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Neymar, Ronaldo, Messi Tres talentos únicos Tres estrategias deportivas

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Neymar, Ronaldo, Messi
Tres talentos únicos
Tres estrategias deportivas
Tres modelos de negocio
LUCA CAIOLI
www.megustaleerebooks.com
2
Introducción
¿Quién es el mejor?, ¿quién es el mejor de todos?, ¿quién es el mejor del mundo?,
¿quién es el más grande? La pregunta siempre ha estado ahí. Forma parte de la cultura
del fútbol, de la historia colectiva de los amantes de la pelota; una cuestión que ha
dividido y divide a expertos, a aficionados y a generaciones enteras. Cualquier excusa es
buena para hacer comparaciones: un gesto, una forma de estar en el terreno de juego, un
regate, una falta, una asistencia, un gol, un partido, un campeonato, la Copa del Mundo,
el Balón de Oro, la última encuesta o el sondeo lanzado por un periódico, en la red o en
un blog. Se miran con lupa las estadísticas y los resultados. Se abren debates
interminables. Se dividen las opiniones entre fanáticos de uno u otro jugador, entre
partidarios y detractores, entre hinchas de equipos rivales, de un país y de otro. Y puesto
que en el fútbol la memoria es fundamental, siempre hay algo que nos recuerda a otro
tiempo, a otra Liga, a otro jugador. No importa que las épocas sean diferentes, o distintos
los tipos de juego. Se trata de una espiral sin fin que tiene su propio encanto; un
constante ir y venir del presente al pasado; porque, tal vez, sin esto el juego perdería
parte de su fascinación.
¿Quién es el mejor? ¿Pelé o Maradona? ¿Di Stéfano o Cruyff? ¿Zidane o Platini?
¿Ronaldo Nazário de Lima o Marco van Basten? Una cuestión repetida miles de veces
en periódicos, radios, televisiones; un debate que involucra a entrenadores, futbolistas,
comentaristas y simples aficionados. ¿La respuesta? Cada uno tiene la suya, según los
colores y los gustos futbolísticos.
Lo mismo pasa hoy en día con Leo Messi, Cristiano Ronaldo y Neymar. ¿Quién es el
mejor de los tres? ¿Messi es mejor que Maradona? ¿Cristiano es mejor que Eusebio?
¿Llegará Neymar a ser mejor que Messi y alcanzará a «O Rei» Pelé? En estas páginas no
se da una respuesta; el objetivo es ofrecer al lector todas las herramientas, todas las
claves para conocer a los tres mejores delanteros del mundo, como los define Luiz Felipe
3
Scolari, seleccionador de Brasil. Después, que cada cual saque sus propias conclusiones.
Para ello, capítulo a capítulo, se comparan las distintas opiniones, las vidas, las
historias, las cualidades, los estilos de los tres, los logros dentro y fuera del campo, lo
que tienen en común y lo que hace muy distintos a estos dioses del balompié mundial.
Messi, Cristiano y Neymar Júnior enfrentados una vez más, pero esta vez lejos del
terreno de juego. El análisis busca respuestas más allá de los logros deportivos. Se trata
de entender cómo han conseguido ser los mejores jugadores del momento y de extraer
alguna lección que cualquier persona pueda aplicar en su día a día.
Tan importante es el resultado como el camino recorrido. Las vidas de Ney, Leo y
Ronaldo son magníficos ejemplos de superación, los tres poseen un talento innato, pero
no son superhombres. Son luchadores incansables, apasionados, con una fuerza de
voluntad muy por encima de la media. Están convencidos de que el triunfo se halla al
alcance de sus manos y para ello se necesita confianza y determinación. Son una fuente
de inspiración para todos aquellos que quieren conseguir sus metas. Su éxito depende de
no darse nunca por vencido, requiere disciplina, renuncias, sacrificios. Porque si en algo
coinciden los tres es, precisamente, en esa capacidad de poner todos los sentidos, en dar
el doscientos por cien en aquello que se proponen. Muchos creen que el oficio de
futbolista está ligado al éxito que puede llegar, antes o después, a partir exclusivamente
del talento. El talento es fundamental, pero no se puede separar de la disciplina, de la
entrega y de la obsesión por la profesión, por la perfección, por la victoria.
Messi, Ronaldo y Neymar se parecen más de lo que podríamos suponer a simple vista.
Sus orígenes, su primer contacto con el balón, la influencia de sus padres, sus dotes de
liderazgo y su entrega son algunos de los puntos en común. Han tenido vivencias muy
parecidas y prácticamente a la misma edad, en muchas ocasiones han hecho historia y en
otras han cometido errores, han recibido elogios y también críticas. Para ninguno de
ellos ha sido fácil, aunque ahora, cegados por los flashes y los premios, sea difícil
imaginarlo. Pero todo esto, los aciertos y los reveses, les han ayudado a convertirse en lo
que son hoy. Y cada uno de ellos lo ha conseguido manteniéndose fiel a su estilo dentro
y fuera del campo. Los tres son delanteros, goleadores natos, auténtico espectáculo. Sin
embargo, poseen capacidades físicas distintas, virtudes que nada tienen en común,
formas de jugar muy particulares que es importante contrastar para entender el secreto de
su éxito o, al menos, parte de él. Coinciden en el hambre de victoria pero su actitud con
el esférico en los pies, y también ante las cámaras, es el reflejo de su personalidad. Y
4
solo hay que ver cómo celebran los goles para darse cuenta de lo distintos que son en ese
sentido: Cristiano reafirmándose ante los espectadores en el estadio, Neymar con el
espíritu alegre de su Brasil natal y Messi con la sobriedad y la timidez que le
caracterizan.
Aunque, de nuevo, aquí sus caminos convergen, ya que los tres cracks del fútbol han
hecho de su forma de ser una marca personal, un producto exportable y reconocible en
todo el mundo. Con la ayuda de sus asesores, han puesto el énfasis en los valores que
mejor les describen, con los que se sienten identificados, y sobre este pilar han
construido un modelo de negocio sumamente rentable. Cada uno vende con sus mejores
armas, pero el caso es que los tres lo hacen y de forma muy eficaz, como se verá a lo
largo de este libro. De Neymar, Ronaldo y Lionel se puede aprender mucho más que
fútbol, seguramente por eso se han convertido en modelos a seguir, en tres jóvenes
admirados allí donde van y a los que todavía les queda mucho camino por recorrer y
muchas marcas que batir.
5
Una pasión desde niños
El 23 de junio de 1987, Celia Cuccittini ingresa en la unidad de maternidad del hospital
Garibaldi de Rosario. Los otros dos hijos de la familia Messi-Cuccittini, Rodrigo, de
siete años, y Matías, de cinco, se quedan en casa con la abuela; es Jorge, su marido,
quien la acompaña. El embarazo ha ido bien, aunque en las últimas horas de gestación
las cosas se complican. Norberto Odetto, el ginecólogo, advierte un sufrimiento fetal
agudo y decide provocar el parto para evitar secuelas en el bebé. Jorge recuerda el miedo
de esos momentos, el pánico que sintió cuando el doctor le dijo que iba a usar el fórceps.
Al final no es necesario utilizar las pinzas, y pocos minutos antes de las seis de la
mañana del 24 de junio nace Lionel Andrés Messi. Pesa tres kilos y mide cuarenta y
siete centímetros. Está rojo como un tomate y tiene una oreja completamente doblada
debido al esfuerzo realizado por ver la luz; anomalías que, como en tantos otros casos,
desaparecen al cabo de pocas horas. Después del susto, viene la felicidad, el recién
llegado es un niño colorado pero sano.
El martes 5 de febrero de 1985, a las 10.20 de la mañana, en el Hospital Cruz de
Carvalho de Funchal, en Madeira, ve la luz Cristiano Ronaldo. El cuarto hijo de María
Dolores dos Santos y de José Dinis Aveiro, tras Hugo, Elma y Cátia, pesa cuatro kilos y
mide cincuenta y dos centímetros. Un embarazo imprevisto que llega nueve años
después del nacimiento de Cátia y un niño al que hay que buscar un nombre. «Mi
hermana, que trabajaba en un orfanato, me dijo que si era varón podía llamarlo Cristiano.
Me pareció buena idea», cuenta su madre. «A y a mi marido nos gustaba Ronaldo,
como el presidente de Estados Unidos [Ronald Reagan, actor e inquilino de la Casa
Blanca desde 1981 hasta 1989]. Mi hermana escogió Cristiano y nosotros Ronaldo.»
Siete años después, el 5 de febrero de 1992 a las 2.15 de la madrugada, nace Neymar
da Silva Santos en Mogi das Cruzes, São Paulo. Nadine Gonçalves ha roto aguas el día
anterior y ha sido ingresada en la Santa Casa de Misericordia, un gran edificio blanco y
6
azul que destaca entre las callejuelas del centro de la ciudad. El parto es natural y no
presenta ninguna complicación. La madre y el recién nacido, que pesa tres kilos y
setecientos ochenta gramos, se encuentran bien. Hasta el momento del nacimiento, los
progenitores no saben que se trata de un varón, ya que el precio de la ecografía excedía
sus posibilidades. Los padres dudan qué nombre poner a su primogénito. En un primer
momento, Nadine propone Mateus, y el padre se muestra de acuerdo. Lo ponen a prueba
durante una semana, pero no les convence y, finalmente, cuando Neymar padre va a
inscribirlo al Registro Civil cambia de idea y opta por su propio nombre: Neymar, con el
añadido de «Júnior», si bien en la familia todos lo llamarán «Juninho».
Leo Messi, Cristiano Ronaldo y Neymar Júnior nacen en familias humildes. Jorge
Messi es jefe de sección en la siderúrgica Acindar, en Villa Constitución, localidad que
se halla a cincuenta kilómetros de Rosario. Celia trabaja en un taller donde fabrican
bobinas magnéticas. Viven en una casa en propiedad. La ha construido Jorge durante los
fines de semana con ayuda de su padre, Eusebio. Dos plantas de ladrillo y un patio
trasero en el barrio de Las Heras, en la zona sur de Rosario, calles de gente sencilla y
trabajadora.
La casa donde creció Cristiano en la Quinta do Falcão ya no existe. La vivienda de
protección oficial, de tres habitaciones, hecha de bloques, tablas de madera y tejado de
uralita, fue demolida en el año 2007 para evitar problemas con los okupas. Muchas veces
la madre de Cristiano ha tenido que pedir cemento y ladrillos al Ayuntamiento para
poder arreglar las goteras después de una tormenta. Papá Dinis es jardinero municipal,
mamá María Dolores trabaja como cocinera para que sus hijos tengan comida todos los
días. A los veinte años, como miles y miles de portugueses, María Dolores había
emigrado a Francia. Estuvo tres meses en París limpiando casas. Su marido iba a
reunirse con ella pero finalmente no lo hizo y María tuvo que regresar a Madeira.
Neymar da Silva Santos, el padre de Juninho, es futbolista profesional de la União,
equipo de Mogi das Cruzes que milita en A3. El salario no es gran cosa pero da para
vivir. Además, el club paga el alquiler de un apartamento modesto en el condominio de
Safira, número 593 de la rua Ezelino da Cunha Glória, barrio de Rodeio, a tres
kilómetros del centro de la ciudad. Aquí Juninho pasa sus primeros años de vida al
cuidado de su madre, que ejerce de ama de casa.
No sobra el dinero en las familias de Messi, Ronaldo y Neymar, pero los tres aseguran
que su infancia fue feliz. Y en esto la pelota tiene mucho que ver.
7
«Una Navidad le regalé a Cristiano un cochecito teledirigido pensando que le haría
ilusión, pero no, prefería una pelota. Dormía con el balón. No lo dejaba nunca. Siempre
bajo el brazo, siempre con el balón para acá y para allá», relata Fernão Sousa, el padrino
del número 7 del Real Madrid. María dos Santos, una de sus maestras de primaria,
recuerda su pasión por el fútbol: «Desde el primer día fue su deporte preferido. Si no
había una pelota a su alrededor, él y sus amigos la hacían con calcetines. Al final,
siempre encontraba la manera de jugar al fútbol en el patio de recreo». Fútbol en el
colegio y en el barrio. «Cuando llegaba a casa de la escuela —explica su madre— yo le
decía: “Ronaldo ve a tu cuarto a hacer los deberes”. Él siempre me respondía que no
tenía nada que hacer. Así que yo iba a cocinar y él aprovechaba la ocasión. Saltaba por la
ventana, agarraba un yogur o alguna fruta y corría con el balón bajo el brazo a jugar.
Regresaba a las nueve y media de la noche.» Y esto sin contar las veces que por el balón
hace novillos y se salta las clases. «Estaba siempre jugando a la pelota con mis amigos,
era lo que más me gustaba hacer, era mi forma de pasar el tiempo», reconoce años
después Cristiano. Juega en la calle porque cerca de su casa no hay ningún campo. La
Quinta do Falcão es un barrio inclinado por donde circulan autobuses, coches y motos.
Hay que quitar las piedras de las porterías y esperar que el tráfico pase para reanudar el
partido. Son enfrentamientos entre pandillas de amigos. Son partidos que nunca
terminan.
La pelota tampoco falta en el álbum de fotos de la infancia de Neymar Júnior. Ya de
pequeñito viste la camiseta del Santos y, bajo el brazo, lleva un balón de pentágonos
blancos y negros. Nadine, su madre, recuerda cuando con apenas dos años, mientras ella
compraba patatas en el mercado, Juninho se soltó de su mano y cruzó la calle,
arriesgándose a ser atropellado, para recoger un pequeño balón de plástico amarillo. Y
confirma —lo ha contado en muchas ocasiones el propio Neymar— que su hijo dormía
abrazado a la pelota. Años más tarde, llegará a acumular en su habitación hasta cincuenta
y cuatro. Neymar padre se queda asombrado cuando, con solo tres años, Juninho
recupera el balón con los pies en lugar de aferrarlo con las manos y decir «Es mío»,
como harían todos los niños.
A la misma edad, Leo Messi prefiere los cromos y las canicas a la pelota. Gana
montones de canicas a sus compañeros de juegos, y su pelota siempre está llena. En la
guardería o en la escuela nunca le falta tiempo para jugar con algo redondo. Por su
cuarto cumpleaños, sus padres le regalan un balón blanco con rombos rojos. Es ahí, tal
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vez, donde empieza el flechazo. Hasta que un día sorprende a todo el mundo. Su padre y
sus hermanos están jugando en la calle y Leo, por primera vez, decide unirse al partido.
En muchas otras ocasiones había preferido seguir ganando canicas; esa vez no. «Nos
quedamos de piedra viendo lo que sabía hacer —dice Jorge—. Nunca había jugado
antes.»
El balón, el esférico, la bola… ha sido siempre el amor, el objeto de deseo, la pasión
irrefrenable de los tres cracks. Tanto es así que Neymar afirma: «La pelota es la mujer
más celosa que existe. Si no la tratas bien, deja de amarte y puede hacerte daño. Yo la
amo con locura».
Y así lo demuestra con tan solo seis años en São Vicente, playa de Itararé, a finales de
1998. «Fui a ver un partido entre el Tumiaru y el Recanto da Villa. Estaba preocupado
por mi hijo; giré la cabeza para ver dónde se había metido y me llamó la atención un
niño pequeño, muy delgado, con el pelo corto y las piernas finitas. Corría arriba y abajo
por las gradas instaladas para la ocasión. Corría con extrema facilidad, como si lo hiciera
por una superficie completamente llana, como si no hubiera obstáculos. Corría sin parar
un instante. Me sorprendió su habilidad, su agilidad y su coordinación motora. Era algo
raro en un niño tan pequeño. Ahí, para mí, estaba la diferencia. Se me encendió una
bombilla en el cerebro y le pregunté a un amigo: “¿Quién es ese niño?”. Me dijo que era
el hijo de Neymar, que estaba en el campo con el Recanto y acababa de fallar un penalti.
Miré al padre: buen físico y buen control del balón. Observé a Nadine, la madre, que
presenciaba el encuentro: era delgada y alta. Pensé enseguida en el componente genético
y los padres del niño eran dos buenos biotipos. Como quien no quiere la cosa, me
pregunté: “¿Cómo jugará el niño a la pelota?”. En esa época yo era entrenador en el Club
de Regatas Tumiaru. Así pues, al final del partido fui a hablar con el padre para ver si me
daba permiso para llevar al niño y hacerle una prueba. Neymar padre aceptó y el
chiquillo vino conmigo. La primera vez que lo vi tocar la pelota, el corazón empezó a
latirme desbocado. Intuí el genio que podía llegar a ser. Para él, el fútbol es algo innato.
A los seis años ya tenía estilo propio. Tenía velocidad y equilibrio, tenía fantasía para
inventarse una vaselina o cualquier otra diablura de las suyas. Le encantaba driblar, sabía
chutar y no sentía miedo ante los adversarios. Era distinto de los demás, podías ponerlo
en medio de doscientos críos de su edad y aun así brillaba.» Roberto Antônio dos Santos,
o «Betinho», como lo llama todo el mundo, recuerda encantado la primera vez que vio a
Neymar Júnior, el descubrimiento del crack del que todos hablan.
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La primera vez que Messi pisa un campo de fútbol también es fruto de la casualidad.
Sucede una tarde de verano de 1993 en la canchita del Grandoli, en Rosario. Lo cuenta
Salvador Ricardo Aparicio, «Don Apa» para todos: «Me faltaba uno para completar el
equipo del 86. Yo lo esperaba con la camiseta en la mano mientras los otros hacían
ejercicios. Pero no llegaba y allí había un chiquito batiendo la pelota contra la tribuna.
Así que fui a hablar con su abuela Celia, que era muy futbolera, y le dije: “Prestámelo”.
Ella quería verlo en la cancha. Me había pedido muchas veces que le hiciera alguna
prueba. Otras tantas veces me enumeraba las cualidades del pequeñín. La madre o la tía,
no me acuerdo bien, no quería: “Es muy chiquito, los otros son grandotes”. Para
tranquilizarla le dije: “Lo pongo acá, paradito, y si lo golpean interrumpo el partido y lo
saco”. Bien… le di la camiseta y lo puse abajo. La primera pelota le pasó por la derecha,
la miró y… nada. Es zurdo, por eso no la controló. La segunda le cayó en la zurda, la
agarró y gambeteó uno y otro y otro más. Yo le gritaba: “Patéala, patéala”. Tenía miedo
de que alguien le hiciera daño, pero él seguía y seguía. No me acuerdo si marcó el gol,
nunca había visto algo así. Me dije: “A este no le saco más”. Y no le saqué más».
En otoño de ese mismo año, en el campo del Andorinha en Funchal, Cristiano
Ronaldo llama la atención por su dominio del balón. «Para él la pelota era el pan nuestro
de cada día. Era muy rápido, tenía una gran técnica, jugaba tan bien con la izquierda
como con la derecha. Era flacucho pero un palmo más alto que los niños de su edad. Sin
duda era un superdotado, tenía un talento natural que le venía de sus genes. Siempre
quería la pelota, quería resolver el partido él solito. Tenía una gran voluntad, deseaba
hacerlo todo bien siempre, en cualquier posición del campo donde jugase. Y se
desesperaba cuando no podía jugar o perdía un partido.» Francisco Afonso, maestro de
primaria que tuvo como alumna a Cátia, la hermana de Cristiano, es un hombre que ha
dedicado veinticinco años a la categoría infantil del fútbol de Madeira. Fue el primer
entrenador de Ronaldo y no se ha olvidado de la primera vez que vio en acción al
jugador. Como no lo ha olvidado Rui Santos, el presidente del Andorinha: «Un futbolista
como Ronaldo no aparece todos los días. Y, cuando lo ves, enseguida te das cuenta de
que es distinto a todos los niños que has visto jugar».
Los tres son jugadores diferentes al resto. Desde muy pequeños se percibe que son
especiales, que tienen un don. Su infancia tiene muchos puntos en común, pero lo que
más les une es la obsesión por la pelota. Es su mejor compañera de juegos, su gran amor.
Son distintos a los demás niños porque desde muy temprano han tenido claro lo que
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Neymar, Ronaldo, Messi
 
Tres talentos únicos
Tres estrategias deportivas
Tres modelos de negocio
 
 
LUCA CAIOLI
 
 
 
 
 
 
 
 
www.megustaleerebooks.com
2
http://www.megustaleerebooks.com/
 
Introducción
 
 
¿Quién es el mejor?, ¿quién es el mejor de todos?, ¿quién es el mejor del mundo?,
¿quién es el más grande? La pregunta siempre ha estado ahí. Forma parte de la cultura
del fútbol, de la historia colectiva de los amantes de la pelota; una cuestión que ha
dividido y divide a expertos, a aficionados y a generaciones enteras. Cualquier excusa es
buena para hacer comparaciones: un gesto, una forma de estar en el terreno de juego, un
regate, una falta, una asistencia, un gol, un partido, un campeonato, la Copa del Mundo,
el Balón de Oro, la última encuesta o el sondeo lanzado por un periódico, en la red o en
un blog. Se miran con lupa las estadísticas y los resultados. Se abren debates
interminables. Se dividen las opiniones entre fanáticos de uno u otro jugador, entre
partidarios y detractores, entre hinchas de equipos rivales, de un país y de otro. Y puesto
que en el fútbol la memoria es fundamental, siempre hay algo que nos recuerda a otro
tiempo, a otra Liga, a otro jugador. No importa que las épocas sean diferentes, o distintos
los tipos de juego. Se trata de una espiral sin fin que tiene su propio encanto; un
constante ir y venir del presente al pasado; porque, tal vez, sin esto el juego perdería
parte de su fascinación.
¿Quién es el mejor? ¿Pelé o Maradona? ¿Di Stéfano o Cruyff? ¿Zidane o Platini?
¿Ronaldo Nazário de Lima o Marco van Basten? Una cuestión repetida miles de veces
en periódicos, radios, televisiones; un debate que involucra a entrenadores, futbolistas,
comentaristas y simples aficionados. ¿La respuesta? Cada uno tiene la suya, según los
colores y los gustos futbolísticos.
Lo mismo pasa hoy en día con Leo Messi, Cristiano Ronaldo y Neymar. ¿Quién es el
mejor de los tres? ¿Messi es mejor que Maradona? ¿Cristiano es mejor que Eusebio?
¿Llegará Neymar a ser mejor que Messi y alcanzará a «O Rei» Pelé? En estas páginas no
se da una respuesta; el objetivo es ofrecer al lector todas las herramientas, todas las
claves para conocer a los tres mejores delanteros del mundo, como los define Luiz Felipe
3
Scolari, seleccionador de Brasil. Después, que cada cual saque sus propias conclusiones.
Para ello, capítulo a capítulo, se comparan las distintas opiniones, las vidas, las
historias, las cualidades, los estilos de los tres, los logros dentro y fuera del campo, lo
que tienen en común y lo que hace muy distintos a estos dioses del balompié mundial.
Messi, Cristiano y Neymar Júnior enfrentados una vez más, pero esta vez lejos del
terreno de juego. El análisis busca respuestas más allá de los logros deportivos. Se trata
de entender cómo han conseguido ser los mejores jugadores del momento y de extraer
alguna lección que cualquier persona pueda aplicar en su día a día.
Tan importante es el resultado como el camino recorrido. Las vidas de Ney, Leo y
Ronaldo son magníficos ejemplos de superación, los tres poseen un talento innato, pero
no son superhombres. Son luchadores incansables, apasionados, con una fuerza de
voluntad muy por encima de la media. Están convencidos de que el triunfo se halla al
alcance de sus manos y para ello se necesita confianza y determinación. Son una fuente
de inspiración para todos aquellos que quieren conseguir sus metas. Su éxito depende de
no darse nunca por vencido, requiere disciplina, renuncias, sacrificios. Porque si en algo
coinciden los tres es, precisamente, en esa capacidad de poner todos los sentidos, en dar
el doscientos por cien en aquello que se proponen. Muchos creen que el oficio de
futbolista está ligado al éxito que puede llegar, antes o después, a partir exclusivamente
del talento. El talento es fundamental, pero no se puede separar de la disciplina, de la
entrega y de la obsesión por la profesión, por la perfección, por la victoria.
Messi, Ronaldo y Neymar se parecen más de lo que podríamos suponer a simple vista.
Sus orígenes, su primer contacto con el balón, la influencia de sus padres, sus dotes de
liderazgo y su entrega son algunos de los puntos en común. Han tenido vivencias muy
parecidas y prácticamente a la misma edad, en muchas ocasiones han hecho historia y en
otras han cometido errores, han recibido elogios y también críticas. Para ninguno de
ellos ha sido fácil, aunque ahora, cegados por los flashes y los premios, sea difícil
imaginarlo. Pero todo esto, los aciertos y los reveses, les han ayudado a convertirse en lo
que son hoy. Y cada uno de ellos lo ha conseguido manteniéndose fiel a su estilo dentro
y fuera del campo. Los tres son delanteros, goleadores natos, auténtico espectáculo. Sin
embargo, poseen capacidades físicas distintas, virtudes que nada tienen en común,
formas de jugar muy particulares que es importante contrastar para entender el secreto de
su éxito o, al menos, parte de él. Coinciden en el hambre de victoria pero su actitud con
el esférico en los pies, y también ante las cámaras, es el reflejo de su personalidad. Y
4
solo hay que ver cómo celebran los goles para darse cuenta de lo distintos que son en ese
sentido: Cristiano reafirmándose ante los espectadores en el estadio, Neymar con el
espíritu alegre de su Brasil natal y Messi con la sobriedad y la timidez que le
caracterizan.
Aunque, de nuevo, aquí sus caminos convergen, ya que los tres cracks del fútbol han
hecho de su forma de ser una marca personal, un producto exportable y reconocible en
todo el mundo. Con la ayuda de sus asesores, han puesto el énfasis en los valores que
mejor les describen, con los que se sienten identificados, y sobre este pilar han
construido un modelo de negocio sumamente rentable. Cada uno vende con sus mejores
armas, pero el caso es que los tres lo hacen y de forma muy eficaz, como se verá a lo
largo de este libro. De Neymar, Ronaldo y Lionel se puede aprender mucho más que
fútbol, seguramente por eso se han convertido en modelos a seguir, en tres jóvenes
admirados allí donde van y a los que todavía les queda mucho camino por recorrer y
muchas marcas que batir.
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Una pasión desde niños
 
 
El 23 de junio de 1987, Celia Cuccittini ingresa en la unidad de maternidad del hospital
Garibaldi de Rosario. Los otros dos hijos de la familia Messi-Cuccittini, Rodrigo, de
siete años, y Matías, de cinco, se quedan en casa con la abuela; es Jorge, su marido,
quien la acompaña. El embarazo ha ido bien, aunque en las últimas horas de gestación
las cosas se complican. Norberto Odetto, el ginecólogo, advierte un sufrimiento fetal
agudo y decide provocar el parto para evitar secuelas en el bebé. Jorge recuerda el miedo
de esos momentos, el pánico que sintió cuando el doctor le dijo que iba a usar el fórceps.
Al final no es necesario utilizar las pinzas, y pocos minutos antes de las seis de la
mañana del 24 de junio nace Lionel Andrés Messi. Pesa tres kilos y mide cuarenta y
siete centímetros. Está rojo como un tomate y tiene una oreja completamente doblada
debido al esfuerzo realizado por ver la luz; anomalías que, como en tantos otros casos,
desaparecen al cabo de pocas horas. Después del susto, viene la felicidad, el recién
llegado es un niño colorado pero sano.
El martes 5 de febrero de 1985, a las 10.20 de la mañana, en el Hospital Cruz de
Carvalho de Funchal, en Madeira, ve la luz Cristiano Ronaldo. El cuarto hijo de María
Dolores dos Santos y de José Dinis Aveiro, tras Hugo, Elma y Cátia, pesa cuatro kilos y
mide cincuenta y dos centímetros. Un embarazo imprevisto que llega nueve años
después del nacimiento de Cátia y un niño al que hay que buscar un nombre. «Mi
hermana, que trabajaba en un orfanato, me dijo que si era varón podía llamarlo Cristiano.
Me pareció buena idea», cuenta su madre. «A mí y a mi marido nos gustaba Ronaldo,
como el presidente de Estados Unidos [Ronald Reagan, actor e inquilino de la Casa
Blanca desde 1981 hasta 1989]. Mi hermana escogió Cristiano y nosotros Ronaldo.»
Siete años después,el 5 de febrero de 1992 a las 2.15 de la madrugada, nace Neymar
da Silva Santos en Mogi das Cruzes, São Paulo. Nadine Gonçalves ha roto aguas el día
anterior y ha sido ingresada en la Santa Casa de Misericordia, un gran edificio blanco y
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azul que destaca entre las callejuelas del centro de la ciudad. El parto es natural y no
presenta ninguna complicación. La madre y el recién nacido, que pesa tres kilos y
setecientos ochenta gramos, se encuentran bien. Hasta el momento del nacimiento, los
progenitores no saben que se trata de un varón, ya que el precio de la ecografía excedía
sus posibilidades. Los padres dudan qué nombre poner a su primogénito. En un primer
momento, Nadine propone Mateus, y el padre se muestra de acuerdo. Lo ponen a prueba
durante una semana, pero no les convence y, finalmente, cuando Neymar padre va a
inscribirlo al Registro Civil cambia de idea y opta por su propio nombre: Neymar, con el
añadido de «Júnior», si bien en la familia todos lo llamarán «Juninho».
Leo Messi, Cristiano Ronaldo y Neymar Júnior nacen en familias humildes. Jorge
Messi es jefe de sección en la siderúrgica Acindar, en Villa Constitución, localidad que
se halla a cincuenta kilómetros de Rosario. Celia trabaja en un taller donde fabrican
bobinas magnéticas. Viven en una casa en propiedad. La ha construido Jorge durante los
fines de semana con ayuda de su padre, Eusebio. Dos plantas de ladrillo y un patio
trasero en el barrio de Las Heras, en la zona sur de Rosario, calles de gente sencilla y
trabajadora.
La casa donde creció Cristiano en la Quinta do Falcão ya no existe. La vivienda de
protección oficial, de tres habitaciones, hecha de bloques, tablas de madera y tejado de
uralita, fue demolida en el año 2007 para evitar problemas con los okupas. Muchas veces
la madre de Cristiano ha tenido que pedir cemento y ladrillos al Ayuntamiento para
poder arreglar las goteras después de una tormenta. Papá Dinis es jardinero municipal,
mamá María Dolores trabaja como cocinera para que sus hijos tengan comida todos los
días. A los veinte años, como miles y miles de portugueses, María Dolores había
emigrado a Francia. Estuvo tres meses en París limpiando casas. Su marido iba a
reunirse con ella pero finalmente no lo hizo y María tuvo que regresar a Madeira.
Neymar da Silva Santos, el padre de Juninho, es futbolista profesional de la União,
equipo de Mogi das Cruzes que milita en A3. El salario no es gran cosa pero da para
vivir. Además, el club paga el alquiler de un apartamento modesto en el condominio de
Safira, número 593 de la rua Ezelino da Cunha Glória, barrio de Rodeio, a tres
kilómetros del centro de la ciudad. Aquí Juninho pasa sus primeros años de vida al
cuidado de su madre, que ejerce de ama de casa.
No sobra el dinero en las familias de Messi, Ronaldo y Neymar, pero los tres aseguran
que su infancia fue feliz. Y en esto la pelota tiene mucho que ver.
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«Una Navidad le regalé a Cristiano un cochecito teledirigido pensando que le haría
ilusión, pero no, prefería una pelota. Dormía con el balón. No lo dejaba nunca. Siempre
bajo el brazo, siempre con el balón para acá y para allá», relata Fernão Sousa, el padrino
del número 7 del Real Madrid. María dos Santos, una de sus maestras de primaria,
recuerda su pasión por el fútbol: «Desde el primer día fue su deporte preferido. Si no
había una pelota a su alrededor, él y sus amigos la hacían con calcetines. Al final,
siempre encontraba la manera de jugar al fútbol en el patio de recreo». Fútbol en el
colegio y en el barrio. «Cuando llegaba a casa de la escuela —explica su madre— yo le
decía: “Ronaldo ve a tu cuarto a hacer los deberes”. Él siempre me respondía que no
tenía nada que hacer. Así que yo iba a cocinar y él aprovechaba la ocasión. Saltaba por la
ventana, agarraba un yogur o alguna fruta y corría con el balón bajo el brazo a jugar.
Regresaba a las nueve y media de la noche.» Y esto sin contar las veces que por el balón
hace novillos y se salta las clases. «Estaba siempre jugando a la pelota con mis amigos,
era lo que más me gustaba hacer, era mi forma de pasar el tiempo», reconoce años
después Cristiano. Juega en la calle porque cerca de su casa no hay ningún campo. La
Quinta do Falcão es un barrio inclinado por donde circulan autobuses, coches y motos.
Hay que quitar las piedras de las porterías y esperar que el tráfico pase para reanudar el
partido. Son enfrentamientos entre pandillas de amigos. Son partidos que nunca
terminan.
La pelota tampoco falta en el álbum de fotos de la infancia de Neymar Júnior. Ya de
pequeñito viste la camiseta del Santos y, bajo el brazo, lleva un balón de pentágonos
blancos y negros. Nadine, su madre, recuerda cuando con apenas dos años, mientras ella
compraba patatas en el mercado, Juninho se soltó de su mano y cruzó la calle,
arriesgándose a ser atropellado, para recoger un pequeño balón de plástico amarillo. Y
confirma —lo ha contado en muchas ocasiones el propio Neymar— que su hijo dormía
abrazado a la pelota. Años más tarde, llegará a acumular en su habitación hasta cincuenta
y cuatro. Neymar padre se queda asombrado cuando, con solo tres años, Juninho
recupera el balón con los pies en lugar de aferrarlo con las manos y decir «Es mío»,
como harían todos los niños.
A la misma edad, Leo Messi prefiere los cromos y las canicas a la pelota. Gana
montones de canicas a sus compañeros de juegos, y su pelota siempre está llena. En la
guardería o en la escuela nunca le falta tiempo para jugar con algo redondo. Por su
cuarto cumpleaños, sus padres le regalan un balón blanco con rombos rojos. Es ahí, tal
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vez, donde empieza el flechazo. Hasta que un día sorprende a todo el mundo. Su padre y
sus hermanos están jugando en la calle y Leo, por primera vez, decide unirse al partido.
En muchas otras ocasiones había preferido seguir ganando canicas; esa vez no. «Nos
quedamos de piedra viendo lo que sabía hacer —dice Jorge—. Nunca había jugado
antes.»
El balón, el esférico, la bola… ha sido siempre el amor, el objeto de deseo, la pasión
irrefrenable de los tres cracks. Tanto es así que Neymar afirma: «La pelota es la mujer
más celosa que existe. Si no la tratas bien, deja de amarte y puede hacerte daño. Yo la
amo con locura».
Y así lo demuestra con tan solo seis años en São Vicente, playa de Itararé, a finales de
1998. «Fui a ver un partido entre el Tumiaru y el Recanto da Villa. Estaba preocupado
por mi hijo; giré la cabeza para ver dónde se había metido y me llamó la atención un
niño pequeño, muy delgado, con el pelo corto y las piernas finitas. Corría arriba y abajo
por las gradas instaladas para la ocasión. Corría con extrema facilidad, como si lo hiciera
por una superficie completamente llana, como si no hubiera obstáculos. Corría sin parar
un instante. Me sorprendió su habilidad, su agilidad y su coordinación motora. Era algo
raro en un niño tan pequeño. Ahí, para mí, estaba la diferencia. Se me encendió una
bombilla en el cerebro y le pregunté a un amigo: “¿Quién es ese niño?”. Me dijo que era
el hijo de Neymar, que estaba en el campo con el Recanto y acababa de fallar un penalti.
Miré al padre: buen físico y buen control del balón. Observé a Nadine, la madre, que
presenciaba el encuentro: era delgada y alta. Pensé enseguida en el componente genético
y los padres del niño eran dos buenos biotipos. Como quien no quiere la cosa, me
pregunté: “¿Cómo jugará el niño a la pelota?”. En esa época yo era entrenador en el Club
de Regatas Tumiaru. Así pues, al final del partido fui a hablar con el padre para ver si me
daba permiso para llevar al niño y hacerle una prueba. Neymar padre aceptó y el
chiquillo vino conmigo. La primera vez que lo vi tocar la pelota, el corazón empezó a
latirme desbocado. Intuí el genio que podía llegar a ser. Para él, el fútbol es algo innato.
A los seis años ya tenía estilo propio. Tenía velocidad y equilibrio, tenía fantasía para
inventarse una vaselina o cualquier otra diablura de las suyas. Le encantaba driblar, sabía
chutar y no sentía miedo ante los adversarios. Era distinto de los demás,podías ponerlo
en medio de doscientos críos de su edad y aun así brillaba.» Roberto Antônio dos Santos,
o «Betinho», como lo llama todo el mundo, recuerda encantado la primera vez que vio a
Neymar Júnior, el descubrimiento del crack del que todos hablan.
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La primera vez que Messi pisa un campo de fútbol también es fruto de la casualidad.
Sucede una tarde de verano de 1993 en la canchita del Grandoli, en Rosario. Lo cuenta
Salvador Ricardo Aparicio, «Don Apa» para todos: «Me faltaba uno para completar el
equipo del 86. Yo lo esperaba con la camiseta en la mano mientras los otros hacían
ejercicios. Pero no llegaba y allí había un chiquito batiendo la pelota contra la tribuna.
Así que fui a hablar con su abuela Celia, que era muy futbolera, y le dije: “Prestámelo”.
Ella quería verlo en la cancha. Me había pedido muchas veces que le hiciera alguna
prueba. Otras tantas veces me enumeraba las cualidades del pequeñín. La madre o la tía,
no me acuerdo bien, no quería: “Es muy chiquito, los otros son grandotes”. Para
tranquilizarla le dije: “Lo pongo acá, paradito, y si lo golpean interrumpo el partido y lo
saco”. Bien… le di la camiseta y lo puse abajo. La primera pelota le pasó por la derecha,
la miró y… nada. Es zurdo, por eso no la controló. La segunda le cayó en la zurda, la
agarró y gambeteó uno y otro y otro más. Yo le gritaba: “Patéala, patéala”. Tenía miedo
de que alguien le hiciera daño, pero él seguía y seguía. No me acuerdo si marcó el gol,
nunca había visto algo así. Me dije: “A este no le saco más”. Y no le saqué más».
En otoño de ese mismo año, en el campo del Andorinha en Funchal, Cristiano
Ronaldo llama la atención por su dominio del balón. «Para él la pelota era el pan nuestro
de cada día. Era muy rápido, tenía una gran técnica, jugaba tan bien con la izquierda
como con la derecha. Era flacucho pero un palmo más alto que los niños de su edad. Sin
duda era un superdotado, tenía un talento natural que le venía de sus genes. Siempre
quería la pelota, quería resolver el partido él solito. Tenía una gran voluntad, deseaba
hacerlo todo bien siempre, en cualquier posición del campo donde jugase. Y se
desesperaba cuando no podía jugar o perdía un partido.» Francisco Afonso, maestro de
primaria que tuvo como alumna a Cátia, la hermana de Cristiano, es un hombre que ha
dedicado veinticinco años a la categoría infantil del fútbol de Madeira. Fue el primer
entrenador de Ronaldo y no se ha olvidado de la primera vez que vio en acción al
jugador. Como no lo ha olvidado Rui Santos, el presidente del Andorinha: «Un futbolista
como Ronaldo no aparece todos los días. Y, cuando lo ves, enseguida te das cuenta de
que es distinto a todos los niños que has visto jugar».
Los tres son jugadores diferentes al resto. Desde muy pequeños se percibe que son
especiales, que tienen un don. Su infancia tiene muchos puntos en común, pero lo que
más les une es la obsesión por la pelota. Es su mejor compañera de juegos, su gran amor.
Son distintos a los demás niños porque desde muy temprano han tenido claro lo que
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querían; un talento innato que desarrollan desde que son todavía bebés. Aunque, casi con
total seguridad, difícilmente hubieran llegado hasta donde están si no hubieran contado
con un entorno familiar que les ha apoyado desde el primer momento. Ney, Leo y
Cristiano vienen de familias con pocos recursos pero estables y unidas, que han sabido
entender y alentar su pasión. Entre los seis y los ocho años, les llegó la primera
oportunidad, y desde entonces siguen haciendo lo que más les gusta: jugar al fútbol.
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El apoyo imprescindible
 
 
Que el talento sea innato, que esté en los cromosomas, que salte a la vista, no se
discute. Que el balón sea el juguete preferido y el pan de todos los días de Messi,
Ronaldo y Neymar, tampoco. Pero ¿qué influencia, qué peso han tenido y tienen los
padres de los tres cracks en su educación, en los primeros pasos, en la elección del fútbol
como profesión y, después, en la gestión de sus negocios? Historias de deportistas
famosos con padres fundamentales, para lo bueno y para lo malo, hay muchas. Como la
de Emmanuel «Mike» Agassi, un inmigrante iraní obsesionado con hacer de su hijo una
estrella, hasta el punto de modificar una máquina para lanzarle pelotas de tenis a ciento
ochenta kilómetros por hora cuando André tenía solo trece años. José Luis Alonso, el
progenitor de Fernando y apasionado de los coches, regaló a su hijo de tres años un kart
que había construido él mismo. Earl Woods, el padre de Tiger, veterano de la guerra de
Vietnam, fue el entrenador y el maestro de su hijo desde que, a los tres años, le puso en
la mano un palo de golf.
No hay duda de que los padres, las madres y los hermanos son los primeros referentes,
los primeros líderes. Sus valores, su estilo y sus pasiones pueden quedar grabados,
pueden calar hondamente en los hijos. Lo que hacen puede determinar el camino que
seguirán sus retoños. Y, en algunos casos, los progenitores vuelcan sus frustraciones en
los herederos, quieren alcanzar a través de su progenie lo que no han sido capaces de
lograr ellos. ¿Qué papel han desempeñado Jorge Messi, José Dinis Aveiro y Neymar da
Silva Santos?
«Cuando yo jugaba, amaba el fútbol —cuenta Jorge Messi—. Me levantaba y me
acostaba pensando en el fútbol, puede que se lo haya transmitido a Leo. Pero nunca fui
de esos futbolistas frustrados que quieren a toda costa que sus hijos sean campeones.
Nunca lo pretendí. A Leo lo llevaba a jugar mi suegra, no yo. Sí, es verdad que lo
entrené durante un año en el Grandoli, pero no fui un maestro para él. Yo disfrutaba
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viendo sus jugadas. No, nunca imaginé que llegaría tan lejos. Apostaba por Rodrigo (el
hermano mayor), que era un buen delantero. Creció en el Newell’s, jugó en el Central
Córdoba, salió como reserva en Primera División, tuvo un accidente de moto que lo dejó
parado un año, hizo una prueba en Chile y después me lo traje a Barcelona para ver si
encontraba equipo en España o en Europa.»
Jorge Messi no apostaba por Leo, pero ha hecho todo para que el pequeño se convierta
en futbolista en un club importante. Él le lleva al River Plate, le acompaña a Barcelona
para que Leo, con solo trece años, haga una prueba en La Masía. Quiere lo mejor para
Lionel y por ello se ocupa de todo cuando el fichaje por el club catalán se hace realidad.
Para justificar la residencia de la familia en la Ciudad Condal, el Barça le ofrece un
salario como «informador de partidos». Y Jorge se dedica completamente a la carrera de
su hijo. Es su consejero. «Desde que era pequeño, después del partido, me dice “has
jugado bien o mal”, pero por el resto no se mete», explica Lionel. Es su portavoz, su
representante, su factótum; es el que gestiona y firma contratos y acuerdos publicitarios.
«De la plata se ocupa mi papá. Yo juego al fútbol», dice años después el número 10 del
Barcelona. Cuando una parte de la familia —Celia, la madre, junto a Matías y María Sol
— regresa a Rosario, Jorge se queda a vivir en Barcelona con Lionel. Serán los años más
duros para el joven crack. Pero gracias a la presencia de su padre esa etapa se hace más
llevadera. «Pasamos mucho tiempo juntos, somos compinches y amigos, aunque
tengamos nuestros más y nuestros menos», explica Lionel.
Un padre obrero convertido en mánager de su hijo, una transformación que no ha sido
nada fácil. «He tenido que aprender, me he equivocado y poco a poco he ido
enderezando el rumbo. He tenido que defenderlo de las expectativas de la gente
interesada, que puede perjudicarlo en su propio beneficio», dice Jorge, un padre que
atiende los negocios de su hijo a través de Leo Messi Management (LMM), un padre que
exculpa a su hijo cuando, en junio de 2013, la fiscalía se querella contra él y contra Leo
por no declarar los ingresos que obtuvo por la explotación de sus derechos de imagen
entre 2007 y 2009. Los Messi defraudaron a la Hacienda española 4,1 millones de euros,
cantidad que ya han devuelto, con intereses, en el juzgado para mitigar su
responsabilidad penal. El delitoque se le imputa está castigado con penas de hasta cinco
años de prisión. Jorge Horacio Messi ratifica que dirige los asuntos extradeportivos de
Lionel con la ayuda de asesores, apunta a la deslealtad de un exsocio como causante de
las irregularidades ante el fisco y asume la responsabilidad para que Lionel salga limpio
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de toda esta historia.
José Dinis, el padre de Cristiano, trabaja en su tiempo libre como utilero en el equipo
del barrio, el Andorinha. Como padrino de Cristiano elige a Fernão Barros Sousa,
capitán del conjunto. Y, casualidades de la vida, el bautismo del pequeño está marcado
por el fútbol. La ceremonia se celebra en la iglesia de San Antonio a las seis de la tarde.
Pero a las cuatro hay partido. El Andorinha juega en Ribeira Brava, a unos diez
kilómetros de Funchal. Antonio Rodríguez Rebola, el sacerdote, ya ha bautizado a los
otros niños y está bastante nervioso: ni el padre, que siempre acompaña al equipo, ni el
padrino aparecen. María Dolores, que espera con el pequeño en brazos, y la madrina
caminan alrededor de la iglesia intentando tranquilizar al párroco. Por fin llegan el padre
y el padrino con más de media hora de retraso. El bautismo se puede oficiar.
Anécdota aparte, Dinis es muy futbolero, el Benfica es su equipo preferido, mientras
que la madre, María Dolores, adora a Luís Figo y al Sporting de Lisboa. Desde
pequeñito Cristiano mama las pasiones familiares y acompaña a su padre al campo del
Andorinha. Su primo Nuno, que juega en el equipo, lo invita a verle jugar. Le pregunta si
le gustaría entrar en el club y Cristiano dice que sí; comienza a entrenar y se queda.
Empieza así, con seis años, la aventura en el mundo del fútbol de CR7, una carrera que
Dinis sigue de cerca. Lo apoya, lo anima y lo convence cuando no quiere jugar porque
sabe que su equipo va a perder. Le dice que solo los débiles se dan por vencidos; una
lección que el pequeño Ronaldo nunca olvidará. Cuando Cristiano, con apenas diez años,
ficha por el Nacional de Madeira, su madre está preocupada porque su pequeño va a
jugar con chicos mayores que pueden hacerle daño, romperle una pierna. Dinis le dice:
«Tranquila no lo van a pillar, Cristiano es demasiado rápido». Padre e hijo son
inseparables hasta que Cristiano se va al continente y al Sporting de Lisboa. Después
será sobre todo su madre quien lo siga de cerca, viajará a Lisboa y se irá a vivir con él en
sus primeros tiempos en el Manchester United.
6 de septiembre de 2005, Moscú. Al día siguiente la selección portuguesa disputa
contra Rusia un partido clave para lograr la clasificación para el Mundial de Alemania.
Son las nueve de la noche. Cristiano está viendo una película en su habitación cuando
Luiz Felipe Scolari lo manda llamar. En la suite del seleccionador luso está también Luís
Figo, el capitán de Portugal. Cristiano piensa que se trata de alguna cuestión técnica,
algún detalle que el míster y su compañero quieren hablar con él. Pero la noticia que le
comunican es la muerte de su padre. José Dinis Aveiro ha fallecido a los cincuenta y un
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años en una clínica de Londres, donde estaba hospitalizado desde hacía varias semanas.
En julio, el padre del número 7 del Manchester había sido ingresado de urgencia en el
Centro Hospitalario de Funchal con pronóstico reservado debido a graves problemas
hepáticos y renales. En un intento por salvarle la vida, Ronaldo pidió que fuera
trasladado a Inglaterra para someterse a un trasplante de hígado. A pesar de una mejoría
pasajera, Dinis acaba falleciendo. El alcohol lo ha llevado a una muerte prematura que
deja a Cristiano desolado. «Fue como si el mundo se nos viniera encima», comenta
Cátia.
Scolari y los dirigentes federales ofrecen a Ronaldo la posibilidad de partir
inmediatamente de Moscú para estar al lado de su familia, pero CR7 dice que no, que
quiere quedarse con la selección y pide a Scolari que le permita entrar en el campo.
«Quería jugar. Solo sabía eso. Quería demostrar a todo el mundo que era capaz de
separar las cosas, que era un gran profesional y que me tomaba el trabajo como algo muy
serio. Quería jugar el partido en honor a mi padre. Quería marcar un gol por él. Me puse
a prueba a mí mismo y a todas las personas que me quieren», contará Cristiano tiempo
después. Portugal empata a cero con Rusia. Ronaldo no logra marcar el gol que quería
dedicar a su padre. Lo hará en el Mundial de Alemania, transformando el último penalti
contra Inglaterra que clasificará a Portugal para semifinales. Levantará el brazo al cielo
diciendo: «Este es para ti, padre».
José Dinis era una persona humilde; un hombre sencillo. El éxito de su hijo no le
había cambiado, no amaba ni los focos ni las cámaras. Prefería estar en un segundo
plano y mantener las mismas costumbres y las mismas amistades que tenía cuando nadie
lo conocía. Aunque Cristiano le había proporcionado una maravillosa vivienda con vistas
al Atlántico y podía ofrecerle todos los lujos posibles, él continuaba levantándose de
madrugada para ayudar al vendedor de periódicos de Santo António; un pasatiempo que
nunca dejó. Pasaba las mañanas de tertulia con los amigos en los bares o en el CF
Andorinha, el club donde nació la estrella de su hijo. Por la tarde tomaba dos autobuses
para volver a casa. «Mi padre —confiesa Ronaldo— siempre me alentaba, me pedía que
fuese ambicioso y se sentía orgulloso de lo que había conquistado en el fútbol. Lo quiero
y siempre lo querré. Siempre estará conmigo. Siempre será un ejemplo para mí. Imagino
que ahí donde estés verás lo que hago, lo que he llegado a ser.»
El padre de Neymar Júnior, Neymar da Silva Santos, tiene una larga historia como
futbolista. Crece en el juvenil del Santos y con dieciséis años pasa al Portuguesa
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Santista, donde se convierte en profesional. A partir de ahí empieza un peregrinaje por
varios clubs, todos de modesto calado: el Tanabi, en el estado de São Paulo; el Iturama y
el Frutal, del estado de Minas Gerais; el Jabaquara, un club histórico de la Baixada
Santista. Con veinticuatro años llega a la União Mogi. «Era un buen atacante, un número
7. Jugaba en el borde del campo, era veloz, habilidoso, tenía un buen regate, siempre de
cara al adversario. Y, sobre todo, era un tipo alegre, extrovertido, una buena persona con
la que era fácil entenderse», dicen su excompañeros, que no han olvidado cuando nació
Neymar Júnior en 1992. «Neymar, “O Pai”, se presentó eufórico en el hotel de
concentración del equipo. Juraba —cuentan— que algún día su hijo sería el mejor
jugador de Brasil.» Así ha sido y, seguramente, le corresponda una gran parte del mérito.
«He llegado a donde estoy porque siempre he tenido a mi padre a mi lado, me ha
orientado y me ha apoyado. Sé que siempre puedo contar con él, sé que siempre luchará
por mí y por mi familia», ha comentado muchas veces Neymar Júnior.
Con treinta y dos años cumplidos y un único título en el bolsillo (el Campeonato
Matogrossense, conquistado en 1997 con el Operário de Várzea Grande), Neymar Pai
deja el fútbol. Vuelve a Santos para inventarse una nueva vida. Primero trabaja como
ayudante de albañil, después como mecánico en la Companhia de Engenharia de Tráfego
(CET). Para llegar a fin de mes vende purificadores de agua, y los fines de semana hace
traslados en el barrio. Pero no pierde de vista ni un instante a su hijo. Le sigue y le
aconseja hasta que en 2009 deja la CET para ocuparse de la carrera de Juninho. Él es
quien, junto al agente de futbolistas Wagner Ribeiro, da la cara, quien negocia y firma
los contratos, quien ayuda a su hijo a tomar las grandes decisiones de su carrera. El
Santos, el «no» al Chelsea, el «sí» al Barcelona. Le vemos en el Camp Nou junto a
Neymar Júnior firmar el contrato que vincula a Juninho al club catalán. Es el que maneja
el timón de N&N Sports; una empresa que comprende varias divisiones: N&N
Administração, encargada de la gestión financiera; N&N Store, que se ocupa del
comercio electrónico y la venta de productos relacionados con Neymar Júnior; y N&N
Participações, encargada de las inversionesdel crack. Con la ayuda de abogados,
expertos en marketing y consultores financieros, Neymar padre trata de invertir las
ganancias de su hijo con el fin, dice, «de garantizar el futuro de las próximas cinco o seis
generaciones de la familia Da Silva Santos».
No será una tarea difícil vistos los cuarenta millones de euros que el Barcelona ha
pagado como indemnización a N&N Sports por permitir que el traspaso de Neymar se
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efectúe un año antes de 2014, cuando estaba acordado. Una cifra que se suma a los diez
millones recibidos en 2011 por asegurarle la preferencia al club azulgrana; además de los
dos millones en cinco años por el trabajo de scouting. Todo un dineral que ha provocado,
en Brasil y en España, un auténtico revuelo y muchas críticas a Neymar Pai. En su
defensa ha salido Neymar Júnior con una foto y un mensaje en Instagram. «Quería darte
las gracias por cómo has llevado mi carrera, por las empresas que creaste en torno a mi
trabajo y por la forma en que te hiciste cargo de nuestra familia», afirma el número 11
del Barça. Y continúa: «Si jugué en nuestro equipo favorito y ahora juego en el equipo
de mis sueños te lo debo a ti. Sé que mucha gente está hablando un montón de tonterías
acerca de nosotros. Es solo cuestión de tiempo que se den cuenta de que tú no hiciste
nada equivocado…». Y concluye su texto así: «¡Por ti no solo moriría, sino que daría la
vida de mi único hijo!».
Al igual que Neymar, Messi y Cristiano son conscientes del papel fundamental que
sus padres han desempeñado en sus respectivas carreras. Sin su ayuda difícilmente se
hubieran convertido en lo que son hoy en día: los mejores futbolistas del mundo,
auténticos ídolos para millones de personas. Han estado ahí desde el principio, siempre
presentes en las victorias y, más importante aún, en las derrotas. De ellos han recibido el
mayor apoyo y los mejores consejos. Son los que realmente les conocen, los que nunca
han dudado de sus posibilidades y los que les han empujado una y otra vez a superar los
desafíos.
Si en algo se parecen Jorge Messi y Neymar Pai es en haber sido capaces de crear
unos vínculos inquebrantables con sus hijos y en haber sabido transmitirles la pasión por
el fútbol. Los dos estaban muy ligados al mundo del balón antes incluso de convertirse
en padres, por lo que los sacrificios realizados después, para que sus vástagos alcanzaran
el éxito, parece algo natural, una especie de destino manifiesto.
Todos comparten también un origen humilde, pero han sabido llevar con naturalidad
los cambios en su nivel de vida según sus hijos han ido firmando y renovando contratos.
Eso sí, cada uno lo ha hecho a su manera. El padre de Cristiano mantuvo las mismas
costumbres de siempre hasta su muerte. Es el único de los tres que no dejó su casa para
irse a perseguir el sueño del jugador, el único que optó por quedarse en un discreto
segundo plano, aunque sin perderle nunca de vista. En la distancia, pero siempre con él.
Nada que ver con los padres de Messi y Ney. Ellos sí han tomado, y siguen
haciéndolo, parte activa en la carrera de sus hijos. Dirigen sus destinos, sellan acuerdos y
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controlan las finanzas. Nada sucede sin que ellos lo sepan. Lo han dado todo por sus
hijos, han dejado sus trabajos, han aceptado vivir lejos de sus países y de sus seres
queridos con tal de alcanzar un éxito que hoy comparten con ellos. Las distintas
polémicas han conseguido, incluso, que acaparen más de un titular, un papel que va
mucho más allá que el de ver jugar a sus hijos desde algún palco vip.
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La oportunidad aprovechada
 
 
Un vuelo sobre el océano Atlántico es el común denominador y el momento en que las
vidas de Ronaldo, Messi y Neymar empiezan a cambiar para siempre.
Cristiano nunca ha subido a un avión. Nunca ha dejado Madeira, su isla. Está nervioso
y la noche anterior al viaje no duerme bien. Son las vacaciones de Semana Santa de 1997
y con doce años recién cumplidos tiene que volar a Lisboa. Está citado para pasar una
prueba con el Sporting. Le acompaña Fernão Sousa, su padrino, el hombre que, gracias a
sus contactos, ha conseguido que el club lisboeta se interese por su ahijado. El chico está
convencido de que puede superar la prueba. Sabe que es un buen jugador y sabrá
convencer a los técnicos verdiblancos. Paulo Cardoso y Osvaldo Silva son los dos
entrenadores que examinan al jugador. De entrada ven a un niño flaco, débil, pero
cuando empieza el partidillo las cosas cambian. Le llega el balón y el chaval de la Quinta
do Falcão se va de uno, de dos y de tres adversarios. Poco después se repite la escena:
otros regates, otra carrera en solitario con la pelota en los pies.
«Miré a Osvaldo y le dije: “Es alguien diferente, este sí es un jugador fantástico”»,
dice Cardoso. La prueba ha convencido de tal manera a los técnicos del Sporting que
deciden verlo de nuevo al día siguiente, esta vez acompañados de Aurélio Pereira, el
director de la cantera. Pereira lo tuvo claro desde el primer momento: «No solo me
impresionó su talento. Se veía ya que el chico era muy bueno, que el balón era una
extensión de su cuerpo, que jugaba bien con las dos piernas, que era muy rápido y que
iba bien de cabeza. Pero, sobre todo, impresionaba la determinación que tenía, su
personalidad y su coraje en el campo. Desde el punto de vista psicológico parecía
indestructible. No tenía miedo de nada, ni siquiera de los jugadores mayores que él.
Tenía una capacidad de liderazgo que solo tienen los grandes, hasta el punto de que, de
regreso a los vestuarios, sus compañeros lo buscaban para ser sus amigos. En resumen,
lo tenía todo, solo podía mejorar». Cristiano Ronaldo dos Santos Aveiro ha pasado la
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prueba. Puede ser jugador del Sporting, aunque antes hay que buscar un acuerdo con el
Nacional de Madeira, su equipo. Y no va a ser por veinte balones y unas camisetas, que
es el precio que su actual club pagó al Andorinha por el traspaso.
Tras una semana en Lisboa, Ronaldo regresa a su isla y a su vida. Les toca a los
directivos resolver su fichaje. El Nacional tiene entonces una deuda con el Sporting de
cuatro millones y medio de escudos (unos veintidós mil quinientos euros) por el pago
aplazado de Franco, un joven futbolista que fue traspasado del Sporting al Nacional. El
fichaje de Cristiano se podría resolver saldando la cuenta pendiente, pero en aquel
momento veintidós mil quinientos euros es una cifra desorbitada por un chaval. Así que,
el 28 de junio de 1997, Pereira prepara un nuevo informe donde al final, de su puño y
letra, añade: «A pesar de que parezca exagerado lo que se paga por un muchacho de
apenas doce años, tiene un gran talento. Mostró sus grandes cualidades en las pruebas
que pasó ante nuestros entrenadores y será una buena inversión para el futuro». Cuatro
líneas que logran convencer al director financiero del club. El fichaje se concreta.
La última semana de agosto, Cristiano Ronaldo sale de Madeira para incorporarse a la
cantera del Sporting. Un día que el número 7 del Real Madrid no ha olvidado: «Mis
hermanas y mi madre lloraban. Yo también. Cuando ya estaba dentro del avión y
comenzó a despegar, empecé a llorar solo al recordar a mi familia llorando por mí». Un
momento duro, como lo serán los primeros tiempos en la Academia. Le parece imposible
adaptarse a las personas, a la vida en la residencia, a las reglas, al estrés de la gran
ciudad. Tiene saudade, la nostalgia portuguesa, de su familia, de su isla, de sus amigos.
Dos o tres veces por semana llama a casa. En cuanto oye la voz de su madre se
entristece, llora, les echa de menos. Muchas veces María Dolores tiene que animarlo,
decirle que no haga caso de las burlas de los compañeros; con frecuencia tiene que
consolarlo, tiene que convencerlo de que su vida y su futuro están ahí en Lisboa, en la
cantera del Sporting. «Fueron los momentos más duros, más difíciles, más complicados
de mi vida deportiva», recuerda Cristiano.
Lo mismo dice Leo Messi de sus primeros tiempos en Barcelona. «Hubo etapas que
estábamos mi padre y yo acá y el resto de la familiaen Rosario. Sufríamos. Echaba de
menos a Matías, a Rodrigo, a mi hermanita, a mi madre. Lloraba solo, a escondidas, para
que no me viera mi papá. El cambio de país, de Argentina a España, fue muy duro. Dejé
mi ciudad, mis amigos, mi gente», explica. Lionel Messi y su padre Jorge salen de
Rosario el 16 de septiembre del año 2000. En Buenos Aires se embarcan en un vuelo de
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Aerolíneas Argentinas con destino a Barcelona. Su representante en ese momento,
Fabián Soldini, ha conseguido una prueba en La Masía para el pequeño Leo gracias a la
mediación de Horacio Gaggioli y de Josep Maria Minguella, agente de futbolistas, socio
número 2.292 del Barça y asesor de fichajes del entonces presidente Joan Gaspart. A los
trece años el chico ya es una figura del fútbol juvenil de Rosario. Juega en las categorías
inferiores del Newell’s Old Boys y los periódicos le dedican páginas dobles. Le han
diagnosticado un déficit de la hormona del crecimiento y cada noche tiene que ponerse
una inyección subcutánea. Es un tratamiento muy caro, casi doce mil euros al año, que
en un primer tiempo garantizan el seguro médico y la obra social de Acindar, la empresa
donde trabaja el padre de Leo; sin embargo, según la familia Messi, al cabo de dos años
dejan de pagar. Visto que el muchacho promete, el Newell’s accede a hacerse cargo de
una parte, pero poco a poco los pagos empiezan a retrasarse. Jorge Messi busca una
solución para su hijo y para su familia y la consigue gracias al fútbol. Primero en el
River Plate y, después, en el Barcelona. O al menos esta es la versión que ha ofrecido la
familia de aquel viaje a España en busca de fortuna.
El domingo 17 de septiembre de 2000 Lionel llega a la capital de Cataluña. El vuelo
ha sido malo, con muchas turbulencias que no han hecho demasiada gracia al pequeño.
Aun así, el mismo día a las seis de la tarde se entrena con los infantiles del Barcelona.
Todos los técnicos que lo ven jugar comentan que lo hace muy bien. Pero la decisión
sobre su futuro debe tomarla Charly Rexach, director deportivo del club, que ese día está
en Sidney, en Australia, siguiendo el torneo de fútbol de los XXVII Juegos Olímpicos.
Hay que esperar a que regrese. Será el martes 3 de octubre de 2000 cuando Rexach vea a
Leo en un partido entre cadetes y juveniles de primer año. «Venía de una comida y
llegué cinco minutos tarde al campo. Los dos equipos ya estaban jugando —recuerda
Rexach—. Yo tenía que hacer una “u” para llegar al banquillo donde estaban los
técnicos. Tardé siete u ocho minutos en completar el recorrido. Cuando me senté en el
banquillo ya había tomado la decisión. Les dije a Quimet Rifé y Migueli: “Tenemos que
ficharlo. ¡Ya!”. ¿Qué vi? A un chico muy pequeño pero diferente, con un desparpajo
terrible, hábil, rápido, muy técnico, que llevaba la pelota a toda velocidad, capaz de
regatear a quien tuviera enfrente. No era difícil darse cuenta, las cualidades que ahora
todos conocemos se notan más a los trece años. Hay futbolistas que necesitan al equipo
para lucirse, él no. A quien me dice que fui yo el descubridor de Messi siempre le
replico: “Si hubiera pasado un marciano por allí se habría dado cuenta de que era muy
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especial”.» Está hecho, el jefe ha dicho sí.
Dos días después, Leo y su padre vuelven a Buenos Aires. Regresan a casa contentos.
Les han prometido que, en breve, volverán a la Ciudad Condal para formalizar el
contrato. Pero, a la postre, las cosas no resultan tan fáciles, no todos en el club están
convencidos del fichaje. El chaval es muy joven, es extranjero, y las leyes no le permiten
jugar en ninguna categoría nacional. Además, tiene un problema de crecimiento que
necesita tratamiento y hay que buscarles un trabajo a los padres si se trasladan a España.
Son muchas las cuestiones que se plantean los dirigentes del club. Y, mientras tanto,
transcurren los meses de octubre y noviembre sin que se llegue a la anhelada decisión.
Los representantes de Leo presionan y amenazan con llevarse al crío al Real Madrid o al
AC Milan. El 14 de diciembre Minguella llama a Rexach. Quedan citados en el
restaurante de la Real Sociedad de Tenis Pompeya. En la mesa también está Horacio
Gaggioli, el que más insiste en dar un ultimátum. «Me pedían un compromiso por escrito
o daban por concluidas todas las negociaciones. Yo tenía claro —dice Rexach— que
aquel chaval no se nos podía escapar.» Así que, cogió una servilleta de papel y escribió:
«Yo, Charly Rexach, en presencia de Horacio Gaggioli y Josep Maria Minguella, me
comprometo a la contratación de Lionel Messi en las condiciones pactadas».
La historia no se acaba aquí, Rexach tiene que convencer al club para que haga un
esfuerzo por Messi. Por eso escribe un informe donde simplemente dice que Leo es un
niño «acojonante». Por fin, el 8 de enero de 2001, se llega al acuerdo definitivo. Se
redactan dos cartas dirigidas a Jorge Messi: una de Charly, que confirma los acuerdos
deportivos alcanzados con la familia en Barcelona, y otra de Juan Lacueva, ejecutivo del
club, acerca de las condiciones económicas. Dentro, los detalles del alquiler de la casa,
de la escuela y de los siete millones de pesetas que percibiría el padre del jugador como
remuneración por un puesto de trabajo en el fútbol base, una forma como cualquier otra
de pagar un salario al chico, que, de otro modo, solo habría podido optar a una beca de
estudios. El documento convence a los Messi para hacer las maletas. Así, el 15 de
febrero de 2001 la familia entera aterriza en el aeropuerto del Prat, próximo a la Ciudad
Condal. Leo no ha parado de llorar ni un minuto en el vuelo de Rosario a Buenos Aires.
Sabe que su vida está cambiando para siempre.
Neymar Júnior, con catorce años recién cumplidos, podría haber repetido la historia de
Leo Messi en el Real Madrid. Podría haber sido merengue. Pero en su caso las cosas
sucedieron de manera distinta. En marzo de 2006, Juninho embarca en el aeropuerto de
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São Paulo rumbo a Madrid. Lo acompañan su padre y Wagner Ribeiro, su agente, el
hombre que en 2005 cerró, tras una larga y extenuante negociación, el traspaso de
Robinho del Santos al Real Madrid. Fue Betinho, el descubridor y primer entrenador de
Juninho, quien presenta a Ribeiro y a Neymar padre. Wagner Ribeiro está convencido de
la valía del muchacho, por lo que entrega una mensualidad para ayudar a la familia y
está decidido a apostar por Neymar desde que este tenía doce años. Gestiona la carrera
del chico junto al uruguayo Juan Figer, procurador famoso por haber tenido en su
«escudería» a Maradona, Gullit, Sócrates, Dunga, Klinsmann y Kaká, pero también por
sus problemas con la justicia brasileña.
Gracias a sus contactos en el Real Madrid, Ribeiro recibe una invitación de la fábrica
blanca para que su pupilo haga una prueba. Ney se queda tres semanas en Madrid. Se
aloja en el Colegio Internacional SEK-El Castillo, donde viven y estudian las jóvenes
promesas merengues. El club pone a su disposición un coche para que el padre lo
acompañe a los entrenamientos y a visitar las instalaciones deportivas del Real Madrid.
Las revisiones médicas salen bien y la prueba en el campo deja impresionados a los
técnicos madridistas. Jesús Gutiérrez, que por entonces entrena al Infantil A del Madrid
(muchachos de catorce años), recuerda que, desde el primer momento, Juninho
«demostró poseer una calidad tremenda. Decididamente superior a la de los jugadores
que teníamos en ese momento». Y no eran jugadores cualesquiera: estaban Dani
Carvajal, hoy en el primer equipo del club; Pablo Sarabia, del Getafe; Álex Fernández,
del Espanyol; y Fran Sol, que en la temporada 2013-2014 ha regresado al Real Madrid C
tras una cesión al Real Oviedo. Añade Gutiérrez: «Todo el mundo estaba de acuerdo en
ficharlo. El muchacho se ganó la unanimidad de la directiva y hasta de los jugadores.
Generalmente, cuando llega alguien nuevo a un grupo ya formado, surgen celos y
envidias. Lo primero que te dicen los chicos es: “Este no vale, no es tan bueno como
dicen”. Sin embargo, en el caso de Neymar me decían: “Míster,este chico es fantástico,
juega como los dioses”».
Ney parece que se ha integrado bien en el grupo y que se le ve contento de estar en
Madrid. ¿Cómo no estarlo? Conoce a sus ídolos (Ronaldo «O Fenômeno», Zidane y
Júlio Baptista) y se reencuentra con Robinho. El domingo 26 de marzo de 2006 lo
invitan al Santiago Bernabéu para asistir a un partido de la Liga: Real Madrid contra
Deportivo de La Coruña. Desde el palco de honor, algo más abajo que el presidente, ve
ganar a los blancos por 4-0. Al final, TV Bandeirantes lo entrevista y le pregunta si le ha
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gustado el partido. «Ver jugar a Zidane y Robinho… ¿Cómo no iba a gustarme?»,
responde sonriendo el garoto. Y añade que también le ha gustado la ciudad y que le
gustaría quedarse. Wagner Ribeiro puntualiza que «Neymar ha venido a conocer la
ciudad porque su padre podría trasladarse a Europa y él podría jugar en España,
Inglaterra o Italia. Solo es cuestión de tiempo. Es un talento». ¿Qué opina sobre todo
esto el garoto de Mogi? Se ríe y explica que «yo no sé nada, son estos dos [su padre y
Ribeiro] los que lo saben todo. Yo juego a la pelota». Pocos días más tarde, la decisión
del Madrid está tomada. El contrato está redactado y ambas partes lo aceptan. Tiene una
duración de cinco años, contempla primas, matrícula escolar para él y su hermana, y un
contrato de trabajo para el padre. Solo falta la firma de la madre. El 29 de marzo, el club
presenta la solicitud de inscripción de Ney como jugador blanco en la Federación de
Fútbol de Madrid. Los técnicos tienen previsto que el brasileño debute en los últimos
partidos de la temporada. Alguien sugiere incluso que el nuevo recluta participe, pocos
días más tarde, en un torneo que el Infantil A juega en Barcelona. Pero finalmente
Neymar no forma parte de la comitiva. Regresa a Brasil. ¿Qué ha pasado? El acuerdo
con el Madrid no se ha cerrado.
Las versiones sobre lo ocurrido no coinciden. Neymar padre habla de saudade, dice
que Juninho estaba cada día más triste, que había perdido su alegría natural. Echaba de
menos a la familia, los amigos, la casa, el colegio, la ciudad, el Santos y hasta el arroz y
la feijoada. Es decir, según el padre, se vuelven a casa llevados por el corazón, a pesar
de que no es fácil renunciar a una nueva vida y a una gran suma de dinero. No es
precisamente eso lo que se comenta en Madrid. Según parece, el acuerdo está casi
sellado cuando Wagner Ribeiro pide sesenta mil euros para cerrar definitivamente el
trato. Los responsables del club deportivo se muestran conformes. No es una cifra
descabellada, puede asumirse. Ramón Martínez, secretario técnico, da su visto bueno a la
operación y solicita que el fichaje se resuelva con la mayor brevedad posible. Pero hay
un directivo que no está de acuerdo. «No tenemos ninguna intención de pagar ni un euro
de más por un chiquillo que viene de Brasil con toda la familia a cuestas», dice alguien.
La identidad del opositor no nos es revelada, pero lo que está claro es que Carlos
Martínez de Albornoz, director general y la persona que podría firmar el acuerdo, no está
dispuesto a asumir la responsabilidad de tamaño desembolso.
Marcelo Teixeira, a la sazón presidente del Santos, discrepa con esta versión de los
hechos y expone en una nota: «Al conocer la oferta del Madrid, realizamos una gran
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maniobra y con la máxima rapidez llamamos a los padres de Neymar para ofrecerles un
contrato de cinco años, un aumento de sueldo y una vivienda para la familia. Padre e hijo
querían quedarse en Brasil, y nosotros, aún antes de que Ney triunfase con el “Peixe”, les
presentamos un plan para su carrera y unas condiciones de profesional». Esto no es del
todo cierto, ya que el acuerdo con el Santos se cierra mucho tiempo después,
exactamente el 13 de septiembre de 2007. La realidad es que el vuelo hacia Europa de
Neymar termina, al contrario que el de Messi o el de Cristiano, con el regreso a casa y la
vinculación del muchacho al Santos hasta mayo del año 2013.
El final es distinto, pero el resultado es el mismo: Cristiano, Leo y Neymar han
aprendido desde muy jóvenes que hay que hacer sacrificios para llegar a lo más alto.
Para los tres, este viaje en avión marca un antes y después en sus vidas y en sus carreras,
un turning point sin el que difícilmente habrían llegado hasta donde están. El camino al
éxito no es fácil, no basta simplemente con tener talento, es necesario coraje, hay que
asumir riesgos, ponerse a prueba. Ronaldo lo hizo solo en Lisboa, haciendo frente a las
lágrimas y las burlas. Messi tenía cerca a su padre, pero el cambio de país le impidió
hablar con el resto de sus compañeros de juego durante largos meses. A los dos les costó,
pero, lejos de tirar la toalla, lograron superar los malos momentos. Fueron capaces de
adaptarse al cambio, de hacerse más fuertes y de alcanzar su objetivo; una enseñanza
que, seguramente, todavía les sirve en el presente.
Para Ney fue algo más fácil porque finalmente tuvo la oportunidad de regresar a su
país y triunfar allí antes de fichar por el Barça. Pero con catorce años ya estaba dispuesto
a intentarlo, demostró el mismo valor que Cristiano y Leo, llegó a Madrid dispuesto a
todo y, al final, eligió la opción que más les convenía a él y a su familia. Y quién sabe si
el Santos le hubiera ofrecido ese nuevo contrato de no haber realizado ese primer vuelo
transoceánico para realizar las pruebas con el club merengue.
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Liderazgo
 
 
Leo Messi sopla cuatrocientas velas el 22 de enero de 2014. Es el partido de ida de los
cuartos de final de la Copa del Rey contra el Levante. En el Ciutat de València Messi no
puede celebrar con goles su encuentro oficial número cuatrocientos vestido de azulgrana.
Desafortunado ante la portería, reparte hasta cuatro asistencias que terminan en la red
granota. A los veintiséis años y siete meses, «la Pulga» se coloca en el décimo puesto en
la lista de jugadores que más veces han vestido la camisa del Barcelona. Una historia, la
de Leo en el primer equipo del Barça, que empezó hace nueve años, en la temporada
2004-2005, cuando debuta en un partido oficial bajo la dirección de Frank Rijkaard.
16 de octubre de 2004. En Montjuïc se juega el derbi catalán entre el RCD Espanyol y
el FC Barcelona. El resultado es 0-1 cuando Leo entra en el terreno de juego, a siete
minutos del final, en sustitución de Deco, el autor del gol culé. Realiza alguna acción
interesante, pero nada que merezca ser recordado. Messi, con diecisiete años y ciento
catorce días, se convierte en el futbolista más joven que juega un partido de Liga con el
Barça (un récord que será batido por Bojan Krkic).
7 de diciembre de 2004. El argentino juega noventa minutos contra el Shakhtar
Donetsk ucranio en su debut en la Champions League. El partido termina con una
derrota por 2-0.
1 de mayo de 2005. Trigésimo cuarta jornada del campeonato español. El marcador
del Camp Nou indica tres minutos para el término del encuentro. El Barça se impone por
1-0 al Albacete. Rijkaard sustituye a Samuel Eto’o, dando entrada a Messi en una
posición inusual: delantero centro. El chiquillo aprovecha una asistencia de Ronaldinho
y, con una vaselina, supera a Valbuena, el portero adversario. Es su primer gol en un
partido oficial. Con diecisiete años, diez meses y siete días, es el jugador más joven en la
historia del club en marcar en un partido de Liga (otro récord que le arrebatará Bojan el
20 de octubre de 2007 con un gol contra el Villarreal).
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2 de noviembre de 2005. El Barça juega en casa contra el Panathinaikos. Eto’o firma
un hat-trick, Mark van Bommel marca el primer gol solo sesenta segundos después de
comenzar el partido, y Messi se estrena como goleador en la máxima competición
europea anotando el tercero, en el minuto treinta y cuatro, de un partido que termina con
un contundente 5-0.
19 de noviembre de 2005. Para Leo llega el primer clásico. Pasará a la historia por el
impresionante aplauso que los aficionados del Real Madrid dedican a Ronaldinho, el
responsable de dos goles y de un partido de cineteca.Pero el joven argentino no
desentona: gana el duelo con Robinho, el nuevo fichaje del Madrid; sirve el primer gol a
Eto’o y solo las meritorias intervenciones de Iker Casillas le impiden marcar un tanto.
22 de febrero de 2006. En Stamford Bridge se disputa el partido de ida de los octavos
de final de la Champions League entre el Chelsea y el Barcelona. Cuando Leo Messi
salta al campo, a muchos no les parece más que un crío… y, efectivamente, será el niño
del partido. Genera la primera ocasión de gol y siembra el pánico en la defensa de los
«Blues».
7 de marzo de 2006. Partido de vuelta en el Camp Nou. En el minuto veintitrés, Messi
arranca, roba el balón a Robben y, de repente, salta hacia arriba, se lleva la mano a la
rodilla izquierda y cae al suelo. Rotura muscular en la parte alta del bíceps femoral de la
pierna derecha, un desgarro de cuatro centímetros. Setenta y nueve días sin balón. Y la
final de la Champions vista desde la tribuna. En el Stade de France, en París, el Barça
gana al Arsenal. Sus compañeros levantan la copa, la segunda en la historia del club.
Pero Lionel, triste y solitario, no baja al campo a recoger su medalla.
10 de marzo de 2007. Tres goles como tres soles en el clásico. «La Pulga» es la
pesadilla de «Don Fabio». Arruina la fiesta al entrenador italiano del Real Madrid.
Capello nunca ha ganado en el Camp Nou, ni con la Juventus ni con la Roma ni con el
Madrid. Esta vez lo estaba consiguiendo hasta que llega el chico de Rosario. Una vez,
dos veces para empatar de nuevo el partido. Y cuando parece que los blancos tienen la
victoria en el bolsillo, Leo se saca de la manga en el minuto noventa el regate más
bonito, el tiro más cruzado: 3-3. Capello y los suyos se quedan como un niño sin
piruleta.
18 de abril de 2007. «20 años, 10 meses y 27 días después, Messi repitió el gol de
Maradona», titula en portada Marca. Y no es el único. El día después de la semifinal de
la Copa del Rey entre el Barcelona y el Getafe se oyen y se leen titulares, comentarios e
27
invenciones lingüísticas para todos los gustos: desde «Messidona» hasta «El Pie de
Dios», pasando por «Messi asombra al mundo». ¿Qué ha hecho Leo? En el minuto
veintiocho de la primera parte recorre sesenta metros dejando atrás a cuatro jugadores
del Getafe y al guardameta, para rematar con la pierna derecha y marcar un golazo.
Desde el primer momento, a todo el mundo le recuerda al «gol del siglo», el que marcó
Diego Maradona a Inglaterra en los cuartos de final del Mundial de México 86. Por si no
fuera suficiente, la historia se repite el 9 de junio de 2007 en partido de Liga contra el
Espanyol cuando marca con la mano. Igual que hizo Diego, siempre contra Inglaterra,
cuando se anticipó a la salida del guardameta Peter Shilton el 22 de junio de 1986. La
«mano de Dios» está servida y las comparaciones entre los dos argentinos no paran.
1 de febrero de 2009. Frente al Racing de Santander, en el Sardinero, Messi entra en la
historia del club azulgrana marcando el gol número cinco mil en Liga del FC Barcelona.
En el banquillo culé está Pep Guardiola que, después de la mala temporada 2007-2008,
ha sustituido al holandés Frank Rijkaard.
27 de mayo de 2009. Final de la Champions League entre el Barcelona y el
Manchester United en el Estadio Olímpico de Roma. Messi trepa hacia el cielo en el
minuto setenta. A espaldas de los defensas, vuela alto y remata de cabeza un centro con
rosca de Xavi. Cruza el balón al palo contrario de Edwin van der Sar, el portero de los
«Red Devils» (diablos rojos). Es el 2-0. El resultado final que otorga la copa al Barça. El
más pequeño (1,69 metros, vale la pena recordarlo) se convierte en el más grande.
19 de diciembre de 2009. A la tercera va la vencida. Después de las derrotas de 1992 y
de 2006, el Barça conquista, ante el Estudiantes de La Plata, el Mundialito de Clubes, un
trofeo que nunca había ganado en sus ciento diez años de historia. Y se corona rey del
mundo. Messi marca con el pecho, con el corazón, con el escudo. Se anticipa a su amigo
Juan Sebastián Verón y en el minuto ciento diez remata el centro de Dani Alves. Es el 2-
1 final. Los culés son los reyes del mundo. Ningún equipo ha logrado nunca seis títulos
(Mundialito, Champions, Supercopa de Europa, Supercopa de España, Copa del Rey y
Liga) en un año solar. Messi ha sido fundamental para lograr tal hazaña.
16 de enero de 2010. Messi se convierte en el jugador más joven del Barça en marcar
cien goles. Lo consigue contra el Sevilla en Liga. Tiene veintidós años, seis meses y
veintitrés días.
6 de abril de 2010. El rosarino sepulta con cuatro goles al Arsenal en la vuelta de los
cuartos de final de la Champions. Arsène Wenger, míster de los «Gunners» (artilleros),
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define a Leo al final del partido: «Playstation». Al final de la temporada su botín será de
cuarenta y siete goles. Ha sellado nueve dobletes y cuatro tripletes, y con treinta y cuatro
tantos ha igualado la cifra de Ronaldo en el FC Barcelona en el curso 1996-1997. Ha
firmado más goles que nunca desde que debutó hace seis temporadas en el primer
equipo. Pero la Champions se le escapa: el Inter de José Mourinho elimina al Barça en
semifinales.
29 de mayo de 2011. «King Messi reigns», proclama el diario londinense The Times.
En la final de la Liga de Campeones contra el Manchester United, en Wembley, el crack
argentino lidera una exhibición de fútbol alegre, coral y exquisito. The Guardian
compara esta performance, premiada con el título de «Man of the Match», con aquella
realizada por Nándor Hidegkuti una tarde de otoño de 1953, cuando marcó un hat-trick
en el templo del fútbol británico que condujo a la victoria de Hungría frente a Inglaterra
por 3-6. En esta ocasión, el marcador definitivo es de 3 a 1. Al igual que en 2009, Messi
vuelve a marcar contra los «diablos rojos». Preguntado por el argentino después de la
final, Pep Guardiola declara: «Es el mejor jugador que he visto y que voy a ver.
Podríamos competir a muy alto nivel, pero sin él no daríamos el salto de calidad. Es un
futbolista único e irrepetible».
17 de agosto de 2011. Dos goles de Messi en el Camp Nou en la vuelta de la
Supercopa de España contra el Real Madrid, sumados al logrado en la ida en el
Bernabéu, dan al Barça su décimo título y provocan el enfado de José Mourinho, que le
mete el dedo en el ojo a Tito Vilanova, el segundo de Guardiola. Nueve días después, «la
Pulga» abre el marcador contra el Oporto en la Supercopa de Europa y Cesc Fàbregas
remata la faena para llevar este nuevo trofeo a las vitrinas del club.
18 de diciembre de 2011. Santos, 0-Barcelona, 4: este es el resultado final del Mundial
de Clubes que se disputa en Yokohama (Japón). Messi abre la lata del «Peixe» con dos
goles y gana el título de mejor jugador del torneo. Neymar Júnior, la figura de los
brasileños, y el futuro compañero de equipo de Leo, tiene que consolarse con haber
asistido a una clase magistral de fútbol.
18 de enero de 2012. Justo el día del cumpleaños de Pep Guardiola, justo el día en que
el Barça gana en el Bernabéu el partido de ida de la Copa del Rey contra el Madrid,
Messi sella su partido número trescientos con la zamarra azulgrana.
7 de marzo de 2012. Octavos de final de la Champions. Adversario: el Bayer
Leverkusen. En el partido de ida en Alemania el resultado ha sido de 1-3 para el Pep
29
Team. La vuelta se presenta como un partido fácil, pero, ya se sabe, a Messi poco le
importa que sean partidos fáciles o difíciles. Y mete cinco. Sí, cinco goles en el 7-1 final.
Una auténtica hazaña. El último jugador que marcó cinco goles en la Copa de Europa fue
el danés Søren Lerby en la temporada 1979-1980, jugando con el Ajax frente al Omonia
de Nicosia. En el formato Champions, nadie lo había conseguido hasta ahora.
20 marzo de 2012. Vigésimo novena jornada de la Liga. Contra el Granada, Leo firma
un hat-trick. Con doscientos treinta y cuatro goles marcados en trescientos quince
partidos, se consagra como el mejor goleador en la historia del Barça. Supera a César
Rodríguez, delantero centrode los años cuarenta y cincuenta, que en catorce temporadas
y trescientos cuarenta y ocho partidos como azulgrana marcó doscientos treinta y dos
tantos.
24 de abril de 2012. Desde los once metros, Messi es el encargado de lanzar la pena
máxima contra Petr Cech, portero del Chelsea. Es la vuelta de la semifinal de la
Champions. En la ida, en Stamford Bridge, un gol de Drogba rompió el juego del
Barcelona. Ahora, en el Camp Nou el resultado es de 2-1. La trasformación del penalti
puede ser decisiva; el Barça puede clasificarse para la final de Munich. «La Pulga»
golpea. Cech se tira a su izquierda. Pero Leo le pega demasiado arriba, tanto que el
larguero escupe la pelota. Lionel yerra el tiro en el momento clave. Es el tercer penalti
que falla esta temporada de los trece que ha lanzado y el octavo de los treinta y cuatro
lanzados desde que llegó al primer equipo.
25 de mayo de 2012. Ante cincuenta y cinco mil espectadores, en el estadio Vicente
Calderón de Madrid, el Barcelona gana contra el Athletic de Bilbao la Copa del Rey. Es
el último partido de Pep Guardiola como entrenador azulgrana. Messi ha marcado el
segundo tanto.
9 de diciembre de 2012. Leo Messi firma en Sevilla dos dianas para doblegar al Betis
y, con ochenta y seis goles en un año, supera el récord de ochenta y cinco que estableció
el alemán Gerd Müller en 1972. Messi termina 2012 con un botín de noventa y un tantos.
7 de enero de 2013. En Zurich, Leo Messi es el primer jugador de la historia del fútbol
en conseguir por cuarta vez consecutiva el Balón de Oro. Supera a auténticas leyendas
como Johan Cruyff, Marco van Basten y Michel Platini, que lo han ganado tres veces.
Con el 41,6 % de los votos, el número 10 del Barcelona se impone a Cristiano Ronaldo
(23,68 %) y a Iniesta (10,91 %).
27 de enero de 2013. Messi marca un póquer contra el Osasuna y llega a doscientos
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dos goles en la Liga, convirtiéndose en el jugador más joven que supera los doscientos
tantos. Cuando Telmo Zarra, dueño del récord desde 1951, anotó su gol número
doscientos con el Athletic de Bilbao tenía veintinueve años y trescientos cincuenta y dos
días. «La Pulga» es cuatro años más joven.
30 de marzo de 2013. Con el tanto en el estadio de Balaídos contra el Celta de Vigo,
Lionel consigue cerrar una vuelta completa marcando consecutivamente ante todos los
equipos del campeonato. Veintinueve goles en diecinueve partidos seguidos; unas cifras
a las que nadie se había acercado en toda la historia del campeonato español.
1 de abril de 2013. El 10 anota el tanto del empate en el Santiago Bernabéu y, con
dieciocho goles, alcanza a Di Stéfano como máximo goleador de los clásicos entre el
Real Madrid y el FC Barcelona.
10 de abril de 2013. El argentino no es titular en el partido de vuelta de los cuartos de
final de la Liga de Campeones contra el Paris Saint-Germain. Se ha lesionado en el
parok gttido de ida, en el Parc des Princes, y se sienta en el banquillo hasta que Tito
Vilanova lo hace entrar en el campo en el minuto sesenta y dos. El pacto es claro: si no
es necesario, no sales. Messi toca la pelota trece veces, da dos buenos pases, recorre
2.828 metros, acaba con el PSG, que hasta ese momento había martirizado al Barça, y
abre la puerta a la sexta semifinal consecutiva de Champions para los azulgrana. El día
después, El País titula: «A Messi le vale con una pierna».
23 de abril de 2013. En el Allianz Arena de Munich, Leo es titular en el once de Tito
Vilanova. Salta al campo, pero prácticamente no juega. El máximo goleador de las
últimas cuatro ediciones de la Champions solo tiene una presencia testimonial. Nada
más. Messi no es Messi, o el Bayern no se lo permite. El equipo alemán le pasa por
encima como a todo el Barcelona: un 4-0 final sin excusas. En la vuelta, el 1 de mayo,
Messi no juega. No se ha recuperado todavía de la lesión sufrida en París.
5 de mayo de 2013. Leo firma contra el Betis su gol número trescientos cuarenta y
cinco, igualando los tantos que Maradona marcó en toda su carrera.
1 de septiembre de 2013. Cien goles fuera de casa. En Mestalla, contra el Valencia,
Messi bate una nueva marca en la historia de la Liga, superando por un tanto al delantero
madridista Hugo Sánchez.
10 de noviembre de 2013. Se disputa la trigésima jornada de la Liga. El Barça se
enfrenta al Betis. En el minuto veinte, Leo se lesiona. Es una recaída del infortunio
sufrido en el bíceps femoral de la pierna izquierda. Algo muy serio.
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8 de enero de 2014. Messi reaparece, cincuenta y nueve días después, en la Copa del
Rey contra el Getafe. Entra en el campo en el minuto sesenta y cuatro. Y en media hora
marca dos goles.
22 de febrero de 2014. Leo alcanza los cuatrocientos partidos oficiales con el Barça, a
los que hay que sumar cuarenta encuentros amistosos.
16 de marzo de 2014. Messi anota un hat-trick en la Liga ante el Osasuna (7-0) y se
convierte, con trescientos setenta y un goles entre partidos oficiales y amistosos, en el
máximo goleador de la historia del Barcelona. Supera a Paulino Alcántara que marcó
trescientos sesenta y nueve tantos en un total de trescientos cincuenta y siete partidos,
entre los años 1912 y 1927.
Títulos: veintiuno (tres Champions League, seis Ligas, dos Copas del Rey, seis
Supercopas de España, dos Mundialitos de Clubes y dos Supercopas de Europa).
 
 
Cristiano Ronaldo de Aveiro, por su parte, no puede presumir de un palmarés similar.
Con los tres clubes en los que ha jugado —Sporting de Lisboa, Manchester United y
Real Madrid— ha conseguido doce títulos: una Champions League, un Mundialito de
Clubes, una FA Cup, dos Football League Cup, un Community Shield, tres Premier
League, una Liga Española, una Copa del Rey y una Supercopa de España.
A sus veintinueve años, Ronaldo ha disputado quinientos cincuenta y nueve partidos
oficiales con los tres clubes y ha marcado, a fecha de 18 de marzo de 2014, trescientos
sesenta y cinco goles. Queda ya muy lejos su primer gol en partido oficial con el dorsal
número 28 de los Leones. Fue el 7 de octubre de 2002. El Sporting de Lisboa, vigente
campeón, juega en casa contra el Moreirense. Cristiano ya ha debutado en un partido
oficial en el Alvalade, el 14 de agosto, en la ronda previa de la Champions League contra
el Inter de Milán de Héctor Cúper. Y a pesar del 0-0 final, el chico ha dejado buen sabor
de boca. Así que László Bölöni, el míster, decide darle la titularidad contra el
Moreirense. No es un partido maravilloso, pero Cristiano se convierte en el goleador más
joven de la historia del Sporting. Tiene diecisiete años, ocho meses y dos días. Marca un
gol «monumental, magistral, increíble, no hay adjetivos suficientes para ilustrar el gran
gol de este joven prodigio», gritan los comentaristas de la cadena portuguesa Sport TV.
Minuto treinta y cuatro, pase de tacón de Toñito a Ronaldo en la zona de tres cuartos
del campo, dos regates para deshacerse de dos defensores, un eslalon de sesenta metros,
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una bicicleta al borde del área para despistar a otro adversario y un toque suave para
superar a João Ricardo, el guardameta del Moreirense, que realiza una salida
desesperada. Cristiano se quita la camiseta, abraza a sus compañeros, se dirige a la
grada. En el banquillo, Bölöni estrecha entre sus brazos a sus ayudantes. El show del
número 28 no ha acabado. Marca el 3-0 definitivo con un cabezazo espectacular. La
única nota negativa es el mareo que sufre María Dolores, su madre, en la grada del
estadio; quizá se deba a la emoción de ver el éxito de su hijo, aunque, afortunadamente,
se queda solo en un susto. Al día siguiente, Ronaldo conquista las primeras páginas de
los periódicos portugueses con su «golo monumental». El ascenso de Cristiano en el
primer equipo ha sido fulgurante. Se ha transformado en el niño mimado de la afición.
László Bölöni tiene confianza en él, pero la competencia en la delantera de los Leones
—con Jardel, Quaresma, João Pinto, Toñito y Niculae— es fuerte. Al final de la
temporada, Ronaldo ha disputado veinticinco partidos y solo once como titular.Suma
tres goles en la Liga y dos en la Copa. Para el Sporting no ha sido una buena campaña,
ya que no ha conquistado ningún título. La primera temporada de Cristiano con el primer
equipo de los Leones será también la última. El 6 de agosto de 2003 su vida cambia de
rumbo. Ese día se inaugura en Lisboa el Alvalade XXI, el nuevo estadio del Sporting,
que acogerá la Eurocopa de 2004. El adversario del partido inaugural es el Manchester
United, club británico que la noche anterior ha llegado a un acuerdo con el Sporting: por
quince millones de euros (12,24 millones de libras) Cristiano Ronaldo será jugador de
los Red Devils. Alex Ferguson, entrenador del United; Jorge Mendes, representante del
jugador, y Simões Almeida, director financiero del club lisboeta, han atado todos los
cabos. El acuerdo vincula a Cristiano al United por cinco temporadas con un salario de
dos millones de euros al año, más de ciento cincuenta mil euros al mes, frente a los dos
mil que gana en el Sporting.
El número 28 de los Leones muestra en su despedida de Lisboa, y ante sus futuros
compañeros de equipo, todas sus cualidades. Asombra con su velocidad, su regate, sus
bicicletas, su cambio de ritmo, sus carreras, sus sombreros y su facilidad para eludir a los
adversarios. Y una semana después, vuela a Manchester. El 13 de agosto tiene lugar en
Old Trafford la presentación del nuevo fichaje. Ronaldo, flamante número 7 de los
«diablos rojos», es el adolescente más caro de la historia del fútbol británico. El precio
pagado, su edad y su currículum vitae hacen que muchos comentaristas ingleses tuerzan
la boca y se pregunten si no tendrá miedo de vestir una camiseta que es una leyenda, de
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jugar en el United y en un campeonato nacional tan competitivo. «No, no tengo miedo.
Cero miedo. Sé que será muy difícil pero aquí, al lado de los mejores del mundo y
jugando con ellos, aprenderé», responde Cristiano.
Tres días después de su presentación, Ronaldo debuta ante su público. Es la primera
jornada del campeonato y el United recibe al Bolton. Cristiano está en el banquillo, pero
en el minuto sesenta Ferguson, que necesita un revulsivo para un partido anclado en el 1-
0, le hace saltar al campo. Sustituye a Nicky Butt. Todo el público se levanta a aplaudir
al nuevo fichaje. Es un debut que no defrauda a nadie. Su carrera y su dribbling
convencen a los 67.647 espectadores. Es elegido «Man of the Match», el premio que en
la Premier corresponde al mejor jugador del encuentro, y puede descorchar su primera
botella de champán. «Parece que los aficionados tienen un nuevo héroe. Ha sido un
debut maravilloso, casi increíble», comenta Ferguson al final del partido, que el United
gana 4-0. El 1 de octubre, CR7 debuta con los «diablos rojos» en la Champions League
contra el Stuttgart. Justo un mes después, el 1 de noviembre, marca su primer gol en Old
Trafford con la camiseta número 7 en el partido contra el Portsmouth. Una falta tirada
desde el límite izquierdo del área adversaria, un golpeo potente: el balón pasa por
delante de defensas y atacantes, rebota en el suelo y entra en la red. Un disparo que
recuerda a los del mejor David Beckham. Empieza bien el chico de Madeira. Al final de
la temporada suma ocho goles en treinta y nueve partidos disputados en todas las
competiciones. El más importante lo ha marcado contra el Millwall en la final de la FA
Cup disputada en el Millennium Stadium de Cardiff. Es el primero de los tres goles que
el United endosa al conjunto rival para llevarse el único título del curso 2003-2004.
Hay que esperar al 5 de diciembre de 2004 para que Cristiano Ronaldo marque su
primer gol en la nueva temporada de la Premier. Lo hace contra el Southampton en casa.
Sir Alex Ferguson comenta: «Nos ha prometido doce goles, esperamos que sea el
primero de la serie». Pero en cincuenta partidos disputados, Cristiano solo marca nueve
goles. Y para el United la temporada tampoco es una maravilla. Ni un título en el
bolsillo.
El tercer curso de Cristiano en el Manchester United no es fácil, ni fuera ni dentro del
campo, y el jugador pierde otra vez la apuesta con Ferguson. Había dicho que marcaría
quince goles y se queda en doce. Lo cierto es que el chico de Madeira está progresando,
pero el United, por segundo año consecutivo, termina en la Premier por detrás del
Chelsea de José Mourinho y en la Champions no pasa de la fase de grupos. El único
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trofeo que se lleva a las vitrinas de Old Trafford es la Carling Cup, que ha ganado contra
el Wigan (4-0) en un partido en el que el tercer gol es obra de Ronaldo. El 29 de octubre
de 2005, Cristiano anota ante el Middlesbrough, en tiempo de descuento y de un
cabezazo, el gol número mil del Manchester United en la Premier League. Lástima que
sea el único tanto de los Red Devils, que pierden el partido por 4-1.
A pesar de la poca fortuna de su equipo, Ronaldo recibe en 2005 el premio al mejor
futbolista joven elegido por los aficionados. Su compañero Wayne Rooney gana el
galardón oficial de la misma categoría. Los dos estaban predestinados a ser protagonistas
en el Mundial de Alemania de 2006 debido a un episodio que pone en entredicho la
continuidad del portugués en el United. El 1 de julio se juega en Gelsenkirchen el partido
de cuartos de final entre Portugal e Inglaterra. Todo transcurre sin muchos sobresaltos
hasta que llega el minuto sesenta y dos. Rooney trata de pasar entre Carvalho y Petit.
Hay un forcejeo, Carvalho termina en el suelo y, entonces, a «Roo», como le llaman en
Inglaterra, se le cruza un cable y le pisa justo en la entrepierna. La falta desencadena un
rifirrafe entre ingleses y portugueses. Cristiano es el primero en llegar al lugar del delito
y corre hacia el árbitro. Rooney lo empuja y le dice algo así como «tú no te metas». Al
final, el colegiado argentino Horacio Marcelo Elizondo saca la tarjeta roja y el número 9
del Manchester United se va a la ducha. Los aficionados ingleses están convencidos de
que Ronaldo ha presionado al árbitro para quitarse de en medio a Rooney. Las
televisiones del Reino Unido difunden unas imágenes en las que se ve a Cristiano
guiñando un ojo al banquillo de Portugal después de la expulsión, como diciendo: misión
cumplida, lo hemos echado. Y el 3 de julio, The Sun publica en portada la cara de
Cristiano guiñando un ojo en el centro de una diana. El titular no deja lugar a dudas:
«Give Ron on the eye» (Dale en el ojo a Ronaldo). En el artículo se lee: «Todos los
aficionados de Inglaterra tienen la oportunidad de vengarse. Del guiño de Ronaldo
hemos hecho nuestro blanco. Ponlo en tu despacho y dale en el ojo al astuto caballero».
El portugués está preocupado, tiene miedo de la prensa sensacionalista y de las
reacciones de los hinchas adversarios cuando pise nuevamente los campos británicos.
Dice que «se hace difícil regresar a un país donde no eres bienvenido» y suelta que su
sueño es jugar en España. Alex Ferguson y David Gill, presidente ejecutivo del United,
vuelan hasta el Algarve, donde el chico pasa sus vacaciones, y logran convencerle para
que se quede en Manchester.
Desde el principio de la temporada 2006-2007 Cristiano saca a relucir su talento y su
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carácter forjado en los años difíciles de Lisboa. «Conseguí demostrar que la presión solo
me hace más fuerte —afirma Ronaldo—. Me puse a prueba a mí mismo y salí
victorioso.» De hecho, el 22 de abril de 2007 es nombrado «Mejor Jugador del Año» y
«Mejor Jugador Joven del Año», premios otorgados por la Asociación de Futbolistas
Profesionales de Inglaterra. Pero esto no es todo, también llega su primer gran trofeo: la
Premier League. El United se proclama campeón. Recupera la corona inglesa después de
cuatro años de sequía. El número 7 de los Red Devils, con diecisiete goles, ha hecho su
parte y termina tercero de los top scorers del campeonato inglés, por detrás de Drogba,
jugador del Chelsea (veinte goles), y de Benni McCarthy, del Blackburn Rovers
(dieciocho). Al año siguiente es el Pichichi de la Premier con treinta y una dianas.
El 12 de enero de 2008 Ronaldo firmacontra el Newcastle su primer hat-trick con el
United. El 18 de marzo Alex Ferguson le entrega el brazalete de capitán, es el más
veterano en el campo y marca dos goles contra el Bolton. El 15 de noviembre anota otros
dos tantos contra el Stoke City y supera la barrera de los cien goles con el M. U. En total,
en todas las competiciones llega a cuarenta y dos tantos; además, gana trofeos a
mansalva: Charity Shield, PFA Players’ Player of the Year («Mejor Jugador del Año»,
por segundo año consecutivo) y Premier League (el United termina con ochenta y siete
puntos, deja al Chelsea a dos, y al Arsenal a cuatro). Pero, mejor todavía, bajo la lluvia
de Moscú levanta sonriente a la «Orejona». Cuarenta años después de su primera victoria
en el torneo europeo (1968, con George Best como protagonista), el Manchester United
se corona por tercera vez rey del fútbol continental. Un triunfo basado en la solidez
defensiva y en la brillantez de Cristiano Ronaldo.
El número 7 de los Reds Devils ha sido el protagonista de esta campaña europea. Con
ocho goles es el Pichichi y el mejor jugador de la Champions. Ocho tantos que han sido
decisivos. El primero lo consigue el 19 de septiembre de 2007 en el Alvalade contra su
exequipo, el Sporting de Lisboa. El último de la serie lo anota el 21 de mayo de 2008 en
el Estadio Olímpico Luzhnikí de Moscú. Minuto veintiséis, Paul Scholes supera la
defensa del Chelsea, Wes Brown centra y Cristiano Ronaldo, con un remate de cabeza
imperial, supera a Petr Cech, guardameta de los blues. El marcador refleja 1-0. Sin
embargo, a pocos segundos del descanso, Frank Lampard empata el partido. Ciento
veinte minutos de juego y el resultado no se altera. Se va a la tanda de penaltis. El
tercero le toca al número 7 de los Red Devils. Cristiano intenta despistar a Cech con una
paradinha, pero el portero checo adivina su idea y vuela para despejar el tiro. El chico de
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Madeira se cubre la cara con las manos. Está desesperado. «Pensé que iba a ser el peor
día de mi vida, pero mis compañeros siguieron creyendo en la victoria a pesar de mi
error. Y al final fue el día más feliz», afirma.
No podrá decir lo mismo un año después. El 27 de mayo de 2009, el Manchester
United y el FC Barcelona juegan en el Estadio Olímpico de Roma la final de la Liga de
Campeones que la Europa futbolística esperaba, la mejor posible entre los dos equipos
que ofrecen el espectáculo más bonito del continente. Cristiano viene de una temporada
más que satisfactoria. Ha disputado cincuenta y tres partidos y ha marcado veintiséis
goles (dieciocho en la Premier y cuatro en la Champions). Antes de llegar a la capital
italiana, el Manchester ha revalidado el título de campeón de Inglaterra, y el 1 de marzo
ha conquistado la Copa de la Liga frente al Tottenham. No ha sido un año tan brillante
para Cristiano como el anterior, pero, aun así, es el vigente Balón de Oro; un trofeo que
ha ganado por goleada a Messi y a Fernando Torres el 2 de diciembre de 2008. Cristiano
quiere demostrar en Roma que todavía es el número uno frente al ascenso de Messi, pero
será «la Pulga» quien gane la partida firmando el 2-0 definitivo; una final que supone el
último partido de CR7 con la camiseta del Manchester United.
El 6 de julio de 2009 el portugués se presenta en el estadio Santiago Bernabéu, ante
ochenta mil aficionados, como el nuevo fichaje galáctico del Real Madrid. El 29 de
agosto juega la primera jornada de la Liga. En el Bernabéu, contra el Deportivo de La
Coruña, llega su debut en un partido oficial y su primer tanto en el campeonato español.
Un penalti que adelanta al Real Madrid. Cristiano lo celebra mirando a la grada con un
salto y un puño en el aire. Después de cinco partidos, su botín es ya de siete goles. Un
arranque absolutamente fantástico, el mejor de su carrera y uno de los comienzos más
deslumbrantes para un debutante en el Madrid. Al final de la temporada, y a pesar de
estar dos meses lesionado, Ronaldo ha marcado treinta y tres goles: veintiséis en la Liga
(notable su primer hat-trick el 5 de mayo de 2010 contra el Mallorca) y siete en
Champions. Ha encandilado al público del Bernabéu y a todos los aficionados blancos.
Ha convencido a Manuel Pellegrini, el míster, y a sus compañeros. Pero se siente
frustrado y muy triste. ¿Por qué? Porque en su primera temporada con los merengues no
ha ganado ninguna competición. El Madrid no ha pasado de octavos en la Champions
League y en la Copa del Rey, y la Liga ha sido para el Barcelona.
Una frustración que continúa el curso siguiente. El número 7 del Madrid anota
cincuenta y tres goles en la temporada 2010-2011 (tanto en la Liga, como en la Copa del
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Rey y la Champions), cifra que le convierte en el Pichichi de todas las competiciones, en
el ganador de la Bota de Oro europea y en una máquina de golear. Con cuarenta dianas
en treinta y cuatro partidos del campeonato, Cristiano pulveriza los récords de Telmo
Zarra (jugador del Athletic de Bilbao que marcó treinta y ocho tantos en treinta duelos
en la Liga durante la temporada 1950-1951) y de Hugo Sánchez (quien, en la campaña
1989-1990, consiguió con el Madrid treinta y ocho goles en treinta y cinco encuentros).
Pero de todos los logrados por CR7, solo es decisivo el de la final de la Copa del Rey
celebrada en Mestalla el 20 de abril de 2010. Un cabezazo inapelable del portugués sirve
para batir a Pinto, el portero del Barcelona, en el minuto ciento veinte, y le vale al equipo
blanco para conseguir el único título del curso. No obstante, esto para CR7 no es
suficiente, «porque el Madrid aspira a ganar todos los títulos y yo preferiría haber
marcado la mitad de goles y haber ganado la Liga o la Champions», se lamenta en una
entrevista.
Temporada 2011-2012. Un penalti fallado le cierra las puertas del paraíso Champions.
Un gol, en el Camp Nou, permite a Cristiano entregar la Liga a su equipo. Empezamos
por lo mejor de la temporada, por el tanto más importante del delantero desde que llegó
al club merengue. El 21 de abril de 2012 se juega el Barcelona-Real Madrid. Por primera
vez, desde la Liga 2008-2009, los blancos llegan al final de la temporada líderes de la
clasificación, por delante de los azulgrana. Tienen cuatro puntos de ventaja sobre el Pep
Team (ochenta y cinco contra ochenta y uno), suficiente para resolver el campeonato en
el campo del rival y poner punto final al ciclo de un equipo increíble que ha ganado las
últimas tres Ligas. Cristiano Ronaldo es decisivo: marca el 1-2 final. Mesut Özil recibe
de Di María por delante del centro del campo y pone un balón en profundidad para
Cristiano. El número 7 deja atrás a Mascherano y se planta delante de Víctor Valdés.
Desplaza el esférico hacia la derecha y supera al guardameta del Barça en su salida al
palo corto. Un golazo que Cristiano celebra como hizo, en su día, Raúl: «Calma, calma
que aquí estoy yo», dice en el campo consciente de que el tanto proporciona siete puntos
de ventaja sobre el Barcelona. Y vale la Liga.
Tres días después, el 25 de abril, CR7 se enfrenta a otro gran reto: la vuelta de las
semifinales de la Champions League contra el Bayern de Munich. El penúltimo paso
para conquistar la décima Copa de Campeones con la que sueña todo el madridismo.
Cristiano responde a las expectativas de la afición blanca. Suyo es el primer gol de
penalti. Suyo también es el segundo, que da la momentánea clasificación al Madrid. Pero
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con el 2-0 a favor el equipo blanco da diez pasos atrás. Se cierra en su campo esperando
un error de los bávaros para salir al contragolpe; un planteamiento conservador de
Mourinho que, al final, se viene abajo por una pena máxima transformada por Robben.
Tras la prórroga se llega a los penaltis y Cristiano falla. Como Leo. Desde los once
metros. Yerra tras veintisiete penaltis seguidos marcados. Falla el segundo de la tanda, el
primero de los madridistas. Lanza a la derecha de Neuer y el portero alemán detiene el
balón. También yerran Kaká y Ramos. Solo acierta Xavi Alonso. Las dos paradas de
Iker Casillas no sirven. La décimase tiene que aplazar.
En verano, el 29 de agosto, Cristiano Ronaldo y los blancos atrapan en el Bernabéu el
primer título de la temporada: la Supercopa de España. Y dejan otra vez en la cuneta a
Messi y el Barça. CR7 marca en la ida y en la vuelta, y el 7 de octubre firma un doblete
en el clásico contra los catalanes. Nunca nadie había conseguido anotar en seis clásicos
seguidos. Sus registros a final de la temporada son increíbles: marca la friolera de
cincuenta y cinco goles en otros tantos partidos (treinta y cuatro en la Liga en treinta y
cuatro encuentros disputados, siete en la Copa, dos en la Supercopa y doce en la
Champions, uno por cada encuentro jugado). En total, doscientos un goles en ciento
noventa y nueve partidos en todas las competiciones oficiales desde que fichó por el
Madrid en 2009. Ya es el sexto goleador en la historia blanca. En solo cuatro cursos ha
superado a grandes jugadores como Amancio Amaro, Emilio Butragueño, Pirri o Paco
Gento. Con cincuenta y dos goles, se ha convertido en el portugués que más ha marcado
en las competiciones europeas, batiendo las marcas de Eusebio, la «Pantera Negra», y
también de una leyenda del Madrid como Alfredo Di Stéfano. Además, en la última
temporada ha sido el motor del Real Madrid, el héroe de tantos partidos, el hombre más
determinante por garra, entusiasmo y resultados. En definitiva, ha sido un líder con
autoridad en el campo y en el vestuario. Como sucede el 13 de febrero de 2013 contra el
Manchester United en los octavos de final de la Champions. Marca dos goles, uno en la
ida (un salto impresionante y un cabezazo soberbio) y otro en la vuelta para sentenciar la
eliminatoria contra los hombres de sir Alex Ferguson. Una satisfacción, es cierto, pero,
de nuevo, el curso 2012-2013 es avaro en trofeos se detiene Cristiano. No llega ningún
título. Aun así, su racha goleadora no se detiene en el último tramo de 2013. Cierra el
año con sesenta y nueve tantos entre el Real Madrid y la selección portuguesa. Y por fin
llega, el 13 de enero de 2014, el reconocimiento con el que tanto soñaba el crack luso
desde 2008: su segundo Balón de Oro. Una reconquista que lo hace llorar de felicidad.
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Aplaudiéndole en la platea del Palacio de Congresos de Zurich está también Neymar da
Silva Júnior, candidato al Premio Ferenc Puskás al mejor gol de 2013. El garoto de
Mogi das Cruzes debe inclinarse ante su alteza Zlatan Ibrahimovic, el delantero sueco
que se lleva el trofeo. No, el número 11 del Barça no repite el primer puesto que logró en
2011 con un gol mágico marcado contra el Flamengo, pero se afianza en la clasificación
del Balón de Oro: queda quinto por detrás de Ronaldo, Messi, Ribéry e Ibrahimovic, y
por delante de futbolistas como Andrés Iniesta, Gareth Bale, Andrea Pirlo, Radamel
Falcao o Xavi. No está nada mal para un chico de veintidós años y una carrera
profesional que empezó hace solo seis. El sábado 7 de marzo de 2009 en el Pacaembú, el
estadio municipal de São Paulo, el Santos juega el Paulistão, el campeonato paulista,
contra el Oeste de Itápolis. Hay veintidós mil espectadores, la mayor parte seguidores
del «Peixe». Y todos han venido para ver el debut de un muchacho de diecisiete años
recién cumplidos. Vágner Mancini, el entrenador, llama a Neymar en el minuto trece del
segundo tiempo. Le da los últimos consejos y, dos minutos después, lo hace saltar al
campo. Sustituye a Mauricio Molina, centrocampista colombiano. Regate en la esquina
derecha del área contraria, el garoto se deshace de su adversario y chuta: la pelota se
estrella contra el larguero de la portería del Oeste. Casi gol. Es el primer balón que toca
el menino de Mogi das Cruzes, no podía haberlo hecho mejor. El primer tanto llega ocho
días después, siempre en Pacaembú. Molina cruza el medio campo, cede para Germano,
que abre hacia la izquierda para Triguinho; este penetra en el área y cruza al centro. Y
ahí aparece el muchacho, que remata de cabeza y supera a Marcelo Cruz, el guardameta
del Mogi Mirim.
Son las 18.37 horas y es el 3-0 para el Santos, el primer gol del menino, que señala al
cielo y, después, salta en el aire levantando el puño. Imita el gesto del mayor ídolo del
Santos: Pelé. «Lo he celebrado así porque me he inspirado en Pelé. Se lo había
prometido a mi padre», explica al final del encuentro. Neymar salta al cielo y después se
va a abrazar a Paulo Henrique, su amigo, su compañero de la Sub-20. Todo eso mientras
Milton Leite, el locutor de Sport TV, comenta: «¡El garoto del Santos brilla! ¡Este puede
ser un gol histórico para el fútbol brasileño!». No se equivoca porque, en poco menos de
un año, Ney se transforma en la estrella del Santos, el equipo que dominó el mundo con
«O Rei» Pelé a finales de la década de los cincuenta y en los años sesenta. ¿Un ejemplo?
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Los cinco goles, a cuál más bonito, que el chaval marca el 14 de abril de 2010 contra el
Guaraní en los octavos de final de la Copa de Brasil:
 
Minuto 2: penalti transformado con paradinha.
Minuto 30: chute con la izquierda desde la frontal del área.
Minuto 38: solo, delante de la portería, introduce una pelota enviada por Arouca.
Minuto 81: centro desde la izquierda de Robinho, dos toques y el número 11 marca
el cuarto.
Minuto 85: Madson arranca como un cohete, se apoya en Robinho y toque para
Neymar, que no perdona.
Resultado final: Santos, 8-Guaraní, 1.
 
Neymar conquista a la afición y a los aficionados al fútbol. No se trata solo de las
avalanchas de goles o el buen juego, también es la alegría, la voluntad de divertirse
jugando al fútbol. Y con alegría llegan los dos primeros títulos del número 11 del Santos.
Campeonato Paulista: la final es contra el Santo André. La ida termina 2-3 a favor del
«Peixe». Neymar, al que no le sonríe la suerte, cede su puesto a André en el descanso. El
2 de mayo de 2010 se juega la vuelta en el Pacaembú y el número 11 del Santos marca
dos goles. El primero es una verdadera obra de arte: Robinho sirve de tacón en la mitad
del área, Neymar dribla a dos defensas y al portero y, desde el área pequeña, chuta con
fuerza atravesando una selva de cabezas. Un gol de premio y todo el mundo se acuerda
de Pelé. El garoto de Mogi das Cruzes marca también el segundo gol del Santos y a
continuación lo sustituye Roberto Brum. El Santo André no ceja y se coloca 2-3 a su
favor. El partido, con tres expulsados entre las filas santistas, se complica y mucho, pero
aun siendo ocho logran mantener el barco a flote. Después de tanto sufrimiento, en el
campo y en la grada, el árbitro pita el final: 2-3. El mismo resultado que a la ida, pero al
revés. El Santos se declara ganador por su actuación durante el torneo. Neymar llora al
recibir la medalla de campeón paulista.
El 4 agosto, otra conquista: la Copa do Brasil. El Santos se la adjudica ganando al
Vitória. Neymar es el Pichichi de la competición con once goles. En el Paulistão había
marcado catorce. Ya es el ídolo de un país, pero su imagen se ve muy deteriorada cinco
semanas después. El 15 de septiembre de 2010 se juega en el Vila Belmiro la vigésimo
octava jornada del Brasilerão. El Santos se enfrenta al Atlético Goianiense. A cinco
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minutos del final, el número 11 del Santos cae al suelo en el interior del área. Penalti.
Neymar recoge el balón con la mano y se dirige al punto de castigo. Llega una
contraorden: Léo, el número 3, se acerca a Neymar y le dice que el entrenador ha
decidido que Marcel sea el encargado de disparar la pena máxima. El garoto deja caer el
balón, extiende los brazos y se dirige al banquillo. Le dice al míster, Dorival Júnior, una
serie de cosas que será mejor no repetir. Al final del partido René Simões, entrenador del
Goianiense, llama «monstruo» a Neymar. Al día siguiente, Ney ocupa el centro de los
debates televisivos y de los comentarios de columnistas y seguidores. Los periódicos
sacan a relucir sus «fechorías». El ídolo se ha trasformado en el malo de la película, en el
bad boy del fútbol brasileño. Es el momento más difícil del joven delantero. Neymar
asegura que, de noser por su familia, por sus amigos más fieles y por la ayuda del club,
a lo mejor ese día habría dejado el fútbol para siempre. Llega el castigo, pero al final
quien deja el Santos es Dorival Júnior. Un episodio que, en todo caso, hace reflexionar al
joven del «Peixe», entiende lo que ha hecho, madura y crece como persona y como
jugador. Tanto que 2011 será su año de gloria. El 15 de mayo, en Vila Belmiro, el Santos
alza la copa del Paulistão. Es suya por segundo año consecutivo. El gol decisivo en el
partido de vuelta contra el Corinthians es de Neymar. El 2 de junio de 2011, cuarenta y
siete años después de los goles de Coutinho y Pelé contra el Boca Juniors, cuarenta y
ocho años después del autogol de Caetano y el doblete de Pelé contra el Peñarol, el
Santos vuelve a ganar la Libertadores, precisamente contra este gran club uruguayo. Es
Neymar quien desbloquea el resultado en la vuelta que se disputa en el Pacaembú. Y el
27 de julio, contra el Flamengo de Ronaldinho, protagoniza una obra de arte o, mejor
dicho, el gol que le vale el Premio Ferenc Puskás.
La gran desilusión del año para Neymar llega el 18 de diciembre en Yokohama
(Japón). El sueño de repetir la hazaña de Pelé y compañía, de volver a conquistar el
Mundial de Clubes cuarenta y ocho años después de aquel Santos-Milan de 1963, queda
hecho pedazos. El Barcelona destroza al Santos. La única alegría de Neymar es haber
llegado hasta la final y poder marcharse con la camiseta de Leo Messi.
5 de febrero de 2012. Justo el día de su vigésimo cumpleaños, el menino marca su gol
número cien en competición oficial. Lo materializa durante un partido contra el
Palmeiras en el estadio Prudentão. Es su primer gol del año y el número cien de su
carrera: ochenta y dos con el Santos, ocho con la selección, nueve con la Sub-20 y uno
con la Sub-17. El 29 de abril llega el cien con la camiseta del Santos, en partido contra el
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São Paulo. Han pasado tres años y cincuenta y un días desde su debut con el «Peixe» y
Neymar entra con fuerza en la lista de los grandes goleadores de la historia santista. Y no
hay solamente proezas individuales, también hay triunfos colectivos. En el año de su
centenario, el Santos se proclama tricampeón con otros dos goles de Ney en la ida de la
final contra el Guaraní. Cuarenta y tres goles marcados, el tricampeonato, la Recopa
Sudamericana (ganada en septiembre contra el Universidad de Chile) y una avalancha de
reconocimientos individuales; entre ellos, el de mejor jugador de las Américas, título
que, por segundo año consecutivo, le adjudica el diario uruguayo El País.
2012 es un gran año para el garoto de Mogi das Cruzes en el Santos. 2013 es el
momento de la despedida de sus amigos, de sus compañeros, del equipo que lo ha visto
crecer y transformarse en un ídolo, de una torcida que lo ha ovacionado desde el primer
momento. El domingo 26 de mayo de 2013, contra el Flamengo en el nuevo Mané
Garrincha de Brasilia, en la primera jornada del Brasilerão, Neymar Silva da Santos
Júnior juega su último partido con el Santos. Nueve años después de llegar a los
juveniles del «Peixe», cinco años después de su debut con la camiseta blanca, con
doscientos veintinueve partidos jugados, ciento treinta y ocho goles marcados y seis
títulos en su palmarés (tres Paulistãos, una Copa de Brasil, una Libertadores y una
Recopa Sudamericana), Ney dice adiós y se va a Europa, al FC Barcelona. Una nueva
aventura que empieza el 3 de junio en el Camp Nou, día de su presentación. El resto es
crónica: el amistoso del 2 de agosto contra su exequipo (Barcelona, 8- Santos, 0), el
debut en la Liga (el 18 de agosto contra el Levante), el primer gol en un partido oficial
(21 de agosto, Supercopa de España contra el Atlético de Madrid), la prueba mayúscula
contra el Real Madrid (26 de octubre de 2013), el infortunio contra el Getafe (16 de
enero de 2014) y el «Neymargate».
Los números hablan por sí solos y demuestran la grandeza, la calidad técnica y la
fortaleza mental de estos tres futbolistas fuera de lo común. Son los mejores
representantes de la cultura del esfuerzo. Juntos suman incontables títulos, récords y
reconocimientos, pero, en el fútbol, igual que todo en la vida, siempre hay altibajos.
Ellos lo saben, lo han vivido en sus clubes. Los tres conocen la frustración. Messi con
sus lesiones, Ronaldo con su decepción por no haber logrado más títulos con el Real
Madrid, y Neymar con su arrebato de furia contra Dorival Júnior. Los tres han fallado en
algún momento clave, en algún penalti, pero nunca han bajado los brazos. Han sabido
convertir los obstáculos en oportunidades. Cada día con el mismo pensamiento: mejorar.
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Están preparados para la victoria y también para la derrota, aunque no siempre han
sabido contenerse y sus gestos y declaraciones, por supuesto examinados con lupa, han
alimentado falsas polémicas y muchas tertulias deportivas.
Están en lo más alto pero no han llegado con el mismo currículum. Ney prácticamente
acaba de empezar; Leo ha crecido y ha triunfado como futbolista en un único equipo,
mientras que Cristiano ha jugado en tres conjuntos de tres países diferentes. Dos son
compañeros, comparten camiseta y vestuario; el otro es la gran estrella del máximo rival.
Son experiencias vitales muy diferentes, casi opuestas, pero igual de fructíferas y
excepcionales.
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Una cuenta pendiente
 
 
Los tres son las grandes estrellas de sus selecciones, los líderes de sus equipos y las
esperanzas de sus países para el Mundial 2014. Pero el camino para llegar a ser
referentes indiscutibles de Brasil, Argentina y Portugal ha sido muy distinto. Empezando
por el debut. El más feliz, el de Neymar; el más desafortunado, el de Messi, y el más
normal, el de Cristiano.
El estreno de Neymar Júnior con la «Canarinha» tiene lugar el 10 de agosto de 2010
contra Estados Unidos en el New Meadowlands, ahora MetLife Stadium, de Nueva
Jersey. Tras la debacle del Mundial de Sudáfrica de 2010, Dunga, el seleccionador,
dimite. La Confederación Brasileña de Fútbol decide que Mano Menezes ocupe su lugar.
En tres años con el Corinthians, el nuevo comandante de la selección ha ganado tres
títulos (el Campeonato Brasileño de fútbol de la Serie B en 2008, que devolvió a la
Primera División al equipo de São Paulo; y el Paulistão y la Copa de Brasil en 2009), un
palmarés reciente que augura lo mejor para el futuro de la seleçao. El primer partido es
un amistoso contra Estados Unidos y en la convocatoria aparece el nombre que la
torcida y todo el país estaban esperando. El que Dunga no había llevado al Mundial
africano: Neymar. Juega con el dorsal número 11, el mismo que lleva en el Santos. Al
final del partido, no cabe en sí de gozo. El muchacho no esperaba marcar en su bautizo
con los grandes, y menos de cabeza, pero el gol ha llegado en el minuto veintiocho del
primer tiempo. Balón de Robinho para André Santos, que avanza por la izquierda, centra
y el garoto de Mogi das Cruzes se anticipa a su defensa y golpea con la testa a la derecha
de Howard, el portero estadounidense. Ney se arrodilla, levanta los brazos al cielo y besa
el escudo de Brasil antes de recibir los abrazos de Ganso y Alexandre Pato. «Mi gol ha
servido para darnos tranquilidad, después todo ha ido como la seda», explica Neymar,
quien también asegura que con un debut así el nerviosismo de antes del partido se ha
esfumado.
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Leo Messi viste por primera vez la camiseta de la selección absoluta de Argentina el
17 de agosto de 2005. Un amistoso contra Hungría en Budapest en el estadio dedicado a
Ferenc Puskás. Entra en el puesto de Maxi López en el minuto sesenta y cinco… y
permanece en el campo poco más de cuarenta segundos. En el segundo balón que toca,
dribla a Vanczák; el húngaro lo agarra por la flamante camiseta con el número 18, Messi
levanta el brazo, empuja hacia atrás. ¡Bam! Un golpe en pleno rostro del defensa
adversario. Markus Merk, el árbitro alemán, no tiene dudas. Codazo. Y, en medio de la
incredulidad de los argentinos, le saca la tarjeta roja. Expulsado en su primeraaparición.
No es exactamente lo que Leo había soñado, y se pasa el resto del partido llorando. De
nada sirven las palabras de consuelo del entrenador y de sus compañeros de equipo.
Es el 14 de agosto de 2003 cuando Cristiano Ronaldo recibe la llamada de su madre
que le anuncia la noticia de su primera convocatoria con la selección absoluta para el
amistoso contra Kazajistán. Jorge Mendes, su agente, se lo confirma poco después.
Ronaldo lo comenta contento, orgulloso y algo abrumado: «Es un momento especial de
mi vida. Todo me está pasando al mismo tiempo, primero el Manchester y ahora la
selección».
El 20 de agosto de 2003 en Chaves (Portugal), Ronaldo viste por primera vez la
camiseta rojiverde. Luiz Felipe Scolari, el seleccionador, lo saca en la segunda parte.
Entra por Luís Figo. Y se encuentra rodeado de los campeones que siempre ha tenido
como ejemplo, como modelos a seguir. Figo y Rui Costa, sus mentores en el grupo, le
han aconsejado estar tranquilo, jugar como siempre y, sobre todo, no dejarse vencer por
la emoción. El chico sigue los consejos al pie de la letra y es nombrado por los medios
de comunicación el mejor jugador del partido. Scolari lo felicita. Dos meses después, el
11 de octubre contra Albania, en Lisboa, Cristiano es titular. Y poco a poco entra en el
grupo de los elegidos para la Eurocopa 2004 que se disputa en Portugal, un torneo que
termina con las lágrimas del crack luso. Solo, perdido en medio del campo, no hace caso
a las palabras ni a los gestos de ánimo de los compañeros. Llora porque nunca habría
imaginado perder la final contra Grecia. Es la primera desilusión de Cristiano con la
selección portuguesa.
2006, Mundial de Alemania. Ronaldo tiene veintiún años y los aficionados le han
incluido, junto a Leo Messi y al ecuatoriano Luis Valencia, en la lista de los seis
candidatos entre los que se elegirá al mejor jugador joven de la Copa del Mundo. Pero,
otra vez, la historia termina con lágrimas. Francia, con un gol de penalti de Zidane,
46
elimina en la semifinal a Portugal. «Les Bleus» van a jugar la final de Berlín contra
Italia. La final del cabezazo de Zidane al defensa Materazzi y del cuarto Mundial para
los «azzurri». El 8 de julio de 2006, en el Gottlieb-Daimler-Stadion de Stuttgart,
Portugal pierde por 3 a 1 en el partido por el tercer puesto contra la anfitriona, Alemania.
Dos años después, en la Eurocopa de Austria y Suiza, es otra vez Alemania el verdugo
de Portugal. La «Mannschaft», a las órdenes de Joachim Löw, elimina a la seleçao lusa
en cuartos de final con un resultado de 2 a 3. A pesar de venir de la mejor temporada de
su vida, pues lo ha ganado todo con el Manchester United, Cristiano no brilla. Solo
marca un gol contra la República Checa. A su favor hay que decir que ha jugado con un
gran dolor en el tobillo. «Era como tener un cuchillo clavado. No quiero volver a sentir
lo mismo, era una tortura, incluso psicológicamente», dice después.
Y llega la cita del Mundial de Sudáfrica. En la primera rueda de prensa que ofrece
Cristiano, ahora capitán de la selección lusa, aparece sonriente, relajado y motivado ante
el reto de la Copa del Mundo. Es el 13 de junio de 2010 en Magaliesburg, ciudad
sudafricana donde se concentra Portugal. «Quiero ser el mejor del campeonato. No digo
que vaya a ser el máximo goleador ni nada de eso, sino que —explica— voy a darlo todo
para intentar ser el mejor. Y eso significa que vengo dispuesto a jugar bien y a ayudar a
mi equipo a ganar.» Cristiano lleva quince meses sin marcar con la camiseta de la
seleçao… y espera redimirse en el Mundial. Portugal pasa la primera fase imbatida y es
la única selección de las treinta y dos del Mundial que no ha recibido goles. 0-0 contra
Costa de Marfil, 7-0 frente a Corea del Norte, 0-0 ante Brasil. La escuadra lusa se planta
con cinco puntos en octavos como segunda de grupo por detrás de la «Canarinha». En
octavos se enfrenta a España, primera del grupo H. Cristiano ha aterrorizado a las
defensas españolas en la Liga, ha sido capaz de ganar partidos él solo, es la figura de la
selección portuguesa y una de las estrellas del torneo junto a Messi. Es verdad que con
Portugal no ha sido capaz de brindar actuaciones estelares o de mostrar lo que ha
enseñado al público español en su primer año con el Real Madrid, pero en Sudáfrica ha
roto el maleficio del gol con su selección al marcar el sexto de los siete tantos que el
conjunto portugués le ha endosado a Corea del Norte. En los tres partidos de la fase de
grupos, Cristiano ha sido elegido el mejor jugador. Así que, contra «la Roja», se presenta
como «el matador», el gran peligro. Y, además, existe el morbo de verlo enfrentado a sus
compañeros merengues, como Sergio Ramos o Iker Casillas, y a Gerard Piqué o Carles
Puyol, centrales del Barça, con los que ha protagonizado duelos históricos en la última
47
temporada en el Madrid.
El 29 de junio de 2010, en el estadio Green Point de Ciudad del Cabo, suenan los
himnos nacionales y Cristiano se queda mudo. Mal signo. Casi una premonición de lo
que será su partido. Un fracaso: cuatro remates, dos a puerta. Nada más. El encuentro
acaba con 1-0 en el marcador y España festeja la clasificación. CR7 abandona el campo
desolado y derrotado. Los aficionados españoles lo abuchean, algunos portugueses
también. La cámara lo sigue en primer plano. Su cara no expresa nada. La cámara no
para de seguirlo. Cristiano se da la vuelta y escupe. ¿Al cámara o al suelo? Nadie lo
sabe. El gesto es feo. Y la prensa de Barcelona se ceba con la actitud del madridista.
Genera polémica también su escueta declaración ante la prensa que ha intentado
esquivar: «¿El partido? Preguntadle a Carlos Queiroz». Y Queiroz, el entrenador luso,
responde en la sala de prensa: «Si a alguien se le queda pequeña esta camiseta que no
esté en el equipo. Mientras yo dirija esta selección nadie estará por encima».
Sin embargo, defiende a su capitán cuando alguien le pregunta si no se le ha dado un
papel demasiado importante: «Esa pregunta está fuera de lugar. Es nuestro líder, nuestro
capitán. Creo en él». No piensa así Luís Figo, héroe lusitano y antiguo capitán de la
seleção: «Independientemente del éxito o del fracaso, un capitán siempre tiene que
defender al equipo, al margen de salir más o menos perjudicado en cuanto a su imagen.
Y debe, sobre todo en los momentos difíciles, dar la cara por el grupo». Cristiano tiene
que intentar apagar el incendio y hace una declaración oficial, como siempre a través de
Gestifute, la empresa de Jorge Mendes. «Estoy sufriendo y tengo derecho a sufrir solo.
Cuando dije que preguntaran al entrenador fue porque él estaba en rueda de prensa y yo
no me sentía en condiciones de explicar el partido. Como capitán siempre he asumido y
asumiré mis responsabilidades, pero en ese momento no hubiera conseguido decir
ninguna frase lúcida. Jamás pensé que esas palabras provocarían polémica. No busquen
fantasmas donde no los hay.» Lástima que, para Cristiano, los fantasmas del Mundial
sean otros y más verdaderos que las polémicas por una declaración. El mayor fantasma
del jugador más caro del mundo, del capitán de la selección, de la gran estrella universal,
del futbolista que en sus tres clubes (Sporting, Manchester United y Real Madrid) ha
marcado una avalancha de goles, es su balance en los dos Mundiales que ha disputado.
En Alemania lo amparó la edad, veintiún años, y la gran actuación del equipo luso, pero
su botín fue un penalti contra Irán y el gol que marcó en la tanda desde los once metros
contra Inglaterra. En Sudáfrica, después de jugar todos los minutos, remató en veintiuna
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ocasiones pero solo marcó un gol. No, no se ha visto al Cristiano deslumbrante con
Portugal. «¿Es el sistema el que limita a Cristiano Ronaldo o es él quien no estaba en
condiciones de dar más?», se pregunta al día siguiente del partido Record, el periódico
deportivo lisboeta. Habrá que esperar a la Eurocopa de Polonia y Ucrania de 2012 para
contestar. ¿Qué esperan los portugueses de Ronaldo? Que sea como en el Madrid,que
marque un gol por partido. Cosa que con la camiseta de la selección no ha hecho hasta
ese momento. Ha anotado treinta y dos tantos en noventa partidos internacionales, lo que
supone una media de 0,36. Y en las grandes citas solo ha marcado cinco: tres entre las
dos Eurocopas que ha jugado (2004 y 2008) y dos en sendos Mundiales (2006 y 2010).
Los portugueses esperan que sea un líder también con la seleçao. En definitiva: sueñan
con un Cristiano como el Maradona del Mundial de México de 1986, un capitán que
lleve en volandas al equipo hasta la consecución del título. Pero en los primeros dos
partidos, CR7 no es lo que quiere su pueblo. Contra Alemania pasa casi inadvertido. Y
frente a Dinamarca vive una tarde calamitosa.
Desde Portugal despuntan las críticas y no solo por su rendimiento, también por sus
declaraciones y su forma de ser en el campo, con reproches a los compañeros cuando las
cosas no salen bien. Le acusan de egoísmo, se dice que piensa demasiado en sí mismo y
en el Balón de Oro, y poco en el equipo. «No tiene madurez para ser el capitán, fue una
irresponsabilidad de Scolari. Ahora nadie puede controlar el ego y eso es perjudicial para
el grupo y para el propio Cristiano», comenta al Diario de Noticias Antonio Simões,
exdirector de la Federación. Los compañeros de vestuario lo defienden a ultranza. Varela
declara: «No pasa nada con Cristiano. Es nuestro capitán y está con todo el equipo. Hace
grupo todo los días y está sacrificándose por Portugal».
Todo cambia el 17 de junio contra Holanda. Cristiano exhibe su casta, destroza la
defensa «oranje» y, con dos goles, da el pase a cuartos a la seleçao. Cuatro días después,
doblega las manos de Petr Cech con un cabezazo imperial y liquida a la República
Checa. Al día siguiente la prensa lusa se rinde al talento de CR7. «E’ o melhor do
Mundo», titula en primera Record; «Ja vale Ouro», dice O Jogo. Lástima que Portugal
tenga que verse las caras otra vez con España. El 27 de junio, en Donetsk, las dos
selecciones disputan la semifinal de la Eurocopa. Después de ciento veinte minutos de
juego, el resultado es 0 a 0. Cristiano no ha tirado ni una sola vez entre los tres palos.
Solo contabiliza siete remates: cinco fuera y dos rechazados por la defensa española.
Tanda de penaltis. CR7 espera lanzar el quinto de la serie. El que nunca llegará. Cesc
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Fàbregas anota el gol decisivo que da el pase a España. «¡Qué injusticia!», murmura
delante de las cámaras el capitán luso.
La historia no tiene un final feliz, pero esta vez los aficionados portugueses se rinden
ante Ronaldo y la seleçao. Un día después de la eliminación, en el aeropuerto de Lisboa,
son ovacionados por centenares de hinchas que les brindan un recibimiento triunfal.
«Queremos decirle a Ronaldo que ha estado muy bien. Es el mejor jugador del mundo»,
dice un joven que acude al aeropuerto con un grupo de amigos. Sí, al final CR7 ha
conquistado el corazón de su pueblo. Un año y pocos meses más tarde vuelve a hacerlo.
El 19 de noviembre de 2013 en Solna, con un histórico hat-trick, Cristiano Ronaldo da la
victoria a Portugal ante Suecia en la repesca y clasifica a su selección para el Mundial de
Brasil de 2014. Y, de paso, gana su duelo personal con Zlatan Ibrahimovic, autor de los
dos goles suecos. Ganar la Copa del Mundo es un sueño para el número 7 de Portugal,
flamante Balón de Oro. Como lo es también para Messi y Neymar.
Lionel lo ha dicho una y otra vez: su gran ambición, su reto universal es proclamarse
campeón del mundo con Argentina. Después de haber obtenido todos los galardones
individuales y con su club posibles, el Mundial de Brasil es su ocasión para convertirse
en el mejor futbolista de la historia, para ser mejor que Maradona y para conquistar, de
una vez por todas, a su país, que al principio no le ha reconocido sus méritos. Ahora Leo
es el hombre clave en el grupo dirigido por Alejandro Sabella, es el capitán y la voz
cantante del equipo. Pero lo de Messi con la selección absoluta no ha sido un camino de
rosas. Veamos. 2006, Mundial de Alemania. Después del éxito del rosarino con la Sub-
20 en el Mundial de Holanda, José Pékerman, el seleccionador, lo ha incluido en la lista
de los veintitrés convocados. Los argentinos han puesto muchas esperanzas en él, desean
que confirme, con la camiseta de la absoluta, las maravillas que se cuentan en Europa
sobre el heredero de Maradona. Desde los tiempos del «Pibe de Oro» sueñan con un
jugador diferente, espectacular, mágico y al que puedan amar y venerar como lo hicieron
y hacen aún con Diego. Multinacionales y empresas argentinas han apostado por él para
aprovechar el efecto mundial. Pero Lionel tiene solo dieciocho años y es necesario
recordar que, desde los años treinta, ningún jugador de la «Albiceleste» ha saltado al
campo para disputar una fase final con esta edad. Maradona a los dieciocho años ni
siquiera fue convocado por César Luis Menotti para el Mundial de Argentina 78.
Leo ve desde el banquillo el primer partido ante Costa de Marfil. En la decisión de
Pékerman pesan la edad y una lesión. Messi se ha recuperado pero, al parecer, todavía
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tiene molestias musculares. Contra Serbia y Montenegro, en el estadio de Gelsenkirchen,
el 16 de junio, Messi vuelve de nuevo al banquillo. Pero, en el minuto setenta y cuatro,
hace su debut en el torneo. Entra en sustitución de Maxi Rodríguez. Minuto ochenta y
siete: Tévez, Crespo, de nuevo Tévez, que alarga el balón para Messi, quien llega a toda
velocidad por la banda derecha. Supera al defensa y, colocándolo entre el palo y la mano
del portero, marca el sexto gol de Argentina. Después se para y señala con el dedo a
quien le ha ofrecido el regalo. Crespo va a abrazarlo; estalla el delirio en las gradas. Esta
vez el debut es espléndido y el míster alinea a Messi como titular en el último partido del
grupo C contra Holanda, intrascendente porque ambos equipos ya están clasificados para
octavos. Entre el público hay una gran expectación. ¿Qué maravillas mostrará esta vez
Lionel? Si en quince minutos ha causado estragos, quién sabe qué hará en noventa. Sin
embargo, no es su noche, su presencia sobre el terreno de juego es intrascendente.
El 24 de junio, el día de su decimonoveno cumpleaños, Leo vuelve a ser espectador
durante ochenta y cuatro largos minutos en el choque contra México. Cuando entra en
sustitución de Saviola el resultado es 1-1. Se va a la prórroga. Y aquí el chico de Rosario
cambia el ritmo del partido. Maxi Rodríguez suelta un zurdazo que se cuela por la
escuadra y Argentina se clasifica para cuartos de final. En Berlín, el 30 de junio, se
enfrenta a la selección anfitriona, Alemania. Ciento veinte minutos de juego, de los que
Leo Messi no disputa ni uno. Es el enigma, la polémica de un choque que acaba con la
eliminación de Argentina en la tanda de penaltis (4-2, después de haber llegado al final
del tiempo reglamentario con 1-1 en el marcador). ¿Por qué Pékerman no lo saca? Si
hubiese entrado en el campo, dice la vox populi, Argentina habría cerrado el partido
antes de llegar a los tiros desde los once metros. Messi se habría encargado de
revolucionar el encuentro. «La gente esperaba que Messi fuera el gran Maradona de este
Mundial, pero él solo estaba dando los primeros pasos en un muy buen equipo como era
Argentina. Espero que esta experiencia le sirva para el futuro», dice el cuestionado
Pékerman. Y Leo Messi ¿qué opina?: «Pékerman decidió que fuera así… Había
jugadores como Saviola y Crespo que lo estaban haciendo muy bien y ya está».
Cuatro años después, en Sudáfrica, quien manda en la «Albiceleste» es Diego
Armando Maradona. «El Pelusa» mima a su discípulo y la víspera del torneo explica:
«Yo pienso que Messi es el mejor del mundo. Y es argentino. Ya le dije a los
muchachos: “Si la pelota pasa por Leo, vamos a tener muchas más posibilidades”. Les
tengo que meter en la cabeza que son un equipo y que tenemos a Messi para que pueda
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ser el mismo que en el Barça. Messi sabe que los compañeros esperan que sea la frutilla
del postre. Él tieneque ser líder de la pelota». Lionel está a la altura de tanto piropo en el
Ellis Park de Johannesburgo, el sábado 12 de junio de 2010, contra Nigeria. Es el mejor
de Argentina. Al final del partido, ganado gracias a un testarazo del defensa Gabriel
Heinze, Maradona se abalanza sobre Lionel, lo alza en sus brazos, lo aprieta contra su
pecho, contra su traje con corbata digno de un filme de Quentin Tarantino y, con
vehemencia, lo besa. Al día siguiente, durante la rueda prensa, «la Pulga» explica: «En la
selección no era yo mismo, no era el que era en Barcelona y lo notaba. Pero siempre tuve
el respaldo de Diego y todo eso lo cambié gracias a la confianza de mis compañeros.
Acá voy a demostrar lo que soy y tengo que seguir por este camino. Me encantaría que
en mi país me quieran como lo hacen en el Barcelona». Sí, parece que esta vez, por fin,
Leo va a conquistar a la afición argentina que lo ha mirado de reojo porque es el único
de la selección que no ha jugado ni un minuto en un equipo de la Primera División de su
país; porque con la «Albiceleste» nunca ha estado al nivel del Barcelona; porque hasta el
momento no ha sido el líder, el comandante en jefe, el nuevo Maradona. Contra Grecia,
último partido de la fase de grupos, Maradona ha reservado una gran sorpresa a su
número 10: por primera vez llevará el brazalete de capitán. Es la consagración que Leo
tanto esperaba. Argentina vence, por 2-0, un partido duro y condicionado por el frío, y se
planta en los octavos de final con tres victorias. Pasa de selección condenada al ridículo
a favorita para alzarse con la victoria final.
El 27 de junio el conjunto argentino gana a México por 3-1; derrota a los hombres
dirigidos por Javier Aguirre con oficio y experiencia. Messi no marca ningún gol.
«Tengo que meter un doble contra Alemania o nada», bromea al final del partido el 10
de la selección. No será así. En cuartos de final la «Mannschaft» de Schweinsteiger,
Müller, Özil, Khedira y Kross pasa por encima de Argentina. Fracasa la apuesta táctica
de Maradona, que alguien había definido como revolucionaria, y también se estrella
Messi justo en el partido más importante. Lejos de la portería, Lionel suma hasta doce
pérdidas de balón y ninguna recuperación. Se desespera porque sus compañeros no lo
abastecen en las pocas ocasiones en las que los alemanes le dejan espacio.
Acaba en tierra de nadie. Hundido. Su balance en el Mundial es triste. Ha disputado
cinco partidos, ha rematado más que nadie (treinta veces en total, doce a puerta y dos al
palo), pero no ha marcado ni un solo gol. Un día más tarde, la prensa argentina titula:
«La selección se fue humillada del Mundial. La peor caída desde el 74» (Clarín),
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«Alemania desnuda a Argentina» (La Nación), «Messi sin goles ni gloria» (Olé), «El
llanto de Messi. El llanto de Argentina» (Perfil). Tras el partido, Lionel no habla; no
dice, como Maradona, «esto es lo más duro que me tocó vivir. Es una trompada»; deja
solo sus lágrimas. Varios días después, deja unas pocas líneas en Tencet, un blog
traducido al mandarín: «Me siento realmente mal, quiero volver a casa. No jugamos bien
el partido, no cumplimos con las expectativas de mucha gente y tenemos que comenzar
desde el principio». El principio es un nuevo seleccionador, Sergio «el Checho» Batista,
y el reto es la Copa América 2011 que Argentina disputa en casa. Sin embargo, se
produce otro sueño frustrado, otro fracaso nacional, como escribe Olé: el 16 de julio de
2011 en Santa Fe, Uruguay echa a Argentina, en su propia cancha, de la que tenía que
ser «su» Copa. La tanda de los penaltis manda a casa a Leo Messi que, como ocurrió en
el Mundial de 2010, no ha marcado ni un solo gol en los cuatro partidos disputados.
«Otro fracaso nacional», escribe Olé, como en la Copa América de 2007, cuando, bajo la
batuta de Alfio «el Coco» Basile y con Messi, Argentina pierde por 3-0 contra Brasil en
la final del torneo. Y Messi recibe las críticas de la prensa: «Hizo poco para que la
historia fuera diferente. Leo, sin vértigo, ni fútbol, resultó cercado por la marca brasileña
y quedó encerrado en su laberinto», sentencia Clarín.
Son muchas las desilusiones de Leo con la «Albiceleste»; la única felicidad le llegó en
los Juegos Olímpicos de Pekín. En la semifinal, Argentina anula, humilla y se burla de
Brasil. Agüero, con dos goles y la participación en el tercero (le hicieron un penalti que
transformó Riquelme), pone en evidencia la pobreza del equipo de Dunga y la
decadencia de Ronaldinho. Leo, sin impresionar, gana el duelo con «Ronnie», su amigo,
su mentor, su excompañero de equipo. Es feliz. Ronnie en cambio solo quiere
esconderse, desaparecer de la faz de la Tierra. «Estoy triste, muy triste», dice después.
Leo va a consolarlo y vuela hacia el oro. El 23 de agosto de 2008, en el Estadio Nacional
de Pekín, el «Nido de Pájaro», Argentina gana a Nigeria con un gol de Ángel Di María,
el exjugador del Rosario Central, hoy en las filas del Real Madrid. Messi, abrazado al
«Kun» Agüero, festeja el sueño alcanzado.
Un sueño que para Neymar se esfuma en los últimos noventa minutos. Durante los
primeros cinco partidos del torneo olímpico de Londres 2012, el hoy número 11 del
Barcelona ha estado imparable. Ha marcado tres goles, ha dado cuatro asistencias y es el
segundo goleador del equipo, por detrás de Leandro Damião, que ha hecho diana en seis
ocasiones. Neymar está satisfecho con su actuación hasta el momento, aunque se resta
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mérito y afirma que su función es la misma que la de los demás: ayudar a conquistar el
único título que le falta a Brasil: la selección más laureada del mundo nunca ha ganado
en una Olimpiada la medalla de oro en fútbol. Lo han intentado sin éxito Ronaldo,
Rivaldo, Bebeto y Ronaldinho. Parece que esta vez en Londres será la definitiva, pero,
finalmente, llega la decepción. El 11 de agosto de 2012, México gana el oro y Brasil
pierde su tercera final olímpica, como en 1984 contra Francia y en 1988 contra la Unión
Soviética. Mientras los mexicanos lo celebran, Neymar llora desconsolado sobre el
césped de Wembley. Al día siguiente, la prensa habla de rendimiento negativo del
garoto de Mogi das Cruzes. Subraya el segundo fracaso del jugador tras la Copa
América de 2011, cuando la selección brasileña es eliminada en cuartos de final por
Paraguay en la tanda de penaltis. Y hay quien duda del número 11 de la «Canarinha» con
vistas al Mundial de Brasil. Su trayectoria en la seleçao, que había empezado de manera
fulgurante, parece haberse estancado. Las críticas de los medios y de los aficionados se
intensifican en 2013. Ney lleva una racha negativa con la camiseta verde-amarela, no
marca como suele hacer con el Santos. La gente comenta que está más pendiente de su
peinado, de sus compromisos publicitarios o del fichaje con el FC Barcelona que de
brillar con la selección nacional. Sin embargo, Neymar demuestra que todo eso es una
falsedad en la Copa Confederaciones de 2013. El 15 de junio, en el primer partido contra
Japón celebrado en Brasilia, Ney, con el número 10 en la espalda, marca su primer
golazo a los tres minutos. Marcelo centra desde la izquierda, Fred la detiene con el pecho
y Ney, mientras el balón todavía está en el aire, dispara con la derecha e introduce el
esférico en la red, a noventa y ocho kilómetros por hora. Un gol que será candidato al
Premio Ferenc Puskás de la FIFA.
El 19 de junio de 2013, antes del segundo partido, el nuevo delantero del Barcelona
respalda las protestas y manifestaciones que recorren todo Brasil. Escribe en su cuenta
de Facebook: «Triste por todo lo que está ocurriendo en Brasil. Siempre he esperado que
no fuera necesario llegar al punto de tener que salir a la calle para exigir mejores
condiciones de transporte, salud, educación y seguridad. Todo es OBLIGACIÓN del
Gobierno. Mis padres han trabajado mucho para darnos a mi hermana y a mí una mínima
calidad de vida… Hoy, gracias al éxito con el que me honráis, esto puede sonar a
demagogia, pero no lo es: alcemos las banderas a favor de las manifestacionesque están
teniendo lugar en todo Brasil. ¡Soy BRASILEÑO y amo a mi país! Tengo familia y amigos
que viven en Brasil. ¡Por eso yo también quiero un Brasil más justo, más seguro, más
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sano y más HONESTO! La única forma en que puedo representar y defender a Brasil es
jugando a fútbol. Pero, a partir de este partido contra México, saldré al campo inspirado
por esta movilización popular». Está inspirado, no hay duda. Marca la diferencia y no
solo contra México, sino también contra Italia y Uruguay. Lleva a Brasil a la final de Río
de Janeiro. La que todos esperaban: Brasil contra España, campeona de Europa y del
mundo. Minuto cuarenta y cuatro de la primera parte, Oscar y Neymar arman un
contraataque fulminante y vertical. En el borde del área, Oscar se detiene con el balón,
Neymar retrocede para no caer en fuera de juego y le pide la pelota a su compañero.
Recibe en el extremo del área, prepara el disparo y con la izquierda suelta un cañonazo
que penetra justo bajo el larguero de Iker Casillas. Es un gol sensacional, y el número 10
lo celebra arrojándose a los brazos de la torcida. Es su cuarto gol en la Copa
Confederaciones y el mazazo que pone de rodillas a los campeones del mundo. 3-0 es el
resultado final. Maracaná es una fiesta. Y Neymar, feliz, puede posar para la foto de
recuerdo con la medalla de campeón y tres trofeos: la Copa Confederaciones, el Balón
de Oro al mejor jugador y la Bota de Bronce al tercer máximo goleador del torneo.
Ahora, avalado por aquel triunfo en la Copa Confederaciones, Brasil aspira a
reencontrarse con un título que no gana desde Japón y Corea, hace ya once años, cuando
en un mismo equipo coincidieron Ronaldo, Rivaldo y Ronaldinho. Es, sin duda, una de
las grandes favoritas para el Mundial, y Neymar espera poder festejar en Río de Janeiro,
el domingo 13 de julio de 2014, el título de hexacampeón del mundo. Pero quién sabe si
antes tendrá que verse cara a cara con Cristiano Ronaldo o Lionel Messi.
Los tres tienen alguna cuenta pendiente en sus respectivos equipos nacionales y,
ahora, el Mundial de Brasil les ofrece una nueva oportunidad de resarcirse, de enterrar
fantasmas del pasado y de demostrar por qué son los mejores. El camino hasta aquí no
ha sido fácil para ninguno de ellos. Todos han vivido algún momento difícil con la
camiseta nacional y han sido cuestionados por su juego, su actitud o su falta de gol.
También todos han remontado, han llevado a sus selecciones a la victoria y han
protagonizado momentos épicos. Pero necesitan más. Neymar deberá mostrar la misma
determinación que el chaval que marcó en su debut con la «Canarinha», confirmar que
sigue siendo el jugador de la Copa Confederaciones, que la polémica por su fichaje por
el Barcelona no le ha pasado factura, que ha madurado. Messi y Cristiano están
obligados a confirmar su valía como capitanes, a dar ejemplo, a no dejarse abatir por las
circunstancias adversas como les ha sucedido en más de una ocasión en el pasado. Toda
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la presión recae sobre ellos; todos los ojos, todas las cámaras analizarán cada uno de sus
movimientos. Están acostumbrados, lo viven cada vez que juegan un partido con sus
clubes, pero en la Copa del Mundo las expectativas se multiplican. Es el título más
deseado, el único que le falta a Messi. Si lo consigue, el número 10 del Barça «se
convertirá en una leyenda», en palabras de Ronaldo Luís Nazário de Lima. Los
pronósticos y apuestas le son favorables al colocar a Argentina como una de las más
firmes candidatas a alzarse con el trofeo de la FIFA. Lo mismo pasa con Brasil y Ney,
quien afronta en casa su primer Mundial. Cristiano Ronaldo, sin embargo, llega con
cierta desventaja. Tras clasificarse en la repesca, su selección no está incluida entre las
favoritas; aunque, conociéndole, el jugador lo dará todo sobre el terreno de juego para
que Portugal dé la sorpresa.
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Estilo y virtudes
 
 
Una línea recta, un zigzag, una elipsis. Con la geometría casi parece fácil definir, en
una sola palabra, un estilo de juego. Tal y como decía el escritor Manuel Vicent,
«Cristiano Ronaldo sigue la tesis de Euclides: la línea recta es el camino más corto entre
dos puntos, que este jugador recorre a una velocidad uniformemente acelerada hasta que
estallan juntos su cuerpo y el gol». Para llegar a la portería contraria, Lionel Messi
dibuja una serie de líneas en el campo que forman alternativamente ángulos entrantes y
salientes. Neymar, por su parte, es la ejemplificación de una elipsis. «Una curva
simétrica, una figura retórica, un estilo de juego que consiste en crear formas no lineales,
espacios imprevistos, empleando el regate como procedimiento decisivo. Tan pronto
sirve para crear una penetración en el espacio del adversario como se convierte en puro
valor estético», explica José Miguel Wisnik, músico, compositor y ensayista brasileño.
Hablando de estética, Eduardo Gonçalves de Andrade, más conocido como Tostão,
uno de los grandes de la historia futbolística brasileña, define el estilo de Neymar como
«barroco», mientras que el de Messi lo califica de «minimalista». ¿Por qué? Porque
Lionel «hace pocos gestos, solo los que son absolutamente necesarios para hacer algo
extraordinario. Neymar es más teatral, más recargado, más decorado; busca siempre
ofrecer espectáculo, se divierte demostrando su habilidad con el balón». Tostão compara
Pelé a Messi y Maradona a Neymar: «“O Rei”, al igual que Leo, posee una increíble
capacidad de síntesis de la que Neymar carece. Síntesis en el sentido de buscar el gol con
pocos movimientos. Jamás he visto a Pelé hacer un regate de más. Se deshacía de los
rivales con el único propósito de llegar a la portería, como Messi. Su juego era esencial.
Maradona, al contrario, amaba exhibirse, mostrar su habilidad con el balón en los pies».
¿Y Cristiano? Por su búsqueda obsesiva de la perfección absoluta responde a los
cánones estéticos del clasicismo. Sí, Cristiano ha ido depurando su estilo, ha eliminado
gradualmente cualquier elemento antológico para llegar a la forma perfecta, a la más útil
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en un terreno de juego, para ganar. Cristiano Ronaldo y Lionel Messi demuestran con su
estilo ser un modelo futbolístico global. CR7 es el fruto de la evolución que el jugador
ha vivido al pasar del Sporting al Manchester United, de una escuela lusitana a la
anglosajona. Messi demuestra en cada momento su argentinidad y, al mismo tiempo, su
pertenencia a una cultura y a un estilo de juego profundamente barcelonista.
Neymar es el último representante (en sentido cronológico del término) de la gran
tradición brasileña, de aquel fútbol que Pier Paolo Pasolini, director, escritor y gran
apasionado del balón italiano, definía en un ensayo de 1971 como «fútbol de poesía», en
oposición al «fútbol de prosa» practicado en Europa. Neymar es la fantasía, Messi es la
magia, Cristiano es la fuerza aplicada a la técnica. Los tres comparten una virtud
primordial, algo que en la dirección empresarial se llama el «efecto Gretzky». Wayne
Gretzky, canadiense, ha sido uno de los mejores jugadores de hockey de todos los
tiempos. Cuando se le preguntaba cuál era su secreto, respondía: «Es muy fácil. Patino
hacia donde va a ir el puck, no hacia donde está ahora». Dicho con las palabras de
Betinho, primer entrenador de Neymar: «Su mente veía lo que podía ocurrir antes que
los demás. Siempre iba un paso por delante. Sabía adónde iba el balón y cómo
reaccionaría el rival». Esto significa tener capacidad de anticipación, adelantarse al
contrario, prever sus movimientos, impedir que llegue a su objetivo y marcar la
diferencia. Algo fundamental, no solamente en el fútbol. Messi, Cristiano y Neymar lo
hacen cada uno con sus virtudes particulares.
Leo Messi tiene un control del balón impresionante, siempre pegado al pie izquierdo.
Se mueve bien, con o sin pelota, en los espacios pequeños. Y se revuelve en un pañuelo.
Nunca sabes adónde irá, si a la derecha o a la izquierda. «Es uno de los pocos jugadores
del mundo que conduce la pelota sin mirarla y esto le permite ver al contrario,a los
compañeros y dar el pase impensado. Esto puede hacerlo porque mira a la cancha y pasa.
Y, además, tiene pensamiento corporal. Es mente y cuerpo. Todo a la vez. Tiene el
mismo don que tenían Pelé, Maradona o Di Stéfano. Es la velocidad del orden, del
cerebro a las piernas. Messi tiene una idea y ¡pic! ya está hecha», explica Roberto
Perfumo, «el Mariscal», exzaguero del River, Racing y Cruzeiro, uno de los mejores
defensas del fútbol argentino, comentarista y psicólogo social. Estas virtudes han llevado
al médico holandés Pieter Medendorp, de la Universidad Radboud de Nimega, a estudiar
el cerebro de Messi para comprender cómo se toman decisiones en fracciones de
segundo. «Messi —comenta Medendorp— decide si correr, saltar o chutar en un instante
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y queremos averiguar cómo hace esto su mente. ¿Qué hace que opte por una cosa y no
por otra? En el campo, Messi sabe dónde se encuentran los demás y, en ese momento,
decide no solo cómo zafarse de un marcaje o hacia dónde ir, sino también qué pie
utilizar y qué hacer con el balón». Pensamiento corporal aparte, está la velocidad: Messi
es muy preciso a máxima velocidad, cosa nada fácil ya que, muchas veces, la velocidad
conduce al atropello. Arrancada explosiva, aceleración, velocidad punta en espacios
reducidos, regate, giro eléctrico, asistencias, llegada, gol, capacidad de inventar siempre
algo nuevo y de asociarse, de buscar apoyos y paredes, de jugar para el equipo. Algo que
ha aprendido con el tiempo, porque nació individualista. Es el chico que en el campito de
la escuela sabe que es bueno y a los compañeros les dice: «Dame el balón que quiero
jugar, quiero divertirme».
Lo mismo que hacía de pequeño Cristiano Ronaldo y que, algunas veces, sigue
haciendo en el campo cuando reclama a voces y con gestos evidentes el pase del balón
para resolver el partido. También hay que decir que el portugués ha madurado mucho
desde los primeros tiempos en el Manchester United. Ahora se asocia mejor con el resto
de compañeros, se compromete más en defensa y sabe leer mejor los partidos. Pero sus
cualidades no han cambiado, solo se han incrementado. Físico portentoso, estructura
muscular equiparable a la de un atleta de élite, velocidad que nada tiene que envidiar a
un Usain Bolt, capacidad de elevación descomunal, potencia de tiro, disparo con las dos
piernas en carrera, regate en corto y en largo y, sobre todo, un golpeo del balón terrible,
que imprime a la pelota un efecto descomunal, no solo cuando tira faltas «versión
tomahawk», sino también cuando dispara en un lance del partido y logra que el esférico
describa una parábola muy complicada para un portero. Sí, Cristiano es un goleador
maravilloso. Voraz, siempre hambriento, siempre dispuesto a mejorar, a empezar una y
otra vez la pugna. «Para él no hay victorias ni derrotas eternas, todo comienza de nuevo
después de un partido», afirma Álvaro Pereira, uno de sus entrenadores en la Academia
del Sporting . Y añade: «Cristiano es cincuenta por ciento cerebro y cincuenta por ciento
pasión por el entrenamiento, por el fútbol y por la profesión».
Y de Neymar, ¿cuál es la virtud que más impresiona? Muricy Ramalho, exentrenador
del Santos, no tiene dudas: «Su capacidad de hacer cosas que nadie imagina. En el
fondo, un crack es justamente eso: la jugada inesperada, la improvisación, la inventiva.
Cuando todo el mundo piensa que irá hacia un lado, él va hacia el otro; eso es lo que
ocurre con Neymar y por eso es tan decisivo. El defensa está convencido de que tratará
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de superarlo por la izquierda y él, en cambio, se inventa una vaselina. Improvisa, no
sigue las normas establecidas. Es capaz de salir de situaciones difíciles cuando nadie
daría nada por ello». De la misma opinión es José Miguel Wisnik. «Neymar —dice—
posee un repertorio de regates formidable, un repertorio que sorprende por su inventiva,
por su novedad. Algo inesperado, imprevisto. Además, posee una gran visión de juego,
sirve pases certeros y tiene una gran capacidad para culminar. No es un simple
regateador, no tiene una relación puramente retórica con el regate. Su estilo es
tecnológicamente avanzado, ornamentado, pero fulminante». A todo eso hay que añadir
la alegría de tocar a bola, del jogo bonito. Messi y Cristiano la comparten. Y es algo
fundamental, es una característica de todos los grandes campeones del presente y del
pasado. Sin pasión por el juego, sin la locura del balón, sin el amor por el fútbol, sin la
capacidad de volver a ser niños emocionados con el juguete preferido incluso la
profesión de futbolista se vuelve aburrida.
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Claves del éxito
 
 
Cuenta Rodrigo, el hermano de Leo, que «cuando tenía cinco o seis años no había otro
regalo que pudiera hacerlo tan feliz como una redonda. Como todos los niños, Leo
estaba loco por el fútbol. Todos los chiquillos quieren ser futbolistas, pero él ha sabido
ser fiel a su pasión y ha buscado su sueño. Porque su felicidad pasaba y pasa por el
fútbol. La diferencia conmigo, que era delantero, es que Leo tiene una cualidad que yo
no tenía: mucha voluntad, ha trabajado mucho y ha hecho muchísimos sacrificios para
llegar a ser lo que es».
Dice Jorge Mendes, el representante de Cristiano desde que este tenía dieciséis años y
jugaba en el Sporting de Lisboa, en una entrevista al periódico español ABC, que la vida
del jugador «es un ejemplo de voluntad y de esfuerzo que deben conocer los niños que
desean ser deportistas. Se levanta muy pronto y se marcha al entrenamiento. Después,
come. Tiene una alimentación cuidada y equilibrada para rendir al máximo. Por la tarde
dedica horas a estar con su hijo, Cristiano Júnior. Duerme la siesta con él. Luego se pone
a nadar en la piscina, una o dos horas. Siempre haciendo ejercicio, cuidándose. Y tras
cenar ligero, se va a dormir muy pronto, a las once. Es un enorme profesional. Nadie es
más profesional que él. Pueden igualarle, pero nadie puede superarle en dedicación. Es
admirable esa pasión y esa entrega. Es increíble su profesionalidad y su sacrificio. Nunca
está conforme. Siempre quiere más, llegar más alto. No es de los que piensan: “Ya he
llegado muy arriba, ya vale”. No. Se entrena diariamente para ser mejor futbolista».
Recuerda Reginaldo Ferreira de Oliveira, conocido como Fino, entrenador de Neymar
en la Portuguesa y en fútbol sala del Liceu, que «a Juninho le encantaba jugar y siempre
ha querido ser el mejor. El mejor de la calle, del barrio, de la ciudad, luego del estado,
después del país y ahora quiere ser el mejor del mundo. Cada día quiere más y esto ha
sido así desde que era pequeño».
En pocas palabras, Rodrigo Messi, Jorge Mendes y Fino explican las cualidades que,
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talento aparte, se necesitan para llegar tan lejos. O, mejor dicho, las claves del éxito de
tres campeones. Vamos a desglosarlas. En primer lugar, son fieles a una pasión. La
pelota es el juguete preferido de Leo, Cristiano y Neymar; a los tres les encanta jugar,
aman el fútbol pero, a diferencia de millones de niños, tienen ilusión por llegar a ser
algún día profesionales. Y, todavía más importante, saben perseguir su sueño. Esto
significa tener una gran fuerza de voluntad para superar etapas muy duras, como
sucedió, en el caso de Messi, durante sus primeros años en España; o en el de Cristiano
en sus inicios en Lisboa y a raíz de la muerte de su padre. Fuerza de voluntad y
sacrificios. Uno de los más grandes, sin duda, ha sido renunciar a una adolescencia
normal para dedicarse a entrenamientos y partidos. Decía tiempo atrás Celia Cuccittini:
«Como madre, le pido a Dios que sea feliz, que viva la vida, porque Leo todavía no ha
vivido. Se ha dedicado y se dedica al fútbol en cuerpo y alma. No ha podido hacer
muchas cosas que hacen los jóvenes de su edad».
Y llegamos al tema trabajo, mucho trabajo. «Para llegar a tener éxito hay que trabajar
más que los otros», explicaba en 2009 Cristiano Ronaldo al recién llegado Karim
Benzema. No hay duda de que CR7 se aplica a sí mismo este consejo. «Ronaldo es el
futbolista con mayor talento y mayor capacidad detrabajo que he tenido la suerte de
entrenar», declaraba sir Alex Ferguson, su entrenador en el Manchester United. Y no es
el único, todos los técnicos del número 7 madridista se han dado cuenta de ello. El
último, Carlo Ancelotti. Recién llegado a Madrid, el técnico italiano se ha quedado
impresionado con la capacidad de esfuerzo y de trabajo diario del delantero. Cristiano es
uno de los primeros en llegar a Valdebebas y es raro el día que no permanece un rato
más tras el entrenamiento para perfeccionar algún aspecto de su juego. La misma
seriedad aplica en recuperarse tras un partido. Gimnasio, fisio, sesiones de contraste de
agua fría y caliente, criosauna y largos en su piscina. Todo para cuidar su físico, su
musculatura y evitar lesiones. Pero no es algo nuevo. Cuando era un chaval se lo
encontraban a la una de la madrugada en el gimnasio de la Academia del Sporting
haciendo pesas sin autorización. En la habitación hacía abdominales y flexiones, y se
entrenaba con pesas en los tobillos para fortalecerlos y mejorar su regate. Cuando sus
compañeros se van a la ducha después del entrenamiento, él se queda en el campo
ensayando libres directos contra una barrera de picas. Lo mismo cuenta Alcides Magri
Júnior, entrenador de Neymar en el equipo de fútbol sala del Gremetal: «Me acuerdo de
que cuando terminaba los entrenamientos, Neymar pasaba por la secretaría técnica y Edy
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le decía: “Eh, garoto, vete a comer con los demás”, pero él no hacía caso y seguía
peloteando por su cuenta».
Trabajar duro para cumplir un sueño, para mejorar cada día, para aprender, para
progresar, para ser el mejor del barrio, del equipo y del mundo, y para continuar
siéndolo. Porque, como dice un anuncio protagonizado por el tenista suizo Roger
Federer, para ser el mejor no basta con tener éxito, hay que demostrarlo una y otra vez.
Y hay que mantenerse en la cumbre, allí arriba. Para hacerlo, lo más difícil: se necesita
cabeza y gran profesionalidad. La profesionalidad que impone cuidar de tu cuerpo.
Ronaldo, por ejemplo, no fuma, no bebe alcohol y su alimentación está rígidamente
controlada. La profesionalidad que te hace dedicarte a tu trabajo sin que nada pueda
desconcentrarte. En esto ayuda, y mucho, un entorno favorable: la familia, los buenos
amigos, que te apoyen y te mantengan en el «buen camino». Que no siempre sean
aduladores a cualquier precio. En definitiva: alguien que te permita mantener los pies
bien anclados al suelo. ¿Cuántas veces ha repetido Cristiano Ronaldo que su familia es
un pilar en su vida? Y Neymar añade: «No puedo prever el futuro pero sé que mi familia
siempre estará conmigo».
Y esto no es todo. Falta algo muy importante que marca la diferencia, lo que distingue
a un gran campeón de un futbolista normal: el hambre de victoria, las ganas de ganar,
siempre, en cualquier condición, contra cualquier adversario, en cualquier juego.
«Ronaldo era decidido en todo lo que hacía —recuerda Leonel Pontes, tutor de Cristiano
en la Academia del Sporting—. Quería ser el mejor en todo: ping-pong, tenis, billar,
futbolín, dardos, atletismo, en el uno contra uno o en la velocidad. Su equipo siempre
tenía que ganar. Y él tenía que ganar en cualquier deporte que practicara. Pienso que es
una de las cosas que lo han llevado a donde está.» El mismo impulso y la misma
determinación que han llevado a Messi y a Neymar a la cumbre.
63
 
Duelos
 
 
El deporte, desde siempre, ha vivido y vive de los duelos. Los cara a cara son el pan de
todos los días que apasiona y divide a los aficionados de medio mundo. Muhammad Ali
versus Joe Frazier, Alain Prost vs. Ayrton Senna, Phil Mickelson vs. Tiger Woods, John
McEnroe vs. Björn Borg, Magic Johnson vs. Larry Bird, Roger Federer vs. Rafa Nadal,
Valentino Rossi vs. Max Biaggi, Carl Lewis vs. Ben Johnson, Serguéi Bubka vs. Thierry
Vignerony esto por recordar tan solo algunos. La lista podría continuar. Pero en el fútbol
nunca se ha dado el caso de que los más grandes tuvieran enfrente a quien pudiera
hacerles sombra. Ni Pelé, ni Cruyff, ni Maradona, ni Di Stéfano han coincidido en la
misma época. Ahora sí, ahora hay un duelo personal entre Lionel Messi y Cristiano
Ronaldo, dos superestrellas que compiten desde que han empezado a despuntar en los
terrenos de juego. Un desafío por la corona mundial, por ser el número uno del mundo,
que se ha transformado en un cuerpo a cuerpo desde que el delantero portugués aterrizó
en la Liga española en 2009.
«No, no se trata de un duelo personal con Leo, cada uno intenta hacer su trabajo y
ofrecer lo mejor», dice el portugués. «Tiene razón, solo tratamos de hacerlo lo mejor
posible para que ganen nuestros equipos», admite el argentino. Sí, los dos han repetido el
mismo concepto muchas veces de forma diferente. Cristiano, por ejemplo, ha declarado:
«Yo no compito con Messi, compito conmigo mismo y con todos los equipos de la
Liga». Es verdad que Cristiano, ante todo, compite contra él mismo, pero no hay duda de
que Leo es su obsesión, su talón de Aquiles. No es casualidad que desde las gradas de
los estadios de España, de Chipre o de Bosnia los hinchas del equipo rival le griten:
«¡Messi, Messi, Messi!». Saben tocar su fibra sensible. Para Cristiano, Leo es un rival, la
comparación desde hace años, su adversario directo en la carrera para ser el mejor del
mundo. Cristiano ha llegado a la cumbre antes que Messi. En 2008, el número 7 del
Manchester United gana el Balón de Oro de France Football por delante del argentino.
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Además, conquista la Bota de Oro como mejor realizador de las Ligas europeas. «Nadie
podría discutir legítimamente que Ronaldo se ha convertido en el atacante más
devastador del mundo», sentencia The Guardian en su balance de la temporada 2007-
2008; un curso que ha visto a CR7 ganar su primer duelo directo con «la Pulga». Es
verdad que el 23 de abril de 2008, en la semifinal de la Champions League contra el
Barça celebrada en el Camp Nou, Cristiano falla un penalti a los dos minutos de juego.
Pero, aun así, los Red Devils, gracias a un solitario gol de Paul Scholes en el partido de
vuelta, vuelan a Moscú para ganar la Liga de Campeones.
La música cambia un año después. Messi pone su sello en la final de la Champions de
Roma y para Cristiano empieza una travesía por el desierto. «La Pulga» le quita su
posición de número uno. El argentino gana cuatro veces seguidas el Balón de Oro. De
este modo supera a grandes figuras de la historia del fútbol como Johan Cruyff, Marco
van Basten y Michel Platini, que lo han ganado tres veces. La frustración y el enfado de
Cristiano son evidentes cuando, el 7 de febrero de 2013, Lionel Messi, vestido con un
nada discreto esmoquin negro de lunares firmado por Dolce & Gabbana, sube al estrado
para recibir su cuarto Balón de Oro de manos de Fabio Cannavaro. El número 10 del
Barcelona se le ha adelantado otra vez, relegándolo a la segunda plaza. Dicho esto, es
fácil comprender la emoción y las lágrimas de CR7 un año después, cuando el 13 de
enero de 2014 reconquista el Santo Grial, el trofeo que le reconoce como mejor jugador
del mundo. Deja atrás a Messi. Y lo hace a pesar de no haber conseguido ni un solo
título en 2013. Gana el máximo galardón futbolístico solo gracias a su clase individual y
a sus sesenta y nueve goles. Balón de Oro aparte, CR7 contra Messi ya es un clásico de
la historia del fútbol, un duelo que en los últimos seis años ha ofrecido momentos
inolvidables. Los dos han sido líderes de sus respectivos equipos, protagonistas
absolutos de la Liga y del panorama futbolístico europeo.
Temporada 2009-2010, la primera de Cristiano con el Madrid: Leo acaba la Liga con
treinta y cuatro goles, es el Pichichi del torneo. Ronaldo es tercero con veintiséis tantos.
Messi, con cuarenta y siete goles en todas las competiciones, gana también la Bota de
Oro. En los dos clásicos es el argentino el que gana la partida, y el Barça se lleva la Liga.
Temporada 2010-2011: con cuarenta dianas en treinta y cuatro partidos de
campeonato, Cristiano Ronaldo se convierte en el Pichichi dela Liga, en el ganador de la
Bota de Oro europea y en una máquina de golear. Ha marcado más goles que algunos
equipos de la Primera División española. Supera los que han anotado el Sporting de
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Gijón (treinta y cinco), el Deportivo de La Coruña (treinta y uno), el Hércules (treinta y
seis) y el Almería (treinta y seis). Saliendo de España y comparando su actuación con
otros campeonatos, las cifras de Ronaldo siguen siendo de otra galaxia. El portugués, por
ejemplo, ha marcado dos goles menos que los que suman los dos futbolistas más
anotadores de la Premier League: Berbatov (Manchester United) y Tévez (Manchester
City), que han conseguido veintiún goles cada uno. Entre la Liga, la Copa del Rey y la
Champions, el crack portugués ha anotado cincuenta y tres goles, el mismo número que
Lionel Messi. Ambos han batido el récord de Puskás (cuarenta y nueve dianas en el
curso 1959-1960) como máximos goleadores en una temporada. Y, por tercer año
consecutivo, Messi ha sido, con doce tantos, el máximo goleador de la Liga de
Campeones; además de llevarse a casa la Liga, la Champions y el Mundialito de Clubes.
Cristiano se tiene que conformar con la Copa del Rey, su primer trofeo con la camiseta
blanca. Seis veces se ven cara a cara Cristiano y Messi: en cinco clásicos (dos de la Liga,
dos de las semifinales de la Champions y la final de la Copa del Rey) y en un amistoso
disputado entre Portugal y Argentina. Resultado: tres victorias para Leo, una para
Cristiano y dos empates.
Temporada 2011-2012: «La Liga no es cosa de dos equipos, es cosa de dos
jugadores», escribe Sport en su editorial en la víspera del Barcelona-Real Madrid del 21
de abril de 2012. El por qué se explica fácilmente: en los treinta y dos partidos de la
Liga, Ronaldo y Messi han marcado cuarenta y un goles cada uno, ambos han igualado
el récord histórico que estableció el luso en la temporada 2010-2011. El argentino llega a
la cita con cinco hat-trick, un póquer y seis dobletes. El portugués ha logrado siete hat-
trick y cinco dobletes. «Nunca se había visto nada igual. Jamás —concluye Sport— la
Liga española había tenido dos fenómenos de esta categoría.» Dos fenómenos que se
juegan la Liga en una noche. Hay que decir que Cristiano Ronaldo ha perdido el último
clásico liguero el 10 de diciembre de 2011, día en que el Barça acaba bailando al equipo
blanco (1-3) en el Bernabéu. Pero esta vez el luso será el ganador. Marca el 1-2 que vale
la Liga. Cristiano acaba con tres años de sequía del Real, y, como escriben los periódicos
de Madrid, «destrona» a Messi. El argentino, en todo caso, es el Pichichi de la Liga con
cincuenta goles; supera el récord establecido por Ronaldo justo el año anterior y a final
de temporada puede presumir de un total de setenta y tres tantos, que con el cierre del
año serán noventa y uno. Cristiano marca «solo» sesenta goles, cuarenta y seis en la
Liga. Es el primer futbolista de la historia en anotar cuarenta dianas, o más, en dos
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temporadas consecutivas de la Liga y el único capaz de marcarles a todos los equipos a
los cuales se ha enfrentado en este torneo.
La temporada 2012-2013 se abre con otro clásico: esta vez es la Supercopa de España.
La ida en el Camp Nou, el 23 de agosto de 2012, termina 3-2 a favor de los azulgrana.
Cristiano abre el marcador con un cabezazo. Messi, de penalti, mete el segundo para los
culés. Todo se decide seis días después en la vuelta en el Bernabéu. Ronaldo firma el 2-0
de los blancos, Messi aparece antes del descanso. Mete un gol de falta que,
inesperadamente, reabre el partido. Pero el Madrid aguanta y atrapa el primer título de la
temporada, dejando en la cuneta a Messi y el Barça. El 7 de octubre, tras la Supercopa,
toca otro clásico. Esta vez es en partido de Liga en el Camp Nou. Cristiano llega a la cita
con doce goles marcados, ocho de ellos en los últimos cuatro partidos, y con dos
tripletes: contra el Ajax en la Champions y contra el Deportivo de La Coruña en la Liga.
Leo Messi, su gran rival, suma diez goles en lo que va de temporada, pero en los últimos
tres encuentros no ha marcado. Esta vez ambos son puntuales en la cita con el gol. CR7
y Messi marcan dos tantos cada uno y protagonizan un partido de gran fútbol,
apasionante, de máxima intensidad, que no defrauda a una audiencia televisiva de
cuatrocientos millones de espectadores. «De otro planeta», titula Marca y añade: «Messi
y CR7 demuestran con sus dobletes por qué son los mejores del mundo». Al final de la
temporada, después de otro clásico que el Real gana en el Bernabéu por primera vez
desde la temporada 2007-2008, Cristiano alcanza los cincuenta y cinco goles en
cincuenta y cinco partidos. Messi, por su parte, llega a sesenta dianas en cincuenta
partidos. Con cuarenta y seis goles, el argentino gana su tercer trofeo Pichichi como
máximo goleador de la Liga y consigue su tercera Bota de Oro, hecho insólito en la
historia de este galardón.
Cristiano y Leo, un duelo infinito que, sin duda, hace mejor al uno y al otro; o al
menos así lo piensa CR7. «Messi y yo estamos en la misma competición, los dos
queremos lo mejor y nos ayudamos a superarnos», confiesa a France Football después
haber ganado su segundo Balón de Oro. Y para quitar hierro al asunto añade: «Por
supuesto que la competencia me ayuda a ser mejor, pero no solo con Messi, también con
otros grandes jugadores como Luis Suárez, Iniesta, Neymar, Gareth Bale, Diego Costa o
Falcao. Su nivel de juego mejora y yo también voy a mejorar». Nadie discute que será
verdad lo que dice el portugués, pero, por ahora, la competición y la rivalidad que hay
entre Messi y Ronaldo, con el permiso de Neymar, continúa. Y es la que fascina al
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mundo del fútbol, como nunca antes había pasado. ¿Quién ganará? El veredicto, en las
próximas entregas.
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La otra competición
 
 
«En la vida hay cosas más importantes que el dinero. Es importante, sí, pero no la
prioridad», dice Cristiano Ronaldo el día de la renovación de su contrato con el Real
Madrid. Es su comentario ante la posibilidad de convertirse en el futbolista mejor pagado
del planeta. Sí, porque la renovación que el portugués firma el 15 de septiembre de 2013
le otorga, según la lista que anualmente publica la revista francesa France Football, un
sueldo cercano a los diecisiete millones de euros netos, más medio millón de euros de
remuneración variable, por cada una de las próximas cinco temporadas (el contrato
expira el 30 de junio de 2018) que disputará con los merengues. En un período de crisis
donde los salarios bajan, Cristiano, al contrario del común de los mortales, consigue una
subida de sus emolumentos. Diecisiete millones de salario que le valen el primer puesto
entre los futbolistas mejor pagados de la Tierra. Con este nuevo contrato, Cristiano
supera a Leo Messi, que en el Barcelona gana al año doce millones y medio (más dos y
medio en concepto de primas). También hay que recordar que el argentino está pendiente
de renovar su contrato y Josep Maria Bartomeu, presidente del FC Barcelona (tras la
dimisión de Sandro Rosell), ya ha asumido que «el mejor jugador del mundo debe ser el
mejor pagado». El portugués se distancia del tercer clasificado, el sueco Zlatan
Ibrahimovic del PSG, que suma catorce millones y medio de euros, el mismo salario de
Neymar. Y, siempre según France Football, Ronaldo, Messi y Neymar copan la lista
2014 de los veinte futbolistas mejor pagados del mundo. Por encima de todos, Lionel
Messi: cuarenta y un millones de euros de beneficios, entre salario, primas y contratos
publicitarios. Le sigue Cristiano Ronaldo con treinta y nueve millones y medio y
Neymar con veintinueve. Messi es el quinto deportista con más ingresos en el mundo.
Solo le superan el golfista Tiger Woods (cincuenta y tres millones), el tenista Roger
Federer (cincuenta y uno y medio) y los jugadores de baloncesto de la NBA Kobe
Bryant (cuarenta y seis y medio), y LeBron James (cuarenta y cuatro).
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Sí, el dinero no lo es todo en la vida, pero ninguno de los tres bromea en este aspecto.
Según larevista estadounidense Forbes, gracias al nuevo contrato con el Madrid,
Cristiano Ronaldo, por ejemplo, se coloca en el octavo puesto de la lista de los
deportistas de equipo mejor pagados, un ranking encabezado por Aaron Rodgers
(quarterback de los Packers).
Que Cristiano es un auténtico recordman en materia de dinero ya lo sabe el
Manchester United. El 11 de junio de 2009 los Red Devils dicen «sí», en un comunicado
en su página web oficial, a la oferta de noventa y cuatro millones de euros del club de
Chamartín. El Manchester subraya que es una cifra de récord mundial. La más grande
que se ha pagado nunca por un futbolista. Ronaldo pasa a liderar la lista de los fichajes
más caros de la historia, por delante de Zinedine Zidane (setenta y cinco millones de
euros por su traspaso en 2001 del Juventus al Real Madrid); por delante de Kaká (del
Milan al Real Madrid por sesenta y cinco millones en 2009); y por delante de Luís Figo
(del Barcelona al Real Madrid en 2000 por sesenta y uno). La cifra pagada por el club
blanco causa un auténtico revuelo. Hay quien evalúa positivamente el traspaso y quien
está en contra de un gasto tan disparatado. Gerry Sutcliffe, ministro de Deportes y
Turismo del Gobierno británico, confiesa estar preocupado por la sostenibilidad de la
industria del fútbol: «Hay grandes negocios y mucho dinero, pero debemos asegurarnos
de que son viables porque no queremos ver a los clubes contra la pared». «Estos
traspasos son un serio desafío a la idea de juego limpio y equilibrio financiero de la
competición», declara Michel Platini, presidente de la UEFA, que considera excesiva la
oferta del Real Madrid y «muy desconcertante en un momento en que el fútbol se
enfrenta a problemas económicos cada vez peores». Joseph Blatter, el presidente de la
FIFA, al contrario, bendice estas operaciones: «Son magníficas inversiones porque la
crisis es mundial, pero el fútbol sigue en alza».
En España, Jaume Ferrer, vicepresidente del Barcelona y responsable del área de
marketing, asegura que «ningún jugador del mundo vale noventa y cuatro millones de
euros», y califica la cifra de irreal: «Está fuera del mercado. Cuando se pagan cantidades
tan grandes hace que otros clubes también puedan pedir cantidades enormes. Puede
haber una fuerte inflación del mercado». Florentino Pérez, el presidente del Real Madrid,
cierra el debate proclamando: «Estos fichajes, que parecen los más caros, son luego los
más baratos». Y Jorge Valdano, por aquel entonces director general del club, explica:
«Cristiano es una postal futbolística. Pagamos lo que pagamos porque los vale, los
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devuelve y con intereses. Son inversiones de un club que está en la industria del
espectáculo. Tener a Cristiano Ronaldo nos permite convertir el mundo entero en un
mercado y esto, en un momento de crisis, nos garantiza un potencial económico que de
otra manera no podemos tener». Una opinión compartida ampliamente en el club blanco.
Los directivos están convencidos de que los millones gastados en Ronaldo son una
inversión que dará sus frutos gracias al sold out en el Bernabéu, a las giras veraniegas, a
los derechos televisivos, al merchandising, a los patrocinadores. ¿Y qué dice CR7 a
propósito de los noventa y cuatro millones de su fichaje? Comprende que a la gente le
pueda llamar la atención este montón de dinero, pero añade: «A mí me hace sentir
orgulloso ser el futbolista por el que más se ha pagado en la historia del fútbol».
Cinco años después, Cristiano no es, al menos según fuentes extraoficiales, el
futbolista más caro de la historia. El traspaso del galés Gareth Bale del Tottenham al
Real Madrid en el verano de 2013 se acuerda en noventa y un millones de euros, según
la versión oficial, es decir, la de los directivos de la Casa Blanca. Pero fuentes próximas
al club inglés aseguran que la transferencia se cierra por 85,4 millones de libras
esterlinas, es decir, más de cien millones de euros, pagadas al contado y en una sola vez.
Una cantidad que supondría un récord absoluto en la historia de los traspasos deportivos,
pero una cláusula de confidencialidad compromete a ambas instituciones a no dar las
cifras de la compraventa.
Sobre el fichaje de Neymar Júnior, el 3 de junio de 2013, Josep Maria Bartomeu,
entonces todavía vicepresidente del club azulgrana, declara en la rueda de prensa de
presentación del brasileño: «Neymar nos ha costado cincuenta y siete millones de euros,
más de lo que habíamos establecido al decidir su fichaje [cuarenta millones]; ello se ha
debido a la intromisión de otros clubs, lo cual ha encarecido el precio. También hay que
tener en cuenta que el jugador ha llegado un año antes de lo previsto. La cifra se reparte
entre cuatro empresas: DIS, Teisa, N&N y el Santos, sin pagos a agentes ni
intermediarios, según nuestra costumbre». Bartomeu no da más datos. Acogiéndose a
una cláusula de confidencialidad, no explica cuál es el reparto porcentual de esos
cincuenta y siete millones; aunque, sea como fuere, la cifra sitúa a Neymar en segundo
lugar, por detrás de Ibrahimovic, en la cuenta de gastos del club catalán. Solo dice que se
han abonado diez millones de euros de adelanto y que el resto se pagará en tres años a
las cuatro empresas titulares de los derechos federativos y económicos del crack. Las
preguntas relativas a la cuestión pecuniaria no se hacen esperar, pero la respuesta es
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siempre la misma. El tema da que hablar, y mucho, tanto en España como en Brasil.
Fuentes cercanas a la operación sostienen que la suma del traspaso ha superado los
setenta o setenta y cinco millones de euros, treinta y dos de los cuales habrían ido al
Santos, sin contar los ingresos correspondientes a dos amistosos (uno en el Camp Nou y
otro en Brasil) ni los ocho millones de euros pagados en concepto de opción de compra
de otros tres muchachos del «Peixe»: Victor Andrade, Gabriel y Giva. Veinte millones
habrían ido a parar a las arcas de N&N, la sociedad del padre de Neymar. El resto se
habría repartido entre DIS y Teisa. Aunque ni siquiera estas cifras serían del todo ciertas,
según Florentino Pérez. Pocos días antes de la presentación de Ney en el Camp Nou, el
presidente del Real Madrid declara haber renunciado a adquirir al jugador brasileño
porque le habría costado ciento cincuenta millones de euros al club blanco. Un auténtico
rompecabezas que, unos meses después, se convierte en el «Neymargate». El 5 de
diciembre Jordi Cases, socio del Barça, presenta una querella contra Sandro Rosell,
presidente culé, por apropiación indebida en su modalidad de distracción en la
contratación del delantero brasileño. Sostiene que el montante global que abonó el Barça
por los servicios de Ney se eleva a 94,4 millones de euros y no los cincuenta y siete
declarados oficialmente. Es decir, treinta y ocho millones de euros más. Y aporta la
documentación para demostrar que parte de lo que en realidad es la ficha del jugador se
oculta bajo distintos contratos simulados. El 10 de enero de 2014 el fiscal de la
Audiencia Nacional apoya la admisión a trámite de la querella. Pide a la FIFA toda la
documentación del fichaje de Neymar; al futbolista, el contrato firmado con N&N —la
empresa que gestiona su padre—, y al Santos, los contratos de jugador. Tres días
después, el Barcelona pide personarse en la causa y que no se admita a trámite la
querella. No será así. El 22 de enero Pablo Ruz, juez de la Audiencia Nacional, admite la
denuncia de Cases. Los nueve contratos distintos, desde noviembre de 2011 hasta
septiembre de 2013, que ligan a Neymar con el FC Barcelona son materia de
investigación. Un día después, el 23 de enero de 2014, Rosell, presidente del FC
Barcelona, dimite de forma irrevocable por la «injusta y temeraria» querella por el
fichaje del brasileño. Josep Maria Bartomeu, vicepresidente deportivo, asume la
presidencia. Y le toca explicar y detallar las cifras del contrato de Neymar. Admite que
el coste total de la operación es de 86,2 millones de euros y no de 57,1 millones, aunque
cifra en esta cantidad la partida relativa altraspaso. El Barça ha pagado cuarenta
millones a la empresa N&N y 17,1 millones al Santos por la cesión. El club también ha
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firmado un acuerdo paralelo con el Santos por tener la opción preferencial sobre tres
jugadores de la cantera. Valor: 7,9 millones. Y un nuevo contrato, con N&N, por el
seguimiento diario de estos niños. Por ello, se pagan cuatrocientos mil euros anuales
durante cinco años, lo que supone dos millones en total. El numero 11 azulgrana cobrará
56,7 millones en total, 11,3 millones por temporada. Sumando todos los números,
salarios, comisiones, indemnización, se llega a un total de 86,2 millones, sin contar los
posibles bonus. Una cifra que hace discutir sobre la burbuja del fútbol en tiempos de
crisis. Unos contratos que todavía darán mucho que hablar. En resumen, un culebrón que
reserva otras entregas.
No hay problemas, al menos de este género, en el caso de Leo Messi. «La Pulga»
entra en La Masía con solo trece años, es un valor del club culé frente a las voces
alarmistas acerca de su posible salida o del salario elevado de Neymar. Pero ¿cuánto
puede valer hoy en el mercado del fútbol el número 10 del Barça? Euromericas Sport
Marketing, empresa de marketing deportivo, ha elaborado un informe sobre la «marca
Messi» tras una investigación de mercado realizada en los últimos cinco años. La
conclusión es impresionante: Messi vale cuatrocientos millones de euros. Gerardo
Molina, especialista en marketing deportivo y CEO de Euromericas, lo explica diciendo
que «el impacto mediático de Leo quintuplica el de Cristiano. Según diversos estudios,
Cristiano vale entre ciento cincuenta y ciento sesenta millones». El eterno duelo
continúa. Pero no lo es todo, según Molina «hay un club [el PSG] que tiene como
patrocinador a un Gobierno que estaría dispuesto a pagar los cuatrocientos millones por
Messi».
Cifras desorbitantes que reflejan que la rivalidad por ser el número uno va más allá del
terreno de juego. Cristiano afirma que el dinero no es lo más importante y, si les
preguntáramos, seguramente Messi y Neymar estarían de acuerdo con el jugador
portugués. Pero la realidad es que cada vez que uno de ellos firma o renueva un contrato,
los números suman cada vez más ceros. Son máquinas de hacer goles y dinero, otro
partido en el que todos aspiran a ser el Pichichi. También aquí hay que batir récords
propios y ajenos. Y también aquí hay polémicas y claroscuros que ensombrecen sus
actuaciones en el campo e, incluso, terminan pasando factura a su rendimiento deportivo.
Ronaldo, Ney y Leo viven en una constante comparación y su sueldo no podía escapar
a esta dinámica. ¿Valen realmente lo que se paga por ellos? Sus clubes y sus
patrocinadores no tienen dudas. Son los jugadores más caros pero, según aseguran,
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también los más rentables. Son más que fútbol; son, como afirma Jorge Valdano,
espectáculo. Y poner un precio a los sueños parece imposible, al menos por ahora.
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Modelos de negocio
 
 
«Hoy Messi, Ronaldo o Neymar son empresas multinacionales en un mercado donde
sus agentes buscan por y para ellos las mejores oportunidades económicas», dice Patrick
Mignon, sociólogo del deporte en el Instituto Nacional de Deporte y Educación Física de
París. «Un crack —añade Gunter Gebauer, profesor de Filosofía en el Institut für
Sportwissenschaft de la Universidad de Hannover, Alemania— es como un bolso de
Louis Vuitton o como un anillo de Cartier: un producto de lujo, una marca comercial
personalizada.»
No hay dudas de que Messi, Ronaldo y Neymar son un producto transversal que llega
a todos los países y a todos los públicos. Son iconos publicitarios y brand ambassadors,
embajadores de marca. Un sinfín de empresas los utilizan como reclamo en spots,
promociones y campañas para lograr notoriedad y abrir nuevos mercados. Empezando
por las marcas deportivas: Nike esponsoriza a Cristiano Ronaldo y a Neymar, Adidas
patrocina a Messi. Vale la pena recordar que, tras una larga batalla judicial, el gigante
alemán de prendas deportivas «robó» Messi a Nike, que lo apoyaba desde los catorce
años, y llegó a tiempo para firmar un contrato muy lucrativo con el número 10 del
Barcelona en 2006, justo antes del Mundial de Alemania. Y no se trata solo de zapatillas
deportivas. El contrato de Cristiano Ronaldo con Nike incluye una línea de ropa y
accesorios con el lema «Love to win, hate to lose». En esta guerra de marcas hay en
juego millones y millones. Un ejemplo: Nike, que ha invertido en Cristiano como su
abanderado en el Mundial de Brasil 2014, calculaba que la no calificación de Portugal y,
como consecuencia, la ausencia de CR7 en la próxima Copa del Mundo tendría un
impacto negativo en la imagen de la compañía estadounidense y supondría una pérdida
de más de diez millones de euros.
Televisión y videojuegos: Leo Messi es la portada de FIFA 2014, Cristiano la de PES
(Pro Evolution Soccer) 2013, y Neymar es la imagen publicitaria de Panasonic en ciento
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noventa y tres países hasta 2017. Takumi Kajisha, director ejecutivo de Panasonic, decía
hace poco: «Nuestra marca ha experimentado un gran aumento de popularidad gracias a
Neymar. Ha hecho mucho por nosotros en Brasil, y su aterrizaje en Barcelona puede
beneficiarnos a escala global, porque el Barça es muy conocido en Asia y África.
Neymar, en calidad de embajador nuestro, podrá lograr más de lo que ya ha logrado en
estos mercados».
Bebidas: Leo es la imagen «Live for now, football now», el eslogan de la última
campaña global de Pepsi de cara al Mundial 2014. El argentino se deleita haciendo
jueguitos con una lata de la bebida. Si Messi se atreve con Pepsi, CR7 jugaba con
cubitos de hielo en la campaña de Coca-Cola destinada al mercado chino antes del
Mundial 2006. Y ahora su imagen está asociada a Soccerade, bebida energética en tres
sabores diferentes: lima, ice blue y fruit burst. Guaraná y Red Bull son patrocinadores de
Neymar. Divertido es el spot de Guaraná Antarctica. En una playa de Brasil, Ney,
cómodo en una tumbona, abre una lata de la bebida. Un amigo le pregunta: «¿Te vas
para Europa?». «¿Europa?»… el futbolista reflexiona. Y a la cabeza le llegan imágenes
de frío siberiano, de campos nevados, de playas desiertas y heladas con chiringuitos de
fish & chips donde no saben ni lo que es Guaraná. «Ahora no. Mejor playa, sol y
Guaraná», es la respuesta de Ney.
Bancos: el primer gran patrocinador de Cristiano Ronaldo es el Banco Espírito Santo,
entidad financiera portuguesa. Ronaldo es solo una promesa, tiene dieciocho años, y los
premios y los trofeos todavía están por llegar, pero el banco portugués lo elige para sus
campañas cuando falta poco menos de un año para la Eurocopa que se disputará en
Portugal. Las razones las explicaba así Paulo Padrão, director de marketing de Banco
Espírito Santo: «Creemos que la alegría del juego y el espectáculo es lo mejor del fútbol.
Cristiano Ronaldo es un incomparable representante de este arte. Es un icono de la
juventud portuguesa. Un ejemplo de que, cuando tienes talento y trabajas, ganas».
Neymar es la imagen del Banco Santander en Brasil hasta finales de 2014. Un acuerdo
—así lo define Emilio Botín, presidente de la entidad financiera— entre el mejor jugador
brasileño de fútbol del momento y el mejor banco del mundo». «Una alianza que va a ser
tan maravillosa para nosotros como para él», añade Marcial Portela, presidente del
Santander Brasil.
Moda: Leo Messi es imagen de Dolce & Gabbana, como así demuestran sus
«famosos» trajes y esmóquines con los que se ha presentado en la gala de entrega del
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Balón de Oro o en la de la Bota de Oro en 2013. Cristiano ha lucido su cuerpo en las
campañas de Emporio Armani Underwear y Armani Jeans 2010-2011. Inolvidable
«Housekeeping», el vídeo en blanco y negro donde Cristiano, durante un minuto y
veinticinco segundos, busca su camiseta por la habitación de un hotel mientras la chica
de la limpieza se la esconde para ver un rato más su torso desnudo. Y tras el éxito
obtenido con su campaña de ropa interior para Emporio Armani, se ha decididoa lanzar
su propia línea y marca: CR7 Underwear & Socks Collection. Cómo no, luciendo otra
vez su silueta. Y no se queda atrás Neymar, quien se ha paseado en calzoncillos para la
marca Lupo y ahora ha lanzado, junto a la marca Rock & Soda, una línea de pantalones
y bermudas vaqueros destinados al público joven.
Sí, Neymar, Ronaldo y Messi venden, y venden de todo: jeans, ropa deportiva,
zapatillas, calzoncillos, coches, perfumes, caramelos, muñecos, teléfonos, televisores,
líneas aéreas, relojes, cómics, champú, servicios de mensajería instantánea… Para darse
cuenta, solo hay que echar un vistazo a la lista de patrocinadores:
 
NEYMAR: Nike, Panasonic, la operadora Claro, Tenys Pé, Lupo, Guaraná
Antarctica, Unilever, Volkswagen, Banco Santander, Heliar, Red Bull y Rock & Soda,
a los que hay que añadir las campañas para la fragancia Drakkar Noir de L’Oréal y
para Mentos.
CRISTIANO RONALDO: Nike, PES, Herbalife, Banco Espírito Santo, Castrol, Toyota,
Jacob & Co, Bimbo, Clear, Mobitto y Emporio Armani.
MESSI: Adidas, Pepsi, Gatorade, Fifa14 EA, Turkish Airlines, Dolce & Gabbana,
StorkMan, Samsung Galaxy, O Ooredoo, Audemars Piguet y Herbalife.
 
Pero ¿qué valores representan las «marcas Neymar, Ronaldo y Messi»? ¿Qué imagen
venden? ¿Qué cualidades funcionan en un mercado global?
Neymar es sinónimo de audacia, de alegría, de velocidad. Es un chico joven,
simpático, carismático, con sus extravagancias, como el pelo y los tatuajes, conectado a
la tecnología, la música y la moda. Un garoto presente en redes sociales como
Instagram, Facebook y Twitter. Estas son las cualidades, las características del personaje
Ney que el marketing del Santos y NRJ, la sociedad de la familia Santos da Silva, han
vendido a los patrocinadores a partir de 2010. Y, al parecer, ha funcionado muy bien.
Tanto que, según la revista SportsPro, es el deportista más rentable y con mayor valor
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comercial del mundo en términos de marketing. Por delante de figuras como el golfista
Rory McIlroy, Lionel Messi y Usain Bolt.
Torso y tableta, Cristiano como sex symbol masculino, ejemplo del ideal griego de
kalos kai agathos, de la belleza y del bien. Y no solo eso. Las claves de la «marca
Ronaldo» son también competitividad y trabajo, profesionalidad y rendimiento, ganas de
ganar siempre e irreverencia. Todo esto sin hablar de la capacidad de comunicación del
número 7 del Real Madrid. Ante las cámaras Ronaldo se encuentra muy cómodo.
Ningún problema con las largas sesiones de fotos, con el maquillaje, con repetir una y
otra vez un movimiento o con volver a hacer una toma. Cristiano se encuentra en su
salsa, como un actor protagonista. Un set, para él, es la prolongación de un campo de
fútbol, en donde siempre quiere ser el número uno. Es otra forma de espectáculo, distinta
a la que ofrece todos los domingos. Y por eso pone la misma determinación, la misma
profesionalidad en regatear que en anunciar unas zapatillas.
¿Y Messi? ¿Qué vende Leo? «Autenticidad», respondía tiempo atrás Fernando
Solanas, Head of Sports Marketing de Adidas Iberia. Sí, pero ¿dónde está la atracción
del personaje fuera de un campo de fútbol? «Está justo en su normalidad, en su sencillez,
la de un chico que ama estar con su familia, con sus amigos, con su gente. Las estrellas
del deporte parecen vivir demasiadas veces en un universo distinto, muy lejos de
nosotros. Leo, con su timidez, es cercano a todos los aficionados al fútbol», decía el jefe
de uno de los patrocinadores más importantes en el portafolio del argentino. No lo es
todo. La imagen de Messi se ha vendido, sobre todo en los primeros años de su carrera
de profesional de la pelota, como la de un chaval que, a pesar de su físico, de su talla, de
sus problemas de crecimiento, ha sabido llegar a lo más alto. En este sentido es ejemplar
la campaña publicitaria de Adidas, realizada en 2007, con el lema «Impossible is
nothing».
Con trabajo, con perseverancia, con voluntad, ha demostrado y sigue demostrando a
los consumidores que nada es imposible. Es cierto que, delante de la cámara, Messi no
tiene el mismo desparpajo, la misma soltura, el mismo porte, o la misma percha que
Cristiano Ronaldo. Sin embargo, el spot publicitario que grabó con Kobe Bryant para
Turkish Airlines en 2012 ha tenido más de ciento cinco millones de reproducciones en
YouTube. Y el de 2013, donde el futbolista y el jugador de baloncesto protagonizan una
competición para ver quién de los dos logra hacer más fotografías de sitios diferentes del
mundo, parece ir en la misma dirección. Pero no son solo los «me gusta» de los
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internautas los que confirman a Messi como un buen brand ambassador. El crack del
Barcelona ha ingresado veintiséis millones de euros en contratos publicitarios, según «le
salaire des stars» de France Football (2014). Adelanta a Cristiano Ronaldo (veintidós
millones) y a Neymar (catorce millones).
Al parecer, la controversia fiscal por evasión de impuestos en España no ha afectado
la imagen de Messi; al contrario de Neymar que, después del escándalo generado en
torno a su fichaje, podría ver cómo se alejan buenas ocasiones de negocios.
Ya lo hemos visto. Cristiano es sinónimo de ambición y esfuerzo; Messi es el chico
normal y la constancia; Ney simboliza la juventud y el buen rollo. Cada uno ha
desarrollado su propio modelo de negocio, ha encontrado su sitio, su nicho de mercado.
Son exitosos soportes publicitarios, estrellas también del marketing. Aunque no siempre
se trata de vender por vender, o al menos así quedó patente en la discusión que
protagonizaron en un entrenamiento Ronaldo y su compañero de equipo Xavi Alonso en
torno a qué marca de botas de fútbol es mejor: Nike o Adidas, sus respectivos
patrocinadores. Fue un tira y afloja privado captado por una cámara de televisión, pero
con los mismos argumentos de un anuncio publicitario.
Anécdotas aparte, entre Leo, Cristiano y Neymar se reparten los grandes contratos. En
muy poco tiempo, el brasileño se ha puesto al nivel y compite en igualdad de
condiciones. Porque, incluso aquí, siguen estando enfrentados. ¿Quién gana más en
publicidad? ¿Quién es el más deseado por las marcas? ¿Quién es el que ofrece más valor
añadido a los productos que promociona? Conseguir un premio como el Balón de Oro
puede hacer que la balanza se incline hacia uno u otro lado. En 2013 el campeón de la
publicidad fue Messi. Gran parte de los diarios deportivos recogieron la noticia como si
se tratara de un nuevo logro deportivo del argentino y una derrota del portugués. En
2014 está por ver quién se alza con este título.
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En el centro de la red
 
 
Setenta y seis millones de seguidores en Facebook y veinticinco millones en Twitter:
Cristiano Ronaldo es, sin duda, un rey de las redes sociales. Todavía no ha alcanzado las
cifras de Rihanna y de Shakira, ochenta y seis millones de fans, en Facebook, pero el
número 7 del Real Madrid ocupa holgadamente la posición número diez del top ten de
esta social network. Y es el deportista más popular en las redes sociales. Según el
estudio de Sportune, el portugués encabeza la lista de los deportistas que más seguidores
sumaron en Twitter durante el año 2013, con ocho millones de nuevos fans. Detrás de él,
y completando el podio, están Kobe Bryant, escolta de Los Angeles Lakers, y LeBron
James, alero de los Miami Heat. Le siguen, por este orden, Neymar, Ronaldinho, David
Villa, Xavi Alonso, Kevin Durant, Wayne Rooney y Gareth Bale, quien cierra la lista. Es
cierto que los followers de Cristiano en Twitter no llegan a los cincuenta y un millones
de Katy Perry, ni a los cincuenta de Justin Bieber o los cuarenta y dos de Obama, pero en
la clasificación general de esta red de microblogging el crack luso también obtiene un
gran resultado: es el número catorce. Y esto no es todo. En diciembre de 2013, Cristiano
lanzó desde Funchal, su ciudad natal en Madeira, su propia red social: vivaronaldo.com,
un sitio interactivo en inglés que permite a sus fans comunicarse entre ellos y seguir las
últimas noticias sobre su ídolo. El sitio gratuitode internet, también disponible en forma
de aplicación para teléfonos móviles, ofrece la posibilidad de seguir los partidos de
Cristiano en directo y de participar en concursos para ganar camisetas firmadas o
entradas para los encuentros del portugués. Los admiradores de Ronaldo podrán
igualmente compartir fotos y vídeos de eventos exclusivos, conocer a nuevos amigos con
intereses comunes e interactuar con el futbolista. «Es una experiencia única que
ofrecemos a mis fans de todo el mundo», ha comentado Ronaldo, quien promete
participar «de forma activa» en esta comunidad virtual.
En este campo, Lionel Messi no gana el partido a su eterno rival. En Facebook suma
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«solo» cincuenta y cuatro millones de fans. El número 10 del Barça ha sido el quinto
jugador azulgrana en abrir un perfil en la red social más popular, por detrás de Gerard
Piqué, Andrés Iniesta, Pedro y David Villa, que ahora juega en el Atlético de Madrid. El
anuncio oficial de la apertura de la cuenta se hizo en abril de 2011 a través del perfil de
Twitter del FC Barcelona y en pocas horas le llovieron seguidores a una velocidad
raramente vista en esta red social. Un auténtico fenómeno en el mundo 2.0.
Curiosamente, Messi no tiene todavía un perfil en Twitter. Muchas cuentas utilizan su
nombre y su imagen, pero no son la cuenta oficial del argentino. De hecho, más de una
vez su entorno ha tenido que rectificar. Como lo ha hecho su hermana Marisol, que en su
Twitter ha publicado: «¡Les mando un mensaje de Leo! “Una vez más quiero aclarar que
no poseo cuenta de Twitter y que por el momento no pretendo tenerla. Si así lo hiciera
sería a través de mi Facebook donde lo presentaría. Con eso pretendo que la gente no se
confunda con las diferentes cuentas que se hacen con mi nombre”». Quien sí tiene una
cuenta en Twitter es Matías Messi, el hermano de Leo. Sus tuits han incendiado la red
más de una vez, provocando auténticos revuelos entre los futboleros. En este sentido, en
una ocasión colgó una foto comparativa de los títulos de su hermano desde el año 2009
frente a los de Cristiano durante el mismo período. Todo para defender a Leo y a la
familia, según aseguraba.
Sí, las redes sociales son también campo de batalla para los cracks del fútbol o, mejor
dicho, para sus followers. La disputa es mundial y continua. Comienza antes de un
partido, antes de un premio como el Balón de Oro de la FIFA, se radicaliza antes y
después de un clásico, vuelan insultos y surgen apoyos incondicionales a uno u otro. Hay
declaraciones de amor y de odio eterno. Comentarios, análisis, artículos, campañas a
favor o en contra. La red es un espacio abierto donde todos pueden opinar, y el fútbol,
que es sin duda el deporte rey en internet, arrasa y genera, como siempre ha hecho,
pasiones extremas. Y por mucho que sea un deporte de equipo, en la red se encumbra a
los cracks. Cristiano Ronaldo tiene más fans que el Real Madrid (cincuenta y cuatro
millones en Facebook) y Messi pierde, aunque por muy poco margen, el partido con la
página oficial del FC Barcelona (cincuenta y ocho millones en Facebook).
Y en este combate, Neymar tampoco va por mal camino: dieciocho millones en
Facebook; diez millones en Twitter, con un incremento en 2013 de 3,7 millones de
followers; y, para terminar, cuatro millones en Instagram. Todo eso sin contar, como en
el caso de Cristiano y de Leo, los fakes, los perfiles que utilizan su nombre pero no son
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suyos. Su proliferación ha sido exponencial, hasta el punto de que, en octubre de 2013,
Neymar decide uniformizar sus cuentas para que sus seguidores no se confundan con los
falsos perfiles. Hay que añadir que Ney es hiperactivo en la red, donde continuamente
está contando novedades sobre su vida o compartiendo versículos de la Biblia. Con una
media de nueve tuits al día, su interacción es muy superior a la de otros usuarios. Y en
Instagram no pasa un día sin que publique fotos con sus amigos, su padre, su novia, su
hijo, sus compañeros, sacando la lengua, tocando el piano o saltando sobre su cama.
Los cracks y sus asesores han encontrado en la red el modo de potenciar su imagen
personal y su marca de una forma inmediata, económica y global. La clave del éxito es
compartir momentos de sus vidas más allá de los partidos, de los entrenamientos, de la
esfera pública. Son fotos, opiniones, mensajes que en pocos minutos son vistos, leídos,
comentados y compartidos por millones de personas en todo el globo. Gracias a las redes
sociales parecen eliminar la distancia abismal entre su mundo y el del común de los
mortales, se acercan a su público, a sus fans. Cristiano Ronaldo por la mañana escribe un
tuit para decir que está bien, que el Madrid va a ganar, o te cuenta que se va de
vacaciones y sube una foto de su viaje. Así tienes la impresión de que te está hablando
justo a ti y tú puedes responderle, seguirlo. Pero, en realidad, es una señal de la enorme
distancia que existe entre tú y él porque su perfil y su comunicación están en realidad en
manos de especialistas en marketing, que hacen del jugador una novela, un producto que
se refuerza cada día más a través de la red.
En un reportaje publicado a principios de 2014, el periódico El Mundo contaba que
Neymar, Messi y Ronaldo forman parte de ese nutrido grupo de personajes famosos que
han dejado la gestión de sus redes sociales en manos de profesionales. Detrás de sus
perfiles hay estrategias de comunicación diseñadas minuciosamente. Nada de
improvisación, nada se deja al azar. En este campo, los tres futbolistas empatan, aunque
existen sutiles diferencias. Cristiano y Leo cuentan con más seguidores pero menos
espontaneidad. Proyectan una imagen más profesional, mucho más neutra que la del
garoto de Mogi. Al joven jugador del Barça le encanta mostrar su día a día en Instagram.
Sus poses (muchas de ellas con Dani Alves), sus gorras de béisbol, sus abdominales…
Neymar tiene bastante menos pudor que Ronaldo y Messi. Utiliza un lenguaje más
directo y personal con el que conecta a la perfección con sus seguidores. Responde
fielmente a su producto, más joven, mucho más moderno, festivo y despreocupado, pero
que no siempre parece ser comprendido. Distintos medios españoles han resaltado que al
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FC Barcelona no le hace gracia que el brasileño venda una imagen de sí mismo
demasiado frívola, demasiado alegre, más aún cuando está, precisamente, en el punto de
mira por el «Neymargate». Creen, siempre según estas fuentes, que el Ney de Instagram
es irreal y no se corresponde con su estado anímico actual. Puede que se deba a un mal
cálculo de sus asesores de imagen o a la falta de experiencia de un crack cuyo despegue
está todavía demasiado cercano. Aún no está al nivel de Cristiano y Lionel, al menos en
las redes sociales, pero cada vez le separan menos distancia y menos seguidores.
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Los tres mejores del mundo
 
 
Conversación con Vicente del Bosque 
y Luiz Felipe Scolari
 
Uno es el seleccionador de «la Roja», el otro de la «Canarinha». Vicente es el único
entrenador en la historia del fútbol que ha ganado el Mundial, la Eurocopa y la
Champions League. Scolari ha conquistado con la seleçao la Copa del Mundo de Japón
y Corea de 2002 y ahora espera repetir la hazaña en su país. Del Boque tiene sesenta y
tres años, y «Felipão», sesenta y cinco; ambos tienen larguísimas trayectorias como
futbolistas y como entrenadores. Desde el Real Madrid hasta la selección española,
pasando por el Besiktas; desde el Caxias brasileño hasta el Grêmio de Porto Alegre;
desde el Chelsea hasta el japonés Júbilo Iwata; y desde la selección de Portugal hasta la
de Brasil. Los dos han tenido bajo su batuta a grandísimos futbolistas como Zidane,
Ronaldo «O Fenômeno», Xavi, Iniesta, Cristiano Ronaldo y Neymar. Los dos serán
protagonistas en el Mundial brasileño. Del Bosque sueña con repetir el título
conquistado en 2010 en Sudáfrica; Scolari espera borrar de una vez por todas el recuerdo
del «Maracanazo» de 1950 cuando, contra todo pronóstico, Brasil perdió en casa contra
Uruguay la final del Mundial. Losdos están más que cualificados para opinar sobre tres
campeones que conocen bien.
 
PREGUNTA: ¿Qué opinan de Neymar?
VDB: Me gusta, es un artista, uno de esos jugadores insólitos, de esos que cada vez se
ven menos, un heredero de la tradición brasileña, que se estaba perdiendo. En el fútbol
de hoy no es habitual encontrar un futbolista capaz de realizar acciones individuales,
unos contra unos y regates vistosos y eficaces. Y, sin embargo, es un tipo de jugador
muy importante, y hasta necesario, porque cuando un equipo se encuentra frente a una
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defensa cerrada, repleta de jugadores, necesita a alguien que sepa resolver, alguien que
no solo supere al rival y busque la conclusión, sino que cree situaciones de riesgo para el
contrario, que busque faltas en la frontal, la superioridad numérica. Neymar encarna este
modelo de jugador. Y, además, chuta bien el balón, es ambidiestro, es un goleador, sabe
colocarse, se abre por la banda izquierda y tiene la capacidad de salvar las situaciones
complicadas en esa posición. No digo que no pueda jugar en otra, pero seguramente ese
es su lugar ideal. Como Messi, que empezó a jugar en la banda y poco a poco fue
encontrando su lugar como «falso nueve». En eso consiste la labor del entrenador:
podemos colocar a los jugadores en distintas posiciones, pero todos tienen un lugar ideal.
LFS: Neymar es muy, muy buen jugador y extremadamente profesional. Siempre está
dispuesto a esforzarse, siempre trabaja al límite, siempre trata de mejorar. Neymar quiere
aprender, quiere evolucionar técnicamente y no se echa atrás, ni siquiera cuando se le
pide que realice tareas defensivas. Para un jugador creativo como él, correr atrás y
marcar a un adversario es difícil, pero lo hace y lo hace bien. Neymar siempre está
dispuesto a incorporar algo nuevo a su bagaje técnico. Sus cualidades más increíbles son
el regate, la improvisación, la fantasía. Son dones naturales, innatos. Lo que podemos
hacer nosotros es fomentarle un sentido táctico que le ayude a desarrollarlos. Eso es lo
que hizo Muricy [Ramalho] en el Santos, lo que hemos hecho nosotros en la selección y
lo que está haciendo «el Tata» Martino en el Barcelona: hacerle entender que debe ser
solidario, que debe poner todas sus cualidades individuales al servicio del equipo. Ese es
el espíritu que queremos fomentar en él. Es algo que se aprende poco a poco, la vida te
lo va enseñando, los entrenadores te aconsejan y los campeonatos y las competiciones
que juegas te lo hacen entender. Neymar tiene una calidad de liderazgo muy grande. Es
un jugador que será todavía mucho mejor dentro de dos, tres, cinco años, y, a partir de
ahí, seguirá durante diez años más.
 
P.: ¿Y qué opinan de Messi?
VDB: Messi es la hostia. Jugaría bien en todas partes, tuviera a quien tuviera a su lado.
Es el chaval de la calle, el que «burrea», como decíamos antes. Y yo no soy nostálgico
del pasado.
LFS: Messi es fantástico. Tiene unas habilidades individuales increíbles. Él solo
puede decidir un partido, pero juega para el equipo.
 
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P.: ¿Y Cristiano Ronaldo?
VDB: Cristiano es una «bestia». Es todo potencia y velocidad, marca con la zurda y
con la diestra, con la cabeza. Un fenómeno.
LFS: Cristiano es aún más fantástico que Messi.
 
P.: ¿Se pueden comparar Cristiano Ronaldo, Messi y Neymar?
VDB: Los tres son distintos. Los tres son jugadores que cuando el resto del equipo no
sabe qué hacer, les pasan el balón y ellos resuelven. Son futbolistas especiales. Lo único
que tienen en común es el gol. Cristiano tiene menos fantasía que Neymar y Messi, es
menos hábil en el regate cerrado, necesita espacio para jugar. No tiene un repertorio
como el de Neymar, que es más ligero, más aéreo, pero es impresionante. Ronaldo vivió
una etapa fundamental de aprendizaje en el Manchester United, y desde que llegó al
Madrid siempre ha jugado a un nivel altísimo. Solo hay que ver cómo él y Messi han
batido todos los récords en la Liga. Basta con decir que desde 2008 no ha habido otro
ganador del Balón de Oro que no fuera Cristiano Ronaldo o Messi. Al contrario, la
comparación entre Neymar y Messi es, por el momento, prematura, ya que el brasileño
ha llegado hace poco al Barcelona. A Neymar lo conocemos por lo que ha hecho con el
Santos y por la Copa Confederaciones, que es su máxima referencia. Messi es
extraordinario y se halla en la cúspide de la jerarquía futbolística de los últimos años.
Desde que debutó con el Barcelona, ya hace casi una década, ha tenido un rendimiento
regular y progresivo. Todos los años suma récords y títulos. Desde el punto de vista
personal, Messi y Neymar son muy ambiciosos. Saben que son capaces de resolver un
partido, pero para ser los mejores necesitan a su lado un equipo bien organizado y que
les permita liberar todo su potencial. En esto se parecen mucho. De todos modos, se
necesitará tiempo para conocer al verdadero Neymar, para ver si se adaptará en el
Barcelona al papel de coprotagonista o si querrá hacer historia, como Messi y Ronaldo,
que son, indudablemente, un gran ejemplo para el fútbol.
LFS: Tienen características distintas. Neymar se parece más a Messi que a Cristiano.
Neymar juega en corto, se libra de los rivales en un espacio limitado. Messi igual, en
cinco metros se sacude a dos defensas. Cristiano necesita algo más de terreno para
utilizar su potencia. Pero en cualquier caso no hay discusión: actualmente son los tres
mejores delanteros del mundo. Y eso a pesar de que Neymar es un híbrido: es un nueve,
un once, un ocho, un siete, un diez. Estoy convencido de que Neymar aprenderá mucho
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en materia de táctica y estrategia, que en Europa son cosas fundamentales. En Brasil
impera un estilo distinto, el fútbol tiene otra connotación, es un juego más de
improvisación. Y luego está la carga de trabajo y el número de encuentros que se
disputan cada temporada. Estoy seguro de que, al lado de Messi, Neymar podrá aprender
mucho.
 
P.: Hablamos del Mundial 2014. Favoritos y posibilidades de los tres…
VDB: Argentina lo está haciendo muy bien, tiene un gran potencial y jugadores con
experiencia internacional, y tiene a Messi. Portugal puede hacer un gran Mundial y
Cristiano ha demostrado de sobra en la repesca de lo que es capaz. El portugués no ha
ganado nada con su selección y viene con hambre. Como Messi, que tantas veces ha
dicho que su sueño es ganar el Mundial con Argentina. Pero, a mi juicio, los brasileños
son los máximos favoritos. Por el ambiente y porque tienen un equipo más agresivo y
compacto, con destellos de genialidad. Del mediocampo para atrás son muy fuertes y
tienen dos laterales, Dani Alves y Marcelo, como los hay pocos en el mundo; dos
centrales seguros y un centro del campo bien armado. Y delante tienen a dos bestias
como Hulk y Fred. Y Neymar, que es el contrapunto perfecto.
LFS: Hoy no podemos decir que Brasil sea el mejor equipo del mundo. No estamos un
escalafón por encima de los demás, como hace veinte o treinta años. Este no es el Brasil
de 1970. Hoy en día, el nivel del fútbol mundial está mucho más equilibrado.
Ciertamente tendremos la ventaja de jugar en casa, ante nuestros hinchas, y esto
seguramente es muy importante, pero en estos momentos no somos superiores a equipos
como Argentina, Alemania o España. De todas formas, puedo añadir que en Brasil
vemos las cosas a través de las estadísticas. Italia jugó en casa dos Mundiales; ganó uno
y perdió el otro. Alemania jugó en casa dos Mundiales; ganó uno y perdió el otro.
Nosotros jugamos uno y lo perdimos; ahora lo único que queremos es que se cumplan
las estadísticas.
P.: ¿Y qué le aportaría a Messi, Cristiano Ronaldo y Neymar la victoria en el
Mundial?
VDB: Lo quieran o no, el éxito colectivo los hace mejores. Si gana Portugal, Cristiano
será más fuerte, y Messi saldrá un poco debilitado. Si gana Argentina, ocurrirá lo
contrario. Si gana Brasil, Neymar consolidará su estatus. Aunque no sé si Cristiano y
Messi necesitan un Mundial para afirmarse.
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Epílogo
 
 
Llegados a este punto habrá quien ya haya sacado sus propiasconclusiones y decidido
quién es, a su juicio, el mejor futbolista del momento. Cada cual tendrá su favorito,
como le sucede a Pelé. El mítico exfutbolista se decanta por su compatriota: está
convencido de que Neymar superará a Messi y CR7. El holandés Clarence Seedorf pide,
sin embargo, calma. En su opinión, no es justo comparar al garoto de Mogi con
jugadores que llevan mucho más tiempo al máximo nivel. Está claro que decantarse por
uno de ellos no resulta sencillo, aquí no cuentan solo los números, los títulos y las
estadísticas; también influyen, a veces incluso más, los sentimientos, lo que nos inspira
cada uno de ellos y los colores que visten. A lo largo de este libro se han contrastado sus
capacidades técnicas y físicas, sus distintas trayectorias, su actitud en el campo y hasta
sus dotes como modelos publicitarios. Se han señalado sus diferencias, pero también se
han encontrado similitudes. Estamos ante tres auténticos cracks del fútbol, tres jugadores
admirables. El análisis de sus puntos fuertes y débiles sirve para conocerlos un poco
mejor y para descubrir algunas de las cualidades que les han llevado hasta lo más alto.
Jorge Valdano asegura que «todo juego de equipo convertido en espectáculo es un gran
simulador de la vida». Aprendamos entonces de los mejores.
 
 
Talento y esfuerzo
 
Messi, Ney y Cristiano saben desde que eran unos niños cuál es su verdadero talento. Se
dedican a lo que más les gusta y a lo que mejor se les da. Lo dan todo por alcanzar su
sueño. Nunca se saltan un entrenamiento, siempre tratan de mejorar. No importa cuántos
títulos hayan ganado, no bajan la guardia y siguen esforzándose por superar nuevos
límites. Son el más claro ejemplo de que ninguna aptitud funciona por sí sola si no va
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acompañada de trabajo. Centran todas sus energías en su objetivo. Sus triunfos son el
resultado de la pasión y de muchas horas de entrenamiento.
 
 
Oportunidades
 
Los tres futbolistas no dudan en asumir riesgos. Lo demostraron en ese primer vuelo
transoceánico y en muchas otras ocasiones a lo largo de su carrera. No desaprovechan
ninguna oportunidad que pueda conducirles hacia sus metas, aunque esto suponga
plantarle cara al miedo a lo desconocido. Puede ser difícil, como les resultó a Cristiano y
a Leo, dejar a sus familias con apenas doce años, pero el deseo de triunfar siempre
termina por imponerse.
 
 
Ambición
 
Lo anterior solo se explica cuando se posee una ambición sana y positiva como Lionel,
Ronaldo y Ney. Es el motor que les hace esforzarse por avanzar, por seguir aprendiendo
y creciendo como futbolistas. No se trata de ambición desmedida o patológica que solo
conduce a la insatisfacción permanente, sino de todo lo contrario, de la que da sentido y
equilibrio a sus vidas.
 
 
Liderazgo
 
Con o sin el brazalete de capitán, Cristiano, Neymar Júnior y Leo son líderes en el
terreno de juego. Lo son por su conducta ejemplar, por la confianza en sí mismos.
Contagian entusiasmo, anticipan las jugadas antes que el resto de futbolistas, soportan la
presión, consiguen arrastrar a sus compañeros y son capaces de darle la vuelta a un
partido. La experiencia les ha enseñado la necesidad de olvidarse de los egos y de pensar
primero en el equipo, aunque esto no siempre sea fácil ni lo consigan por completo. En
este sentido, Cristiano fue muy criticado en sus primeros tiempos en el Real Madrid por
89
ser demasiado individualista, un comportamiento que el portugués ha conseguido
corregir.
 
 
Diferenciación
 
Para destacar sobre los demás, para distinguirse, hay que ser diferente. Ellos lo son
dentro y fuera del campo. Cada uno tiene un estilo muy marcado: Ney, barroco y alegre;
Leo, minimalista y tímido; Ronaldo, clásico e irreverente. De su estilo de juego y su
personalidad han hecho una marca muy valorada y exportable. Nadie ofrece lo que ellos.
Son rentables. Son creíbles. Son únicos.
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Agradecimientos
 
 
Gracias a Vicente del Bosque, Luiz Felipe Scolari, Carlos Martínez, Estela Celada,
Laure Merle d’Aubigné y Roberto Domínguez.
 
Dedicado a Olmo, Lorenzo, Elvira, Alda y Tullio.
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Luca Caioli (Milán, 1958), periodista y escritor, ha seguido los grandes acontecimientos
deportivos en medios de comunicación europeos de referencia. En Italia ha trabajado
para Il Manifesto, L’Unità, La Repubblica, Corriere della Sera, La Gazzetta dello Sport,
RAI 3 y Sky Tg24. En Inglaterra ha colaborado con Granada TV. En Francia, como jefe
de deportes de Euronews TV, ha hecho un seguimiento de la actualidad deportiva
internacional. Desde el año 2001 vive en España, donde ha colaborado con la Cadena
Ser, Onda Cero, La Sexta, Cuatro y Marca, entre otros.
Entre sus libros se encuentran: Ronaldinho, el futbolista feliz; Messi, el niño que no
podía crecer; El doble desafío de Lance Armstrong; Vicente del Bosque: Mil gracias;
Cristiano Ronaldo: Historia de una ambición sin límites; O Rei Neymar: El último poeta
del balón y la novela Mañana. Sus libros han sido traducidos a treinta y cinco idiomas.
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Edición en formato digital: mayo de 2014
 
© 2014, Luca Caioli
© 2014, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona
 
Adaptación del diseño de la cubierta de Iconbooks: Penguin Random House Grupo Editorial
Fotografías de la cubierta: © Getty Images
 
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la
reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, así como el alquiler o cualquier
otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a
CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org) si necesita reproducir algún
fragmento de esta obra.
 
ISBN: 978-84-16029-15-0
 
Conversión a formato digital: M.I. maqueta, S.C.P.
 
www.megustaleer.com
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http://www.cedro.org
http://www.megustaleer.com
 
Índice
 
Messi, Ronaldo, Neymar
Introducción
Una pasión desde niños
El apoyo imprescindible
La oportunidad aprovechada
Liderazgo
Una cuenta pendiente
Estilo y virtudes
Claves del éxito
Duelos
La otra competición
Modelos de negocio
En el centro de la red
Los tres mejores del mundo. Conversación con Vicente del Bosque y Luiz Felipe Scolari
Epílogo
Agradecimientos
Biografía
Créditos
94
Índice
Neymar, Ronaldo, Messi 2
Introducción 3
Una pasión desde niños 6
El apoyo imprescindible 12
La oportunidad aprovechada 19
Liderazgo 26
Una cuenta pendiente 45
Estilo y virtudes 57
Claves del éxito 61
Duelos 64
La otra competición 69
Modelos de negocio 75
En el centro de la red 80
Los tres mejores del mundo. «Conversación con Vicente del Bosque
y Luiz Felipe Scolari» 84
Epílogo 88
Agradecimientos 91
Biografía 92
Créditos 93
95
	Neymar, Ronaldo, Messi
	Introducción
	Una pasión desde niños
	El apoyo imprescindible
	La oportunidad aprovechada
	Liderazgo
	Una cuenta pendiente
	Estilo y virtudes
	Claves del éxito
	Duelos
	La otra competición
	Modelos de negocio
	En el centro de la red
	Los tres mejores del mundo. «Conversación con Vicente del Bosque y Luiz Felipe Scolari»
	Epílogo
	Agradecimientos
	Biografía
	Créditos

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