolor que le voy a causar. 
Y luego se me ocurre. 
Me vuelvo hacia Moses, que vibra con furia desatada a mi lado. —¿Y si ya lo 
saben? ¡Oh Dios mío! ¿Y si ya están en casa? 
El conductor acelera y hace sonar la bocina mientras pasa un semáforo en 
rojo. Agarro el asiento frente a mí mientras él se mueve a través de las 
concurridas calles del Barrio Francés, los peatones se apartan del camino. 
 
 
 
 
 
 
—Mierda. Mierda. Mierda. —Moses vuelve a golpear su pantalla, probando 
con Mount, y finalmente. . . contesta. 
—A menos que sepas dónde está mi niña, será mejor que dejes de llamarme, 
—dice Mount en el tono más frío y aterrador que he escuchado. 
Los escalofríos recorren cada centímetro de mi cuerpo mientras sientoel 
dolor y el miedo subyacentes a cada una de sus palabras. 
—Reyes la tiene. Vamos a recuperarla. Mediodía. El mercado francés. 
Extremo lejano cerca de Esplanade. Quiere hacer un intercambio por Magnolia. 
El rugido que llega a través del teléfono convierte mis intestinos en líquido. 
Reyes tenía razón. Mount me entregará en un santiamén para salvar a su 
bebé. Demonios, si todos sobrevivimos a esto, él podría matarme de todos 
modos incluso por ponerla en peligro. 
No lo culpo ni un poco. Demonios, yo misma le entregaría el arma cargada. 
—Vamos hacia ustedes, —dice Moses, cortando el aterrador silencio que 
siguió al rugido de dolor—. Todo el mundo saldrá con vida hoy menos Reyes, y 
si dices que no te importa una mierda lo que le pase a Magnolia, te mataré yo 
mismo antes de salvarlas a las dos. ¿Me escuchas, Mount? Lo haremos a mi 
manera. 
Miro a Moses, la conmoción me atraviesa cuando sus palabras penetran. 
Las amenazas que acaba de hacer. El ultimátum que acaba de soltar. 
Simplemente amenazó con matar a Mount por mí. 
—Vete a la mierda, Gaspard. ¡Es mi hija de la que estamos hablando aquí! 
—Y la vamos a recuperar. Hoy no muere nadie más que Reyes. Tienes mi 
palabra. 
Pasan varios segundos de silencio, y nadie en el todoterreno respira. Todos 
estamos esperando que se dicte sentencia. Lo que sea que Mount diga a 
continuación cambiará el curso de nuestras vidas. Demonios, cambiará esta 
ciudad si decide bañar las calles en sangre. 
Lo ha hecho antes, y eso fue por Keira. 
Nadie sobrevivirá si algo le sucede a Rory. 
—Intenta evitar que recupere a mi hija y perderás la vida, Gaspard. 
—La recuperaremos, pero no entregaré a Magnolia a un loco que la matará. 
Prométeme ahora mismo, por la vida de tu esposa, que trabajarás conmigo, o 
 
 
 
 
 
 
me llevaré a Magnolia. ¿Entiendes? Él la quiere y sabes que puedo hacerla 
desaparecer. Ninguno de los dos la volverá a encontrar. 
—¡Paren! ¡Ustedes dos! 
La voz de Keira llega a continuación por teléfono y la vergüenza me devora 
como el ácido de una batería por el dolor que escucho en sus palabras 
entrecortadas. 
—Lo siento mucho, Ke-ke. No pensé, nunca hubiera venido a ti, Dios mío, lo 
siento mucho. —Los sollozos brotan de mi garganta y todo lo que quiero hacer 
es arrodillarme y rezar, porque no soy lo suficientemente fuerte para manejar 
esto por mí misma. 
—Vuelve y lo solucionaremos. Mi bebé volverá a casa y nadie matará a mi 
mejor amiga. Punto. ¿Me escuchas, maldita sea? 
Como una maldita emperatriz, Keira nos dice a todos exactamente cómo va 
a ser. Un destello de esperanza se enciende en mi alma de que no arruiné las 
vidas de las personas que más me importan. 
 
 
 
 
 
 
 
Moses 
No tenemos un puto segundo que perder, pero todavía camino hacia la 
guarida del león con precaución. Mount es un comodín en este momento, con 
razón, y por mucho que no quiera matar al hombre, haré lo que tenga que 
hacer para salvar a esa niña y a Magnolia. 
No la recuperé para perderla de nuevo. Aunque entiendo exactamente quién 
es Mount. 
Con la mano de Magnolia entre la mía, estoy cien por ciento seguro de que 
se entregará a Reyes para salvar a Rory. Lo sé hasta el fondo de mi alma. 
Nunca elegiría vivir si eso significara que la bebé perdió la vida o soportó un 
poco de dolor por su culpa. 
Pero no dejaré que nada de eso suceda hoy. 
De ninguna maldita manera. 
Los pasos golpean el pavimento detrás de nosotros mientras entramos por 
la puerta del garaje. Me doy la vuelta, arma en mano, listo para cualquier cosa, 
pero me relajo cuando veo a Trey y Jules. 
—En el camino de regreso del funeral, nuestro conductor dijo que la hija de 
Mount fue secuestrada. ¿Es eso jodidamente real? — pregunta Jules, mirando 
a Magnolia con ojos salvajes. 
—Sí, es de verdad. Vamos. No tenemos tiempo. Tenemos que idear una 
estrategia juntos. Tenemos apenas treinta minutos antes de irnos. 
—¿Fue Reyes? —pregunta Trey. 
 
 
 
 
 
 
Mi cabeza se inclina una vez. 
—Mierda. Quiere a Magnolia, mal —dice Jules con un movimiento de 
cabeza—. No podemos entrar allí. Mount la entregará para recuperar a esa 
niña De ninguna manera esto terminará bien. 
—Intentan correr y todos mueren, —brama la voz de Mount desde la 
oscuridad frente a nosotros—. ¡Entren aquí antes de que los mate a todos por 
traer esto a mi puerta! 
—¡Para! —Keira dice, las lágrimas cubren el acero de su voz cuando la luz 
se enciende—. Hay suficientes personas que ya tenemos que enterrar después 
de hoy. No agregaremos más cuerpos al recuento. Todos adentro. Estamos 
recuperando a nuestra niña y nadie más se está muriendo. Maldita sea, no me 
hagan volver a decirlo. 
—Lo siento mucho, Keira. —Magnolia se apresura a su amiga, envolviendo 
sus brazos alrededor de ella mientras solloza—. Lo siento mucho. Lo siento 
mucho. Iré. Iré. No dejaré que le pase nada. Lo juro. Esta es mi penitencia. 
Pagaré por mis pecados. Rory volverá a casa contigo. Lo juro. 
Mi corazón se rompe por la mitad al escuchar la desesperación y la finalidad 
en la voz destrozada de Magnolia, pero no hace ni una sola mella en la 
expresión pétrea del rostro de Mount. 
—¿Haremos esto a mi manera? ¿O lo arreglamos aquí mismo? —Le 
pregunto, mi dedo descansando junto al gatillo de mi arma. 
Sus dedos se contraen, diciéndome que también está pensando en ir a por 
su arma. Todos podríamos morir ahora mismo. Pero puedo leer a la gente. Y 
este hombre quiere ver crecer a su bebé, verla casarse y tener sus propios 
bebés. 
Mount suelta un largo suspiro. —Estamos haciendo esto de la manera que 
mantiene viva a la mayor cantidad posible de personas. Pero si algo sale mal, 
Rory es lo único que me importa. 
Keira le lanza una mirada furiosa mientras se balancea hacia adelante y 
hacia atrás, sosteniendo a Magnolia. 
—Entiendo, —le digo con un asentimiento brusco—. Ahora, dijo que Keira 
viene con Magnolia ... 
—Sobre mi puto cadáver, —muerde Mount, interrumpiéndome. 
—Eso es lo que él dijo. ¿Quieres devolverle la llamada al teléfono que tomó 
de una mujer a la que destrozó? ¿Quieres decirle que no se está saliendo con la 
 
 
 
 
 
 
suya cuando tiene un cuchillo cerca de tu niña? ¿Cuándo ya amenazó con que 
si llegamos tarde o no seguimos sus reglas, comenzará a enviar pedazos de ella 
para demostrar que habla en serio? 
Si había una rabia asesina en el rostro de Mount antes, no sé qué diablos es 
esta expresión, pero me sorprende que no estemos todos muertos por la fuerza 
pura detrás de ella. Mount se balancea y golpea a través de la pared de yeso 
más cercana. 
—¡Lachlan! ¡Iré! ¡Ayúdame Dios, no va a cortar a mi bebé! 
Mount gira hacia atrás, la sangre gotea de sus nudillos. Su mandíbula se 
mueve de un lado a otro. —¿Qué más dijo ese hijo de puta? 
—Van a ir al otro extremo del mercado, cerca de Esplanade. Caminan por 
los puestos. Keira encuentra a Rory, él encuentra a Magnolia y se la lleva. 
—Él no saldrá de allí con ella, —dice Jules, incrédulo—. ¿Cómo diablos 
realmente cree que se está saliendo con la suya? De ninguna manera. Podemos 
hacer esto. 
Mount ni siquiera se molesta en mirarlo mientras habla. —Tiene un plan. 
Necesitamos uno mejor. 
 
 
 
 
 
 
—¿Sabes qué hacer? ¿Lo tienes? —Moses aprieta mi rostro entre sus 
manos mientras miro esos brillantes ojos verde-dorado. 
—Sé lo que tengo que hacer. Lo tengo —le repito. 
—Y sabes que vas a volver conmigo, y vamos a vivir una jodida vida 
increíble después de que este idiota muera, ¿verdad? 
Asiento con la cabeza porque necesita verme estar de acuerdo, pero no estoy 
segura de creerle. Si algo sale mal, es mi vida por la de Rory. 
Finalmente entiendo lo que quiso decir el Ahorcado cuando Celeste sacó la 
tarjeta para mí. 
El máximo sacrificio. 
He sido egoísta toda mi vida. Luché y luché y traté de obtener lo que 
pensaba que me debían. He mentido Engañado. Robado. Traicioné a las 
personas que amaba y cometí más pecados de los que puedo recordar. 
Y todo se reduce a esto. 
Tengo una oportunidad de redención,y si se exige mi vida para salvar a Rory, 
la daré con mucho gusto. 
No hay duda en mi mente y ni una gota de odio en mi corazón. Este es el 
camino al que me han llevado mis decisiones, y no dejaré que esa bebé sufra ni 
un solo momento más si puedo evitarlo, sin importar el costo para mí. 
Una calma se asienta profundamente dentro de mí. 
Pero no puedo decírselo a Moses porque nunca me dejará ir. Encontrará 
otra forma. Creo en él, pero también creo que no tenemos tiempo que perder, y 
 
 
 
 
 
 
me niego a ser la razón por la que a Rory le falte un dedo, una oreja o algo 
peor. 
Esa niña se merece una vida hermosa. 
Y si supero esto, tal vez pueda tener una también. Tal vez incluso realmente 
me lo merezca. 
Moses estudia mi rostro, sus ojos brillando con emoción. —Dime que lo 
entiendes, mama. Dime que confías en mi Necesito escuchar las palabras. 
—Entiendo. Confío en ti. Y. . . —Respiro entrecortadamente—. Y te amo tan 
jodidamente tanto. Siempre has sido para mí, Moses. Desde el principio. 
Entonces lo supe, pero estaba demasiado asustada. Era débil. Una cobarde. Y 
si esto es todo el tiempo que tenemos... 
Moses abre la boca para detenerme, pero niego con la cabeza y sigo 
adelante. 
—No, tengo que decir esto. Si esto es todo el tiempo que tenemos, estos 
fueron realmente los mejores días de mi vida. Te amo, Moses. No importa lo 
que pase después. Siempre te he amado. Siempre lo haré. 
—Maldita sea, mama. —Sus manos tiemblan mientras me acerca a su 
rostro—. ¿No crees eso, cierto? Este no es todo el tiempo que tenemos. Me 
niego a permitir que eso suceda. Así que lo haces pasar por tu obstinada 
cabeza: volverás a mí y Rory volverá a casa sana y salva. ¿Entiendes? No dejes 
que nada más entre en esa mente tuya. Cree esto. 
Nuestros cuerpos tiemblan con la intensidad de las emociones que se 
derraman de él. 
—Te creo, —le digo—. Y te amo. Ahora, salvemos a esa bebé. 
Cuando aprieta su boca contra la mía, pruebo todo lo que siempre he 
necesitado en ese beso, porque todo es Moses. 
 
 
 
 
 
 
—Solo hago esto porque tú lo quieres de esta manera, —me dice mi 
esposo, una fuerza despiadada de la naturaleza, mientras me agarra por los 
hombros. 
Extiendo la mano y rodeo sus brazos con mis palmas. —Sé que lo haces. Y 
tenemos que hacerlo. Porque, ¿cómo diablos se supone que voy a vivir conmigo 
misma si cambié la vida de mi mejor amiga por la de mi hija? 
—Ni siquiera es un maldito intercambio, —dice Lachlan, sus palabras salen 
como un gruñido bajo—. Y si se reduce a eso, no hay duda de quién es la vida 
que más me importa. 
Las lágrimas brotan de mis ojos, y parpadeo en respuesta, porque lo dice de 
verdad y por completo. Pero yo no puedo pensar así, porque no soy así. 
Así es como nos equilibramos. Soy la humanidad de Lachlan Mount cuando 
está a la caza de sangre, y ese es un papel que soy lo suficientemente fuerte 
para desempeñar. Pero no cuando se trata del hombre que se llevó a mi hija. 
Para él, seré la dama de la justicia y me aseguraré de que muera por atreverse 
a poner un dedo sobre ella. 
Porque eso es lo que me dio Lachlan Mount. Fuerza y poder desenfrenados. 
Mi voz es fuerte e incluso cuando hablo. —Tan pronto como tenga a Rory y 
veas a ese hijo de puta, le disparas en la puta cara por atreverse a tocar a 
nuestra niña. Júramelo. 
Contra todo pronóstico, el fantasma de una sonrisa cruza su rostro. —Mi 
feroz demonio. Sabía que serías una leona para nuestros hijos y tenía razón. Ve 
a buscar a nuestra niña. Tengo una bala con el nombre de ese hijo de puta. —
Sus ojos son negros como el carbón, pero la promesa arde dentro de ellos. 
 
 
 
 
 
 
—Te amo, Lachlan. 
Me empuja contra él, envolviendo sus brazos alrededor de mí, 
inmovilizándome contra su cuerpo. —Te amo, Keira Mount. Eres mi vida. Y 
Rory es mi corazón. Y, maldita sea, tengo que agradecerle a Magnolia por todo, 
a pesar de lo lívido que estoy. —Se aparta y me mira mientras niega con la 
cabeza—. Haré todo lo posible por salvarlas a ambas, pero no hago promesas. 
Rory es lo primero. 
—Rory es lo primero, pero te ruego que las salves a ambas. —No suplico a 
menudo, pero si alguna vez hubo un momento, es ahora—. Por favor. 
 
 
 
 
 
 
 
Keira y yo nos abrazamos y entrelazamos los dedos mientras damos 
nuestros primeros pasos por la acera y entramos en el mercado francés a las 
doce menos cinco. La salchicha chisporroteante y la masa dulce saturan el aire 
con deliciosos aromas, pero en este momento me revuelven el estómago. 
—Lo siento mucho, —le digo por milésima vez en los últimos treinta 
minutos. 
—Basta, —dice ella, sus ojos más decididos y salvajes de lo que jamás había 
visto—. Este es el trabajo de un loco enfermo y retorcido. Su destino está 
sellado. Ahora es un hombre muerto que camina. Pero no merecías que esa 
mujer contratara a su hermano para intentar matarte. No obligaste a su 
hermano a aceptar el trabajo. No querías tener que defenderte la noche que lo 
mataste. Esto no es tu culpa. —Se detiene y se vuelve hacia mí, sus ojos verdes 
clavados en los míos. 
—Si no hubiera vivido la vida que he vivido, no habría nadie pagando a 
alguien para que me mate. 
Keira deja caer mi mano y me agarra por los hombros. —Por última vez, no 
puedes ser mártir aquí. Esto no depende de ti. No te culpo. Culpo a un maldito 
psicópata que mató a mis amigos, en mi propia casa, y me robó a mi carne y 
sangre. Hoy va a morir porque eso es lo que se merece. Vas a vivir una vida 
larga y feliz. Créeme, Magnolia. 
Keira me sacude, como si no estuviera segura de que esté atravesando mi 
grueso cráneo, pero lo hace. 
—Quiero creerte. 
 
 
 
 
 
 
—Al diablo con esa mierda de querer. Hoy no tengo tiempo para eso. 
Podemos discutirlo más tarde, si lo deseas. 
Ella asiente con la cabeza, y no puedo evitar imitarla y responderle. 
—Bien. 
—Bien. Ahora voy a recuperar a mi bebé. 
Entramos en el mercado, unidas en más formas que nunca. Escaneo a cada 
persona que veo, buscando el salvaje cabello castaño rojizo y el dulce rostro de 
Rory, y el rostro de un asesino. 
Hay una ambulancia estacionada en la calle, pero no veo a ningún EMT6 
por ningún lado. Un auto de policía está aparcado delante de él, pero yo 
tampoco los veo. 
—¿Qué llevaba puesto? —pregunto, asegurándome de que lo hice bien y mi 
cerebro desenfrenado no decidió de alguna manera que estaba buscando algo 
diferente. 
La cabeza de Keira está girando cuando responde. —Leggins rosas. Camisa 
de rayas blancas y rosas. 
Miro cada rostro en cada puesto y cada cliente, buscando a nuestra chica 
en todas partes. 
Maldita sea, ¿no podría habernos dado mejores instrucciones? ¿Un jodido 
número de puesto? 
No claro que no. Eso lo haría demasiado fácil, y este es un hombre que es 
mucho más inteligente de lo que pensamos cuando comenzó esta pesadilla. 
—No lo vemos a él ni a Rory. —La voz de Moses llega a mi oído a través del 
auricular de comunicación inalámbrico que produjo la gente de Mount—. Pero 
sigue caminando. Sigue mirando. Si ves algo, sabes qué hacer . 
Quiere decir que haga el gesto que todos acordamos en los pocos minutos 
que tuvimos para idear una estrategia fortuita para salvar a Rory y no hacer 
que me maten en el proceso. 
Si Moses está aterrorizado en este momento, no lo está demostrando. Él es 
consciente de que no dudaré en sacrificarme si a eso se reduce. 
—Creo que veo… —La barbilla de Keira se mueve hacia un puesto con 
artículos de punto, y luego todo su cuerpo se desinfla de decepción—. No. No 
es ella. 
 
6 EMT: abreviación para Emergency Medical Technician 
 
 
 
 
 
 
—Aún estamos unos minutos antes. Sigamos caminando. 
Nos abrimos paso entre las gradas y la concurrida multitud del sábado, 
mirando a todo el mundo. A todas partes. 
Alguien choca contra mí y me doy la vuelta, esperando ver a un hombre con 
un cuchillo, pero miro a los ojos al mismo maldito chico que trató de robar mi 
bolso el día que estaba caminandopor el Barrio. El día que regresó Moses. 
—Hoy no, chico. Hoy no hay jodido tiempo. 
—No estoy tratando de robar nada. Un tipo me dio dinero para traerte una 
nota. —Me lo ofrece y yo abro los brazos con Keira para arrancárselo de la 
mano. 
—¿Tiene un bebé? ¿Pantalones rosas? ¿Viste a una niña? —le pregunta 
Keira mientras abro la nota al mismo tiempo. 
—No. Solo un tipo con sombrero y gafas de sol. Me dijo que viniera a ti. 
Sus palabras se desvanecen cuando leo lo que está escrito en la página. 
 
Puesto 202 
 
Miro hacia arriba para hacerle otra pregunta al chico, pero se ha ido, ya se 
ha perdido entre la multitud. 
—¿Qué dice? 
Se lo muestro, y sus ojos se iluminan cuando lo lee en voz alta, que es lo 
que debería haber hecho porque necesito que Moses sepa hacia dónde nos 
dirigimos. 
—Sigue recto y luego gira a la izquierda. Baja por la fila. Es el penúltimo 
desde el final, según el mapa —dice Trey en mi oído. 
Asiento en la dirección correcta, mostrándole a Keira adónde debemos ir. 
—Oh Dios. Mi bebe está aquí. Puedo sentirlo, —susurra. 
Rezo para que tenga razón. La esperanza inunda mi alma, pero con cada 
paso que damos hacia el puesto 202, me preocupa que esté un paso más cerca 
del final para mí. 
Quiero creer que esto va a funcionar, pero tengo que prepararme para la 
alternativa. El arma homicida con incrustaciones de sangre que Cavender 
arrojó sobre la mesa destella en mi cerebro. 
 
 
 
 
 
 
Por favor, no dejes que le muestren a Moses el arma homicida si esto va al 
sur. Por favor, no dejes que sea él quien me encuentre. Y, Dios, ¿por qué no leí 
esa maldita carta de Bernie? ¿Alguna vez tendré una oportunidad? 
Ahí es cuando la vemos. Rory rebota en los brazos de una mujer detrás de 
un puesto que está escaneando el área, luciendo confundida. 
—¡Ahí está ella! —Casi me olvido de hacer el gesto, pero lo hago cuando 
Keira echa a correr. 
—¡Rory! ¡Bebé! ¡Mami está aquí! 
La cabeza de la mujer se levanta cuando Keira vuela hacia ella, y luego 
cambia su cuerpo como si estuviera tratando de proteger a la niña. 
Me apresuro solo para chocar contra un grupo de turistas que 
aparentemente salieron de la nada. Empujo a través de ellos, empujando los 
cuerpos fuera de mi camino mientras me empujan. 
Y luego siento una punzada de dolor ardiente, justo en mi espalda baja, que 
me detiene en seco y me pone de rodillas. Dios mío, eso duele. 
—Estúpida puta. No te liberarás tan fácilmente. 
Su rostro está oculto por gafas de sol y un sombrero, como dijo el niño, pero 
yo sabía que era él por el odio que gotea de cada palabra que brota de su cruel 
boca. El grupo de turistas actúa como un muro, bloqueándonos para que nadie 
pueda ver lo que está pasando. 
El dolor es tan agudo y severo que me roba el aliento y ni siquiera puedo 
hablar. 
Oh Dios mío. Me apuñaló. Jesucristo. ¿Golpeó algo vital? Porque. Mierda. Eso. 
Duele. Mucho. Y mal. 
Pone un brazo debajo de mi hombro y me pone en. . . ¿una silla de ruedas? 
La voz de Moses ruge en mi oído, pero la estática lo ahoga, así que no puedo 
entender una palabra de lo que dice. 
Tenía que haber escuchado a Reyes. Debe saber que me tiene. Ya estoy tan 
débil que me desplomo hacia un lado mientras Reyes me empuja hacia la 
acera, me lleva por una rampa para discapacitados hacia una camioneta, me 
mete y cierra la puerta. 
Todo el asunto tomó menos de treinta segundos. 
Los gritos en mi oído se callan cuando el auricular se cae cuando mi cabeza 
se inclina hacia un lado. 
 
 
 
 
 
 
Me estoy desangrando. 
Lo sé porque no es la primera vez que me enfrento a la muerte. Tampoco es 
la primera vez que lo merezco. Las chispas parpadean en mi visión mientras se 
desvanece hasta que todo se vuelve negro. 
 
 
 
 
 
 
—No puedes tenerla. Me dijo que volvería enseguida por ella, —dice la 
mujer detrás de la cabina mientras alcanzo a mi chica. 
—Como el infierno. ¡Esa es mi hija! Fue secuestrada. Dámela ahora mismo, 
o lo juro por Dios, no puedo ser responsable de lo que te suceda a 
continuación. 
No sé si es el tono de mi voz o la forma en que Rory se está acercando a mí, 
pero finalmente me comunico con la mujer y ella me entrega a Rory. 
Tan pronto como mis brazos rodean a mi bebé, el alivio inunda todo mi 
sistema. —Oh mi niña. Mamá te extrañó. Oh Dios mío. 
Reviso cada centímetro de ella primero mientras la mujer explica cómo no 
sabía que alguien la había secuestrado, insistiendo en que no hizo nada malo. 
Pero apenas escucho una palabra de lo que dice porque ya me estoy volviendo 
para decirle a Magnolia que todo va a estar bien. 
Pero Magnolia no está ahí. 
Oigo gritar a Moses y se me enfría la sangre. 
 
 
 
 
 
 
 
Moses 
—¡No! 
Las personas cercanas a nosotros se dan la vuelta para encontrar la fuente 
del rugido que resuena en el mercado francés, pero me importa una mierda. 
Mount ya está a medio camino de Keira y la bebé cuando la camioneta se aleja 
del bordillo con Magnolia adentro. 
—¡Encuéntralo! —Grito, sintiéndome impotente en mi posición al otro lado 
de la calle desde donde he estado vigilando en la entrada de una tienda de 
recuerdos. Será mejor que Jules esté ya en la camioneta, cargando hacia él, 
porque se suponía que no debía pasar así. 
Necesito otro vehículo. Debo recuperarla. No dejaré que ese maldito loco 
vuelva a lastimar a Magnolia. La escuché gritar de dolor. Le hizo algo. 
Miro la ambulancia. Mierda. Me apresuro a la puerta y la abro antes de 
saltar en el asiento del conductor. Las llaves aún están en el encendido. 
Quienquiera que vinieron los paramédicos a ayudar puede encontrar otro 
transporte al hospital, porque la vida de mi mujer está en juego. 
Tan pronto como se enciende el motor, un policía corre hacia mí, agitando 
los brazos. 
Lo siento, hijo de puta. Tengo cosas más importantes de las que preocuparme 
que tú. 
En lugar de retroceder, doy un fuerte tirón al volante y le piso, sin 
importarme un carajo que choque contra el parachoques del auto de policía 
aparcado delante de mí. 
 
 
 
 
 
 
Puede arrestarme cuando todo esto termine. 
Esquivo a los peatones y busco a tientas el maldito interruptor de las 
sirenas para poder encender a esta perra y despejar el camino. Mientras me 
dirijo hacia Esplanade, las sirenas finalmente suenan. El tráfico se ralentiza y 
luego se detiene por completo mientras maniobro a la gran perra a través de 
la abertura más pequeña y doblo la esquina, tratando desesperadamente de ver 
la camioneta. 
¿A dónde diablos se fue? Cruzo intersección tras intersección, mi cabeza se 
mueve en cualquier dirección mientras lo busco. 
Vuelo hacia otro cruce de calles y me acuesto en el claxon, casi golpeando 
un auto mientras doblo el volante, girando la ambulancia hacia la derecha para 
evitarlo. 
Ahí es cuando lo veo. La furgoneta. Directamente delante de mí. 
—Hoy no, hijo de puta. Hoy no. 
—¿Lo tienes? —La voz de Trey en mi oído me recuerda que estoy usando un 
comunicador. ¿Cómo diablos pude olvidar eso? 
Oh, sí, estoy persiguiendo al amor de mi puta vida y todo mi futuro. 
—Sí, recién ubicado —Busco un letrero en la calle—. Henriette Delille. Está 
por delante. Mierda. Tiene que dirigirse a la autopista. 
—Ya voy, —dice otra voz, y me toma un segundo darme cuenta de que es 
Mount—. Rescata a Magnolia. Yo lo haré pagar. —Suena inquietantemente 
ansioso. 
—Tienes a Rory. ¿Está bien? 
—Rory está bien, pero él está casi muerto. 
No puedo evitar discutir, porque mi sed de justicia es tan fuerte como la de 
él. —Entonces será mejor que te des prisa, porque si tengo la oportunidad, la 
tomaré. 
—En camino. 
Las sirenas resuenan en la distancia. Ese policía del mercado 
probablemente llamó a la caballería después de que robé la ambulancia. 
Mierda. Esto va a ser complicado. Por otra parte, no importa, mientras llegue 
a Magnolia a tiempo. 
 
 
 
 
 
 
Reyes debe darse cuenta de que la ambulancia en su trasero no se dirige al 
hospital, porque la camioneta gira hacia la izquierda sin disminuir lavelocidad, 
cortando el tráfico. 
¡Oh, mierda no! 
Un camión choca contra el costado de la camioneta, haciéndola girar fuera 
de control. El vehículo se tambalea sobre dos ruedas. 
Dios, ¡por favor! 
Pero mis oraciones quedan sin respuesta y la furgoneta se vuelca de lado y 
se estrella contra el pavimento. 
Aguanta, mama. Voy por ti 
 
 
 
 
 
 
Me abro paso a través de la oscuridad hasta la conciencia mientras la 
silla de ruedas vuela a través de la camioneta de un lado a otro, golpeándome y 
tirándome al suelo. Agarro algo a lo que aferrarme, pero no puedo alcanzar 
nada. Tan pronto como giramos, empiezo a rodar de nuevo, y luego. . . impacto. 
Soy arrojada hacia mi espalda y mi cabeza se golpea contra el costado. 
Mi visión es nebulosa y sé que mi sistema se está apagando mientras mi 
cuerpo recibe una paliza durante el viaje. Pero solo hay un pensamiento en mi 
mente. 
Tengo que despedirme de Moses. No puedo irme antes de decirle que lo amo 
de nuevo. Decirle que lamento no haber tenido más tiempo. 
Hay sonidos provienen de la parte delantera de la camioneta, pero no puedo 
concentrarme en ellos. No tengo suficiente energía. 
Las sirenas perforan la niebla por la que estoy nadando. 
¿Ayuda para mí? Pero nadie ayuda a chicas como yo. 
Es la vieja mentira que me dije a mí misma. La que me impidió pedir ayuda 
durante demasiado tiempo. Pero sé que ya no es cierto. 
Porque Moses viene por mí. 
Moses me ama. 
Moses no me dejará ir sin pelear. 
Tengo que luchar por él. 
 
 
 
 
 
 
Las manchas se esparcen en mi visión y el dolor se irradia desde cada 
centímetro de mí, pero aun así, aguanto. 
 
 
 
 
 
 
 
Moses 
—Voy por ella! —Grito mientras salto de la ambulancia y corro hacia la 
camioneta, pistola en mano. No veo a Reyes saliendo de los escombros todavía, 
pero es mi segunda prioridad. 
—¡Mags! —Grito mientras voy hacia la puerta trasera de la camioneta 
destartalada e intento abrirla. 
Bloqueada. 
—¡Maldita sea! 
Las sirenas suenan en la distancia y no tengo mucho tiempo. Magnolia me 
necesita, y tenemos que largarnos de aquí tan rápido como sea humanamente 
posible. No me arriesgaré a que me esposen y la dejen morir aquí mismo. 
Tomo la culata de mi arma y rompo la ventana trasera, alcanzando a través 
de ella para abrir la puerta desde adentro. 
Cuando lo suelto de un tirón, los neumáticos se detienen detrás de mí. Sin 
embargo, las sirenas todavía están a unas cuadras de distancia. 
—Estoy detrás de ti. Tengo tu espalda. 
Jules está sobre mí mientras miro a Magnolia. Está acurrucada en el suelo 
de la furgoneta destrozada y hay sangre por todos lados. 
—Estoy aquí, mama. Aguanta un poco más. Estarás bien. —Incluso 
mientras digo las palabras, me temo que estoy mintiendo. Ella no está bien. 
Está lejos de estar jodidamente bien—. Tenemos que sacarla de aquí. 
 
 
 
 
 
 
—Ponla en la ambulancia y llévala de vuelta a mi casa —grita Mount a mi 
lado, pareciendo un demonio del infierno—. Que alguien se deshaga de la 
furgoneta y saque a la policía. Tengo un equipo médico de primer nivel en 
espera. Son mejores que cualquier hospital. ¡Vamos! 
Saco a Magnolia de la furgoneta y Mount entra. Por Reyes. 
Pero ya no me importa una mierda. Tengo a la mujer que importa más que 
la vida misma en mis brazos y necesita mi ayuda. 
Corro hasta la parte trasera de la ambulancia y le grito a Jules—: ¡Conduce! 
Me quedo atrás con ella. Hazlo como si tu vida dependiera de ello. 
Asiente con la cabeza y pongo a Magnolia en la parte de atrás, odiando el 
tono gris de su piel y la frialdad de sus manos. 
—Quédate conmigo, mama. Tienes que quedarte aquí conmigo. Por favor. 
Por favor, Mags. Te llevamos a donde necesitas ir. Estarás bien. 
Sus labios ensangrentados se abren y grita una palabra. —¿Rory? 
—Está a salvo. Keira la tiene. Mount está eliminando a Reyes. No te 
preocupes por nada, cariño, te amo. Vamos a lograrlo. 
La ambulancia avanza mientras las sirenas se acercan, pero a mí tampoco 
me importan. 
Todo lo que importa es Magnolia. 
 
 
 
 
 
 
 
 
Mount 
 
Vidrio cruje debajo de mis zapatos mientras agarro al conductor por el 
cuello y lo arrastro fuera de la camioneta. Se ve exactamente como la foto que 
me mostró el hacker. 
—Reyes. 
Los ojos del hombre brillan al reconocerme. —Vete a la mierda, Mount. 
—Jodiste con el hombre equivocado. Tocaste a mi hija, mi sangre, y mataste 
a uno de mis mejores amigos. Por eso, pagarás con tu vida. 
La luz del sol cae sobre nosotros cuando salimos de los restos del naufragio, 
y lo tiro al pavimento. La sangre brota de su cabeza y su ropa está empapada 
de rojo. 
Bueno. Eso es lo que se merece. 
Las sirenas se acercan a cada segundo, y por mucho que quiera alargarlo y 
torturar al hijo de puta por matar a mi gente y tocar a mi hija, no tengo tiempo. 
Me agacho y me escupe sangre en la cara. 
—Debería haber matado a tu hija. 
No necesito tiempo. No puede respirar el mismo aire que mi pequeña ni un 
segundo más. 
 
 
 
 
 
 
Le meto el cañón de la pistola en la boca. —Te mereces algo peor, pedazo de 
mierda hijo de puta. 
Y luego aprieto el gatillo. 
Por Rory. 
Por Keira. 
Por Magnolia. 
Por Bethany. 
Y porque V, a quien conozco, sin lugar a dudas, murió tratando de salvar a 
mi hija. 
Esto es por ellos. 
Su cabeza explota, me levanto y me alejo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
Moses 
Mi vida pende de un hilo durante horas. Una a una, cada persona 
afectada por el día de hoy entra en la pequeña sala de estar donde estoy 
esperando. 
Trey, Jules, Mount, Keira y la bebé, y algunos otros cuyos nombres no 
conozco y, sinceramente, no me importan en este momento. 
Magnolia es todo lo que me importa. 
El silencio se hace más fuerte con cada momento que pasa. Espero como el 
infierno que cada una de estas personas esté rezando a lo loco. 
Ella tiene que salir adelante. 
Reyes sabía exactamente lo que estaba haciendo cuando la apuñaló. Justo 
en el maldito riñón, y perdió demasiada maldita sangre. Sin mencionar que el 
accidente podría haberla matado por sí solo. 
Rory se despierta en los brazos de su madre y Keira la arrulla. Estoy tan 
jodidamente feliz de que esté a salvo. 
Luego comienzo de nuevo el ciclo de mis oraciones. 
Dios, por favor no me quites a Magnolia. Merece vivir. Es una luchadora. Se 
merece otra oportunidad. Lo que quieras te lo doy. 
Mientras hago otro trato con Dios, uno de los médicos finalmente entra en 
la habitación. 
Estoy de pie en medio segundo. —Por favor. Dime que está bien . 
 
 
 
 
 
 
Se quita la máscara de la cara. —Tuvimos una decisión muy difícil, pero ... 
Me apresuro hacia adelante. —Dime que está bien. 
El médico toma aire y asiente. —Ha llegado hasta aquí, pero de ninguna 
manera está fuera de peligro todavía, tenemos muchas esperanzas. Sobre todo, 
como iba a decir, porque decidimos no extraer el riñón. 
—¿Qué? —Parpadeo y lo miro—. Pero la apuñalaron. 
Se rasca un lado de la cabeza y estira el cuello. —Sí, y la investigación en 
los mejores hospitales ha demostrado el increíble poder del riñón para curarse 
y que el paciente está mejor con él, incluso en su estado dañado, en lugar de 
extirparlo. Necesitará mucho descanso y cuidados, porque sus heridas son 
extensas. Pero, como dije, tenemos muchas esperanzas de que saldrá adelante. 
Mount se levanta y viene a pararse a mi lado. —Ya lo sabes, pero no 
escatimes en gastos. Cueste lo que cueste, hazlo. 
Mi mandíbula tiembla de gratitud por el hombre al que estaba dispuesto a 
matar solo unas horas antes. 
—Gracias, —le susurro mientras me giro para mirarlo.— Gracias. 
Los ojos de Mount son negros como el pecado cuando se encuentran con los 
míos. —Nadie más está muriendo hoy. No bajo mi protección. 
 
 
 
 
 
 
 
 
He estado nadando a través de la niebla durante lo que parece una 
eternidad cuando finalmente logro salir a la superficie y abrir los ojos. 
Parpadeando un par de veces, contemplo la tenue luz de la habitación mientras 
trato de distinguir algo familiar.Mi visión tarda unos segundos más en 
aclararse y me fijo en lo único que importa. 
Moses. 
Está dormido en una silla junto a la cama, pero en la posición más 
incómoda que pueda imaginarse, inclinándose hacia adelante para que apoyar 
una mano en mi pierna y usa el otro codo para recargarse. 
Una oleada de gratitud me invade mientras miro esa mano. Gracias a Dios. 
Él está aquí. 
Parpadeo más rápido mientras la emoción llena mis ojos cansados. 
Ambos estamos vivos. Juntos. 
No sé en qué forma estoy y, francamente, mientras no esté muerta, 
realmente no importa. Porque lo logramos. 
Me muevo bajo las suaves sábanas blancas y Moses se sienta 
inmediatamente, como si estuviera en sintonía con cada uno de mis 
movimientos. 
—¿Mama? —La palabra sale adormilada y ronca por el sueño cuando sus 
ojos se enfocan en mi cara. 
 
 
 
 
 
 
—Se acabó, —digo, aunque estoy diciendo lo obvio. 
La sonrisa que se extiende por el rostro de Moses ilumina la habitación y 
llena mi corazón de alegría. —Seguro que sí. ¿Cómo te sientes? 
Levanto el brazo, pero la mano de Moses en mi pierna aprieta ligeramente. 
—No te muevas demasiado. Vas a estar bastante adolorida, incluso con los 
medicamentos que te dan. 
Los recuerdos del dolor regresan con fragmentos dispersos al azar de lo que 
sucedió. Reyes apuñalándome. La camioneta chocando. Ser arrojada como una 
muñeca de trapo. Rory. 
—Oh Dios. Rory. ¿La recuperó Keira? Esta ella… 
—Ella está perfecta. Total y completamente bien. Reyes no la lastimó. Ella 
se ríe y sonríe como si nada hubiera pasado. Rory no recordará nada. 
La tensión desaparece cuando dejo caer la cabeza sobre la almohada. —
Gracias, Dios, —susurro. 
Pero Moses no ha terminado. —Pero tú. . . Jesús. Me quitaste años de vida 
cuando te llevó. No pude detenerlo. Sabía que estabas herida y no podía llegar 
a ti lo suficientemente rápido. —Su sonrisa se ha ido por completo ahora que 
los recuerdos inquietantes lo alejan de mí. 
Extiendo la mano, agarro su mano fuerte y le doy un fuerte apretón. —Oye, 
todavía estoy aquí y te amo mucho. Prometo que no me cambiaré por el hijo de 
nadie más. Lo logramos, Moby. Está bien. 
Se ríe por la parte sobre el hijo de otra persona, pero su mano gira y 
entrelaza sus dedos con los míos. Encuentra mi mirada con esos ojos verde-
dorado que tanto amo. 
—Dios, yo también te amo. Más de lo que crees. Todo esto pone las cosas en 
perspectiva, eso es seguro. Así que te voy a decir lo que he estado pensando 
desde el momento en que todo pasó, especialmente mientras estaba sentado 
junto a tu cama, esperando a que te despertaras y me des el infierno. 
—Está bien —respondo, preguntándome en qué está trabajando. 
Moses se inclina y presiona un beso en nuestras manos unidas antes de 
encontrar mi mirada una vez más. —Quiero mi anillo en tu dedo. Rápido. Tan 
pronto como podamos. Quiero pertenecerte todos los días que queden de mi 
vida. 
—Moses. . . —Susurro su nombre, mi corazón estalla de alegría. 
 
 
 
 
 
 
Se inclina más cerca. —Y quiero que me pertenezcas. Necesito que sepas, 
sin lugar a dudas, que eres amada más allá de todo. Quiero que mires ese 
anillo todos los malditos días y lo recuerdes. 
Las lágrimas se acumulan en mis ojos y ni siquiera me importa haber 
llorado más desde que él regresó a mi vida que en las últimas dos décadas 
juntas. Abro la boca para responder, pero continúa. 
—Fuiste jodidamente noble con todo este asunto del secuestro. Entiendo 
porque. Yo hubiera hecho lo mismo. Pero tampoco me gusta que pienses que tu 
vida de alguna manera vale menos por lo que eres y lo que has hecho. Porque 
nada está mañana más lejos de la verdad. Lo vales todo, Magnolia. Y no voy a 
parar hasta que te des cuenta de cuánto vales. Eres jodidamente invaluable. 
No vuelvas a correr riesgos como ese con tu vida. Jodidamente nunca. No 
puedo soportarlo y no lo voy a permitir. —Su voz es áspera y tensa cuando 
termina. 
—Sí, señor, —le digo mientras las lágrimas caen y se deslizan por mi rostro. 
Moses se levanta de su silla casi tirándola, la agarra con los pulgares. —
Dios, me encanta cuando me llamas así, pero no llores más, mama. Hoy no. 
Hoy es un buen puto día porque tenemos el resto de nuestras vidas por 
delante. Somos libres y Reyes está jodidamente muerto. 
La noticia de Reyes detiene las lágrimas más rápido que cualquier otra cosa. 
—¿Él está? Él se. . . ¿fue? 
—Sí. Lo que significa que todos esos planes que tengo para ti están a punto 
de desarrollarse. Espero que estés lista. 
—¿Tengo voz y voto en esos planes? 
Moses se inclina para presionar un beso en mi frente. —La policía quiere 
interrogarte, y también el FBI. Creen que te van a culpar de los tres asesinatos. 
Mi boca se abre. —¿Qué? ¿Los tres? 
—Oye, Tranquila. Está bien. No te están perjudicando. El abogado de Mount 
los tiene tan retorcidos con el papeleo en este momento, que les tomará algo de 
tiempo revisarlos. 
—¿Pero los tres? —susurro. 
—Sí. El hermano de Reyes, Desiree y la esposa de Brandon. 
—Pero yo no... 
 
 
 
 
 
 
—Lo sé, y podemos probar dos de ellos con seguridad, pero no voy a hacer 
que te presentes a un juicio para determinar que mataste a Ortiz en defensa 
propia. Entonces . . . tienes que responder una pregunta para mí. 
—¿Qué? —pregunto, ahogándome en esos charcos de luz verde. 
—¿Confías en mí? 
—Sí. Absolutamente, respondo sin vacilar. 
—Bien, porque no voy a sentarme a esperar a que finalmente relacionen a 
Reyes con los asesinatos. Te liberaremos de todo esto y comenzaremos una 
nueva vida. No te preocupes, te encantará la brisa del océano y recoger piñas 
de nuestro jardín. 
Mi cerebro junta lo que está diciendo. Va a fingir mi muerte y borrarme. . . y 
nos escaparemos a un paraíso tropical. Quizás otra chica tenga preguntas, 
pero después de todo lo que hemos pasado, mi respuesta es simple. 
—¿Qué tan pronto nos vamos? 
Puedo decir por la sonrisa en su rostro que mi respuesta es todo lo que 
necesitaba. 
—Tan pronto como estés sana, mama. Tengo a tus chicas volviendo de la 
playa ahora mismo. Trey creó un programa de programación en línea para ellas 
y se lo han estado haciendo saber a todos los clientes. 
El aprecio me llena. —Gracias. Muchas gracias por cuidarlas. La casa . . 
—Ya la ha limpiado un equipo. Las chicas nunca verán nada. 
Me callo, pienso en cosas que nunca volverán a ser lo mismo y digo una 
oración en silencio por Desiree. 
—Quiero que Taylor tenga la casa ahora. Libre y limpia. Las chicas de 
Desiree pueden quedarse un par de meses mientras hacen otros arreglos, pero 
Taylor siempre ha querido convertirlo en un spa. —Me río en voz baja y niego 
con la cabeza—. Creo que está un poco loca, pensando que un burdel puede 
convertirse en otra cosa, pero estoy dispuesta a dejar que lo intente. 
—Mama, cualquiera y cualquier cosa puede cambiar. Todo lo que se 
necesita es una decisión. Dime cómo quieres que se haga y conseguiré que 
alguien trabaje en ello. 
—Gracias, —le digo, no estoy segura de poder amarlo más de lo que lo amo 
ahora. 
—Es bueno verte despierta. 
 
 
 
 
 
 
La voz de Mount llega desde la puerta, interrumpiendo nuestro momento, y 
todo mi cuerpo se tensa. 
Les he costado. A él y a Keira. Nos invitaron a su casa y les traje a Reyes. 
La culpa de eso pesa sobre mi alma. 
Me encuentro con su mirada negra y hablo desde el corazón. —Lo siento, 
Mount. Lamento mucho traer esto a tu casa y lo que costó. Ojalá pudiera 
hacerlo bien, pero no puedo. Lo siento mucho. 
Moses se pone tenso a mi lado, como si estuviera listo para saltar entre el 
rey y yo si dice algo que Moses no quiere que yo escuche. Pero puedo aceptarlo. 
La expresión de Mount permanece pareja y tranquila. —Cualquiera que sea 
la culpa que estés cargando por esto, déjala ir. 
Mi cabeza se echa hacia atrás contra la almohada. —Pero tú. . . — Empiezo 
y me detengo antes de que pueda siquiera formar una oración completa. 
Avanza unos pasos más adentro de la habitación. —Le habría entregado al 
Papa a Hannibal Lectersi eso significaba recuperar a Aurora. No fue personal. 
Y no se te puede responsabilizar por lo que hizo Reyes. Fuiste arrastrada hacia 
algo que no tenía nada que ver contigo. No tienes ninguna culpa en esto. 
—¿Qué quieres decir? Maté a su hermano. 
—Todo esto fue causado por un esposo infiel y una esposa despechada. Son 
responsables de cada gota de sangre que derramó Reyes. Y cuando encuentre a 
Alberto Brandon, él pagará las consecuencias de lo que causó. De hecho, me 
reuní con un amigo tuyo que lo va a encontrar por mí. Estaba particularmente 
motivado cuando se enteró de cómo las acciones de Brandon te afectaron . 
—¿Un amigo? —Estoy en blanco. 
—Creo que juegan al ajedrez juntos. 
Mi mirada se posa en Moses cuando me doy cuenta de que Mount está 
hablando de Rhodes, a quien Moses conoció en el club en circunstancias 
menos que ideales, pero no parece ni remotamente afectado por la información. 
—Está bien, mama. No me molesta. Este tipo Rhodes parece que podría ser 
útil en el futuro. Probablemente podría haber usado su ayuda antes. 
—Dice que es el mejor en lo que hace. 
—Soy el mejor en lo que hago, —dice el hombre mismo, dando un paso 
alrededor de Mount—. Perdón por entrometerme, pero valió la pena. 
 
 
 
 
 
 
Mount lo mira, sus ojos se oscurecen con desagradable sorpresa. —No 
deberías haber podido volver a entrar. 
Rhodes sonríe. —Y tienes problemas de seguridad que necesitan ser 
tratados si quieres que este lugar sea impenetrable. No te preocupes. Yo lo 
arreglaré. Nadie entrará en este lugar cuando termine. Llámalo un favor. Me 
puedes deber una. 
Moses y yo nos miramos a los ojos, y puedo ver que está tan sorprendido 
como yo de que Rhodes no se doblegue ante el rey. 
Da un paso alrededor de un Mount aturdido, pero sorprendentemente 
divertido, y viene hacia mí. Antes de llegar a la cama, mira a Moses. 
—¿Te importa, hermano? Prometo que pienso en ella como una hermana. 
Moses simplemente sonríe. —Tienes bolas de acero, hombre. Di lo que 
quieras decir. No necesitas mi permiso. Magnolia es su propia mujer. 
Definitivamente le voy a hacer una mamada por ese comentario, cuando me 
sienta mejor. 
Rhodes acorta la distancia entre nosotros y se arrodilla. —Me alegro de que 
estés bien, Mags. El mundo hubiera sido mucho menos brillante sin ti. 
—Gracias. 
Presiona un beso en mis manos y las aprieta antes de volverse hacia Moses. 
—Es toda tuya, hombre. Solo déjame tomarla prestada para un juego de 
ajedrez de vez en cuando. Ella es muy buena. 
Los labios de Moses se curvan en una sonrisa. —Si puedes encontrarnos, 
pueden jugar cuando quieras. 
—Desafío aceptado, —dice Rhodes con un guiño. Luego se vuelve hacia 
Mount—. Ahora te mostraré y te enviaré una lista detallada de toda la mierda 
que cambiaría por tu seguridad. Si necesitas mi ayuda para implementarlo, 
házmelo saber. 
Y con eso, se va, y yo me quedo negando con la cabeza. 
Mount lo mira fijamente. —Va a ser un problema. 
No puedo evitar reírme. —Sí, lo es. Pero es un buen problema. 
Moses me lanza una mirada. 
—¿Qué? Sabes que solo te quiero a ti y a ese Moby Dick tuyo. 
 
 
 
 
 
 
—Y creo que es hora de que me disculpe, —dice Mount, y la risa de Moses y 
la mía lo persiguen fuera de la habitación. 
 
 
 
 
 
 
 
 
Un año después 
—Shhh. . . Si sigues llorando así, vas a despertar a mamá, grandulón. Y 
sabes que ella ya estuvo dos veces contigo anoche. 
El sonido de la voz de Moses llega a través del monitor para bebés de 
nuestra cómoda. 
Una brisa cálida y húmeda sopla a través de la pared de puertas corredizas 
de vidrio abiertas y el mosquitero blanco que cuelga alrededor de nuestra 
cama, llevando consigo el sabor salado del océano. 
Me estiro y salgo de la cama, alcanzando la bata de seda roja que tiré sobre 
el banco al pie de la cama anoche. 
Entro silenciosamente en la cuarto de al lado para ver mi mundo entero 
bañado por la luz del amanecer naranja brillante convirtiendo la mañana en 
una obra de arte. 
Moses arrulla a nuestro hijo mientras camina por la habitación, acunándolo 
en sus brazos. 
Es la vista más hermosa que he visto en mi vida. 
Por otra parte, creo que todos los días cuando me despierto aquí, en nuestro 
paraíso tropical, donde nadie sabe mi nombre como otra cosa que Magnolia 
Grey. No tengo pasado y el futuro es tan brillante como el cielo. Incluso Bernie 
lo habría aprobado. Su carta para mí, pidiéndome perdón por lo que había 
hecho cuando yo tenía dieciséis años y diciéndome que me amaba y que 
 
 
 
 
 
 
deseaba haber tenido la oportunidad de rehacerlo todo, descansa en un lugar 
de honor en mi mesita de noche. 
Moses se vuelve cuando me escucha, y la brillante sonrisa en su rostro 
derrite mi corazón. 
Una mujer nunca había sido tan amada antes. Estoy segura de ello. 
—Ah. . . ¿Ves, amigo? La tienes levantada . 
—No me importa en absoluto, —digo, acercándome a ellos con los brazos 
extendidos—. No quiero perderme ni un minuto de esto. 
Moses me entrega a Abraham y yo me acomodo en la mecedora para 
alimentar a mi niño hambriento. 
Mi esposo se para junto a la ventana, mirando hacia la playa y dice —: 
Tengo una sorpresa para ti. Viene hoy. 
Miro hacia arriba mientras Abraham se prende a mi pecho. —¿Qué tipo de 
sorpresa esta vez? 
Moses simplemente sonríe. —Ya verás. 
 
 
Tres horas después, Abraham y yo estamos sentados en una tumbona 
cerca de la piscina, con una sombrilla que nos protege del brillante sol 
caribeño. Jules rueda una caja por la pasarela de concreto que se detiene en la 
playa que sirve como nuestro patio delantero. 
Jules y Trey se turnan para rotar entre nuestra casa de huéspedes y mi 
casa en el Barrio, que ahora pertenece legalmente a Jules. Ambos hombres han 
sido invaluables para ayudar a las chicas, especialmente después de que les 
llegó la noticia de mi “muerte”. El negocio de Taylor está prosperando, 
especialmente porque todas las chicas que todavía estaban haciendo trucos 
para Desiree se han ido o se han unido a ella. La vieja casa donde Moses y yo 
nos conocimos es ahora un spa de día, y no podría estar más orgullosa. 
Ojalá pudiera decírselo. 
Pero después de la elaborada operación que Moses realizó para fingir 
nuestras dos muertes, eso simplemente no es posible. 
 
 
 
 
 
 
Según Trey, con las imágenes de su cámara y los ataques telefónicos, 
cuando Cavender recibió la noticia de nuestra desaparición, no lo creyó. Exigió 
ver los restos de nuestro vehículo bombardeado y lo que quedaba de los 
cuerpos, y se sorprendió cuando su investigación condujo a una transferencia 
bancaria a un conocido sicario contratado por Laura Brandon, fechado antes 
de su muerte. Fue entonces cuando todo el caso se unió para Cavender y el 
FBI. 
Con la ayuda de las migas de pan plantadas digitalmente de Trey, las 
fuerzas del orden llegaron a las conclusiones exactas que esperábamos. Reyes 
estaba vinculado a los asesinatos de Laura Brandon y Desiree, y los casos se 
consideraron cerrados de forma permanente. Bueno, salvo el caso de la muerte 
de Reyes en la calle. Mount nunca estuvo implicado, y estoy dispuesta a 
apostar que nunca lo estará. Así es como Mount lo hace. En cuanto a la 
muerte en mi antiguo edificio de condominios, por lo que Trey puede decir, 
Cavender lo ha dejado en paz a favor de contar los días hasta su jubilación al 
final del año. 
Solo Mount y Keira saben con certeza que todavía estamos vivitos y 
coleando. Bueno, ellos y Rhodes. Sólo Dios sabe cómo nos encontró, pero ha 
venido dos veces para jugar al ajedrez. Moses lo recibió con los brazos abiertos, 
después de interrogarlo sobre cómo lo hizo. Rhodes le dijo que todos los cabos 
sueltos habían sido atados y que nadie más podría encontrarnos ahora, lo cual 
es muy bueno, considerando que Mount y Keira se encontrarán con nosotros 
en una isla vecina para unas vacaciones clandestinas pronto. 
Es mi mayor esperanza que nuestros bebés se conviertan en mejores 
amigos. Se verán al menos cada pocos meses, si Keira y yo nos salimoscon la 
nuestra. Lo que significa que es una conclusión inevitable. Menos mal que 
nuestros hombres tienen las habilidades y el dinero para hacer que eso suceda 
sin exponer a ninguno de nosotros al peligro. 
Luego está Celeste. Todavía llama y deja mensajes de voz con lecturas cada 
pocas semanas en mi número anterior, que nunca se ha apagado. No sé cómo 
lo sabe, pero lo sabe. Y gracias a Trey, parece que los mensajes nunca se 
revisan para no levantar sospechas. 
—¿Que hay ahí? —Le pregunto a Jules. 
—El jefe te lo dirá. O mostrará. Tengo una tonelada más de estos. Se 
llevaron la mitad de nuestro contenedor . 
 
 
 
 
 
 
Más curiosa que nunca, levanto a un sonriente Abraham y camino hacia la 
caja. Jules desliza la plataforma rodante por debajo y se dirige hacia el camino, 
presumiblemente para conseguir la siguiente. 
—¿Qué demonios nos trajo tu papá ahora? 
—Si le das cinco minutos, te lo mostrará, —dice el propio hombre mientras 
sale de la casa al patio con una palanca en la mano. 
—Oh Dios, va a ser un día increíble si se requieren palancas. 
La risa que brota de sus labios es un sonido que escucho todo el tiempo, y 
hace la vida más dulce de lo que podría haber imaginado. 
Unos minutos más tarde, los lados de la caja se abren y Moses desenvuelve 
lo que parece una estatua negra. 
—Que es . . . — Me apago cuando veo la corona tallada en la parte superior. 
Mi boca se abre y miro a Moses—. Oh Dios mío. Por favor, dime que es una 
pieza de ajedrez. 
Su sonrisa se extiende de oreja a oreja mientras se acerca a mí. —Tienes 
toda la razón, es una pieza de ajedrez. Hice que nos los hicieran para que 
fueran grandes, pero lo suficientemente ligeros como para poder moverlos 
fácilmente en la arena. 
Mi entusiasmo está fuera de serie. —¿Estamos convirtiendo nuestra playa 
en un tablero de ajedrez? 
—¿Estás de acuerdo con eso? 
—Siempre y cuando estés bien perdiendo casi todos los juegos contra mí. 
Los brazos de Moses envuelven a Abraham y a mí, acercándonos a ambos. 
Baja la cabeza para susurrarme al oído. 
—Mama, gano todos los días que me despierto a tu lado. Yo llamo a eso el 
jaque mate definitivo.